Aidè: No sè ¿por què lo haces? Habrìamos obtenido muchas cosas, ¡pero noo! Tenìas que ser una cobarde. Una tonta, siempre lo has sido. No quisiste hacer ningùn sacrificio y optaste por lo màs fàcil, para variar... despìdete de todos y espero que esta vez no falles.
Saraì: ¡Ya no puedo màs! ¿Es que no lo entiendes!
Aidè: ¡Dèbil! Siempre lo has sido, ¡no se por què me sorprendo!
Saraì: ¡Ya basta!... aun recuerdo la primera vez que pasò. Estaba en mi cama, ya eran las doce y todos dormìan o al menos eso pensaba. Escuchè que abrìan la puerta asì que me sentè. Me dijo que no me preocupara, que sòlo querìa decirme algo. Me quedè callada mientras se sentaba. Me dijo que era muy hermosa y que estaba preocupado por mì y mi novio Andrès. Que no era correcto lo que haciamos y que debìa dejar de verlo. Yo le dije que no se preocupara, que estaba tomando pastillas y que Andrès usaba condòn, que no habrìa ningùn problema.
Fue cuando acariciò mi cara, mis labios y despues tocò mis pechos. Me asustè mucho; quitè su mano con un manotazo y entonces el me dio un cachetada que me tumbò en la cama. Intentè gritar, pero la boca me tapaba, intentè luchar... pero las fuerzas se me agotaron. sucumbì al terror y perdì el sentido de lo que realmente pasaba.
Las làgrimas comenzaron a brotar de mism ojos con un silente llanto de amargura y resigaciòn. sentìa su aliento, su cuerpo sobre el mìo; me lastimaba; lastimò tanto, que creì que me habìa desgarrado.
Al terminar, ne dijo que no se lo dijera a nadie o si no matarìa a mi madre y se quedarìa conmigo y mi hermanita, y cuando se aburriera de mi, irìa con ella.
No podìa decirle a nadie. Seguramente no me creerìan.
Hace ya dos años de eso ¿por què? ¿por què? Me he preguntado eso cada dìa... y cada noche que èl se ha aparecido en mi habitacion.
Aidè: Pobre niña, la violaron. que pena me das. Si hubieses sido màs gentil con èl, esto no habrìa pasado. Pudimos tener todo lo que siempre quisimos, pero ¡lo arruinaste! ¡Ahora atente a las concecuencias!
Saraì: ¡Ya calate! ¡no me molestes màs!
Aidè: Como quieras... toma, esto servirà. el cinturon que èl mismo te regalò.
Saraì: Pero ¿còmo?
Aidè: Toma estos dos y anudalosasì. Entrelazòndolos.
Saraì: No vn a soportarme.
Aidè: No te preocupes, son de cuero.
Saraì: Adiòs.
Aidè: Adiòs.
Saraì: Lo ùltimo que escuche fue a mi madre llamàndome para que bajara a desayunar.
Pero como no bajè, ella subiò y me encontrò colgada de la trabe de madera del techo; azul... y muerta.
Aidè: Ambas morimos esa mañana.
Saraì: Cuna a la tumba, tù siempre lo dijiste.
Dafne A. Franco Aguilar
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