Me encontraba leyendo en la playa hace unas semanas, el hipnótico sonido de las olas, el olor del mar, la textura de la arena, permiten el completo goce de los sentidos. Todo hasta ese momento era gratificante. Hasta que alentado por mi hermano subo a la "banana".
Como no tenia donde dejar mis cosas tuve que cargarlas al bote lanchero, si la sensación de entrar al agua fría no es grata, menos es hacerlo poco a poco; mientras avanzaba cargando las cosas mi piel enchinaba y temblaba, justo en ese momento, piso una afilada roca, que a placer recorre toda la planta de mi pie, dejándome adolorido y molesto, pero era mi pie Ó el ipod, mi libro, el celular y una toalla (¿habré elegido bien?) en fin, después de dejar las cosas en el bote me subo a la "banana" con el pie lleno de sangre, y antes de reaccionar se mueve a toda velocidad. Yo maldecía sin reparo, pero estas injurias se perdían con el ruido de las olas, los gritos y brincos de emoción de los otros acompañantes.
De momento, trato de no pensar en mi herida y mucho menos verla, ocupando mi mente únicamente en el momento de poder bajar y curarla.
De pronto todo cambia...
Fui sacudido y arrojado fuera de la banana, logro salir a flote adolorido y confundido…
Entonces sonrió, porque cuando las cosas salen mal una tras otra, solo queda pensar que las cosas tienen su razón de ser, cuando uno trae una buena racha que ni uno mismo se la cree no maldice o se queja, es mas se repite para sí mismo “vaya, por fin”, “ya era hora” o si se es masoquista y mártir “tantas cosas buenas no pueden pasarme, de seguro algo fatal esta por ocurrir” “no, no merezco esto”
Así disfruto ese atípico momento y recobro la paz, floto, miro al cielo, el hipnótico sonido de las olas golpeando mi cabeza, el sabor amargo de la arena me lleva a un nuevo goce sensorial y el tiempo se detiene.
Pronto recobro conciencia y me percato que hay 9 personas en la misma situación y al escuchar el llorar de los niños, nado hacia estos pensando en la traumática experiencia que debe ser para ellos, mi hermano y yo tomamos el control de la banana y los ayudamos a subir, después el lanchero se acerca a la estela de desesperadas y asustadas personas que había dejado recogiéndolas de una a una, se emprende un silencioso y amargo regreso.
Si embargo, cuando veo mi pie que aún sangra, empiezo a reírme a carcajadas, grito y salto; ya cerca de la costa unos bañistas observan tal escena, donde al parecer solo una persona se divierte.
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