HUGO BARRANCO TAREA 1 SESIÓN 4

sábado, 30 de julio de 2011

SESIÓN 4

TAREA 2

Cuento: enfrentamiento entre un personaje erótico contra un tanático

Matilde y Fernando, su cuñado, departían sobre las anécdotas familiares; Fernando la había invitado a tomar café; Matilde, aunque no veía con buenos ojos la invitación, aceptó porque hablarían de un asunto importante, según había dicho él. Y, después de intercambiar algunas risas, Matilde con actitud inquisidora plantó frente a él una pregunta:

¿Cuál es ese asunto tan importante que tratar?

―Me preocupó encontrar las radiografías de Mario en el despacho de la planta ―dijo Fernando con preocupación y agregó―, no pude evitarlo y le pedí al doctor Ruiz revisarlas.

Matilde, primero apretó los dientes, después arrugó el ceño y al final contestó:

―No te preocupes, Mario me contó sobre las dichosas radiografías y todo está perfecto. Tu hermano goza de la salud de un toro. Creo que estás exagerando.

Mario se encogió de hombros y se quedó pensativo. No le pareció correcta la ligereza de Matilde. Cuando él vio las radiografías, bastó reflexionar un poco para darse cuenta del acecho de la muerte. La experiencia más cercana que había tenido con la muerte fue cuando su padre atropelló a un perro callejero; así cada vez, a su memoria regresaba la imagen sanguinolenta y el espectáculo de tripas embarradas. En su interior permaneció la sensación de escozor si en lugar del perro callejero, eso le sucediera a cualquiera de las personas que más quería. No, jamás podría sobrevivir a una suerte tan cruel. Y era preciso, a toda costa, evitar el dolor.

―Déjame contarte lo que me dijo el doctor Ruiz ―al mismo tiempo que tomaba una de las manos de Matilde y continuó―, y después me dices si exagero.

Matilde se estremeció con el contacto de las manos de Fernando y al instante retiró la suya.

―Mario no tiene problema alguno. Ayer, por ejemplo, se levantó temprano a correr, por cierto me dijo que corrió sus acostumbrados ocho kilómetros ―y añadió Matilde triunfante―: ¡Mario es la persona más sana del mundo! Y así seguirá por muchos años. El doctor Ruiz querrá que cuide su salud y por eso mismo te ha dicho…

―¿Cómo puedes estar tan tranquila? Todavía no te contado lo que dijo el doctor Ruiz, tú eres la esposa de Mario y deberías estar aterrada con la idea de perderlo.

Matilde observaba los finos rasgos de su cuñado, su figura esbelta, el pecho que asomaba tras su camisa, percibía el aroma a madera de su loción: sintió mucha atracción por él en ese momento. Tomó consciencia de las sensaciones que eran provocadas por Fernando y un ataque de rubor la tomó por sorpresa. A pesar del cosquilleo que inundaba su cuerpo, respondió con suficiente aplomo y él, sometido a su honda ansiedad, no se daba cuenta de las transformaciones corporales de su cuñada.

―Tranquilízate, Fernando, y explícame que te dijo el doctor Ruiz.

― Mario tiene cáncer de pulmón ―contestó con los ojos apunto de una inundación.

Matilde se levantó y abrazó a Fernando. Ella sintió el contacto de su cuerpo y se apretó contra él. Se sintió contagiada por el llanto y se dedicó a consolar a Mario mesando sus cabellos, al tiempo que besaba sus mejillas, una y otra vez; y, en un ataque de emoción, besó sus labios húmedos por el llanto. Mario se abandonó entre sus brazos sin consciencia porque le dolía la enfermedad de su hermano. Matilde supo hasta entonces porque ella lloraba: no lloraba por la posible muerte de su marido, lloraba porque estaba vivo.

TAREA 1

Elegante caballero

Y con adusta mirada

Recoge su cruel espada

Ha dejado en el tintero

versos del amor ligero

como los del cantinero

Una carta de su amada

Con su letra perfumada

Dejó un mensaje agorero

Que acabo en lance certero

A

B

B

A

A

A

B

B

A

A








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