Cuento y Biografía Irma Judith Camacho Cortés

martes, 7 de junio de 2011

Biografía de: Irma Judith C. C.
Soy Oaxaqueña; pero he vivido tantos años en Puebla que me siento China Poblana. En mi vida profesional, me he desempeñado como docente por vocación y cariño a la niñez.
Desde muy pequeña me agradó la poesía y el cuento, así como la lectura sobre la vida y obra de los filósofos griegos. En mi juventud escribí varios poemas que me inspiró el amor. Ahora escribo sobre lo que contemplo y pienso en mis introspecciones.
Me siento feliz de ser como soy, una persona capaz de cumplir las metas que se propone. En la actualidad leo mucho sobre Filosofía, Teosofía y Metafísica en libros de diversos autores, además realizo estudios de Misticismo.
El año pasado, terminé de escribir varias reflexiones que se publicaron en mi primer libro titulado “El Eco de los Signos”. Mi mayor deseo es que la gente lo lea, se inspire con lo que escribo o bien me dé una crítica sobre lo que expreso. 31 – 05 - 2011




















TAREA 27. CUENTO: “LA PAYASITA CÉCIL”.
Quejumbroso, su timbre infantil insulta, maldice la desgracia y amenaza con realizar su último acto de circo. Es Cécil, una niña de once años que desde el filo de la azotea de un destartalado edificio, se convierte en alambrista circense y tambaleándose, camina en desequilibrio. Esta noche, nosotros los pequeñitos, vamos con ella adentro de una minúscula caja de madera que lleva en la bolsita de su vestido. Cerramos los ojos, cuando toma entre sus manos la cajita donde nos guarda y la aprieta con desesperación. Yo les digo a mis hermanitos, que nuestra suerte será lo que resuelva Cécil.
Las palabras, que la niña con amargura nos dice cuando al fin decide equilibrarse en la barda, forman sólo frases de dolor. Ella, limpiándose sus lágrimas, nos cuenta cómo murió su mamá y el motivo de drogarse de su padre, por el cual la abandonó en la calle, además de su gran tristeza sufrida a los siete años, cuando fue recogida y explotada con maltratos, por una vieja que en su juventud fue cirquera, quien la obligó a pedir limosna en las esquinas y a puros golpes, le enseñó a caminar sobre una cuerda, maquillada de payasa para divertir a la gente con sus chistes desde arriba.
Todos la consolamos, cuando ella abre la cajita nos saca y llora; pero somos tan pequeñitos que nuestras vocecitas se las lleva el ruido de la ciudad y no escucha los consejos de aliento que le decimos. Tampoco siente los besitos que le damos en su mano. Mi hermanita Yereni le recuerda que siempre estuvimos junto a ella cuidándola, cuando su cuerpo desnutrido se acurrucaba donde podía, para consolarse con el olor penetrante despedido por un frasco, que le dieron los niños de la calle, quienes la apodaban Calaverita Payasa, por su cuerpo escuálido y la sonrisa de payasita que se metió entre los huesos de su cara, para ganar dinero.
Cécil es una niña morenita muy delgada, de cabello largo y ondulado, con rostro que no se conoce bien, porque la obligan a maquillarse todos los días. Ella, vaga por las calles siempre ansiosa de cariño, que con esperanza anhela. Desde que la conocimos, sobrevive comiendo mal, no puede alimentarse mejor, con las pocas monedas que recoge en sus actuaciones del domingo, porque esa vieja con la que vive se las quita, para comprar cigarros y alcohol.
Olviden esto y mejor escuchen un chiste que me hizo reír cuando la payasita dijo:
-Un Maestro le indica a su pequeño alumno.
-Juanito, dame un ejemplo de “injusticia”.
-¡Ha! Pues cuando mi papá comete un error en la tarea y el maestro me echa la culpa a mí.
Otro que contó con gracia, fue el del niño que ve un libro de fauna marina y le pregunta a su madre:
-Mamá, ¿qué comen los tiburones?
-Sardinas hijo.
-¿Y cómo le hacen para abrir la lata?
Esos momentos de risas de los niños y de nosotros, fueron los que siempre alegraron la carita de Cécil.
Mis hermanitos: Ix-loc, Yereni, Yunuén, Nicté, Corina y yo, el mayor de nombre Petém, le damos mucha ternura, somos su única compañía. Ella nos besa y nos guarda en nuestra caja, aferrándose a lo que le contaron de nosotros unos turistas, un día en que al estirar la mano y pedir limosna, una bella mujer, no sólo le dio dinero, sino que le regaló una pequeña cajita de madera que nos contenía. Seis muñequitos, niños y niñas vestidos de hilo y seda de diversos colores. Al entregarnos, ella le explicó: estos muñequitos valen más que el dinero, ellos, mágicamente te ayudarán a salir de tus dificultades; pero en la noche, deben dormir contigo debajo de tu almohada. Luego su acompañante agregó: la historia de los Quita Problemas, es verdadera para quienes los aman y tienen fe.
Cécil no entendió bien lo que los viajantes le dijeron, porque no conocía palabras como: dificultades, almohada, problemas y fe. Sin embargo, recibió agradecida la cajita con nosotros, sus primeros juguetes, oprimiéndonos cerca de su corazón. Desde ese día fuimos inseparables y al darnos caricias siempre se llenan sus ojitos de lágrimas de dulce contento, en lugar de las de sal. Cuando nos toca, la niña habla y platica con todos, juega, mueve nuestros cuerpos, así cobramos vida y la abrazamos. Mientras solloza, nos tiene entre sus manos, que luego coloca en el lugar preciso donde el hambre le muerde. Mi hermana Yereni, atenta la consuela con amor.
Una tarde, Cécil apresurada nos guarda en la caja y no sabemos lo que sucede, pero sentimos que ¡tiembla!, ¡la cajita se voltea!, nuestros cuerpos chocan entre sí, mis hermanitos lloran y el miedo nos atolondra. En ese momento oímos que sus quejidos y jadeos guardan silencio. Nosotros lastimados, con el susto aún castañeando entre los dientes y escapándosenos por los ojos, escuchamos el sonido de un tambor. Atentos a los golpes cada vez más fuertes, nos damos cuenta que son saltos de nuestro corazón. Cuando se calma, aturdidos reímos quedito, con el temor aún atorado en la garganta. Ahora en silencio, los seis aguardamos presintiendo lo peor cuando ella ha dejado de correr y saltar sobre los escombros, porque un vagabundo la persiguió. Yo todo lo miro por el agujerito, la niña se oculta dentro del carro viejo al fondo del callejón, es inútil, el hombrezote la manosea y la viola. Nosotros oímos sus gritos pidiendo ayuda y nos sentimos impotentes, por estar encerrados en la cajita que tiene entre sus manos.
Cuando sus lágrimas se han secado y barrido el maquillaje, se viste con la ropa desgarrada que apenas cubre su tembloroso cuerpo, ella nos habla, pidiéndonos el favor mágico de que acabemos con sus desdichas. Mi hermanita Corina la más chiquita, le pide a Dios que la proteja del mal y mis hermanos también oran. Cécil, nos dice que quiere ser feliz como otros niños, con un papá y una mamá que la abracen con amor. De pronto, su rostro cambia, se vuelve serio y empieza a maldecir en vez de rezar; no sabe hacerlo, porque nadie le ha enseñado. Mis hermanos muñequitos y yo, oramos por ella. Parece escucharnos y nos regala con sus ojos el brillo de una mirada tierna, que se torna opaca cuando tiene frío y miedo.
En la nochebuena, se viste de payasita de manera especial, pone la cajita entre sus manos y nos coloca sobre ellas, uno por uno, mencionando nuestros nombres. Cécil nos besa; a cada uno le toca su turno, ella me dice Petém y muy quedito se despide de mí. Su vista se nubla y deja caer lluvia de sal sobre nosotros.
-Otra vez sufriendo –se queja mi hermanita Ix-loc toda mojada.
-¡Nos abandona! –dice con voz grave Yunuén. Al observar que somos guardados con rapidez.
-¿A dónde irá? –pregunta Nicté que casi nunca habla.
-¡Qué no se vaya! –grita mi hermanita Corina.
-¡Tiembla! ¡Agárrense de las manos! –ordena Yereni.
-Si no se detiene voy a vomitar –dice la más chiquita.
-¡Cállate! –claman a una voz mis hermanitos.
-¡Silencio! –les digo.
Me asomo varias veces por el agujero cuando deja de correr y veo que empieza a caminar justo en la orilla del puente, equilibrando cada uno de sus pasos para llegar al centro del Viaducto. Cuando ella se detiene, miro arriba el brillo de los luceros y abajo los faros de los coches que pasan iluminando la oscuridad, es el sitio exacto donde ella quiere brincar. Yo, desesperado no puedo salir para convencerla de que no salte, porque tiene la cajita apretada en una mano. Entonces abrazo a mis hermanitos y gritamos muy fuerte para que nos escuche.
-¡Cécil no brinques! –en ese momento nuestro grito cae y se estrella contra el pavimento. Nuestra cajita rueda y se abre al golpearse con la acera.
Nosotros angustiados, con el susto latiendo en nuestros corazones, salimos de la caja y buscamos a Cécil a nuestro alrededor y no la vemos tirada, ni atropellada entre los grandes autos que circulan. En ese instante, Corina, la más pequeña de mis hermanas grita asombrada:
-¡Miren allá! ¡Arriba del puente! –y señala con su dedito donde sucede la maravilla del Creador.
Sorprendidos al verla, nos quedamos con la boca abierta, porque Cécil, ¡vestida con su traje de colores y parpadeantes lentejuelas, que brillan recordándonos la fiesta del circo! En vez de caer, el viento la eleva poco a poco como un papalote y su largo cabello ondea igual que una bandera. Ella levanta sus brazos al cielo nocturno, ¡ascendiendo por la gracia de Dios! Y se acerca cada vez más a las estrellas...

Irma Judith Camacho Cortés.
30 – 05 – 2011






















Biografía de: Irma Judith C. C.
Soy Oaxaqueña; pero he vivido tantos años en Puebla que me siento China Poblana. En mi vida profesional, me he desempeñado como docente por vocación y cariño a la niñez.
Desde muy pequeña me agradó la poesía y el cuento, así como la lectura sobre la vida y obra de los filósofos griegos. En mi juventud escribí varios poemas que me inspiró el amor. Ahora escribo sobre lo que contemplo y pienso en mis introspecciones.
Me siento feliz de ser como soy, una persona capaz de cumplir las metas que se propone. En la actualidad leo mucho sobre Filosofía, Teosofía y Metafísica en libros de diversos autores, además realizo estudios de Misticismo.
El año pasado, terminé de escribir varias reflexiones que se publicaron en mi primer libro titulado “El Eco de los Signos”. Mi mayor deseo es que la gente lo lea, se inspire con lo que escribo o bien me dé una crítica sobre lo que expreso. 31 – 05 - 2011
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