jueves, 24 de abril de 2008


a la Proyección del documental

"El pan y la leche"

(le pain et le lait)

de Carim Ezeddine y Xavier de la Vega

José, Abel y Jesús eran aún muy jóvenes cuando su madre partió hacia los Estados Unidos. Se fue para jamás volver. Con el tiempo, los envíos y las llamadas se volvieron menos frecuentes, y la distancia aún más grande. Algunos años después los tres hermanos abandonaron uno a uno la tierra de su infancia, para emprender su propio viaje hacia el país de las promesas. La frontera detuvo su marcha y llegaron a pensar que pasarίan sus vidas en las zonas industriales de la región. Finalmente, todos alcanzaron la América de los indocumentados, y ahora residen a solo a unas decenas de millas cerca de su madre. La puerta que los vio pasar se cerró poco a poco detrás de ellos, y con ella la posibilidad de dar marcha atrás. Del otro lado… los amigos, una hermana… todos sus recuerdos.

Carim Azeddien, es argelino-brasileño y estudió cine en París, Francia. Participó de videoinstalaciones colectivas en el ámbito de la Nuit Blanche. Trabaja de traductor de guiones y escribe críticas para las revistas Sciences Humaines y Infos Brésil. Es especialista de cine brasileño, participa de debates y talleres.
Xavier de la Vega, es mexicano-francés y estudió en la Universidad de Sussex, Inglaterra, y dirección de documentales en Les Aletiers Varan, París. Escribe para las revistas Sciences Humaines Alternatives économiques, l’Humanité hebdo, (Francia), Ciberoamérica, Proceso, y los periódicos La Jornada, Reforma (Mexico), La Opinión (Periódico hispano de Los Angeles, EU).

miércoles 30 de abril, 21:00 horas

entrada libre

martes, 22 de abril de 2008


Enviar a un amigo

a la presentación del libro
Cien años de confusión
México en el siglo XX
de Macario Schettino


Confusión y revolución
Roger Bartra

La idea de revolución es un mito estrechamente asociado a las izquierdas políticas. Pero en México esta idea, tan cara a los movimientos socialistas de diverso signo, ha sido el símbolo de una burocracia militar y política que gobernó en forma autoritaria durante casi todo el siglo pasado. De hecho, esta burocracia se consideró a sí misma, en muchas ocasiones, como de izquierda... Claro que “dentro de la Constitución”, como dijo López Mateos.
La mitología política retrata a los revolucionarios como la encarnación de lo nuevo. Por ello, no hay peor pesadilla para la gente revolucionaria que la idea de que ha quedado rezagada y que no vive a la altura de los nuevos tiempos modernos y postmodernos. ¿Es la revolución un fenómeno que se agotó durante el siglo que se acaba de ir? Macario Schettino contesta con un enfático sí. En su excelente libro (Cien años de confusión: México en el siglo XX, Taurus, 2007) muestra cómo el siglo de la Revolución Mexicana fue un siglo perdido, dominado por un experimento fallido y por el estancamiento. La Revolución Mexicana fue –y sigue siendo– un mito tan poderoso que hasta la derecha lo adoptó. En el México del siglo XX todos éramos revolucionarios: burgueses e intelectuales, campesinos y burócratas, obreros y tecnócratas.

Para leer el artículo completo pulsa aquí

Para ver el blog de Macario Schettino pulsa aquí

Cien años de confusión, México en el siglo XX, Schettino, Macario.
Taurus, México, 2007, 632 pp, $299°°

jueves 24 de abril, 19:00 horas
Presentado por el autor
acompañado por Gloria Tirado
Villegas y José Ramón López Rubí
entrada libre

Profetica

viernes, 11 de abril de 2008



Peña Sesentera
Con Carlos Arellano, Helio Huesca, Diego Rosas,
Manuel Cano, Laura de Ita y Jorge Bazaldúa
viernes 11 de abril, 21:00 horas
entrada libre






Si desea ser dado de baja de la lista de contactos de Profética o desea actualizar sus datos, pulse aquí.
Email Marketing
Profética, Casa de la lectura | 3 sur 701, centro | Puebla, Mexíco

Pastillita blanca, pastillita azul.

miércoles, 2 de abril de 2008

Ejercicio sobre lo dramático (aprox. una cuartilla)
Por Estephani Granda Lamadrid


Q
uizá sea pura imaginación. Le empecé a hablar porque una vez me preguntó qué estaba leyendo y resultó que habíamos comprado el mismo libro y estuvimos platicando a la hora de comer y que luego, otro día, nos besamos descuidadamente en los labios cuando nos despedimos y no dijimos nada, y no le importó que yo estuviera pensando en él toda la tarde y que esa noche estuve toda incómoda y tuve que dormir con una almohada entre las piernas y puse mis manos sobre mi vientre y dije que nunca más estaría con alguien porque no me gusta quedarme sola, porque un día nadie llegó por mi a la terminal y me quedé con el equipaje y con el ron y en mi casa las pastillas, las recetas y los hielos deshaciéndose en la mesa de centro. Ese día regresé a casa y me puse a llorar toda la noche y cuando quería dormir me estaba ahogando con mi propio llanto y tuve que sentarme en la orilla de la cama a seguir llorando las otras dos horas que necesitaba y entonces pensé que quería tener un hijo para que alguien me amara como soy y no sentirme tan triste y sola creyendo que no tenía nada, porque solo un hijo puede llenarme el cuerpo y quererme aunque no dijera nada nunca, y luego desperté en la cruz verde otra vez y ya nadie estaba ahí conmigo, todos se habían ido, y me tuve que tomar las medicinas y regresar a casa otra vez sola porque ya nadie quiere cargar conmigo.

Y luego él que me evita la mirada (o eso digo yo) y supongo que aún le intereso y me voy haciendo pequeña y frágil para que aparezca y me ayude con los libros que cargo pero no lo veo. Y luego me delineo los ojos para que me vea y saco la blusa escotada que me prohibió mi hermana cuando aun vivía con ella y creo que sonrío de manera provocadora y siento que no me alcanza el tiempo y me siento estúpida usando una bolsa pequeña donde no cabe nada y esta tarde no te vi en el trabajo. Y aún hago tiempo a la salida, por costumbre, para que nos vayamos juntos en el camión, y volteo y volteo y no llegas, y el autobús se va y me quedo. De pronto recuerdo que es agosto y que otra vez no traje sombrilla y ya todos se han ido y el ultimo autobús de esta ruta también. Entonces decido caminar porque ni para correr sirvo y me llevo las manos al pecho y me abrazo muy fuerte hasta que ya no puedo caminar de tanta lágrima y me siento al borde de la banqueta y agradezco usar pantalón para sentarme a mis anchas y llorar a gusto, a solas, y ya es de noche y queda lejos aún la parada de los taxis y me quedo un buen rato sentada viendo pasar los coches y sus luces que me deslumbran y yo no quiero ver, y ya no puedo ver. Abro los ojos. Otro día en el hospital.

Blog contents © TALLER DE NOVELA DE GERARDO OVIEDO 2010. Design by Nymphont.