Pastillita blanca, pastillita azul.

miércoles, 2 de abril de 2008

Ejercicio sobre lo dramático (aprox. una cuartilla)
Por Estephani Granda Lamadrid


Q
uizá sea pura imaginación. Le empecé a hablar porque una vez me preguntó qué estaba leyendo y resultó que habíamos comprado el mismo libro y estuvimos platicando a la hora de comer y que luego, otro día, nos besamos descuidadamente en los labios cuando nos despedimos y no dijimos nada, y no le importó que yo estuviera pensando en él toda la tarde y que esa noche estuve toda incómoda y tuve que dormir con una almohada entre las piernas y puse mis manos sobre mi vientre y dije que nunca más estaría con alguien porque no me gusta quedarme sola, porque un día nadie llegó por mi a la terminal y me quedé con el equipaje y con el ron y en mi casa las pastillas, las recetas y los hielos deshaciéndose en la mesa de centro. Ese día regresé a casa y me puse a llorar toda la noche y cuando quería dormir me estaba ahogando con mi propio llanto y tuve que sentarme en la orilla de la cama a seguir llorando las otras dos horas que necesitaba y entonces pensé que quería tener un hijo para que alguien me amara como soy y no sentirme tan triste y sola creyendo que no tenía nada, porque solo un hijo puede llenarme el cuerpo y quererme aunque no dijera nada nunca, y luego desperté en la cruz verde otra vez y ya nadie estaba ahí conmigo, todos se habían ido, y me tuve que tomar las medicinas y regresar a casa otra vez sola porque ya nadie quiere cargar conmigo.

Y luego él que me evita la mirada (o eso digo yo) y supongo que aún le intereso y me voy haciendo pequeña y frágil para que aparezca y me ayude con los libros que cargo pero no lo veo. Y luego me delineo los ojos para que me vea y saco la blusa escotada que me prohibió mi hermana cuando aun vivía con ella y creo que sonrío de manera provocadora y siento que no me alcanza el tiempo y me siento estúpida usando una bolsa pequeña donde no cabe nada y esta tarde no te vi en el trabajo. Y aún hago tiempo a la salida, por costumbre, para que nos vayamos juntos en el camión, y volteo y volteo y no llegas, y el autobús se va y me quedo. De pronto recuerdo que es agosto y que otra vez no traje sombrilla y ya todos se han ido y el ultimo autobús de esta ruta también. Entonces decido caminar porque ni para correr sirvo y me llevo las manos al pecho y me abrazo muy fuerte hasta que ya no puedo caminar de tanta lágrima y me siento al borde de la banqueta y agradezco usar pantalón para sentarme a mis anchas y llorar a gusto, a solas, y ya es de noche y queda lejos aún la parada de los taxis y me quedo un buen rato sentada viendo pasar los coches y sus luces que me deslumbran y yo no quiero ver, y ya no puedo ver. Abro los ojos. Otro día en el hospital.

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