Ricardo Enriquez.tarea.4

domingo, 31 de julio de 2011

RIMA DÉCIMA

Tan lejos de mí te siento
vuelve la desesperanza
aunque tu ser me encanta
yo no tengo acercamiento
ni a tu cuerpo ni a tu aliento
ni a un instante ni a un momento
pues nos separa una valla
de una cobardía insensata
reprimiendo el sentimiento
que me quema a fuego lento.

HUGO BARRANCO TAREA 1 SESIÓN 4

sábado, 30 de julio de 2011

SESIÓN 4

TAREA 2

Cuento: enfrentamiento entre un personaje erótico contra un tanático

Matilde y Fernando, su cuñado, departían sobre las anécdotas familiares; Fernando la había invitado a tomar café; Matilde, aunque no veía con buenos ojos la invitación, aceptó porque hablarían de un asunto importante, según había dicho él. Y, después de intercambiar algunas risas, Matilde con actitud inquisidora plantó frente a él una pregunta:

¿Cuál es ese asunto tan importante que tratar?

―Me preocupó encontrar las radiografías de Mario en el despacho de la planta ―dijo Fernando con preocupación y agregó―, no pude evitarlo y le pedí al doctor Ruiz revisarlas.

Matilde, primero apretó los dientes, después arrugó el ceño y al final contestó:

―No te preocupes, Mario me contó sobre las dichosas radiografías y todo está perfecto. Tu hermano goza de la salud de un toro. Creo que estás exagerando.

Mario se encogió de hombros y se quedó pensativo. No le pareció correcta la ligereza de Matilde. Cuando él vio las radiografías, bastó reflexionar un poco para darse cuenta del acecho de la muerte. La experiencia más cercana que había tenido con la muerte fue cuando su padre atropelló a un perro callejero; así cada vez, a su memoria regresaba la imagen sanguinolenta y el espectáculo de tripas embarradas. En su interior permaneció la sensación de escozor si en lugar del perro callejero, eso le sucediera a cualquiera de las personas que más quería. No, jamás podría sobrevivir a una suerte tan cruel. Y era preciso, a toda costa, evitar el dolor.

―Déjame contarte lo que me dijo el doctor Ruiz ―al mismo tiempo que tomaba una de las manos de Matilde y continuó―, y después me dices si exagero.

Matilde se estremeció con el contacto de las manos de Fernando y al instante retiró la suya.

―Mario no tiene problema alguno. Ayer, por ejemplo, se levantó temprano a correr, por cierto me dijo que corrió sus acostumbrados ocho kilómetros ―y añadió Matilde triunfante―: ¡Mario es la persona más sana del mundo! Y así seguirá por muchos años. El doctor Ruiz querrá que cuide su salud y por eso mismo te ha dicho…

―¿Cómo puedes estar tan tranquila? Todavía no te contado lo que dijo el doctor Ruiz, tú eres la esposa de Mario y deberías estar aterrada con la idea de perderlo.

Matilde observaba los finos rasgos de su cuñado, su figura esbelta, el pecho que asomaba tras su camisa, percibía el aroma a madera de su loción: sintió mucha atracción por él en ese momento. Tomó consciencia de las sensaciones que eran provocadas por Fernando y un ataque de rubor la tomó por sorpresa. A pesar del cosquilleo que inundaba su cuerpo, respondió con suficiente aplomo y él, sometido a su honda ansiedad, no se daba cuenta de las transformaciones corporales de su cuñada.

―Tranquilízate, Fernando, y explícame que te dijo el doctor Ruiz.

― Mario tiene cáncer de pulmón ―contestó con los ojos apunto de una inundación.

Matilde se levantó y abrazó a Fernando. Ella sintió el contacto de su cuerpo y se apretó contra él. Se sintió contagiada por el llanto y se dedicó a consolar a Mario mesando sus cabellos, al tiempo que besaba sus mejillas, una y otra vez; y, en un ataque de emoción, besó sus labios húmedos por el llanto. Mario se abandonó entre sus brazos sin consciencia porque le dolía la enfermedad de su hermano. Matilde supo hasta entonces porque ella lloraba: no lloraba por la posible muerte de su marido, lloraba porque estaba vivo.

TAREA 1

Elegante caballero

Y con adusta mirada

Recoge su cruel espada

Ha dejado en el tintero

versos del amor ligero

como los del cantinero

Una carta de su amada

Con su letra perfumada

Dejó un mensaje agorero

Que acabo en lance certero

A

B

B

A

A

A

B

B

A

A








Tarea 3: Cuento 1 CR Castanon

viernes, 29 de julio de 2011

Personaje vs la sociedad

11 de julio.
Si estas leyendo esto, estoy muerto.
El momento antes de morir es hermoso. Todos tememos sentir dolor, miedo o soledad y es verdad, quizás te acompañe uno de esos viejos amigos o lo más probable es que todos lo hagan de vez en vez. Pero lo cierto es que allí donde todo termina, donde todo te abandona también lo hacen el dolor, el miedo y la soledad; incluso el amor termina por irse. Entonces viene el vacio, silencioso y dulce en su cadencia, lleno de calma y memoria.
Ahora puedo verles y puedo verme. Nadie nunca lo menciona, pero con la muerte viene la claridad, el rearmado y recuento de uno mismo y de las memorias, conlleva la visión real de lo que nos sucedió. Ese es un buen final, poder ver como y porque nos sucedió.
Digo puedo verles, porque así es como funciono o funcionaba: memorias, más parecidas a fotografías que ha diarios, imágenes que aunque lo quieran no podrán borrar.
Ahora se quienes fueron y por que lo hicieron y se que puedo decírtelo. Esto no termina aquí, a pesar de que este muerto. No lo hará y tal vez por eso mismo deba comenzar a explicarme.
Hace aproximadamente un año solían llamarme Gaspar. Trabajaba para la Agencia Federal de Seguridad e Inteligencia como agente especial encubierto. Nunca fue especialmente de mi interés reclutarme en sus filas; de hecho, fueron ellos los que me buscaron gracias a mis capacidades y la fama de la que gozaba por ese entonces. Nunca debí haber aceptado, pero en ese entonces aun creía en cuentos de hadas. Todo esto ya lo sabes, así que no me extenderé mucho: alguien como yo no es caballo de un solo dueño
La razón de mi muerte es algo que en cambio si que te interesa: no fue si no un gran teatro que montaron para ocultar una muy baja traición. Es necesario que lo sepas; es necesario que todos lo sepan. Dicen que uno cambia con el tiempo y desde que estoy muerto he cambiado. Ahora pienso que nosotros los muertos merecemos sobre todo y como mínimo el reconocimiento de la verdad.
Fue durante las revueltas de marzo ¿lo recuerdas? No quise contarte lo que había sucedido. Sigo pensando que fue lo mejor o seguramente estarías muerto y tal vez, con menor suerte que la mía, de forma permanente.
Apuesto que tienes dudas y en el fondo no aceptas que yo haya sido declarado culpable, aunque seguramente no me crees totalmente inocente. ¿Pero en realidad quien podría pensarme inocente después de todo lo que he hecho?
No, no te culpo. No te han dado más que una versión de la historia y como ya es su costumbre no ha sido más que la suya: todo este asunto del ataque no fue si no una compleja y bien tramada mentira para que me cazaran.
Yo no los mate. ¿Sabes? No podría haber volado ese edificio sabiendo que ella estaba allí. No fui más que la persona correcta en el lugar equivocado y quién mejor que yo para hacerlo pasar por terrorista. Sabiendo lo que sabía yo era la persona perfecta para expiar las culpas de esos bastardos.
No te dejes engañar, no fue la UDI y mucho menor yo; ninguno es partidario del terrorismo civil dentro de sus filas, aunque hayan hecho un gran esfuerzo para hacerlos pensar lo contrario. Ya sabes lo que dicen, la unión hace la fuerza, y que mejor que convertirnos en odiados.
He de confesarte que estar muerto tiene sus ventajas, por ejemplo: lo relativo que se vuelve el tiempo. Ese cruel bastardo no corre de la misma manera para ustedes los vivos como para nosotros los muertos. En mi caso un año es un tiempo enorme, que por cierto me ha sentado de maravilla y de paso me ha empapado de una clarividencia vertiginosa.
Ahora tengo un plan para enderezarlo todo, aunque decir “plan” es subestimar lo que se esta produciendo. Es más como una estratagema cuidadosamente tejida en la que se involucran demasiados hilos como para poder cortarlos de una sola vez.
Es cierto, no puedo entrar en detalles de nada de todo esto, como seguramente ahora ya lo supondrás, al menos no por este medio; pero necesitaba que supieras que no estoy muerto ni tampoco lo está todo lo que alguna vez pensamos posible.
¿Recuerdas la vez de Venezuela? Espera mi contacto en ese mismo sitio dentro de 2 meses. Te hare saber cuando y donde en el momento en que este allí. Mientras tanto lo mejor es que te deshagas de esto y te andes con cuidado.
PD: Entrégale los documentos a Marcio, el ya sabe que hacer.

Ricardo Enriquez.tarea 3. Decima

miércoles, 27 de julio de 2011

Nueva mente me dispongo
en esta noche al encuentro
no pienso, no me desvelo.
Pues cada minuto cuenta
para tenerte de nuevo,
te diré al oído te quiero
que vivir sin ti no puedo.
Reinaras cerca de mí
dichosa de amor sincero
¡Ay! aunque solo sea en un sueño.

Décima. Fernanda Medina

domingo, 24 de julio de 2011

Llegar a los corazones


para abrirlos en mil partes


traspasarlos con miradas


intensas y penetrantes

untar bálsamo aquí


untar bálsamo allá,


cicatrizando heridas


abiertas por las historias


del pasado amnésico


de nuestras vidas errantes.


Tarea 3 Décima

CR Castanon

Sopla el viento por las tardes
barriendo suave las hojas
mi patio lento oscurece
mientras sentada escribo.
Siéntate conmigo viento
susúrrame mil historias
ven, cuéntame maravillas
las que por el mundo has visto.
Detén la marcha un momento,
inventa un mundo conmigo.

HUGO BARRANCO TAREA 1 SESIÓN 3

DÉCIMA

Ella cayó de la cama

Estrelló su dura vida

una imaginación roja

brotó en la cabeza abierta

Una vez libres sus ideas

Tuvo la situación clara

Tras el borde hay mucho dolor

De segunda lección aprendió

Niños a la corte celestial

No van, y en su lugar: hospital


TAREA 2 Cuento

Segundo conflicto: personaje contra la sociedad

Otra vez sabotearon el reloj checador. Miserables tardistas. Toda su vida serán tercermundistas, y yo tratando de mejorar sus vidas. Cuántas veces les he dicho: la puntualidad puede cambiar nuestras jodidas vidas. Pero se les olvida.

Pero ahora sí, hoy tengo que descubrir al terrorista, porque eso es lo que es, un maldito terrorista. Esta vez no se va a quedar impune, mira que retrasar el reloj cinco minutos, y tres veces por semana, no, como va a ser: me están viendo la cara estos ojetes. Pero también la compañía tiene la culpa; ya les dije que pongamos un reloj automatizado, controlado sólo desde mi computadora, pero recibo evasivas que le dan largas al asunto.

Yo sé quién es el saboteador, pues por eso soy su jefe y soy mucho más listo, pero antes de ponerlo de patitas es la calle, quiero ser cauto y evitar cualquier equivocación. En el piso trabajan nueve personas a mi cargo: dos de limpieza, a las cuales descarto porque no tienen ningún interés en el asunto; dos mensajeros: Pedro y Armando; un jefe de piso: Juan Manuel, él no puede ser porque goza de mi confianza absoluta y cada vez que tiene un retardo, sabe que puede contar conmigo; finalmente, Lupe, Marcia, Toñita y Laura.

He ido eliminando todas las posibilidades y concluí que el culpable se halla entre Marcia, Armando y Laura. Hoy preparé un cuatro para desenmascarar al delincuente. Toñita, una viejecita a punto de jubilarse no puede andar haciendo a su edad esas triquiñuelas; Lupe, tan atenta y obediente, no se prestaría a rebeldías estúpidas, porque en el fondo lo hacen por eso por rebeldía; Pedro llegó aquí como mi recomendado y ni modo que muerda la mano que lo alimenta. Todo queda entre los tres granujas.

He hecho vigilar el checador por Juan Manuel y me informó que nadie se acercó a él. La única posibilidad que queda es la hora de comida; pero me quedé toda la hora en mi oficina y teniendo la puerta abierta, se observa el reloj. Tampoco en este momento se modificó el horario.

Ahora todo se reduce a un momento: la hora de salida. No puede fallar. Ya cuando todos checaron, yo seguía en mi oficina, aunque me cuide de hacer notar mi salida media hora antes so pretexto de un compromiso. Uno a uno fueron checando y, cuando terminó el último, me cercioré que el reloj marcará las seis y cuarto.

Apagué todas las luces y dejé iluminado el pequeño vestíbulo donde se encontraba el reloj. Me agazapé lo mejor que pude y esperé. Cuando oí que alguien ingresó al piso me apresté a saltar sobre él. Y como imaginé: se detuvo sobre el checador y comenzó a manipularlo restando cinco minutos. Estuve a punto de caerle a patadas porque recordé que todos los días tenía yo que corregir el reloj.

¡Licenciado Montaño, que sorpresa verle a esta hora ―y dándome un apretón de manos y un fuerte abrazo agregó―, justo con usted quería hablar.

―Usted dirá para qué soy bueno ―dije sin reponerme de la sorpresa, pero lo que me dijo, me sorprendió aún más.

­―Alguien ha estado alterando el reloj y los socios han tenido que enviar a alguien a arreglarlo. En este caso me ha tocado a mí, pero no siempre hemos de hacer este trabajo.

―Pero se supone que el reloj tenga que estar puntual y no retrasado cinco minutos.

―En efecto, pero tenemos algunos compromisos que cumplir y, ante la imposibilidad de la gente de llegar a tiempo, tenemos que cumplir nuestro compromiso con la imagen de la compañía. Recuerde que nuestra empresa está siendo evaluada para obtener el iso 9004.

―¿Y cómo se supone que se enteran los auditores de la hora en que checan mis empleados? ―pregunté con furor.

―Toñita nos hace el favor de llevar y pasarnos el registro. Y ella es una persona incorruptible y los auditores, basándose en sus antecedentes, pidieron que ella los elabore. Cómo comprenderá Lic., ningún empleado puede alterar el checador, así que usted en lo sucesivo, tendrá que asegurarse que ningún retardo llegue al registro de Toñita. Y por favor, sea discreto con sus empleados y, en especial con Toñita.

Después de despedirse amable, el director de zona, y por ende mi jefe inmediato, me recomendó seguir aplicando el reglamento con disciplina y energía, sobre todo, mucha energía.



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