el ladrón, el príncipe y el dragón

miércoles, 20 de agosto de 2008

Capitulo 15: ¿Y vivieron felices para siempre?

Una semana después Camil, Ana, Jomei y el pequeño Marcel se iban con rumbo a Marsella para abordar el barco que los llevaría a Japón.
–Camil –habían pasado dos semanas y ya estaban a bordo de la nave.
–¿Qué pasa Yayitsu?
–Quiero preguntarte algo.
–¿Qué?
–¿Quieres casarte conmigo?
–¿Qué te dijo mi padre la noche que murió? ¿qué hablaron?
–Hablamos de ti, me dijo que si te lastimaba, de cualquier forma, me iba a matar. Y que no podía tocarte de nuevo, hasta que fueras mi esposa.
–¿Por eso me has hecho el amor?
–No.
–Entonces ¿por qué?
–Porque tu padre está muerto, porque mi esposa está muerta; porque murieron la misma noche de manera trágica y extraña, sin razón alguna, aun no puedo entender ¿qué sucedió esa noche?
–Yo tampoco lo he podido entender ¿qué demonios querían esos sujetos?
–Mi padre dice que seguramente querían dinero.
–Esa noche ha sido la más horrible que he vivido en mi vida –Yayitsu la abrazó y besó permaneciendo varios minutos en silencio.
–No respondiste mi pregunta.
–Mmmm, no lo sé, creo que debo pensarlo –Yayitsu la observó con el rostro serio y Camil no pudo aguantar la risa. Ja, ja, ja,. ¿Acaso no sabes ya la respuesta a tu pregunta?
–No –ahora Camil se puso seria.
–Pues que poco me conoces –se dio media vuelta dispuesta a irse, pero Yayitsu la detuvo abrazándola por la cintura y susurrándole al oído.
–Claro que lo sé, pero quiero escucharla de tu boca, quiero que lo pronuncies con esos sensuales labios –le mencionó él atrayéndola aun más a su cuerpo y besando su cuello. ¿Me vas a responder? –dijo él besando el lóbulo de su oreja derecha. Camil se dio vuelta frente a él, lo abrazó con sus manos alrededor su cuello y le respondió.
–Si Yayitsu, quiero casarme contigo –èl sonrió y la besó profundamente dejándola casi sin aliento. Unas semanas después llegaron al puerto de Osaka y viajaron en carruaje hasta Kyoto como la última vez, aunque en esta ocasión se dirigieron a la casa de la familia Mamoru, llegaron por la noche y Yayitsu se quedó esa noche, aunque en su propia habitación, lejos de la de Camil para evitar la tentación de pasarla con ella.
A la mañana siguiente Yayitsu se dirigió al palacio. Al llegar su padre lo esperaba, parecía casi impaciente por verlo llegar.
–¿Y bien? –le dijo el emperador a Yayitsu.
–¿Bien que?
–¿En donde está Camil y mi nieto?
–En la casa Mamoru.
–¿Por qué?
–Ella quiso estar allí hasta la boda.
–¡Eso por lo menos hasta dentro de quince días!
–Así es, nos casaremos en quince días, pero ella vendrá esta tarde para que juegues con el niño.
–¿Por qué? ¿tú se lo dijiste?
–No, ella dice que es bueno que Marcel se acostumbre a ti, que así no extrañará tanto a su abuelo.
–¡Yo soy su abuelo!
–¡Me refiero al conde!
–Está bien, trata de convencerla para que se quede –el emperador se fue para que su hijo llegara a su habitación y descansara del viaje.
Después del almuerzo llegó Camil con Marcel, Ana y Jomei. De inmediato le informaron al príncipe que la condesa había llegado. Los sirvientes los llevaron al mismo salón al que la llevaron la primera vez. Yayitsu entró a la habitación ante la atenta mirada de Camil, que se preguntaba como actuaría él ahora que estaba en su imperio, en su casa. Le atemorizaba un poco la respuesta, temía que fuera frío e indiferente con ella, como lo era con Mariko. La respuesta fue completamente diferente, al entrar Yayitsu se acercó a ella le tomó la mano para que se levantara y la besó dulcemente en los labios, después cargó a Marcel y volteó para saludar a Jomei y Ana quienes lo observaban atónitos. Y entonces Camil se sintió la mujer más feliz del mundo.
–Creí que llegarían más tarde.
–¿Estás ocupado?
–No, solo iba a entrenar ¿quieres entrenar? –le preguntó seductoramente.
–Mmmm, no sé. No quiero dejarte en ridículo frente a tus sirvientes.
–Ja, ¿es eso? ¿o tienes miedo de que sea yo quien te deje en ridículo?
–Vamos.
–Excelente, ¿vienes Jomei?
–Por su puesto –y entonces los cuatro “adultos” y Marcel se dirigieron a la sala de entrenamiento del príncipe.
Camil se cambió de ropa y zapatos para poder jugar con su príncipe.
–Ten cuidado no te vayas a romper una uña –le dijo Yayitsu a Camil.
–Lo mismo digo –Camil y Yayitsu comenzaron a pelear con las katanas de madera. Al principio más que una pela era un ligero calentamiento. Ambos demostrando cuan diestros eran con la espada. Pero con el paso del tiempo la pelea se hacía más fuerte. Yayitsu era mucho más fuerte que ella, aun así le costaba trabajo mantener la velocidad de sus golpes. Se había vuelto muy buena, mucho más veloz y ágil, no solo con las manos sino con los pies. Saltaba, daba piruetas en el aire y nunca dejaba de atacarlo, hasta que por fin chocando espada con espada ambas katanas se rompieron.
–Empate –dijo Jomei. Camil empezó a reír y Yayitsu se acercó a ella para besarla.
–Te ves hermosa –le dijo al oído.
–¿Aún sudorosa?
–Me encanta hacerte sudar –dijo él sonriéndole perversamente. Entonces Camil se sonrojó por completo. ¿Por qué te sonrojas?
–Sólo es el ejercicio –dijo ella volteándose.
–Yo me refería al entrenar –èl se acercó a ella y le dijo. También en la cama –y la besó nuevamente, llevando sus manos por su espalda hasta llegar a su glúteos acercándola más a él; sintiendo Camil toda la carga sexual de Yayitsu.
Se sintieron observados así que se separaron uno del otro. Camil fue con Ana pata beber un poco agua. Y Yayitsu con Jomei quienes siguieron entrenando. Pasada una hora terminaron su ligero entrenamiento. Se acercaron a las mujeres y tomaron agua, algunos minutos después Marcel agarró la katana para entrenar de Yayitsu, como era muy pesada para él su padre le ayudó.
Yayitsu fue en busca de algo a la sala de armas y momentos después regresó con una katana mucho más pequeña y ligera hecha de madera. Con aquella comenzó a entrenar cuando tenía cinco años, pero su hijo empezaría ahora, primero como un juego y después le enseñaría el verdadero significado del bushido, el código de honor de los samuráis.
Se acercó al niño y le dio la katana. Marcel la sostenía con ambas manos, pues aun era pesada. Yayitsu se puso en cuclillas y con sus manos envolvió las de Marcel y comenzó a mostrarle como era el movimiento mientras hablaba con él.
–Un día tú vas a ser el mejor samurai de Japón.
–¿Samudai?
–Sí el mejor samurai, y el mejor guerrero del mundo. Igual que tu papá.
–¿Mi papi es samudai?
–Si.
–No, él viaja en un badco.
–¿Cómo se llama tu papá?
–John –esta respuesta entristeció de sobremanera a Yayitsu, pero sabía que era normal.
–¿Podque llodas? –le preguntó Marcel a su padre.
–Porque estoy muy triste.
–¿podque?
–Porque no tengo un hijo tan bueno como tú.
–Ah; si quiedes puedes sed mi papi, hasta qie mi papá degrese de viajad en badco.
–¿De verdad?
–Si
–Bueno, entonces también voy a ser tu papá –Marcel y su padre continuaron jugando un rato más hasta que llegó el emperador y empezó a jugar con él.
A pesar de todos los intentos del emperador porque Camil se quedara en el palacio ella no accedió. Pronto pasaron los días, y la boda llegó. Fue una fiesta mucho más grande que cuando se casó con Mariko y toda la corte estaba presente, habían muchas personas.
Aquella noche Yayitsu y Camil hicieron el amor como nunca antes en sus vidas, se entregaron en cuerpo y alma el uno al otro y por fin sintieron que estaban completos, que eran completamente felices.
–Yayitsu... te amaré hasta el día de mi muerte y más allá... –le dijo Camil a él antes de quedarse dormida entre los brazos de su amado príncipe.
Pronto transcurrieron un poco más de dos años, el pequeño Marcel tenía cuatro años. El hijo de Jomei y Ana había cumplido los dos años y pronto tendrían un hermanito o hermanita, Camil y Yayitsu eran muy felices, y creían tener el final feliz de cuento de hadas, lo que no sabían era que distaban de haber cerrado el libro que contaba su historia.
Una mañana como cualquier otra Yayitsu se dirigió a ver a padre para estar al tanto de los asuntos del imperio; el emperador le había dicho a Yayitsu dos semanas atrás que deseaba retirarse y que en cuanto resolviera algunos asuntos Yayitsu ocuparía su lugar frente al reino. Antes de entrar a la habitación en que estaba su padre escuchó parte de la conversación que el emperador tenía con Xuyen.
–Mi señor ¿está usted seguro de que es lo mejor?
–Absolutamente. Esa mujer se ha convertido en una verdadera molestia. No voy a permitir que eduque a mi nieto de esa manera, lo sobreprotege demasiado, lo va a convertir en un inútil marica. Además le quita mucho tiempo a Yayitsu, lo ha vuelto un perrito faldero que hace lo que su ama le ordena. Lo mejor será que la elimine de la educación de mi nieto y del corazón de mi hijo. Pero no quiero que sea tan sangrienta como la de Mariko y Umako, que parezca un accidente en la fiesta de loto, a la vista de todos para que no quede sospecha alguna, tienes cinco meses para planearlo bien, no quiero errores de ningún tipo ni cómplices vivos ¿queda claro?
–Por su puesto mi señor, se hará como usted ordena –Yayitsu se alejó de inmediato y buscó a Jomei para contarle lo que había escuchado.
–¿Qué vas a hacer Yayitsu?
–Sacar a Camil del imperio. La quiero lo más lejos posible.
–¿Y si no quiere?
–Trataré de convencerla, la obligaré si es necesario, pero ella estará fuera de Japón antes de la fiesta de loto a como de lugar, cueste lo que cueste.
Dos meses transcurrieron y Camil no accedía a irse a menos que Yayitsu la acompañara. Ella tenía un extraño presentimiento, sentía que Yayitsu le ocultaba algo, lo notaba estresado, preocupado, muy tenso, pero cada vez que le preguntaba que sucedía él le decía que nada. La presionaba para que viajase sin él, la conclusión a la que había llegado era que él ya no la amaba, y que seguramente tenía otra mujer. Pero no podía probarlo y la incertidumbre le resultaba peor que la misma verdad, prefería que le dijera que ya no la quería, que tenía otra mujer y que la quería lejos.
Camil decidida a saber lo que sucedía iba a ver a Yayitsu y obligarlo a decírselo si era necesario, así que llevó a Marcel con Ana y se dirigió al despacho de Yayitsu, pero él estaba hablando con Jomei y Camil escuchó una parte de la conversación.
–Jomei no puedo esperar más, Camil no quiere irse. Ya traté de convencerla pero es muy obstinada.
–Yo creo que deberías decirle la verdad, así solo la vas a lastimar –y fue entonces que decidió entrar sin terminar de escuchar lo que estaban hablando.
–Si ya no me quieres a tu lado solo tienes que decirlo Yayitsu, si ya tienes otra mujer, si ya te hartaste de mí ¿por qué no eres hombre y me lo dices de frente? ¡Contesta! –Yayitsu se quedó callado solo viéndola.
–No es lo que tú crees Camil –dijo Jomei.
–Jomei, déjanos solos por favor.
–Pero Yayitsu...
–¡Hazlo! –Jomei salió de la habitación cerrando la puerta.
–¿Y bien? ¿te vas a comportar como un hombre y me vas a decir que te pasa?
–Tienes razón, ya no los soporto. Ni a ti, ni a tu hijo. Estoy harto de ustedes. Tengo otra mujer así que... es mejor que se vayan –Camil dio media vuelta y salió del cuarto dejando a Yayitsu. Se dirigió con Ana y se llevó a Marcel para preparar a Marcel todo para su viaje.
Ana estaba muy preocupada por su amiga, solo llegó y se llevó al niño sin decir nada. Sabía que algo andaba mal.
–Y ahora ¿que pasa? -. Se dijo Ana.
Fue hasta la habitación de Camil y la encontró empacando todo.
–¿Qué haces Camil?
–Me voy Ana.
–¡¿Qué?! ¿por qué?
–Porque Yayitsu me lo ordenó. Me dijo que tiene otra mujer y que está harto de Marcel y de mí así que era mejor que nos fuéramos. No te preocupes Ana, tú y Jomei no están obligados a nada.
–¡Claro que sí! Le diré a Jomei que prepare todo. No puedo creer lo que me dijiste, creí que él había cambiado de verdad.
–Yo también, pero ya no importa. Ana por favor dile a Jomei que lo haga lo más discretamente posible.
–Sí –Ana se fue a buscar a Jomei para preparar todo. Yayitsu estaba con él cuando llegó Ana y ésta le puso mala cara, así de marchó después de darle instrucciones.
–¿Qué hacía ese idiota aquí?
–Sólo vino a decirme lo que pasó.
–¡El muy sin vergüenza! Entonces ya sabes que nos vamos.
–Sí, ya está todo listo, nos vamos en dos días, dile a Camil que solo empaque lo necesario. Papeles, algo de ropa, las cosas de valor y... sus katanas, por si algo ocurre.
–¿Cómo vamos a sacar a Marcel del país?
–Yayitsu ya firmó el permiso para viajar. Además viajaremos donde no nos buscarán, en tercera clase.
–Está bien, le diré mañana, espero que todo salga bien.
–Yo también –a los dos días Camil y Marcel estaban listos para partir, se encontrarían con Jomei y Ana en Osaka y después viajarían hasta Hiroshima al puerto para abordar el barco que los llevaría hasta América. Yayitsu le dijo a su padre que Camil, Ana y Jomei habían ido a su casa de playa a tomar unas vacaciones y el emperador no se dio cuenta de lo que había sucedido hasta que dos semanas después de que Camil se había marchado llegó a la casa y la encontró vacía y sin rastro alguno de Camil y Marcel.
Yayitsu le dio una carta a Jomai para Camil donde le decía la verdad y le pedía no regresar nunca. Jomei se la dio a Camil al llegar a América y Camil entendió que ella y Yayitsu estaban destinados a estar separados aun cuando se amaran, era lo mejor para ella, para Marcel y para el hijo que venía en camino.
Capitulo 14: Traiciones


El emperador se marchó el lunes a primera hora hacia Marsella.
Lunes por la tarde:
–Xuyen, espero que no haya quedado ningún cabo suelto.
–No mi señor, antes de partir me hice cargo de los dos sujetos que aun vivían.
–¿Quién lo iba a decir?. Entre Camil, Yayitsu y Jomei nos libraron de hacer el trabajo sucio. Eso me alegra.
–Parece que la condesa ha mejorado mucho en estos años, Jomei me dijo que ha entrenado casi todos los días con él y su padre.
–Lo imaginaba, Yayitsu se ha empeñado en ser mejor cada día, ambos son muy predecibles. Sabía bien que ninguno evitaría la pelea, así las dos muertes aparentaron ser accidentales. Pensarían que lo que querían era dinero. Si Umako no hubiese sido tan testarudo y orgulloso, nada de esto habría pasado. Es una pena, realmente deseaba compartir la educación de mi nieto con él. Habría sido un excelente maestro para Marcel.

Cuatro días antes. Viernes por la tarde:
Después de que Yayitsu hablara con su padre el emperador mandó traer a su consejero.
–Xuyen, hay algo que debes hacer.
–Mi señor, estoy para servirle.
–Quiero que busques algunos hombres y les ordenes matar a Mariko debe parecer un accidente, y debe ser mañana por la noche mientras nosotros no estemos. Tú y otros hombres irán a la cantina que iremos, prepararán una emboscada y matarán a Umako si les doy la señal.
–¿La señal señor?
–Yayitsu hablará con él mañana por la noche y le pedirá que le permita a Camil regresar con él a Japón. Si accede, nada pasará, les pagas a los hombres y se van, pero si no lo hace; me veré forzado a quitarlo del camino. Ya se ha entrometido demasiado, desde un inicio debió dejar a Camil con Yayitsu, pero ahora lo arreglaremos.
– Así será mi señor, ¿cuál será la señal?
–Tú esperarás dentro de la cantina y yo te informaré cual es la situación.
–Como usted ordene majestad –Xuyen se retiró a cumplir con el encargo de su señor y el emperador salió a buscar a su “amigo” como si nada sucediera.

Los días transcurrieron y Camil tuvo que hacerse cargo de los negocios de su padre y resolver todos los pendientes para poder marcharse a Japón. Por suerte Jomei estaba al tanto de los negocios del conde incluyendo cierto asuntos que eran muy complicados de resolver.
–Jomei, ¿qué es esto? –preguntó Camil.
–Parece un título de propiedad, está a nombre de mi padre, jamás lo había visto. ¿Sabes que es? –Es una casa, eso parece Camil.
–¿Una casa? ¿para que querría una casa mi padre? ¿en donde está ubicada?
–En Paris, en el centro.
–¿Cuándo la compró?
–Hace dieciséis años.
–Que extraño ¿quién vivirá allí?
–Una viuda y su hijo.
–¿Los conoces?
–Si, tu padre me los presentó.
–¡Vaya! Y ¿cuántos años tiene el chico? –preguntó Camil con suspicacia.
–Eh, pues no estoy seguro –dijo Jomei nerviosamente.
–Jomei, ¿me estás ocultando algo?
–No... no, nada.
–Bueno, diles a esas personas que deben desalojar la casa, la pondré en venta.
–Eh, pero ¿por qué?
–Pues esa propiedad no está siendo redituable, no sé en que acuerdo hayan quedado con mi padre, pero ahora soy yo quien toma las decisiones y esa propiedad no genera ninguna ganancia, podemos venderla y comprar algunas hectáreas en América, John me dijo que era una tierra muy fértil, sobre todo en la colonia española. Podemos comprar esclavos y enviarlos para que cultiven la tierra, incluso podemos ir de vacaciones alguna vez, ¿qué te parece?
–Si, claro, como tu quieras –Camil salió del despacho a preparar todo para la lectura del testamento del conde.
En la tarde el notario se apareció con los papeles listos para hacer lectura de la última voluntad del conde. Todo el día Camil había estado de mal humor, había algo que le molestaba mucho. Prefirió ocuparse toda la tarde hasta que llegó el notario. Yayitsu quien ya se encontraba mejor bajó para acompañar a Camil, la vio al medio día y estaba molesta por alguna razón que no le quiso decir, pensó que era por el hecho de que extrañaba a su padre y que hoy se haría lectura de su testamento. Así que buscó a Camil y la abrazó.
–Siempre voy a estar contigo, ¿lo sabes?.
–Ahora si –Yayitsu la besó y abrazó.
El notario alistó todo y Camil y compañía entraron al salón para escuchar la voluntad del conde.
–Buenas tardes Condesa, le reitero me más sentido pésame, que el señor tenga en su gloria al conde.
–Muchas gracias don Samuel.
–El conde ha pedido la presencia de su hija y allegados para dar lectura a su voluntad, he enviado un citatorio a todos los interesados, pero parece que aun no han llegado todos.
–¿Cómo que no han llegado todos? Mi padre no tenía más familia que los que estamos aquí.
–Si condesa, pero si padre me ha pedido que otras dos personas estén presentes.
–¿Dos personas? ¿quiénes son?
–La señora Margaret Bourvior y su hijo. Seguramente no tardarán en llegar –de inmediato lo que había sido una ligera molestia en Camil se convirtió en furia, estaba furiosa; imaginando mil cosas hasta que por su propio bien decidió calmarse, respiró profundo y pensó que tal vez esa mujer era la amante del medio hermano de su padre, el alguna vez le habló de ella y le dijo que había tenido un hijo, pero no recordaba si dijo que era un varón o una mujer. Prefirió ser positiva, tal vez el chico era su primo. Esto la calmó un poco, ser optimista, no hacer nada descabellado y quedar en ridículo después.
Veinte minutos pasaron y los invitados por fin llegaron. La mujer era poco atractiva y tenía unos cincuenta años, el chico tenía unos dieciséis años y un extraordinario parecido con su padre cuando era joven. Poco a poco Camil nuevamente se estresó y comenzó a enfurecerse. El notario comenzó por fin la lectura.
–Estamos reunidos para dar lectura a la última voluntad del conde D´Amour Umako Mamoru.
–“Yo, Umako del clan Mamoru y heredero del titulo de conde D´Amour; en pleno uso de mis facultades físicas y mentales; le dejo a mi única hija, quien es y será la luz de mi vida, desde el momento en que supe que existía; todos mis bienes materiales y los títulos que ostento, incluyendo la fortuna que poseo en Japón. Seseo que mi nieto Marcel, al llegar a la edad adecuada, sea nombrado Conde D´Amour y se encargue de los negocios si así lo prefiere.
Es mi voluntad que Jomei, mi mano derecha y excelente amigo siga al lado de mi hija ayudándola en lo que pueda; he comprado una propiedad en Japón junto a la casa de los Mamoru para él, mi querida Ana y los niños que vengan, además de una suma de dinero que le será entregada al momento de mi muerte.
Y una carta cuyo contenido es para mi hija Camil.”
–Eso es todo, aquí está la carta condesa –el hombre le entregó la carta y Camil comenzó a leerla.

–“Mi querida hija Camil:
Se que a estas alturas sabes muy bien quien es la mujer que está presente en la habitación con aquel chico. Debes saber que tú y tu madre han sido los amores de mi vida, pero no soy perfecto. Conocí a Margaret en una fiesta y estando ebrio pasé la noche con ella, de ese grave error nació tu hermano, Gabriel.
Si es que he decido no dejarle nada ha sido por dos razones, primero, porque el que se sepa la verdad deshonraría el recuerdo de tu madre, y segundo porque a lo largo de los años he depositado fuertes cantidades de dinero en una cuenta que está a nombre de Gabriel y cuyo albacea es su madre, en total le he depositado casi quinientos mil francos, suma que considero suficiente para que termine sus estudios y pueda valerse por si mismo. Es por eso que te pido que no te dejes engatusar por Margaret como lo hice yo.
Mi amada princesita, tu fuiste la única razón que he tenido para vivir desde que tu madre murió y siempre fuiste, eres y serás mi adoración. Debes saber que nunca quise tener más hijos que tú, siempre desee una hija y cuando naciste fui el hombre más feliz del mundo. Cuídate mucho hija mía y perdóname.
Te quiere: tu padre”.
–Camil destruyó la carta y la echó al fuego de la chimenea. De inmediato Margaret se levantó de su asiento y le reclamó por aquella acción.
–¿Por qué has destruido la carta?, seguramente en ella te ordenaba que se reconociera a mi hijo como el verdadero conde.
–Ja, ja, ja, mi padre jamás haría algo como eso. Y en realidad, la carta decía que no le diera ni un centavo a usted o a su hijo, mi papá jamás los quiso, a ninguno de los dos; su hijo no fue más que un accidente, accidentalmente mi padre embarazó a una puta; así que márchese y le aviso que tiene tres días para desalojar la casa en la que vive.
–¡Mira mocosa, a mí no me vas a hablar así!
–¡Inclínate frente a la realeza plebeya insolente! –dijo Camil sacando su katana y poniéndola en el cuello de la mujer. Atreverte a retar a un miembro de la nobleza por muy puta que hayas sido de mi padre ¡Esta es una razón para matarte!. Tres días, tienes tres días para largarte de mi casa y no te puedes llevar nada, enviaré guardias para que se cumpla lo que ordeno –Camil bajó la espada y se dio vuelta. Jomei, saca a esta mujer de mi casa –Jomei obedeció y sacó a la mujer y su hijo de la casa.
–Camil, ¿no crees que exageraste?. Yo también tengo un medio hermano –dijo Ana.
–Eso no me importa, mi papá me dejó dicho que les dijera eso; solo cumplí su voluntad. Él los detestaba y yo también, por mí pueden morirse que no me importa –todos se quedaron callados, sorprendidos por lo que Camil había dicho; jamás imaginaron que ella diría algo semejante. Siempre amparaba a las personas, era la noble más querida por el pueblo. Ayudaba a los enfermos y pobres, sus sirvientes eran los mejores pagados en toda Francia

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Capítulo 13: Duelo

El médico tardó en llegar treinta minutos y casi revienta su caballo. Encontró a Camil tratando de evitar que Mariko muriera. De inmediato la llevaron a una habitación y el médico pidió que le llevara compresas para evitar la hemorragia. Intentó salvarla por todos los medios médicos que conocía sin embargo no lo logró. Mariko y su bebé murieron.

A varios metros del conde y Yayitsu unos sujetos los esperaban.
–¡Deténganse! –dijo uno de ellos, pero ninguno de los dos hizo caso. ¡Deténganse, o les ordenaré a mis hombres que maten a la condesa! –ambos hombres voltearon a ver a quien los había detenido.
–¿Qué es lo que quieres?
–¿Cómo sabemos que tienes a la condesa contigo? –dijo Yayitsu.
–Su nombre es Camil, su hijo se llama Marcel, su nana se llama Ana; el padre de su hijo se llama Yayitsu, el príncipe del imperio japonés ¿acaso me equivoco? –Yayitsu se enfureció, se preguntaba si Camil estaba bien.
–¿Qué es lo que deseas?
–¡Si le has tocado un pelo a mi hija lo vas a pagar!
–Tranquilícese conde, que lo que le he hecho lo ha disfrutado –Yayitsu tomó la katana del conde y atacó al sujeto. Rápidamente lo eliminó sin piedad alguna.
–¿Quien es el próximo? –dijo Yayitsu y otro hombre se lanzó contra él atacándolo. Yayitsu nuevamente al hombre y cuando lo iba a matar el hombre habló.
–¡No quieres saber en donde está la condesa!
–Te escuchó –dijo Yayitsu.
–¿Cómo sé que no me matarás cuando te diga lo que quieres?
–Pongámoslo de esta forma, si no me lo dices, te torturaré hasta que me lo digas y después te mataré, si me lo dices por las buenas, tal vez te deje vivir.
–Está bien... tengo el mapa en el bolso que está en el caballo, iré por el.
–No, yo iré –Yayitsu se acercó al caballo y sacó unos papeles y buscó el supuesto mapa pero no lo encontró. El hombre que estaba de rodillas en el suelo tomó un puño de tierra con una mano y con la otra sacó una daga de su bota y esperó a Yayitsu. ¡Aquí no hay nada! ¡Donde está Camil! Yayitsu se acercó al hombre y este le lanzó la tierra a los ojos y se lanzó contra él empuñando la daga, sin embargo el conde lo empujó y el sujeto atravesó su cuello con la daga.
Jomei primero pensó que era cosa de hombres borrachos así que solo observó.
–A ver si así se les quita la costumbre de embriagarse –dijo Jomei para sí mismo en voz alta pero al ver a Yayitsu pelear pensó que lo mejor era intervenir antes de que alguien saliera gravemente herido. Se subió al caballo cuando vio a Yayitsu matar a aquel sujeto y comenzar a pelear con el otro. Estaba a punto de cabalgar cuando un hombre lo amenazó con su espada.
–Es mejor que no te intrometas, ese no es asunto tuyo. –¡Te equivocas! Lo que les suceda a mis amigos también es asunto mío –Jomei desenvainó su katana y sobre el caballo peleó contra aquel hombre. Hábilmente Jomei logró derribar a su oponente, él también bajó del caballo y continuó peleando cuando finalmente logró desarmarlo le dio un golpe en la nuca y lo dejó inconsciente. Se subió al caballo y galopó lo mas rápido que pudo, pero no pudo evitar que el conde fuese herido. Jomei comenzó a luchar con el hombre que hirió al conde mientras Yayitsu no podía ver. ¡Eres un tramposo! ¡un hombre sin honor!
–¡En la guerra y en el amor todo se vale!
–¡Ya me estoy hartando, termina de una vez con él! –gritó otro hombre. Solo quedaban dos de ellos, el otro hombre se desesperó y decidió atacar a Jomei por la espalda, Yayitsu logró despejar su vista y cuando el hombre iba a asesinar a Jomei, Yayitsu se interpuso siendo herido en un costado. Antes de que el hombre pudiera sacar su espada Yayitsu cortó su garganta. Por fin Jomei atravesó al hombre con su katana. Jomei se dio vuelta para socorrer a su amigo, quien le había salvado la vida. El emperador llegó caminando al lugar en donde estaban Yayitsu y Jomei. Al ver a su hijo y amigo en el suelo corrió aprisa.
Intentó salvar a su amigo pero ya había muerto.
–¡Yayitsu! ¡Como te atreviste a matarlo! ¡Eres un imbécil!
–Majestad, no fue Yayitsu
–¿Qué?
–Creo que fue una emboscada. Cuando intenté ayudar al conde y a Yayitsu un hombre trató de impedírmelo.
–¿Qué? ¿qué querían? ¿dinero?
–No, ah, dijeron que tenían a Camil.
–¿Y los mataron a todos?¿cómo la encontraremos? ¿si se llevaron a Marcel?
–No lo creo, creo que solo querían distraernos, tal vez ahora estén en camino a la casa del conde. Así que dejen de parlotear, ¡Vámonos!
–Yo llevaré el cuerpo de Umako, Jomei adelántate.
– Si majestad –Jomei ayudó a Yayitsu a subir al caballo y al emperador a subir el cuerpo del conde y después se alejó galopando. Yayitsu también cabalgaba lo más rápido que podía, sujetaba su herida tratando de detener un poco la hemorragia.
Al llegar Jomei se encontró un desastre en la casa, se tranquilizó un poco al ver a Ana a salvo pero no veía por ningún lado a Camil.
–¿En donde está Camil?
–Con Marcel.
–¿Qué fue lo que sucedió?
–Unos hombres nos atacaron como a las diez, Camil peleó contra ellos pero; no pudo salvar a Mariko.
–¡¿Qué?! Unos sujetos nos atacaron hace como media hora, hirieron a Yayitsu y... mataron al conde.
–¿Qué?¡Camil no podrá con esto! Si Yayitsu muere también... ¿qué haremos? ¿en donde está Yayitsu? El médico aun está aquí.
–Dile que no se vaya, le daré alcance a Yayitsu; no le digas nada a Camil todavía.
–Está bien, date prisa.
–Ana...
–¿Qué?
–Te amo.
–Y yo a ti Jomei, corre –Jomei salió a toda velocidad en su caballo y se encontró a Yayitsu muy cerca de la casa, inconsciente el suelo. Lo subió al caballo y cabalgó hasta la casa. Rápidamente lo llevaron a su habitación y el médico logró detener lo más grave, la hemorragia, pero el príncipe perdió mucha sangre y no sabía si sobreviviría.
Al poco tiempo llegó el emperador con el cuerpo del conde y lo llevó a su habitación. Al llegar se encontró con la noticia de la muerte de su nuera y nieta y la grave condición de su hijo. Esa noche había sido trágica.
Al escuchar tanto ajetreo en la casa, Camil salió de su habitación y se encontró con Ana, parecía que la esperaba.
–¿Por qué tanto escándalo Ana?
–Camil...
–¿Qué sucede?
–Tu padre y Yayitsu... fueron emboscados
–¡Qué!, ¿dónde están? ¿dónde está mi padre, lo hirieron?
–Camil, el conde ha... –Ana no pudo contener las lágrimas, Camil y el conde eran su familia. ...ha muerto.
–¡¡¿Qué?!! ¡eso no es cierto! ¿por qué dices eso Ana?
–Camil, es verdad, lo lamento –Ana la abrazó pero Camil la rechazó y se dirigió a la habitación de su padre y lo encontró en su cama lleno de sangre y tierra y no pudo mas que gritar, gritar desesperadamente como una loca.
–¡AHHHH! ¡¡¡¡NO!!!! ¡¡No puede ser!! ¡¡¡PAPAAAAÁ!!! ¡NOOOOO! –Camil lloraba y gritaba de una manera angustiada. Sentía como si su alma se hubiera desgarrado y entonces recordó lo que Ana le dijo “Tu padre y Yayitsu fueron emboscados...” “No puede ser”. Camil salió de la habitación y se dirigió al cuarto de Yayitsu y lo encontró ensangrentado, con tierra en su cuerpo y ropa, como a su padre. En la cama sin moverse y pensó lo peor hasta que el emperador le dijo que no se preocupara.
–Él estará bien, es muy fuerte, se sobrepondrá a esto; te lo puedo asegurar –y después salió de la habitación.
Camil tomó algunas compresas con agua y comenzó a limpiar su cara y cuerpo mientras hablaba con él como si la pudiera escuchar. Le quitó la camisa y le limpió la sangre y tierra. Camil notó que curiosamente Yayitsu había sido herido en el mismo costado que él la hirió cuando pelearon en Japón.
–Debes recuperarte, te necesito, tu hijo te necesita. Se fuerte y regresa mi amor, no puedo vivir sin ti –debido al cansancio Camil se quedó dormida a su lado el resto de la noche.
El domingo como a las diez de la mañana despertó Yayitsu. El doctor dijo que afortunadamente la herida había sido superficial pero que no era prudente que viajara por el momento. El emperador preparó todo para llevarse los cuerpos de Umako y Mariko y darles un entierro japonés; Camil accedió y decidió quedarse con Yayitsu hasta que se repusiera para viajar.

el ladrón, el príncipe y el dragón

Capítulo 12: Decisiones

Por la mañana algunos rayos se colaban entre las cortinas. Ya pasaban las nueve de la mañana y Ana pensó que Camil estaría despierta. Ella siempre madrugaba. Pero cual fue la sorpresa de Ana al encontrar a Camil desnuda con Yayitsu al lado abrazándola y durmiendo plácidamente, que gritó despertando a loa bellos durmientes. - ¡Perdón! ¡yo no sabía! Después regreso -. Ana salió de la habitación dejando a ambos al borde del infarto. - ¿¡Que le pasa a tu amiga!? ¿Qué no sabe tocar la puerta? .- Es mejor que te vayas Yayitsu, puede venir mi padre. – ¿Qué? – Si mi padre te encuentra aquí, ocurrirá una tragedia; por favor Yayitsu, vete -. Le dijo Camil al borde de las lagrimas. – Está bien, pero tenemos mucho de que hablar. – Lo sé, después del almuerzo hablaremos. – Así será -. Ambos se vistieron, antes de marcharse Yayitsu la besó y se dirigió a su habitación.
Mientras tanto en la habitación del príncipe, el emperador lo buscaba con urgencia. – ¡Toc, toc! -. Mariko abrió la puerta y se arrodilló al ver al emperador entrar. – ¿Dónde está el príncipe? – No lo sé majestad, el príncipe no llegó a dormir. No lo he visto desde anoche mi señor. – Cuando lo veas dile que necesito hablar con él -. El emperador salió y a los pocos minutos llegó Yayitsu. – Mujer, ordena que se me prepare la ducha. – Si mi señor -. De inmediato Mariko ordenó que se preparase el baño para él príncipe. – Mi señor ¿puedo hablar con usted?. – ¿Ahora que quieres mujer? – Dígame majestad ¿por qué se casó conmigo?. Me queda claro que usted no me ama, ni siquiera le gusto, ¿por qué? – deberías estar agradecida de que te escogiera para ser mi mujer, pude haber escogido a cualquier otra. – Eso lo sé majestad pero ¿por qué yo? – Porque necesitaba casarme y no recordaba a ninguna otra mujer disponible ¿contenta? ¡Ahora déjame en paz! – Si mi señor. Príncipe, su padre el emperador ha venido a buscarlo. – ¿Qué quería? – No me lo dijo, solo me dijo que le avisara que necesitaba verlo, con permiso -. Mariko se retiró con su hija y se dirigió al comedor.
Ana regresó a la habitación de Camil pero esta vez antes de entrar tocó la puerta. Una sirvienta que preparaba el baño le abrió.
Camil se bañó y al salir se encontró con Ana que vestía a Marcel. – Espero que te hayas divertido anoche. – ¿Qué? – Que ojalá lo disfrutaras porque el emperador y su corte se marcharán en cuatro días. – ¡Qué! – Tu padre le dijo a Jomei que alistara todo porque el emperador se marchará el martes, en cuatro días. – No puede ser. – ¿Qué es lo que vas a hacer Camil? – No... no lo sé, él... él lo sabía y no me lo dijo -. Dijo Camil comenzando a llorar. – Me gustaría decirte que sí Camil, pero no creo que él sepa, anoche después de la cena llegó un telegrama y fue cuando el emperador decidió marcharse, no creo que Yayitsu sepa algo. Ahora tú lo sabes, ¿qué vas a hacer? – Ana yo no puedo vivir sin él; pero no quiero irme sin el consentimiento de mi padre, ¿qué debo hacer?. – Camil habla con el conde, seguramente él entenderá, ya ha pasado tiempo y debe saber que Marcel necesita a su padre. ¿Ya sabe que rompiste tu compromiso con John? – No, él ha estado muy ocupado con los negocios y ya casi no lo veo por las noches, siempre está de juerga con el emperador. – Camil, debes hablar con él, dile lo que sientes, lo que quieres; toma las riendas de tu vida otra vez en tus manos, debes elegir, no siempre lo puedes tener todo. Tu padre nunca ha sido un hombre con el que no se pueda razonar. – Tienes razón Ana, trataré de hablar con él. – Pero debe ser lo más pronto posible Camil. – Sí, será después de que hable con Yayitsu. – Y no te preocupes tanto Camil, verás que las cosas saldrán muy bien -. Ana y Camil bajaron al comedor para almorzar y se encontraron con Mariko y Usagi, su hija. – Buenos días Mariko. – Buenos días Camil, espero que hayas dormido bien. – Si, gracias Mariko -. Camil y Ana se sentaron tratando de no prestarle atención a la mujer que se encontraba presente. A los pocos minutos llegaron el conde y el emperador, y poco después Yayitsu y Jomei.
Yayitsu observaba a Camil lascivamente mientras comía, de lo que se percató el emperador; y recordó que Mariko le había dicho que Yayitsu no había llegado a dormir, seguramente había pasado la noche con ella. – Dime Camil, ¿qué tal tu noche? -. Esto hizo que Camil se atragantara un poco y comenzara a toser. – Me refiero a que ¿descansaste? Parece que tienes un poco de ojeras, ¿algo te preocupa y por eso no dormiste bien? – En realidad, Marcel tuvo algunas pesadillas y no me dejó dormir muy bien. – Vaya, tal vez fue por la cena. – Eso debió ser -. Yayitsu observó a su padre discretamente y el emperador esperaba su mirada con una sonrisa torcida.Al terminar el desayuno Camil y Ana se retiraron al jardín con Marcel, el conde a sus negocios y Yayitsu se quedó para hablar con su padre. – ¿En donde estuviste anoche? Te estuve buscando. – Estuve ocupado, ¿qué es lo que quieres? – Y ¿se puede saber haciendo que cosa? – Eso no es tu asunto. – No será que estabas con cierta mujer de ojos azules cometiendo adulterio. Pero no importa, si fue así me alegro, eso quiere decir que ya te perdonó y que regresará con nosotros; te dije que te perdonaría, ella jamás dejará de amarte. Se parece demasiado a su padre, demasiado noble afable, los golpes que le ha dado la vida no han podido mermar su corazón. Eso es muy conveniente para ti, podrás manejarla mejor. – ¿Para que demonios me buscabas? Porque no creo que fuera para esto. – Solo quería informarte que nos iremos el martes. – ¿Qué?, tú dijiste que nos iríamos hasta dentro de un mes. – Anoche recibí un telegrama, al parecer hay algunos problemas en el imperio, debemos regresar. – Aun no puedo regresar. Necesito más tiempo. – No te preocupes, hablaré esta noche con Umako, le diré lo que ha sucedido y le pediré que le permita a Camil regresar. – ¡No!, eso es algo que yo debo hablar con él, no tú. – Si hablas con él tú, a solas; solo provocarás que te mate o lo mates. Ninguno de los dos está dispuesto a ceder, y son igual de obstinados. Lo mejor será que yo hable con él. – No, yo hablaré con él. – Está bien, pero yo te acompañaré. – Como quieras, pero yo voy a ser quien hable con él. – Está bien, mañana en la noche iremos a una cantina, a la que Umako me llevó hace unos días; allí podrás hablar con él y seguramente estará más relajado -. Yayitsu salió de la habitación en busca de Camil.
Ana y Camil vieron a Yayitsu acercarse, así que se alejaron lo más posible de la atenta mirada de los sirvientes, que estaban en el jardín. Cuando llegaron a las caballerizas, Camil se montó a un caballo y comenzó a galopar. Enseguida llegó Yayitsu e hizo lo mismo.
Algunos cientos de metros, en una colina se detuvo Camil y momentos después llagó Yayitsu. Camil observaba el horizonte absorta en sus pensamientos. – Camil, hay algo que debo decirte. Esta mañana, mi padre me comunicó que nos marcharemos el martes. Por favor créeme, yo no sabía nada de esto anoche. Pensé que tendría más tiempo, para convencer a tu padre de dejarte regresar conmigo a Japón. Pensé que podría convencerte de regresar conmigo, de demostrarte que he cambiado, que te amo, te necesito; atí y a mi hijo. – Lo sé, Ana me lo dijo en la mañana. Yayitsu, tú sabes bien que te amo, pero de nuevo hicimos mal las cosas. Tú estás casado y yo... – lo sé, estás comprometida. Quiero hablar con tu padre, decirle que te amo y tú a mi, pedirle que te deje volver a mi lado. Pero no lo haré si es que tú no quieres regresar conmigo. Dime Camil ¿deseas regresar conmigo? ¿lucharás por mí, por nosotros? – Yayitsu... yo te amo, te amaré siempre, pero temo por mi padre. Temo que se oponga, temo perderlo. – Yo pelearé por ti, para que vea que en realidad te amo a ti y a mi hijo. Estaré a tu lado para enfrentar lo que sea, te lo prometo. Pero debes decidir si te enfrentarás a tu padre si llega el momento. – Sí, lo haré. No puedo vivir a sí -. Yayitsu la besó y abrazó con fuerza, temeroso de que se retractara. – Hablaré con él mañana por la noche. Mi padre me dijo que irían a una cantina y que allí se encontraría más relajado. Iré con ellos para poder hablar con él tranquilamente. – Está bien, yo hablaré con él esta noche. – No, mejor espera a que yo habla con él. Y no te preocupes, que no le diré lo que sucedió anoche. – Está bien, entonces hablaré con él el domingo después del almuerzo. – Prepara tus maletas y las del niño, ustedes vendrán conmigo aunque él se oponga -. Camil asintió, aunque estaba muy preocupada por la reacción de su padre. – Yayitsu ¿puedo pedirte algo? – Claro ¿qué es? – No lleves tu katana. – Pero... – así si mi padre se pone violento, no podrá atacarte y ninguno de los dos saldrá lastimado. – Está bien, de todas formas, le diré a Jomei que nos acompañe por cualquier cosa. – Gracias -. Camil volvió a besarlo, pero esta vez disfrutándolo plenamente, libre y sin ataduras. – ¿Qué vas a hacer con tu “prometido”? – Rompí mi compromiso con John el día que se pelearon. – ¿Por qué no me lo dijiste? – Tenía miedo de lo que pudiera pasar. – ¿Ya lo sabe tu padre? – No, se lo diré el domingo -. Yayitsu la abrazó nuevamente. Así pasaron un par de horas antes de volver. Charlando, besándose, demostrándose su amor.
Para no levantar sospechas decidieron regresar separados. Camil fue la primera en llagar, de inmediato fue a buscar a Marcel y Ana, que estaban en el jardín con Jomei. – ¿Cómo te fue? – Muy bien, al menos eso creo Ana. – Cuéntame ¿qué pasó?. – Pues... Yayitsu hablará con mi padre mañana en la noche y va a decirle que nos amamos, y que regresaré con él a Japón. – ¿Qué? No puedo creerlo. Vaya, parece que el principito si ha cambiado después de todo. – Yo tampoco podía creerlo, pero así es Ana, te lo dije. – Y tú ¿cuándo hablarás con él? – El domingo, después del almuerzo. Estoy muy nerviosa Ana ¿y si no lo acepta? No quiero irme y que esté enfadado conmigo. – Tranquila, ya verás que al final entenderá. – Hay algo que quiero preguntarte. – ¿Qué es? – ¿Quieres venir conmigo a Japón? No respondas ahora, primero piénsalo y habla con Jomei. – ¿Ya lo decidiste? – Sí, el martes me iré con Yayitsu. Así que vamos, hay muchas cosas que arreglar y empacar. – Pues vamos. -. Camil y Ana se fueron a empacar.
Una hora después de Camil llegó Yayitsu y se encontró con su viejo amigo en la caballeriza. – Buenas tardes majestad. – ¿Como estas Jomei? – Muy bien señor. – Me alegro -. Jomei se disponía a irse pero Yayitsu lo detuvo. – Espera Jomei, hay algo que quiero decirte. – ¿En que puedo servirle príncipe Yayitsu? – Solo quiero disculparme por la forma en la que actué contigo la última vez que nos vimos. Comprenderé si no quieres perdonarme. Quiero que sepas que no soy mas aquel hombre que conociste. Y que siempre seré tu amigo. Más que un amigo para mi, siempre fuiste un hermano -. Jomei quien era un hombre muy noble aceptó su disculpa y le reiteró su amistad incondicional, como siempre.
Al día siguiente todo marchaba según lo planeado. Jomei y Yayitsu acompañarían al conde y emperador. Así que los hombres de la casa se marcharon incluso antes de la cena, alrededor de las seis de la tarde, dejando solas a las mujeres y niños en casa, quienes eran custodiadas por escasos sirvientes. Camil y Ana estaban en el comedor con Marcel dispuestas a cenar cuando se apareció Mariko quien dijo que estaba indispuesta. – ¿Te sientes mejor Mariko? – Si, gracias. – Me alegro, Ana y yo cenaremos en unos momentos, ¿quieres que te sirvan? – Si por favor -. Ana ordenó que se pusieran cubiertos extra para Mariko y en seguida les sirvieron de cenar. – Parece que los hombres de la casa nos han dejado solas Camil. – Creo que tenían que hacer cosas de hombres Mariko. Embrutecerse con alcohol hasta perder la conciencia. – Ja, ja, ja -. Las tres mujeres rieron al unísono.
Después de la cena llevaron a los niños a dormir, pasaba el un cuarto de las ocho de la noche así que Ana y Camil bajaron al salón seguidas por Mariko.Ana y Camil conversaban amenamente y Mariko las observaba. Platicaban cosas triviales, recordaban sus aventuras, anécdotas pasadas, hasta que Mariko decidió entrar en la platica. – Dime Camil ¿estás nerviosa? – ¿Nerviosa? ¿de que? – De regresar a Japón. – ¿Qué? – Vamos Camil, no soy tonta aunque lo aparente. Que siempre esté callada no quiere decir que no piense. Sé muy bien que el príncipe no llegó a dormir porque estaba contigo. Es obvio que regresarás con él a Japón y que es el padre de tu hijo. Lo supe en el momento en que lo vi, es igual a él. – ¡Vaya! Eso no me lo esperaba, pero tienes razón, regresaré a Japón. Lamento lo sucedido, la verdad no fue algo que planeáramos. – No te preocupes, ya estoy acostumbrada -. Dijo tristemente. – Me alegra, tal vez así su carácter mejore, y ¿quién sabe? Puede ser que algún día llegue a querer a mis hijos. – ¿Que dices? Yayitsu adora a si hija, es solo que no lo demuestra cuando alguien está cerca. El ama a sus hijos te lo puedo asegurar. – Eso espero -.
Las tres mujeres conversaban ahora. Pasada una hora se escucharon algunos ruidos, pero no le dieron importancia, supusieron eran los sirvientes que se disponían a dormir. Casi a las diez dela noche se apareció en la habitación un hombre era desconocido para ellas. De inmediato Camil se levantó de su asiento para encarar al hombre. – ¡¿Quien demonios eres tú?!¿qué haces aquí? ¿quién te ha dado permiso de entrar? -. Dijo ella tomando discretamente su katana. – Pues... ha sido mi amiga quien me ha permitido entrar -. Dijo el sujeto desenvainando su espada. – Mujer no he venido a lastimarte, solo estoy aquí por una de ustedes dos -. Dijo señalando a Ana y Mariko. – ¿Quien de ustedes es Mariko, la esposa del príncipe de Japón? -. El hombre se acercó peligrosamente a Ana así que Camil sacó su katana con un hábil movimiento y se lanzó contra el agresor. Ella era aun mejor que cuando se enfrentó a Yayitsu años atrás. Se dedicó a entrenar con Jomei y su padre día tras día con una meta en su cabeza, algún día vencer a Yayitsu.
El hombre era bueno con la espada, pero no tanto como ella, así que Camil lo desarmó y presionó su katana contra el pecho de él, pero la suerte no estaba con ella esa noche. Otros cuatro sujetos aparecieron, dos de ellos llevaban a Marcel y a Usagi en brazos, los otros dos amenazaron a Mariko y Ana. - ¡Que demonios quieren! Si quieren dinero se los daré pero ¡déjenos en paz! - Primero baja tu espada -. Camil le obedeció rápidamente. – Solo estamos aquí por la mujer del príncipe ¿cuál de las dos es? – ¿Como sabes que no soy yo? – Nuestro jefe nos dijo que está embarazada, seguramente tú eres la condesa. - ¡¿Quién es tu jefe?! – Eso no importa, lo único que quiere es a la mujer del príncipe, ¡Así que no te interpongas! – Yo soy Mariko, ¿qué desean? – Vendrás con nosotros -.
Aquellos sujetos dejaron a los niños, que se habrían despertado por los gritos y comenzaban a llorar, en un sillón junto a Ana. El hombre que amenazaba a Ana se separó de ella disponiéndose a salir con el resto de los hombres y Mariko, en el último momento Camil tomó el arma del suelo y la lanzó al hombre que llevaba a Mariko, quien era el último. Después recogió la espada se enfrentó a otro sujeto mientras Mariko se alejaba del lugar a gatas. Mariko se levantó e intentó salir de allí hacia el salón sin embargo mientras Camil peleaba con el hombre ella esquivó uno de sus embistes y el sujeto atravesó el cuerpo de Mariko por completo. Camil le cortó la cabeza al hombre y corrió en auxilio de Mariko haciendo presión en la herida para evitar que se desangrara. Los hombre se fueron rápidamente alejándose en sus caballos.
Camil envió a Ana en busca de los sirvientes que estaban amordazados en al cocina. Los liberó y de inmediato envió a uno de ellos por un médico. El viaje era de por lo menos veinte minutos en caballo hasta la casa del doctor en Paris.

En la cantina, los hombres ajenos a esta situación, llevaban algunas horas bebiendo y conversando, hasta que Yayitsu de decidió a hablar. – Conde, deseo hablar con usted si me lo permite -. El conde quien había estado bebiendo más que el resto de ellos, se encontraba extrañamente de muy buen humor con Yayitsu. – Dime muchacho, ¿qué es lo que sucede? – Quiero hablarle sobre Camil -. Al conde poco le agradó la respuesta así que su rostro se mostraba serio y poco agradado por la conversación. – Quiero decirle que yo aun amo a su hija. He cambiado, ya no soy el hombre que usted conoció, quiero pedirle que le permita a Camil volver a Japón conmigo. – ¿Qué? ¡Estás loco si piensas que voy a acceder! - ¡Ella me necesita, mi hijo también! ¡Y yo lo necesito! – ¡De donde sacaste semejante estupidez! ¡Marcel no es tú hijo! – ¡Camil me lo ha contado todo! Y ella ha aceptado venir conmigo a Japón. – ¡Eso no lo voy a permitir! ¡Deberás pasar primero por mi cadáver, antes de dejar que Camil se vaya contigo! – ¡Ella ya es una mujer! ¡¡Es mí mujer y no voy a permitir que se interponga ni usted ni nadie!! – ¡¿Qué es lo que estás tratando de insinuar gusano mal nacido?! -. Dijo el conde poniéndose de pie. – ¡No insinúo nada, le aseguro que Camil es mi mujer! -. Le dijo Yayitsu levantándose también. El conde se quedó callado tratando de asimilar lo que le había dicho Yayitsu. – Es más, Camil ha preparado ya sus maletas y las de Marcel; ni ella ni yo vamos a permitir que se interpongan entre nosotros -. El conde dio media vuelta y se dirigió a la salida y tras él Jomei, el emperador y Yayitsu.
El conde pensaba en lo que había escuchado. Camil, su pequeña, había caído nuevamente en las redes de ese hombre. Él no quería que nada malo le sucediera, pero sabía que él no estaría por siempre a su lado. Jomei lo alcanzó y trató de hablarle. – ¡Señor! ¡espere señor! -. El conde se detuvo para escuchar a Jomei. – Conde, ¿no cree que debería pensar mejor las cosas? – Este es un asunto que no te concierne muchacho, no intervengas. – ¿Usted cree que lo perdonará? – ¿Qué? – Si ella se queda como usted quiere, ella comenzará a odiarlo por arrancarle la felicidad. Si se va aun sin su consentimiento, no será feliz hasta que usted acepte su relación con Yayitsu. De cualquier forma Camil no será feliz, ¿acaso no quiere que sea feliz? – Pienso en eso cada día, pero estoy seguro de que él solo la hará sufrir. – Es mejor que la deje escarmentar, si ella se equivoca ella regresará a usted, y usted estará allí para apoyarla. Si no, entonces ambos serán felices. Debe dejar que aprenda a volar, cuando usted ya no esté ¿quién velará por ella?. Debe dejar que aprenda a valerse por sí misma. Así cuando usted falte, ella podrá salir adelante. – Es solo que... cuando la tuve entre mis brazos la primera vez, juré que no dejaría que nada la dañara. – Al final eso la dañará más, porque usted no estará por siempre para cuidarla -. Jomei y el conde caminaban a unos diez metros delante de Yayitsu quien caminaba solo. El emperador se retrasó un poco antes de salir de aquel lugar y estaba a varios metros de Yayitsu.
Yayitsu decidió adelantarse así que subió al caballo y comenzó a trotar. El conde también subió al caballo y le dio alcance. – ¡Espera! -. Gritó el conde. – Ahora soy yo quien tiene que hablar -. Yayitsu se detuvo y el conde y Yayitsu bajaron nuevamente del caballo y continuaron caminando. – Escúchame bien porque no voy a repetirlo. Si llegas a lastimarle un solo pelo, te mataré sin compasión. Te prohíbo tocar de nuevo a mi hija, hasta que estén casados. Mientras tanto ella vivirá en mi casa, yo viajaré con ella después de que haya terminado su compromiso con John. En cuanto al niño, lo reconocerás al llegar a Japón. Si la engañas, si la lastimas, si ala haces sentir mal siquiera, te asesinaré lenta y dolorosamente ¿está claro? . Por supuesto -. Yayitsu y el conde siguieron caminando en silencio algunos metros. – ¿Por qué no traes tu katana? – Camil me lo pidió. – Sabía que no te atacaría si estabas indefenso, ¿por qué aceptaste? - No quería que sufriera si las cosas no resultaban. – Si decidía no aceptar y cortarte la cabeza. – Alguno de los dos regresaría muerto. – Así sería Yayitsu, me alegra que no me subestimaras. – Si algo me enseñó Camil, es a no subestimar a un oponente. – Que bueno, porque aunque estoy viejo aun soy muy hábil con la katana. – Eso me ha dicho mi padre -.

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Capitulo 10: Encuentros y Desencuentros.


Marcel era un niño muy juguetón, tenía mucha energía. Jomei le enseñaba a montar, así que lo subió a un pony, aunque apenas tenía dos años, a Marcel le gustaban mucho los caballos y montarlos con Jomei, así que Jomei decidió enseñarle.
El emp0erador lo observaba atento, y recordaba a Yayitsu a su edad, era idéntico. Yayitsu se volvió duro cuando su madre murió, al dar a luz a una niña que murió a las pocas horas de nacer. Entonces fue cuando comenzó a alejarse de su hijo. Yayitsu apenas tenía cinco años. Entonces Marcel quiso bajar del pony y sacó de sus recuerdos a su abuelo. Corrió hasta él, se sentó en sus piernas y comenzó a jugar con su barba como lo hacía con el conde.
–Perdone majestad –dijo Jomei haciendo una reverencia–. Ven Marcel.
–No te preocupes Jomei, no me molesta; después de todo es mi nieto –Jomei se incomodó con aquel comentario, no es que no supiera que Yayitsu era el padre de Marcel pero no quería ser indiscreto.
Al ver esto sonrió el emperador, con esta reacción solo confirmaba que ese niño llevaba su sangre. El emperador comenzó a jugar con Marcel, lo lanzaba hacia arriba al aire y lo atrapaba. A Marcel le encantaba el vértigo y reía. El conde salió al jardín para encontrarse con su viejo amigo y lo vio jugando con su nieto. Él sabía muy bien que sería cuestión de tiempo para que la verdad cayera por su propio peso, y le preocupaba ¿qué sería de su hija?.
–Ieyatsu, ¿te diviertes?
–Así es Umako, como hace mucho no lo hacía. A este niño le encanta que lo lance hacia arriba.
–Igual que a su madre, le encantaba.
–Heredó su carácter.
–Y no se si alegrarme o preocuparme.
–Ja, ja, ja, ja... –ambos comenzaron a reír a carcajadas.
–Camil quiero hablar contigo a solas -. Yayitsu entendió la indirecta así que marchó, después de todo había conseguido lo que quería, Camil se disgustaría con ese idiota. – ¿Es él verdad? -. Camil se quedó callada. – Él es el padre de Marcel ¿no es así?. – Que más te da, antes no quisiste saber su nombre ¿por qué lo preguntas ahora?. – Porque es obvio que él está interesado en ti. – John no empieces por favor. – Te estaba besando. – ¡Me estabas espiando!. – Dime algo, ¿te besaba o tu lo besabas?. – Y si yo lo besaba ¿qué? ¿vas a golpearme como a él?.- Jamás me atrevería a tocarte, primero me corto la mano antes de golpearte. Solo quiero saber si te quedas para estar con él. – Me quedo por que me ordenaste ir a tu casa; si lo hubieses pedido, no me habría negado. No después de lo que viste, me habría ido para que te fueses tranquilo de que nada sucedería. Pero la verdad no te conozco, jamás imaginé verte como hace unos momentos. Me jaloneaste. Cuando era el dragón azul me tratabas diferente, como tu igual, me respetabas; me pedías consejo aún cuando el asunto no me concerniera. Y ahora, ahora decides las cosas tú por mí, sin preguntar, sin consultarme si quiero o no hacerlo. Y la verdad no quiero casarme con un hombre así; con un hombre que no me respeta porque no uso pantalón ni llevo mi espada; lo siento pero, no puedo casarme contigo -. Camil le devolvió el anillo de compromiso que le había dado y se fue.
Inocentemente iba tras Yayitsu pero al entrar a la habitación contigua vio a Yayitsu con su hija y al lado Mariko, y se dio cuenta de que ahora todo era muy diferente de la última vez.
Yayitsu pudo percatarse de la mirada de Camil, resignación, eso había en sus ojos. Por fin, después de tanto tiempo se resignó a perderlo. Camil entró a la habitación.
–Buen día Mariko, ¿descansaste?
–Si, muchas gracias.
–¿Deseas tomar el almuerzo conmigo? Parece que todos han almorzado excepto yo.
–Claro será un placer –Yayitsu observó la escena y parecía no agradarle mucho pero prefirió no intervenir.
– Mujer, llévate a tu hija, me molesta.
– Si mi señor –Mariko cargó a la pequeña y salió con Camil a la terraza, hacia un día perfecto, caluroso pero con una brisa refrescante.
Ambas mujeres comieron y conversaron un poco después salieron al jardín y jugaron con los pequeños. Yayitsu als observaba desde la terraza y entonces su padre se acercó a él.
–¿Qué piensas hacer Yayitsu?
–¿Con respecto a que?.
–Pues con tu hijo.
–Mi hijo...no pienso hacer nada.
–¡¿Qué?!, ¡te das cuenta de lo que dices!. Es tu heredero, tal vez no consigas engendrar otro.
–Losé, pero no voy a dañarla más. Se lo prometí, además va a casarse. Si ella no viene conmigo por su voluntad, no pienso obligarla.
–Pues entonces convéncela, tienes dos meses.
–No sé si pueda.
–Ya lo hiciste antes.
–Pero ella confiaba en mí; ahora no lo hace
–Pues mejor la convences, sino seré yo quien la obligue –Yayitsu miró a su padre desafiante, sabía que podía llegar a ser vil y cruel; y también sabía de lo que era capaz si una idea rondaba por su cabeza. El emperador no se inmutó con la mirada de su hijo y fue de nuevo al lado de su amigo quien jugaba con su nieto.
Yayitsu observó de nuevo a Camil jugando con su hijo y sintió en su pecho de pronto que lo embargaba la emoción al ver a la única mujer que ha amado y el fruto de su amor; un hijo de ella, lo que más había anhelado. Cuando supo que sería padre se imaginó tantas veces que era Camil la que se lo decía, soñaba con el hijo que ella le daría, y ahora ese sueño era realidad y sin embargo, estaba tan lejos de ser el hombre feliz que siempre soñaba. Ella y su hijo pronto estarían en manos de otro hombre. Esa idea le causaba un gran dolor. Ella era su Camil, su amada Camil.

La tarde trascurrió tranquilamente y al terminar la cena Ana y Camil bañaban a Marcel cuando se escuchó el sonido de que llamaban en la puerta. –¡TOC!¡TOC!
–¡Ya voy! –dijo Ana. Al abrir se encontró con Yayitsu. Buenas noches príncipe Yayitsu.
–Quiero hablar con Camil.
–Está bañando a Marcel.
–Llévame con ella.
–Pero... –Yayitsu le envió una mirada fulminante y Ana no tuvo mas opción que obedecerlo. Le permitió entrar a la habitación hasta el baño. – Camil, el príncipe Yayitsu está aquí y quiere ...
–Quiero hablar contigo –interrumpió Yayitsu. Camil volteó a verlo, primero sorprendida y luego molesta. ‘¿Cómo se atreve a entrar así a mi habitación?’
–Yayitsu hablé contigo esta tarde, ¡y estas no son horas decentes para conversar! Así que...
–Necesito hablar contigo –Camil lo observó por algunos minutos desafiándolo. No me iré hasta hablar contigo –le respondió a su desafío y él ganó.
–¡Está bien!, pero solo tienes veinte minutos.
–A solas.
–¡Que! ¡estás en la habitación de una mujer comprometida y tú eres un hombre casado!
–No me iré de aquí hasta que hablemos a solas –Camil estaba roja de furia y decida a no aceptar. Entonces nos quedaremos aquí los tres toda la noche Camil, aunque no creo que le haga bien a tu nana en su estado.
–¡Esta bien, pero serán solo quince minutos! –Ana salió de la habitación y se quedó en el recibidor. ¿Ahora que es lo que quieres?
–¿Puedo? –dijo él refiriéndose al baño que le daba a Marcel.
–No, yo puedo hacerlo sola.
–Por favor, jamás he hecho algo como esto –Camil asintió y Yayitsu se remangó las mangas para meter las manos en el agua. Sin siquiera notarlo Yayitsu comenzó a jugar con el niño haciendo chapotear el agua mojando a su mamá; y Camil comenzó a sentirse tan feliz, había deseado tanto tener a su príncipe de cuento de hadas a su lado, y ahora estaba allí frente a ella bañando a su hijo.
Terminaron de bañar a Marcel y lo vistieron, secaron su cabello y acostaron en su cuna. Yayitsu lo observaba y Camil pudo ver que la felicidad lo embelesaba.
–Ahora si vas a decirme ¿que es lo que quieres? –dijo ella suavemente, casi dulcemente. Él se sentó en la cama y comenzó a hablar.
–Sabes... no soy muy bueno para esto... para decir o demostrar lo que siento. Pero, Camil yo...
–‘¿Camil? él jamás me llama por mi nombre’ –pensó Camil.
–Camil yo te amo, te amé desde el primer momento en que te vi, te amo hoy, después de tres años aún te amo; creí que podría olvidarte pero no, no lo he conseguido y creo que jamás.
–¿Y que es lo que esperas al decirme esto? ¿Qué crees que haré? Que te diré con lagrimas en los ojos ‘Oh yo también te amo Yayitsu, tienes razón Marcel es tu hijo y quiero irme contigo a Japón para convertirme en la puta del príncipe’, para después lanzarme a tus brazos besarte y acostarme contigo, pues no. No haré ni diré ninguna de esas cosas, te diré Yayitsu que ya es muy tarde para esa declaración; Marcel no es tu hijo y que no regresaré a Japón porque estoy tratando se ser feliz y construir una familia. Así que si es todo, te pido que te retires.
–Pues no Camil, te conozco más de lo que crees, y se que tú jamás harías eso, somos demasiado parecidos. Y aunque aún me amaras tu orgullo es primero y no lo admitirías; ¿pero sabes que?, eso fue precisamente lo que nos trajo a este punto. Y no quiero que vengas conmigo a Japón; desearía que vinieras pero como mi esposa, no como una concubina y eso es algo que no se puede solucionar. Solo quería que supieras que jamás te dejaré de amar y cuidar; yo sé que Marcel es mi hijo, no importa cuanto lo niegues eso es algo que no podrás cambiar. Y como es todo lo que tenía que decir ahora si me retiro, que descanses Camil –Yayitsu tomó su mano y la besó, después se acercó a la cuna donde Marcel dormía tranquilamente y depositó un beso en su frente para después marcharse.
Camil se sentó en la cama comenzando a llorar, Ana entró al cuarto y la abrazó tratando de consolarla.
– ¿Que sucedió? –preguntó Ana. ¿Que te dijo? ¿por qué estás a sí?
–Él me dijo que me amaba, que jamás dejará de quererme.
– Vaya, eso no me lo esperaba. ¿te pidió que regreses cn él? ¿le dijiste que Marcel es su hijo?.
–No, él... él me dijo que no podía pedirme regresar, que ya no se puede solucionar nuestra situación; parecía que se estaba despidiendo.
–¡Pues vaya que se tardó!
–Ana él... ha estado aquí un día y yo... rompí mi compromiso con John.
–¡¡Que!! ¿por qué hiciste eso?
–Él y Yayitsu tuvieron una pelea y yo... me vio besando a Yayitsu.
–¡¡¡QUE!!! ¿¡acaso ya olvidaste todo lo que te hizo ese maldito!?
–No, pero yo también le hice daño; además no he dejado de amarlo –dijo Camil con voz angustiosa. Creo que fue lo mejor, tampoco era justo para John ¿no crees?
–¡Camil, ahora no habrá ningún impedimento para que tu corazón te traicione y acabes haciendo una locura!
–¡Lo sé! ¡pero tampoco podía vivir así! ¡Aun puedo sentir como me quema en los labios el beso que me dio!
–Camil, ¿no te das cuenta de que acabará por lastimarte de nuevo? –dijo Ana lastimeramente tratando de convencerla.
–Lo sé Ana, pero no puedo dejar de amarlo –dijo ella tristemente. Lo he intentado ¡Dios sabe que lo he intentado día y noche!¡Pero no puedo!
–Oh, Camil –Ana la abrazó nuevamente tratando de comprenderla. No te preocupes Camil, todo saldrá bien ¡ya lo verás!
–Gracias Ana.
–¿De que?
–por se tan buena amiga.
–Camil; tú , Jomei y el conde son la única familia que tengo. Bueno mi ahijado y mi pequeño también.
–Tienes razón Ana, ustedes son la única familia que tengo y debemos estar juntos siempre.
–Así será Camil, ahora duérmete.
–Buenas noches Ana.
–Buenas noches –Ana salió de la alcoba y Camil se acostó tratando de conciliar el sueño.


Las semanas transcurrieron rápidamente y pronto había pasado un mes. El conde agobiado con los negocios de día y por la noche con el emperador saliendo de juerga. Camil se preguntaba si así había sido la juventud de su padre, pero se alegraba de ver que se divertía.
Cada día les costaba más trabajo contener sus deseos; todo comenzó con un beso que él le robó y ella nuevamente le correspondió. Todas las noches Yayitsu iba a la habitación de Camil y le ayudaba a dormir a Marcel, discutían por cualquier cosa y al marcharse él le confesaba su amor y la besaba. Pero ya le costaba trabajo contener el anhelo de hacerle el amor. Hacerla su mujer y llevársela contra la voluntad del conde, aún contra la propia voluntad de ella. Pero no quería violentarla de esa manera, y decidido a no dañarla más se iba.
Camil trataba de bloquear las emociones que él despertaba en ella. Yayitsu era el único hombre que había sido capaz de robarle el corazón, el único que había despertado en ella la pasión y la lujuria y a la vez un sentimiento cálido que inundaba su cuerpo. La ternura emergía de su corazón. Durante estos años ella se sintió muerta en vida, incapaz de expresar amor mas que a su hijo. Y ahora lucía feliz y radiante, más hermosa que nunca.Como todas las noches Yayitsu estaba con Camil y Marcel. Marcel ya dormía así que Yayitsu comenzó a conversar con Camil.
–Camil –dijo él atrayendo su atención.
–¿Qué sucede?
–Quiero saber una cosa, pero quiero que contestes con absoluta sinceridad.
–¿Que?
–¿Aún me amas? –‘ ¿Acaso no lo notaba? ¿qué clase de pregunta era esa? ¿no podía darse cuenta de que moría por estar con él; por ser su mujer, pasar cada noche de su vida a su lado?. Que ella no solo lo amaba, que no solo quería ser su esposa y madre de sus hijos. Que quería ser su amiga, amante, confidente, compañera. Que él pudiera compartir con ella la pesada carga de un imperio del cual sería responsable. ¡Como podía no notarlo!¡si se le notaba en la mirada!’
–¿Qué es lo que quieres que te diga? –dijo Camil.
–La verdad.
–La verdad es que no lo sé. Hay veces que siento que te amo, y se bien que jamás voy a sentir esto por ningún otro hombre; porque es tan intenso y profundo que abruma todo mi ser. Pero también siento que te odio, te odio por no estar a mi lado, por haberme abandonado cuando más te necesité.
–Y yo me odio a mí mismo por haberte lastimado de esa manera ¡no sabes cuan arrepentido estoy! ¡Te amo Camil! ¡Te amo, te amo, te amo! –repetía mientras la abrazaba y besaba. Entre cada beso y caricia le juraba amor eterno y le pedía perdón.
Al principio ella no hizo nada intentado obstaculizar la excitación que sentía, pero entonces su cuerpo la traicionó y comenzó a profundizar el beso. Él se lamió los labios intentando conseguir abrirse paso en su boca. Cuando lo hizo, él resbaló su lengua dentro de la boca de ella. Sus lenguas buscaban la boca del otro, Yayitsu la cargó y la llevó a la cama. Él interrumpió el beso y besó su cara, entonces besos calientes viajaron a su cuello. Sus manos agarraron el fondo del su camisón rosa claro lentamente lo quitó. Cuando alcanzó su cuello, él cesó de besarla tiró del camisón sobre su cabeza. Él se sentó detrás y admiró el cuerpo maravilloso de ella. Yayitsu sonrió y continuó besando su cuello. Procedió a alcanzar el broche de su sostén, lo quitó y lo sacudió al suelo viajando a sus pechos. Besó alrededor de ellos, exprimiéndolos suavemente.
Camil sentía que estaba en el cielo, todas esas sensaciones la llenaban. Ella sonrió dichosamente mientras que Yayitsu comenzó a lamer alrededor de sus pechos, saboreó con delicadeza y erotismo el pezón.
Ella no pudo aguantar la sensación y se arqueó contra él, dejando escapar un suave sonido mientras Yayitsu se recreaba lamiéndola.
La mano de él dibujaba la curva de la cintura y después se detuvo un instante, antes de deslizarse para acariciar más íntimamente entre sus muslos.
Él estaba inmensamente confundido, no sabía que hacer para hacerla feliz. El dormir con ella solamente iba a complicar las cosas, pero no se preocupó realmente por eso en ese momento. Él la deseaba, la deseaba gravemente; ella le hacía tanta falta.
La fuerte necesidad de sentir el roce de sus cuerpos desnudos era desesperadamente necesaria. Él recorrió toda su piel con las palmas de las manos, necesitaba dejar huella de él en todo el cuerpo de Camil, recreándose en los punto más excitantes con la seguridad de un hombre que sabía donde y como tocar a una mujer para volverla loca.
La condujo al borde del placer más absoluto propiciado por sus caricias, hasta que ella le suplicó que la hiciera suya, entonces Yayitsu entró en su cuerpo con delicadeza, moviéndose lentamente mientras su anatomía femenina se amoldaba a él.
Camil nunca había experimentado nada como aquello mientras la penetraba más profundamente, y dejó escapara un gemido cuando él se retiró para empujar de nuevo de ella más rítmicamente, con lentitud, incrementando la velocidad de los movimientos a medida que ella se iba adaptando, hasta que por fin se movieron al unísono ambos llegaban al éxtasis.
Yayitsu todavía estaba unido a ella, y besaba y lamía sus pechos delicadamente, ella recorrió su espalda con la punta de sus dedos, Camil sintió como se tensaban los músculos bajo sus caricias, y sonrió secretamente antes de soltar un suspiro de gozo al notar que Yayitsu empezaba a moverse de nuevo, hizo que cada impulso llegara más profundo, hasta que ella tomó su ritmo y se unió a él más intensamente. Después la besó, la abrazó fuertemente y permanecieron de aquella forma hasta que se quedó dormida.
De madrugada Camil se estiró y medio adormilada intentó moverse, pero algo le impedía tener un movimiento más libre, estaba vagamente consciente de que había algo que definitivamente se lo impedía... alguien mejor dicho.
Recordó de repente. ¡¡¡Dios santo!!! ¿qué había hecho?
–No te muevas –le rogó la voz masculina de Yayitsu al oído y pasó su mano hasta su cadera y la abrazó.
–Yayitsu deja que me levante... por favor –Yayitsu la jaló hasta recostarla de nuevo y comenzó a besar su cuello.
–Quédate mi amor.
–“¿Mi amor?” –pensó ella. Todo era un error, además el que tendría que irse es él, no ella. Yayitsu, lo de anoche ha sido... ha sido un error.
–¿Un error? –para Camil había sido la experiencia más hermosa de su vida y no podía culparlo de seducirla. Lo había deseado tanto como él.
–Mmm... No... pero no puede suceder de nuevo.
–¿Por qué no? –su voz sonaba divertida y ella se volvió para mirarlo y se percató de toda su excitación.
–Porque no –pero él le estaba besando el hombro.
–mmm ¿no?
–No sigas –era una petición muy débil.
–¿No quieres que lo haga? –se movió e hizo que apoyara la espalda en el colchón para inclinarse sobre ella y besarle los pechos. Extendió una mano sobre su vientre y la deslizó para acariciarla más íntimamente, él presionaba delicadamente con sus dedos la parte más sensible de su cuerpo.
En pocos instantes encendieron la pasión y Yayitsu la besaba profundamente, ella se abrió para él aceptándolo por completo, cuando la penetró con seguridad, así estuvieron, al terminar Yayitsu acariciaba su piel cálida, mientras Camil se quedaba dormida.
Capitulo 9: Un Suceso Inesperado


Pasaron unas semanas y pronto Camil comenzó a tener un temor que se hacía con cada día que pasaba más grande. Tenía un retraso de dos semanas ya. Camil prefirió no decirle nada a nadie, no deseaba que se preocuparan más, menos cuando todos estaban tan felices. Ana con Jomei quien había decido ir con Ana hasta el fin del mundo si era necesario. Y su padre de saber que ahora todo regresaría a la normalidad.
Pronto llegaron a Francia a Marsella y antes de lo que pensaran estarían en casa. Durante todo el viaje Camil no dejó de vomitar, sentirse mareada, nauseabunda y sin apetito. Se escudó diciendo que era por el movimiento de las olas que se sentía mal. Pero llegaron a tierra y continuaba “enferma”. Así que Camil decidió hablar con alguien.
–Ana, creo que estoy embarazada –dijo ella mientras se cepillaba el cabello.
–¿QUË?. Pero ¿cómo? –Camil volteó a verla con una expresión de incredulidad por la pregunta hecha. Y ella sólo pudo encogerse de hombros–. Y ¿qué es lo que vas a hacer?
–No lo sé, hablar con mi padre, creo.
Esa noche decidió que después de tres semanas de esperar estaba más que confirmado y se lo diría a su padre.
–Papá, ¿puedo hablar contigo?.Hay algo que deseo decirte.
Claro pequeña, pasa. Dime ¿qué sucede? –Camil entró a la habitación donde su padre leía un libro y tomaba una copa de vino.
–Es algo que no te dije, bueno es que...
–Es algo que hiciste ¿verdad?
–Si, es que creo que... yo estoy... estoy embarazada... –el conde no dijo nada, permaneció en silencio por algunos minutos meditando lo que su hija le acababa de decir.
–¿Quién es el padre?
–Yayitsu.
–¿Él te obligó?
–No, yo lo amo.
–¿Te hizo daño?
–No padre.
–Fue antes o después de que se enterara de que fuiste tú quien robó el dragón.
–Antes.
–No te preocupes por eso, lo arreglaremos.
–¿Me pedirás que lo pierda? No, pero si eso es lo que quieres te llevaré con un médico. ¿Es lo que deseas?
–No, ¿estás enojado?
–Sí –dijo él con un profundo ceño fruncido y enojo en su mirada–. Ahora sal, deseo descansar un poco.
–¿Me casarás con alguien?
–No.
–¿Me obligarás a regalarlo?
–No. –Camil salió de la habitación un poco triste, pero aliviada de saber que su padre no la obligaría a hacer nada que no deseara.
Al llegar a Paris el conde arregló todos los papeles de un matrimonio falso con un hombre que falleció hace algunos días. Por lo que ahora Camil era una viuda y nadie cuestionaría la paternidad de su hijo. Aun así se rumoraba mucho sobre ella y su embarazo por lo que decidió ir a Estados Unidos y cumplir el deseo de Ana de conocer América así que fueron a Nueva York.
Su hijo nació allá en América, y lo nombró Marcel como su abuelo, el padre de su mamá. Ana y Jomei se casaron antes de nacer Marcel en América y fueron sus padrinos. Algunos meses después de viajar por el mundo decidieron regresar a París con su padre que deseaba y ansiaba conocer a su nieto pero por negocios no podía reunirse con ellos en esos momentos.
El capitán Smith, cuyo nombre es John decidió reformar su vida puesto que el dragón azul se había retirado. Y con el dinero que había juntado organizó barcos que trasportaran las mercancías de los señores dueños de feudos y miembros de la nobleza. Volvió a encontrarse con Camil en varias reuniones y comenzó a frecuentarla.

Dos años pasaron y de pronto un día su padre recibió una carta de Japón. El emperador le informaba que le haría una visita al rey Luis y que estaría en París. Que le gustaría poder verlo. El conde le envió una respuesta afirmativa y le ofreció su casa, pensando que solo el emperador vendría. Sin embargo no fue así.
Trascurrieron cinco semanas y el emperador Ieyatsu y su pequeña corte llegaron a Paris. El rey organizó una fiesta en honor de sus invitados. Convocó a toda la corte de la nobleza francesa donde se encontraba Camil la ahora condesa oficialmente. Su familia era la más cercana a la familia real. Incluso el rey llegó a pensar en casar a su hijo con Camil, pero por desgracia Camil se casó demasiado joven, aunque ahora era viuda, seguía pensándolo.
Camil vestía un hermoso vestido hecho de seda pero al muy estilo europeo con un gran escote y los hombros ligeramente descubiertos. Su cabello estaba recogido parcialmente, trenzado al frente y suelto en la parte de atrás. Ana y Jomei los acompañaron, Jomei se acostumbró a acompañar a Camil a todos los eventos sociales a los que era invitada. Aprendió a hablar francés e inglés al igual que Ana. Ana y Camil le ayudaron a adaptarse al occidente y a Jomei le agradaba hacer lo que deseaba, ir a donde él quería sin pedir permiso, le gustaba ser libre. Él y Ana tenían libres los domingos para salir de paseo y pasar juntos todo el día. Habían pasado casi tres años desde que se casaron y Ana por fin se había embarazado, para ellos era una reunión más a la que asistirían y en la que Camil seguramente criticaría la monarquía absoluta y haría ver las condiciones paupérrimas en las que se encontraban los pobladores de su país, etc.
Camil dejó de ser la linda niña que era antes de ir a Japón, impredecible e impulsiva, se transformó en lo que su padre había deseado siempre, una mujer recatada, inteligente, astuta, educada, en fin las cualidades que la harían todo una dama. Sin embargo perdió su espontaneidad, su carisma, se volvió fría con él y distante de las personas, y de cierto modo un poco cruel.
Como siempre, Camil llegó después para hacer su entrada triunfal y atraer las miradas de todos los presentes, los hombres deseándola y las mujeres odiándola. Apenas cumpliría lo diecinueve años y estaba en la flor de su juventud. Seguía siendo delgada y hermosa. Aunque sus ojos eran muy fríos y su sonrisa parecía sádica.
Entró del brazo de su padre luciendo su hermoso vestido de seda rojo. Y un poco más atrás Ana y Jomei. Jomei se convirtió en la mano derecha del conde y Ana siguió siendo la dama de compañía de Camil. Ana llevaba a Marcel tomado de una mano. Desde que se hizo la presentación oficial de él en sociedad todos lo amaron y le dijeron cuan hermoso era su hijo. Tenía los ojos grises y el cabello negro, su piel era blanca pero la fisonomía de su cara era igual a la de su padre. Tenía un parecido enorme con Yayitsu y conforme crecía iba aumentando.
Camil saludó al rey haciendo una reverencia sencilla, era al único miembro de la nobleza con quien lo hacía. Con los demás se limitaba a un saludo de mano y eso era todo. Al lado de él se encontraba el emperador quien al verla se levantó de su asiento tomó la mano de ella y la besó. Todos la observaron y cuchichearon al respecto. Inmediatamente después se acercó a saludar a su amigo de toda la vida y se sentaron a la mesa con él y el rey. Ana y Jomei estaban sentados en la mesa contigua con Marcel. Todo marchaba a la perfección hasta que minutos después Yayitsu hizo su aparición junto con su esposa Mariko y una pequeña de casi dos años llamada Usagi. Al verlo entrar Camil, la sangre que había estado congelada durante todo este tiempo comenzó a circular por todo su cuerpo, podía sentir como su corazón latía con tal fuerza como no lo hacía en mucho tiempo. Una onda de calor comenzó a invadir su cuerpo pero solo por unos momentos. Y decidida a no dar paso a las emociones que comenzaban a emerger, se portó más fría de lo que pudiera haber sido con cualquiera, fría pero cortés y educada. Como si nada hubiera sucedido, como si nunca hubiera ido a Japón.
Los hombres se levantaron ante su presencia sin embargo Camil ni se inmutó ante su presencia frente a la mesa. Saludó a todos los presentes y sentó justo frente a ella. Al otro lado de la mesa. Minutos después John Smith, quien ahora era su futuro esposo se sentó a su lado.
–Vaya, no has cambiado nada Camil –dijo Mariko–. Sigues siendo igual de hermosa que cuando te conocí.
Pues muchas gracias Mariko, tú sigues siendo igual de linda –le respondió Camil –momentos después Marcel salió corriendo para saludar a quien él consideraba su padre y se sentó en sus piernas.
–¡Mamá! –dijo el pequeño, y Yayitsu sintió una opresión en el pecho al ver al pequeño, no podía tener menos de dos años. El emperador no podía creerlo, era el vivo retrato de su hijo a su edad, excepto por el color de los ojos, pero aun así era idéntico–. ¡Papi! –volvió a decir el niño extendiendo sus brazos al hombre al lado de Camil. En ese momento Yayitsu pudo sentir una daga atravesar su corazón profundamente. Ella lo conocía bien y pudo ver el daño en su mirada y se sintió complacida. Saber que le había dolido después de todo lo que ella había sufrido por su culpa.
De inmediato el emperador intervino.
–Camil, no sabía que te habías casado.
–En realidad no lo estoy, pero lo estaré en unos meses.
–Vaya, y ¿quien es el padre del niño? –dijo inquisitivamente. Al conde no le agradó la forma en la que lo preguntó y decidió participar en la conversación.
–Ella se casó días después de llegar a París, pero desafortunadamente mi yerno murió en un accidente.
–Lo lamento mucho Camil.
–Gracias majestad.
La cena terminó sin más comentarios al respecto, pero en cuanto se levantaron de la mesa Yayitsu comenzó a asediarla.
–Así que vas a casarte.
–Así es ¿vas a felicitarme? –dijo con ironía.
–En realidad no, no es para felicitarte el que te cases con ese perdedor. Tu padre no te lo debería permitir.
–Mi padre jamás me prohibiría algo.
–Que yo recuerde ya lo hizo una vez.
–Eso fue por las circunstancias y realmente se lo agradezco, me salvó de un destino muy tormentoso. Si me he de esclavizar que se de un hombre que sea más entretenido a él no le agradó mucho el comentario pero sabía que lo decía solo por coraje, como cuando él la insultó en la enfermería del palacio, ofuscado por la ira.
–No cambia tu sentido del humor.
–En eso te equivocas, he cambiado más de lo que te imaginas.
–Si, antes tenías mejor gusto –revancha por el anterior comentario.
El emperador se acercó a su amigo para poder conversar con él quien se encontraba solo.
–Podrías haberme informado que ya era abuelo –dijo el emperador al conde.
–No se de que me estás hablando.
–Por favor, vas a negarme que ese niño es hijo de Yayitsu.
–Así es, Marcel es hijo de otro hombre y te agradecería que no hagas ese tipo de comentarios, que son de muy mal gusto.
–Umako ambos sabemos que Marcel es él primogénito de mi hijo; es más que obvio el parecido entre ellos. Es igual a Yayitsu cuando tenía su edad.
–Una simple coincidencia. El padre de Marcel murió después de casarse con Camil por mi propia mano, por haberse atrevido a golpearla. Y te agradecería que no hagas más comentarios al respecto.
John vio a Camil hablando con Yayitsu así que decidió acercarse a ellos con Marcel en brazos.
–Buenas noches príncipe Yayitsu -. Yayitsu observó por unos momentos a Marcel, notando el parecido con él y su carácter como el de su madre, inquieto, travieso, afable.
–Tengo entendido que tú no eres el padre ¿por qué te llama así?
–Porque aunque no lo engendré yo, si he sido quien lo ha criado y soy el único padre conoce y conocerá, ya que su verdadero padre está muerto.
–Ah, ¿Y cuando es la boda?
–En seis meses. –Aun falta mucho
–No es por nosotros, el conde nos pidió esperar un poco así que hicimos, pero si fuese por nosotros mañana mismo nos casaríamos, ¿no es así amor?.
–Claro, deseo ser tu esposa lo más pronto posible, pero papá insistió que esperásemos y no quise desobedecerlo –la velada transcurrió rápidamente y los invitados comenzaron a marcharse.
Por fin el conde y el emperador decidieron marcharse a descansar así que le pidió a Jomei ir por los carruajes, y al regresar Camil notó que el emperador iría con ellos a su casa, algo que no le agradó mucho.
–Llegaron los carruajes.
–Padre ¿el emperador vendrá con nosotros?.
–Así es.
–¿Y como regresaremos a casa? No cabemos todos en el carruaje.
–No te preocupes; conde si me lo permite yo llevaré a Camil, Marcel, Ana y Jomei. Usted puede irse con su majestad.
–Si, me parece bien.
Condujeron los carruajes a las afueras de París a una gran casa. Jomei bajó del carro primero y ayudó a Ana a bajar y después fue a ayudar al conde y el emperador.
John bajó del carro y ayudó a Camil que llevaba a Marcel en brazos ya dormido.
–¡Buenas noches conde!, fue un honor conocerlo majestad –el emperador, el conde y Mariko entraron a la casa. Ana fue por Marcel para acostarlo y Jomei fue a las caballerizas a dejar los caballos. Así que se quedaron solos Camil y John, o al menos eso creían.
–¿Cuándo regresas de tu viaje John?
–No lo sé, tal vez dentro un mes o dos, trataré de regresar lo más pronto posible. Partiré mañana por la tarde hacia Marsella.
–¿Vendrás mañana?
–Claro que si, vendré a despedirme de mi hijo.
–Está bien, entonces mañana nos veremos.
John se disponía a marcharse cuando notó que alguien los estaba observando.
–¡Camil!
–¿Qué sucede? –John se acercó a ella y la besó en los labios profundamente.
–¿Y eso?
–Te amo Camil.
–Yo...
–lo sé Camil, aun no has dejado de amarlo.
–Perdóname.
–No hay nada que perdonar, yo sabía bien que tu no me querías, es solo que quiero que lo sepas siempre. Te quiero. Buenas noches, descansa mi amada Camil.
–También tú John –esta vez fue ella quien posó sus labios sobre los de él besándolo suavemente. Después dio media vuelta y se marchó topándose al entrar a la casa con Yayitsu.
–¿Por qué no me lo dijiste? –Camil lo vio fingiendo no entender de lo que hablaba.
–Decirte ¿qué?
–Que estabas embarazada, hubiese venido por ti, por mi hijo.
–¿Acaso no te lo dijeron? Me casé al regresar de Japón, Marcel no es tu hijo.
–¿Crees que soy estúpido Camil? Ese mocoso es mi viva imagen; si fuese cierto lo que dices, tuviste que embarazarte al llegar a Europa y eso lo dudo mucho.
–¿Por qué?¿No fuiste tú quien me llamó ramera, puta campesina de tercera clase? Que te quede bien claro, Marcel es mí hijo, tú no tienes nada que ver con él; así que buenas noches –Camil siguió de frente pero Yayitsu la sujetó por un brazo deteniéndola.
–Que te quede claro a ti Camil, el niño es mi hijo y va a estar con su padre. Así que o vienes conmigo o te olvidas de él, porque no voy a permitir que ese imbécil lo críe. Buenas noches mujer –ahora fue Yayitsu quien se alejó dejando a Camil con un enorme disgusto.


La mañana llegó rápidamente y todos dormían plácidamente exceptuando Jomei, Ana y Camil, que se levantó temprano ya que John llegaría al almuerzo para despedirse.
–¡Buenos días Camil!
–Buenos días Ana.
–¿Qué tal dormiste?
–Mal Ana, no pude dormir en toda la noche. Tenía un miedo espantoso.
–¿Miedo? ¿por qué?
–Anoche me topé con Yayitsu.
–¡Noo!
–Sí.
–¿Y que te dijo?
–Que ya sabía que Marcel era su hijo.
–¡No puede ser! ¿y que le dijiste?.
–Que estaba equivocado, pero aun así no me creyó; y me dijo que no permitiría que John educara a su hijo y que si quería seguir con Marcel tenía que regresar con él o sino que me olvidara del niño. Toda la noche tuve miedo de que entrara por Marcel y se lo llevara. Cerré la puerta y la ventana con cerrojo. Incluso pasé al niño a mi cama.
–¿Qué vamos a hacer Camil?
–No lo sé, sabes que terco es Yayitsu. Primero le diré a Jomei que no se separe de Marcel y que ponga más vigilancia en la casa.
–¿Quieres que vaya a ver a Marcel?
–Si, seguramente ya despertó. Alístalo para el almuerzo, John vendrá a despedirse.
–Esta bien -.
Al medio día llegó John, Camil estaba en un jardín lleno de rosas. Era primavera y las rosas ya floreaban, el jardín estaba lleno de flores hermosas y coloridas. Camil llevaba un sencillo y elegante vestido azul muy fresco, además un sombrero que hacía juego con el vestido y que cubría del sol su rostro.
John la observaba y le parecía una aparición, un ángel encarnado en mujer. Sin embargo no era el único que en secreto se deleitaba con aquella imagen. Yayitsu la veía también aunque un poco más lejos.
Yayitsu decidió acercarse a ella pero fue cuando notó la presencia de John, algo que le molestó mucho; se preguntaba como se pudo contener de golpearlo cuando besó a Camil la noche anterior.
Decidió acercarse como si no hubiese visto a aquel intruso y John decidió observar un poco más.
–Camil –le llamó Yayitsu.
–¿Qué quieres?
–Solo quiero hablar contigo. ¿puedo? ¿o debo pedirle permiso a tu prometido? –él sabía bien que este comentario le permitiría hablar con ella. Aunque fuera solo para demostrarle que no necesitaba permiso de nadie para hablar con quien ella deseara. La conocía mejor de lo que ella creía.
–¡¿Qué?! ¡Yo no necesito permiso para nada!
–Entonces ¿puedo hablar contigo? –Camil lo observó por unos segundos y él puso cara de cachorrito así que accedió.
–¡Ashh! Está bien, pero que sea rápido porque tengo cosas que hacer.
Yayitsu le ofreció su brazo para que la acompañase a caminar por los jardines como lo hacía antes y sonrió complacido al ver que ella aceptó.
–Dime ¿qué es lo que quieres?
–Yo solo quiero que me perdones.
–¿Que?
–Quiero que me perdones por ser un imbécil y por hacerte daño, yo... no sabes como lo lamento.
–está bien ¿eso era todo?
–No, yo se que es mi hijo, aunque nunca lo aceptes, aunque siempre lo niegues; se que es mi hijo; ¡mi corazón me lo dice a gritos!. Jamás te alejaré de él, lo de anoche solo fue un arranque de ira, pero ya no quiero hacerte más daño. Así que si es tu decisión que él nunca sepa la verdad, que otro sea al que llame padre y a otro le de su afecto y respeto... está bien; yo quiero que ustedes sean felices. Velaré por él aunque sea desde lejos, siempre cuidaré de ustedes –ahora Yayitsu la sostenía por la cintura y la acercaba a él, y ella parecía no notarlo, estaba embrujada con sus ojos negros, su corazón latía con fuerza y aquel discurso, la había conmovido más de lo que quería aceptar. Una locura asaltó su mente, reconocer que era su hijo, besarlo y escapar con él, ir al fin del mundo si se lo pedía.
Entonces Yayitsu la besó cálidamente y ella se aferró a él, lo besaba con fervor, casi desesperadamente y lo abrazaba como si su vida dependiera de ello. Pero llegaron las dudas, dudas que le atormentaban el corazón y lo apartó bruscamente.
–Te disculpo, te perdono pero... es lo único que puedo darte -.
Y se marchó sin darse cuenta si quiera de que aquella escena había sido observada. Yayitsu sabía perfectamente que John los había seguido así que volteó para buscarlo y al encontrarlo con la mirada le dedicó una sonrisa burlona y cínica y se marchó tras Camil.
Camil caminaba presurosa y trataba de contener el llanto, pero algunas lágrimas escaparon furtivamente de sus ojos. Yayitsu iba tras ella a sabiendas de que John iba tras él, y antes de entrar a la casa le dio alcance y sujetó su brazo suavemente, antes de que dijera cualquier cosa John lo empujó lejos de ella, le dio un puñetazo y desenvainó su espada.
–¡No te atrevas a tocarla! –gritó John. Yayitsu sabía que era la única forma de demostrarle a Camil que ya no era el hombre que conoció, así que se contuvo de asesinarlo allí mismo.
–Será mejor que guardes eso, te puedes lastimar –le dijo Yayitsu irónicamente.
–Acaso el gran príncipe, señor de Japón, el mejor samurai del imperio teme pelear con un simple plebeyo –le contestó John.
Había presionada la tecla correcta, ¿lo había llamado cobarde? Insultó su honor y eso era algo que no permitiría. Dispuesto a sacar su katana fue cuando Camil decidió intervenir, así que posó su mano sobre la de Yayitsu pidiéndole con la mirada que no lo hiciera. Él tomó su mano y la besó, y gratamente aceptó aquella silenciosa petición.
Ante tal acción John jaló a Camil apartándola de él.
–¡Te dije que no la tocaras! ¡Ella es mía! Será mi esposa y no hay nada que puedas hacer para evitarlo.
–‘¡¡Suya!!’ –pensó Camil, ella no le pertenecía a nadie, no era un objeto o un animal que se pudiese comprar.
–¡¡Ella no te pertenece!! ¡No es un objeto que puedas haber comprado! –tal afirmación le sorprendió en demasía, Yayitsu diciendo tal cosa, era increíble, tal vez él si había cambiado. Era capaz de aceptar que ella y su hijo estuvieran con otro hombre.
–¡Que demonios te pasa John! –por fin pudo articular palabra.
–¡No voy a permitir que este idiota se te acerque! Será mejor que estés en mi casa hasta que se largue.
–¡¡Qué!!
–Dile a tu padre que irás a mi casa, así que empaca tus cosas.
–¡NO! ¡Estás loco! ¡No iré a ningún lado! –a estas alturas el conde, Jomei y el emperador habían salido a ver lo que sucedía.
–¿Qué es lo que sucede? John ¿por qué has sacado tu espada?
–Conde, la he sacado por que no permitiré que este hombre se aproveche de Camil –al conde no le agradó escuchar esto a sabiendas de lo que había pasado cuando Camil estuvo en Japón, él se había aprovechado de la inocencia de su pequeña, se aprovechó de que estaba sola en un país extraño.
–Si es así...
–¡¡Padre!! ¡Yayitsu no me ha hecho nada! Ha sido John quien ha insultado a Yayitsu, y solo por respeto a ti y tu casa no lo ha matado.
–Esta bien hija, John por favor guarda tu espada –John estaba furioso pero aun así obedeció a la petición del conde.
–Será mejor que hablemos, entremos a la casa.Yayitsu sonreía triunfal, aunque no pudo darle la paliza de su vida a John, Camil lo había defendido por en encima de su “prometido”. Por su parte al emperador también le agradaba la situación, si Camil se disgustaba tanto como para no querer casarse, Yayitsu podría convencerla de regresar con él a Japón con su nieto; este niño cuando creciera sería tan fuerte como su padre, tan listo como su madre, valiente y un líder; y por suerte Marcel había heredado el carácter de seu madre. Aunque el emperador lo pensó mejor y le hubiese gustado que heredara el carácter de alguno de sus abuelos, ya que Camil y Yayitsu tenían un carácter muy parecido. Ambos eran tercos y obstinados. Orgullosos pero eran valientes, audaces, atrevidos; mmm talvez podría guiar su educación ya que pronto dejaría el imperio en manos de su hijo.
Entraron a la sala y Ana bajó con Marcel y se desconcertó un poco al ver el ambiente tan tenso, pero recordó el carácter de Camil, y el de Yayitsu así que no le dio mucha importancia.
–Ana, ¿ya comió Marcel?¨
–Si, le di de comer antes de bajar
–Por favor lleva a Marcel a fuera, tenemos algunos asuntos que discutir y no quiero que nos escuche gritar.
–Está bien.
Ana salió con el niño y con Jomei, y el emperador salió tras ellos.
Camil decidió sentarse cerca de Yayitsu, en el sillón contiguo, así que John y el conde también se sentaron.
–Conde yo creo que lo más conveniente es que Camil se quede en mi casa mientras el príncipe esté aquí como su invitado.
–No lo sé, no creo que sea correcto.
–Señor yo estaré de viaje por lo menos mes y medio, por mi no debe preocuparse.
–No.
–¿Que?
–Dije que no iré a ningún lado. Marcel y yo nos quedaremos aquí y si no te parece lo siento.
–Camil, nos casaremos en meses.
–Y cuando acepté casarme contigo te dije que si pensabas decidir mi vida entonces la respuesta era no.
–Solo quiero lo mejor para ti.
–¡No! ¡Solo quieres lo mejor para ti! Así que no hay mas que discutir.
–Hija por favor yo creo que debes pensar mejor las cosas.
–No padre, si tú ya no deseas que esté en tu casa solo tienes que decirlo y me iré.
–¡Claro que no hija! Si por mi fuera te querría tener en casa hasta que muera; pero creo que no estás tomando la mejor decisión.
–Lo es padre, por que es mi decisión; jamás has interferido en mi vida y siempre respetas mis decisiones, y no voy a permitir que si tú que eres mi padre me respetas, mi marido no lo haga, mucho menos cuando ni siquiera estamos casados.
–Está bien hija, aunque no creo que sea lo mas conveniente –el conde decidió salir y dar por terminada la discusión, sin embargo mantendría bien vigilado a Yayitsu, no le gustaba que se acercara a su hija..

el ladrón, el príncipe y el dragón

–¡No hagas eso Jomei!¡Nunca podrás volver!¡No deseo tener que matarte! –Yayitsu gritó y Jomei dio vuelta para encontrarse con la mirada de él llena de dolor y cólera.
–¿Tú lo harías Yayitsu, me matarías, matarías a tu mejor amigo? ¿Tu único amigo? –Yayitsu seguía estando silencioso no demostrando alguna emoción–. ¡No me sorprende, condenaste a tu único amor a un destino peor que la muerte, tu y yo somos solamente amigos! –dijo Jomei con horror–. ¡Yayitsu has lo que tengas que hacer! No siempre podrás hacer tu voluntad –dicho eso, Jomei montó su caballo y se fue para encontrarse con Ana. Yayitsu se quedó allí parado por un minuto o dos entonces fue por su caballo para perseguirlo una vez que pensó lo que su mejor amigo le había dicho.




–¡QUÉ! –el padre de Camil sintió hervir su sangre y de inmediato se dispuso a desenvainar su katana pero Camil se lo impidió. Sabía que si lo hacia uno de los dos moriría y eso no lo podría soportar.
–Fue culpa mía padre, se lo explicaré en privado por favor –el conde que nunca le negaba algo a Camil. Decidió aceptar la petición de su amada hija.
–Está bien.
–Vayamos al palacio allá nos pueden decir con más calma lo que sucedió.
–De ninguna manera, mi hija y yo nos iremos a nuestra casa, no permitiré que sufra más de lo que ha padecido a manos del príncipe y sabrá dios de quien más.
–Padre, he perdido en una contienda justa y ahora le pertenezco al príncipe.
–¿¡Justa!?, ¡Justa... en las condiciones en las que te encuentras, con contusiones en la cara y el cuerpo y seguramente algunas fracturas, tu, una niña de apenas dieciséis años contra un hombre quien es nada más que el mejor samurai de todo el imperio! Esa no fue una contienda justa, justo hubiera sido que peleara conmigo, pero ahora le daré el placer.
–¡No padre por favor!
–Sí, de ninguna manera permitiré eso, aun sigo siendo el emperador y tu Camil eres un miembro de la corte junto a tu padre y no permitiré que por lo que hiciste seas esclavizada, siendo que todo el tiempo tuviste mi aprobación –dijo el emperador tratando de calmar las cosas. Él era un buen peleador sin duda pero no había sido enseñado como un samurai como su hijo y su mejor amigo, sabía bien que en cuanto Umako sacara su katana ella le exigiría la sangre de su enemigo quien era su hijo–. Camil es libre de irse o quedarse si así lo desea.
–Ella vendrá conmigo al igual que Ana. Después enviaré por sus cosas –sin más el conde se marchó con su hija viendo que Jomei las seguía–. ¿Y quien eres tú?
–Es mi amigo papá, el vino hasta aquí para defenderme.
–Entonces estoy endeuda contigo muchacho, por favor ven a mi casa.
–Además es novio de Ana –dijo ella con una risita traviesa haciendo que Ana y Jomei se sonrojaran.
–Me alegro por ti Ana, por lo dos por supuesto –subieron al carruaje y el emperador los siguió hasta su casa enviando a Yayitsu al palacio.
De inmediato el conde llamó a un doctor para que atendieran las heridas de Camil y llegó el doctor de la familia real y se sorprendió mucho al ver nuevamente a Camil y acompañada por el emperador y el jefe del clan Mamoru.
–Vaya señorita Camil, pensé que estaría en estos momentos en la prisión imperial.
–¡Que! –el emperador y su padre dijeron al unísono al escuchar tal afirmación–. ¿Por qué habría de ir ella a prisión?
–Después te lo diré papá, deja que el doctor me revise –los hombres salieron de la habitación dejando a Camil y a Ana solas con el médico. Después de unos momentos salió y les dijo que no se preocuparan que esta vez las heridas no eran tan serias como en la ocasión pasada. Esta aseveración les puso muy nerviosos a ambos hombres. El conde al saber que su pequeña había estado en grave peligro y el emperador por saber que su hijo casi mata a la única hija de su mejor amigo a quien veía como un hermano. Camil salió de la habitación ayudada de Ana y de inmediato Jomei la cargó para llevarla hasta un sillón diciéndole que era mejor que descansara. Sabiendo muy bien que era igual de obstinada que Yayitsu y que se negaría.
–Supongo que desean saber lo que sucedió en los últimos días. Y tu padre en los meses que no nos vimos. Pues debes saber que intenté robar el dragón y no lo conseguí, lo único que conseguí fue una herida en el hombro y golpes en el cuerpo. Después descubrí que el dragón de shin estaba en un lugar más fácil de tomar, así que decidí ir por él una noche, pero fue entonces cuando Leduc llegó al palacio yo no deseaba tomarlo pero si no lo hacía é te haría daño. El emperador descubrió lo que sucedía y decidió ayudarnos, envió hombres a buscarte la noche que por fin pude obtener el dragón; unos hombres contratados por Leduc me secuestraron, pero gracias a mis amigos no me hicieron daño y tuvimos una prueba más en contra de Leduc. Poco después el emperador nos mandó decir que estabas bien y que en cuanto te repusieras llegarían al palacio, así que decidí regresar el dragón a su sitio, fue entonces cuando el príncipe me encontró en su estudio y me atacó creyendo que me había burlado de él al robarle el dragón, y ahora devolvérselo. Y cuando supo que era yo pensó que era una impostora y me envió a la prisión imperial en castigo. Pero mis amigos intentaron rescatarme y fue entonces que apareció Yayitsu con mas guardias imperiales. Le propuse un trato, si yo ganaba la pelea él nos dejaría ir a todos, si no yo me quedaría como su esclava, pero dejaría ir a mis amigos.
–¿Y él aceptó?
–Si padre, él esta enfadado sólo conmigo por que cree que lo engañé y me burlé de él. Y es la verdad lo engañé pero nunca fue mi intención hacerlo. Perdóname padre por haberte deshonrado, te prometo que jamás lo volveré a hacer.
–No digas eso, jamás me ha importado nada más que tú y el honor no me importa si algo te sucede. No te preocupes que mañana mismo nos iremos de este lugar. Con los papeles que tiene Ieyatsu comprobaremos que fue Leduc quien tramó todo esto, y que te utilizó para llegar hasta el dragón, forzándote mientras me tenía secuestrado. Así que no tendremos ningún problema al regresar a París, ya he enviado una carta al rey informándole lo que su supuesta mano derecha ha hecho y nos ofrecerá una disculpa pública a todos, incluyendo al emperador y al príncipe.
–Seguramente Yayitsu entenderá –dijo el emperador Ieyatsu.
–Eso me tiene sin cuidado, por que no regresaremos, por lo menos Camil.
–Debes saber que él estaba considerando darle el dragón a tu hija...
–Y también consideró enviarla a la prisión imperial a sabiendas que eso es lo peor que se le puede hacer a una mujer. Y por el bien de todos es mejor que se mantenga alejado de ella.
–No creo que debas ser tan drástico Umako...
–el que mi hija casi haya sido rebanada por la mitad me hace considerar el ser drástico como tú lo dices Ieyatsu. –Ni siquiera le has preguntado a ella si desea quedarse. Eso es porque no me interesa, hace veinte años que salí de este imperio por que no estaba de acuerdo con muchas de las cosas que suceden. No dejaré que mi hija se quede aquí y se case con un hombre que es capaz de matarla solo para preservar su honra. Porque no soportó que una mujer lo retara y saliera viva mas que su honor, fue su orgullo y ego los que se vieron dañados, así que mejor olvídalo no la dejaré aquí –Camil entristeció al escuchar las palabras de su padre, pero se repitió a sí misma que era momento de cambiar y no defraudar a su padre nuevamente. Antes de irse Camil le pidió al emperador que no le dijera nada a Yayitsu hasta que ella estuviera lejos en el barco, porque si él decidía ir por ella no podría negarse a quedarse a su lado y ya no quería desobedecer más a su padre el emperador le dio su palabra y se retiró.

A la mañana siguiente abordaron el barco en el que Camil pensaba escapar y se dirigieron hacia China. Camil le envió como agradecimiento por todo lo que había hecho por ella al emperador el katana doble con el que se enfrentó la primera vez a su hijo el cual era una reliquia.
Algunos días después de que Camil se fuera, Yayitsu se atrevió a preguntarle a su padre sobre ella. Y él le dijo toda la verdad sobre el porque ella había ido a Japón, y el porque había robado el dragón.
Él quiso ir por ella pero su padre le dijo que se había marchado la mañana siguiente hacia Europa. Y que él había dado su palabra para casarse con Mariko y debía cumplirla. Como Camil lo haría con su padre cuando le prohibió quedarse aun cuando ella deseaba hacerlo.

Capitulo 8: Promesas...

Ana podía divisar a los guardias que custodiaban a Camil entrando a la zona donde los emboscaría.
–¿Dónde demonios estás Jomei? –ella pensó–. Tendré que hacerlo yo sola –en ese momento llegaron cuatro personas. Tres hombres y una mujer. El capitán Smith y otros tres de sus mejores “soldados”.
–¿Qué haces aquí pequeña? Es un poco peligroso que estés aquí –Ana le dio una mirada asesina pero agradeció que estuvieran allí. Podían verse diez guardias imperiales de élite acercándose.
Los guardias imperiales estaban pasando por ese lugar cuando uno de ellos quedó inconsciente en el suelo porque una roca lo golpeó en la cabeza. Entonces repentinamente una mujer comenzó a tacarlos con toda clase de armas. Camil estaba en la parte posterior de la jaula no prestando atención a los alrededores, pensando en los errores del pasado y los guardias hicieron una parada repentina. – Ahh -. Ella gritó cuando se golpeó la cabeza por la repentina parada. Entonces escuchó el griterío de los guardias y el sonido de una pelea.
–¡Creí que los emboscaríamos! –dijo el capitán a Ana.
–¡Los estamos emboscando! –dijo Ana.
–¡Esto es un suicidio no una emboscada!. ¡Son nueve guardias imperiales de élite, cada uno vale por tres de nosotros! –Camil deseó ver lo que estaba sucediendo pero solo pudo ver un caballo delante de ella. Ella escuchó los gritos del agresor y supo quien era.
–¡Ana! –gritó Camil.
–Estoy un poco ocupada ahora Camil, pero te tendré fuera en un minuto -. Le respondió Ana a Camil. Afuera siete protectores aun quedaban. Ellos estaban en apuros hasta que Jomei llegó.
–Jomei –un guardián calvo dijo–. ¿Qué estás haciendo aquí? Eso no importa porque estás justo a tiempo estábamos a punto de tener cierta diversión. Apenas esa pequeña dejó inconsciente a uno de mis mejores hombres.
–Sería un honor –él le dijo–, si utilizaras la mía –ella le sonrió y tomó con gusto su espada y se preparó para hacer frente a su destino. Él estaba parado allí esperándola. Su rostro era frío su mirada insensible y ocultaba cualquier rastro de emociones.
–¿Él me matará? –se preguntaba ella–. Casi lo hizo una vez –pero comprendió que no era el momento para pensar en eso. Ella deseó terminar con esto rápidamente así que tomo la ofensiva y lo atacó airosamente, pero él lo esquivó y maniobró cada uno de los ataques de ella. En breve ella tenía una rebanada muy profunda sobre la parte superior de su brazo derecho. Lo que hizo que su katana cayera cerca de un árbol. Ella se cansó de esquivar sus golpes y él la golpeó con el pie y la atrapó contra un árbol con su katana presionando su cuerpo contra el suyo como hizo la última vez y susurrando en su oído
–Yo gano –Camil cerró los ojos y se preparó para la muerte pero nunca llegó. Cuando los abrió vio al príncipe ordenando dejaran pasar a los sujetos que habían intentado rescatar a Camil e ir por unos grilletes–. Desde hoy hasta el día de tu muerte, lo cual deseo sea dentro de muchos años, serás mi esclava, harás lo que te ordene en el momento y sin replicas. Te dirigirás a mí como majestad o príncipe pero nunca por mi nombre. ¿Queda claro?
–Sí majestad –en esos momentos se escucharon unas carretas detenerse y la voz del emperador. El conde al ver el estado en el que se encontraba su hija corrió a su lado para abrazarla. Y Yayitsu no lo entendía. ¿Ella no era una impostora?. De verdad era la hija del jefe del clan Mamoru. Una de las familias más cercanas al emperador. Pero ¿por qué robar el dragón de Shin?
–¡Hija! ¿Estás bien? ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Quién te ha lastimado?¿Fue Leduc?
–No te preocupes papá, estoy bien.
–Tu, ¿de verdad eres hija de Umako Mamoru, Camil la condesa?
–Ya se lo había dicho mi príncipe.
–¡Por supuesto que es mi hija! Es la única que tengo. ¿Porque lo preguntas príncipe Yayitsu, acaso no te lo dijo tu padre?
–¿Qué fue lo que le pasó a Camil Yayitsu? Los hombres que la secuestraron lo hicieron, Ana me dijo que solo fue un rasguño en su pierna y algunos ligeros golpes, y ella luce como si de verdad le hubieran dado una paliza.
–Es porque se la dieron –una voz femenina interrumpió el interrogatorio.
Los amigos de Camil se habían marchado y solo estaban Jomei y Ana quien ya había despertado.
–¿Qué quieres decir Ana? ¿Quién fue? –el conde le preguntó y los presentes voltearon a verla.
–Por qué no le pregunta al príncipe, él sabe muy bien quien lo hizo –el emperador comenzó a comprender, Ana le dijo que Camil colocaría nuevamente el dragón en su lugar. Probablemente Yayitsu la había encontrado y esta vez no la dejó escapar.
–¿Qué fue lo que sucedió príncipe Yayitsu?. Explícame porque Camil está tan golpeada.
–Yo lo hice.
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