Recluido en mi mente

martes, 28 de abril de 2009


Recluido en mi mente

Por:
Guillermo Jiménez


Trato de ver pero todo es obscuridad, o tal vez todo sea luz, realmente no logro distinguir.
Grito en busca de alguien pero nadie escucha mi llamado, incluso yo no soy capaz de oírlo.
Trato de huir, pero me doy cuenta de que mis piernas no responden.
Trato de moverme, mi cuerpo al igual que mis piernas, se mantiene inmóvil.
Realmente no sé lo que sucede, el miedo comienza a invadirme.
Sigo respirando, puedo sentir mis pulmones llenándose de aquel vital gas. Puedo sentir mi corazón palpitando, la sangre corriendo por mis venas.
Me pregunto que es lo que sucede.
A pesar de que mi cuerpo no responde, puedo sentirlo. Siento ambas piernas, ambos brazos. Siento cada uña, cada vello. Puedo sentir cada parte de mi cuerpo con exactitud, una exactitud casi irreal.
Nunca antes sentí algo así, puedo distinguir cada movimiento involuntario, cada parte de mi cuerpo.
Sensaciones que nunca antes había experimentado.
De pronto, percibo algo en mi brazo, no había notado que estaba allí, es incomodo, me provoca un dolor casi nulo, pero presente.
Trato de distinguir que es eso en mi brazo derecho, no lo logro.
Pero a través de aquel objeto, que penetra mi piel, algo entra a mi cuerpo.
Aquella extraña substancia, siento como entra, pero mi cuerpo, no. Siento como ese líquido se mezcla con mi sangre y recorre mi cuerpo.
Aquel extraño cuerpo en mi brazo, me hace percibir mi medio.
Siento mi cuerpo cubierto por ropa, estoy en una cama, logro sentir las suaves sábanas cubriéndome.
Mis demás sentidos también empiezan a percibir mi entorno. Escucho voces, pero aun no logro distinguir lo que dicen, una de esas voces me es familiar.
Trato de concentrarme, esa voz, la recuerdo, es de Gabriela, me pregunto si estará hablándome, pero me doy cuenta que no es a mi a quien le habla, alguien más le responde.
Es una voz masculina, desgastada, probablemente sea un hombre mayor.
Empiezo a distinguir lo que dicen, logro escuchar más claramente.
-¿Qué es lo que dice doctor?
¿Doctor?, ¿Por qué Gabriela habla con un doctor? Su voz se oye tan triste, tan apagada, todo lo contrario a lo que solía ser…
-Aaron esta en un coma, el accidente que tuvo…
-Doctor, yo estuve en el accidente, ¡¿qué le sucede?!, ¿Por qué me ha llamado?
-Señora, por favor, mantenga la calma.
-Solo… dígame que tiene.
-El accidente que tuvo, dejó heridas muy graves. Tan graves que su cuerpo entró en coma. Como usted recordará tuvimos que proceder con varias cirugías, de las cuales se ha recuperado bien.
-Y si se ha recuperado bien, ¿cuál es el problema, para qué me llamo?
-A pesar de que curamos las heridas superficiales e internas, hay ciertas heridas en su sistema nervioso central que son imposibles de curar. Un coma es un trastorno de las funciones cerebrales, lo que generalmente causa la muerte, pero en su caso en particular, no.
-Todo eso ya lo sé doctor, ya lleva tres meses así, ¡explíqueme que le pasa!
-Puede que nunca más vuelva a despertar. Su estado es muy delicado, sólo las máquinas lo mantienen vivo. Lo que ve usted allí, ya no es su novio, sólo es su cuerpo. Lo mas pertinente es que lo desconecte.

LOS MUNDOS Y YO…

Héctor, Mundo, Fay y yo… tuve con ellos una fraternidad eterna de sólo la infancia aquella en la creía que Dios era malo, mi padre lo sabía todo y mi mamá… (Bueno mi madre si era, fue y será la mejor madre que me pudo tocar) esa infancia previa a la adolescencia en la que jugábamos “pistolazos”, como ellos le llamaban al juego, a mí me gustaba más designarle: “indios y vaqueros” como aquellos del “old west”. También jugamos por años “parque liga ligazo”, qué punzante era cuando te tocaba disfrutar el impacto violento de la cáscara de las naranjas de jugo contra algún resquicio de tu piel, ¡Carajo, si que era doloroso!

Los mundos, mis primeros mejores amigos: nadamos, chutamos las cáscaras de fut bol, disparamos nuestros sendos charpes contra las golondrinas distraídas sin rumbo, nos fuimos de pinta, compartimos las comidas, nos tatuamos los mapas de tierra y sudor de los juegos en nuestros pequeños e infantiles rostros, nos colgamos los collares de mugres y tierras, estos también nacidos en los juegos de chiquillos, correteábamos por las aceras de nuestras casas, así le llamábamos a nuestras moradas, mismas que en realidad fueron simétricos departamentos allá en la oriente seis a la altura de la Fundación para ancianos Mier y Pesado y a sólo unos pasos del Parque España. La Calle Real como le llamábamos a esa vereda que dejó de serlo hace varios cientos de años en la tierra nuestra, misma que previo a Orizaba su nombre actual que degeneró de la voz nahuatl Ahualizapan, este mismo terruño plagado de las sempiternas lluvias y humedades, de las ilustres palmeras de coyoles. Imposible olvidar las más bellas y policromáticas amapolas que tuvieron plagado el camellón central de toda la Calle Real, de principio a fin y de los arcos de la entrada poniente vigilada por San Miguel Arcángel y su romana vengadora, hasta el final de nuestra aldea por allá de el cementerio Gral. Juan de la Luz Enríquez, este terruño querido, escenario de mis infancias felices y agrias a veces también, con los Mundos, los primeros mejores amigos…

Este lugar nos vio jugando en los atardeceres a las canicas y su ahogadito, su tachito y el corridito… el trompo y el balero, competíamos con agallas, sólo que eran osadías de niños pletóricos de inocencia y de cariño. Sólo eso hacíamos, jugar y jugar, no teníamos en cuenta esta ilusa y borrosa existencia tan lejana afortunadamente de la de los adultos. También rememoro otro juego y travesura pues es así como les llaman a las alegrías estos seres mayores, que así mismos se apodan maduros, por cierto a mis cuarenta y cinco años sigo pidiendo al todo poderoso no me permita madurar y así proceder como ellos los seres estos mayores, adultos y maduros.

Regreso al punto, el juego aquel lleno de movimiento, correteos y salobres sudores de las tardes húmedas de la tierra de las Aguas Alegres, consistía en colocar un bote o una lata metálica en algún sitio y uno de nosotros le tocaba buscar a los ocultos, es decir, el bote se tomaba de su lugar y lo arrojábamos con fuerza descomunal, con la intención de largarlo a la mayor distancia y así los demás nos encubríamos, el que asistía a recoger el bote lo traía consigo hasta su base, lo depositaba en ese lugar y disponía todas sus habilidades indagatorias para perseguir a los otros traviesos, y cuando hallaba a alguno, apresurado volvía al sitio del bote y lo golpeaba tres veces contra el piso lanzando la consigna de haber desenmascarado a alguno de los facinerosos que nos hallábamos agazapados tras un arbusto, o algún coche – decía – uno, dos, tres por Mundo que se está atrás del coche de Don Coco, y todos los demás, que no habíamos sido descubiertos, podíamos con un sigilo vietnamita y la prudencia de un abuelo sano, acercarnos al bote por supuesto sin ser descubiertos por el vigía y si lograbas llegar hasta la lata, entonces de forma triunfal, la azotábamos tres veces contra el piso y gritábamos a voz en cuello: uno, dos, tres por mi y por todos mis compañeros, entonces todo era risas, alegrías y carcajadas… el recreo continuaba hasta entrada la noche y terminada la tarde, nos íbamos a nuestras correspondientes barracas como soldados en la guerra contra el aburrimiento y custodiando nuestro espíritu de párvulos de la vida…

Subía la escala de mi casa y era como llegar a un cielo, si, eso era para mí, las losetas rojas y con formas discordantes de níveo color, eran la antesala del lugar más seguro que jamás hube conocido, quizá ya eran las ocho o nueve de la noche, mis hermanas estaban por ahí y mi Carmeluchi preciosa, mi madre, haciendo algunas de sus faenas que le gustaban tanto, tejer como araña de buenos modos o bordar esos puntos de cruz con los que me adornó tantos trapos, o quizá echaba a andar los preparativos para manufacturar un pastel de pan de natas de las que le salían a la leche bronca que nos iba a vender Daniel el lechero, por cierto un hombre hermoso y de grandes ojos saltones e inyectados de sangre como un sapo retinto y sublime. Daniel fue un gran hombre y sus hijos ni se diga, Daniel el mayor y el Chivo, de cual nunca supe su nombre, y otros dos más quizá, una muchacha y un joven…

Esa jornada pastelera era maravillosa, participábamos todo el círculo domestico excepto el pater familias, pues se hallaba siempre en una realidad lateral (cuando menos a la mía), después lo comprendí. Mientras sacábamos todos los enseres y los ingredientes para la torta que más tarde cuando ya estuviera horneada, adornaríamos con betún de negro de chocolate. La cazuela aquella de barro enorme y acabado vidrioso que tenía unos adornos en negro acharolados, la pala de madera monumental, bueno, así la miraba porque el tamaño que yo tenía entonces era de liliputiense, la harina, los huevos, el royal para que esponje, azúcar mascabado y algunos menjurjes más que no recuerdo con certeza, o quizá con estos fuera suficiente. Así que comenzábamos, acaudillados y dirigidos por la estrategia materna, ella determinaba las cantidades de los ingredientes: Ponle tanto de leche, ahora sírvele la harina, los huevos, muy importante… las natas, ¡Caramba! Que no se relegue este elemento pues es la estructura vertebral del pan, y ahora la parte bella pero cansada y tediosa, batir, batir y batir más… ¡Azzzo Madre! Esta parte era divertida pero… vaya que había que echarle huevos de gallina y de los otros para disolver los grumos que se le formaba a la masa que resulta de la amalgama de los constituyentes que conversamos antes, esta masa siempre era muy dulce y riquísima. Mi madre indefectiblemente nos reprendía porque furtivamente nos la comíamos – Nos decía – ¡No se coman así la masa que se van a empachar! Por cierto, Dios te libre de este terrible mal del empacho, aunado a tener una abuela bruja y hermosa que te truene el empacho con emplastos de higuerilla, manteca de cerdo y la inevitable lavativa. Sin embargo, aún de conocer los martirios de la recuperación de la salud, era exorbitante y mayúscula la tentación como para no comerme la mayor cantidad de masa cruda.

Terminada la pasta de estar en su punto de batimiento, ella misma pedía a gritos, su molde y el horno pues se sabía lista para su cometido, y le hacíamos el honor, la vertíamos en un horma de aluminio grande en el cual habíamos untado grandes cantidades de mantequilla “para que no se pegue”, y sin más preámbulo… al fuego eterno que le había de dar la consistencia necesaria para convertir nuestra masa en un pan de natas auténtico y legítimo. Pasado el tiempo necesario para sacarlo del fogón, era puesto con sumo cuidado pues ardía de calor como las ascuas del mismo centro de la tierra, sólo había que esperar un poco más y directos al placer final, lo embadurnábamos completito del betún que previamente la madre hermosa que nos tocó había prevenido. La licuadora expectante recibía con beneplácito: hielos, azúcar morena, chocolate en polvo y de leche rebosaba, ella, la batidora, por cuenta propia y echa un cascabel se echaba a andar y ese batidillo… ¡En verdad créanlo! Por favor, no tenía comparación, mi madre nos cortaba los tradicionales triángulos de pastel, pues ya había sufrido la amalgama una metamorfosis Kafkiana, puedo sentir en mis papilas gustativas y ellas mismas que en el recuerdo se regocijan de placer de los sabores que se producían de morder un trozo de tarta y a la vez dar un sorbo de leche fría y batida con chocolate ¡Dios bendito, qué hermoso!

¡A dormir indicaba la madre de todos! Por supuesto no sin bañarse, así que a la regadera, y ¡Lávese bien los rincones! Aquí no queremos niños cochinos y medio españoles…

Salía del temascal al me sometía Luz del Carmen, me ponía la piyama de franela, e irremediablemente a rezar, esta actividad me encantaba, seguro no tanto por la religiosidad aunque no me era desagradable del todo, sino porque lo hacía hacinado a la carne de mi madre, ella me llamaba la atención cuando me distraía en alguna oración, comenzábamos con el Padre Nuestro, y seguíamos con el Ave María, el Dios te salve, un pedazo de Credo, ya casi me quedaba dormido fatigado por los juegos, por las travesuras, por las correrías de todo el día… había una plegaría final que era el postre de nuestros rezos familiares y domésticos: Cuatro pilares tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan, Lucas y Marcos, Juan y Mateo, y en medio la Santísima Trinidad que me dice: Carlitos duérmete ya. Así me dormía hasta el próximo amanecer, arropado por la madre que vio nacer, en el techo familiar y con el calor húmedo de las noches de mayo de la tierra de Dios y María Santísima.

Es cuanto compañeros…

Carlos López Carmen

Agradeceremos sus a: columnarebeld@hotmail.com
Cel. 22 21 01 07 06

ENTREVISTA CON JULIO GLOCKNER ROSSANIZ

Sexta y última parte

Este ha sido un laborioso y hermoso trabajo de periodismo y literatura, esta es mi humilde opinión de esta maravillosa entrevista-conversación con el eminente antropólogo Julio Glockner Rossainz.

Gracias Julio.

Esta es una pregunta delicada y sin duda obligada, ¿Qué pasó con Julieta y Napoleón Glockner, cuál es la verdad de ambos asesinatos?

Bueno, no es que haya una verdad, digamos hay muchas versiones, el gobierno tiene una, la guerrilla tiene otra, la familia tiene otra y la opinión pública que se entera de estas cosas tiene la suya propia… Es un juego de interpretaciones, la verdad absoluta no existe, siempre hay una construcción permanente de interpretaciones, que se pueden hacer con más o menos precisión… Lo que yo te puedo contar de July porque conviví más cerca de ella, porque Napoleón era quince años mayor que yo, recuerdo que él venía a la casa con sus hijos yo jugaba con ellos, el vivía en un mundo ya de un adulto casado en fin, y este estaba fuera de mi alcance, tuve muy poco contacto con él hasta muchos años después, cuando el estuvo preso… Yo como un adulto joven y él en la cárcel de Lecumberri… Sin embargo con Julieta fue diferente ya que vivimos en la misma casa… Tengo más precisión en los recuerdos, cosas más importantes que contar, no más importantes sino… Más información, July estuvo influenciada por el Ché Guevara. Cuando tenía quince años se fue a Cuba a una reunión de las juventudes comunistas que hubo en la habana y regresó impresionada… Todo esto no lo tengo yo como un recuerdo personal, que me lo haya venido a contar a mí porque yo era muy chico, digamos que es lo que me platica Clara, lo que se dijo, lo que se platicaba en la familia, estuvo hospedada en la casa del Ché y cuando ella regresó tenía junto con otros jóvenes, con la hija de Renato Leduc justamente con Patricia, y con dos o tres personas más que de pronto me he encontrado por ahí en presentaciones de libros de Fritz, estos que se acercan y me dicen que la conocieron que estuvieron ahí en ese viaje a Cuba con ella. Fue decisiva la Revolución Cubana, que fue una especie de ilusión en los jóvenes latinoamericanos de esa época y concretamente la figura del Ché. Ella participó en el movimiento de los lecheros cuando estaba en la prepa, me acuerdo que vino feliz a la casa con Carlos el que después fue su marido con un casco y un hacha de bomberos, por que habían volteado un camión que había llegado a dispersar una manifestación que tenía frente al Carolino, echando agua con las mangueras a los estudiantes, entonces ellos lograron hacer correr a los bomberos y voltearon ese camión que estuvo expuesto ahí. De eso me acuerdo yo, de haber pasado por allí y se hallaba este camión volteado de costado en la calle, cartulinas pegadas en toda la fachada del Carolino explicando las razones por la que los estudiantes estaban apoyando a los lecheros, entones desde joven estuvo en movimientos revolucionarios, era una activista decidida, una mujer culta… Con una sensibilidad social muy acentuada, una mujer que no podía estar en paz pensando que en México la desigualdad rampante y tan fuerte que existía, todo esto se lo dice a mi sobrino Carlos. A Carlitos le escribe una carta para irse a la guerrilla, se va a un movimiento que es el antecedente de los “zapatistas”, se llama “Fuerzas de Liberación Nacional”, nunca actuaron en realidad pues fue un grupo que estaba organizándose según entiendo y cuando se desata la “Guerra Sucia” con Echeverría, comienzan a perseguirlos, a caer las casas de seguridad y ya sea que caigan presos o que mueran en enfrentamientos como fue el caso de Julieta, prácticamente desarticulan esta organización junto con las otras, La Liga Comunista 23 de Septiembre, El Ejercito de los Pobres de Lucio Cabañas en fin, a toda docena de organizaciones guerrilleras que había en los años setenta y a July le tocó en Tabasco ella estaba en Cárdenas, Tabasco no sé exactamente como ocurren las situaciones, lo que yo supongo que detectaron la casa de seguridad donde ella estaba, salió con la persona con la que vivía un muchacho de Monterrey pero ya tenían a la policía detrás, hubo un tiroteo en una gasolinera y ahí ellos se escapan por un camino vecinal a las afueras de Cárdenas, hasta que se topan con los militares, murió así en un enfrentamiento con los soldados de la zona militar de Villahermosa.

Por supuesto el gobierno no asume ningún tipo de responsabilidad
No, no, claro que no y menos en esos años, July murió en el 75, en febrero del 1975

¿Qué edad tenía?
Pues, habrá tenido 26 o 27 años

¿Participó en el ´68?

No, es decir en el 68´ su marido estaba preso, ella tía ya un hijo… no es que no simpatizara con el movimiento, pero no era una activista, no estaba metida porque además vivía aquí en Puebla, y Puebla no fue una ciudad donde hubiera una efervescencia de esta ideología.
¿No hay ninguna relación entre Carlos el papá de Carlitos y “Carlos el terrorista”?
No, no tienen nada que ver…

Alguna vez leí algo sobre ese Carlos el terrorista, el chacal, y bueno este hombre es más sicario, mercenario y menos ideólogo…
Pero igual de chiflados los dos a lo mejor, pero no tienen nada que ver…

¿Si lo conociste?
¿A Carlos mi cuñado? Si claro, por supuesto…

¿Vive o murió?
Está viviendo en Venezuela y no se halla muy bien de salud, creo que tuvo una embolia y se está prácticamente incapacitado. Es una historia triste la de él porque fue en esos años, en los 60´s un muchacho radical e inteligente que estudia filosofía… Él es magonista, entonces toma esta ecuación que todos hicimos de jóvenes… Pero que algunos la llevan demasiado lejos…

Esta es la parte final de este trabajo y no está por demás reiterar mi más grande agradecimiento a Julio, por su amena y lúcida participación.

Es cuanto compañeros.

Carlos López Carmen
E-mail.columnarebelde@hotmail.com
Cel. 22 21 01 07 06

Cuento: I Remember

jueves, 23 de abril de 2009

I Remember

Helena Rivas


Inspirado en la canción “I remember” de Damien Rice.



Entramos a la salita que conducía al consultorio del Doctor. Apretaba la manó de Cristian, los nervios me causaban taquicardia.
Llevaba ya seis meses esperando los resultados de mis estudios. Seis meses enferma, seis meses preguntándome que era lo que estaba mal con mi cuerpo.
Seis meses con una enfermedad a la que aún no le encontraban nombre.
Cristian soltó mi mano y me dijo que iría a estacionar el coche.
Después de unos minutos de espera, se acercó a mí el mismo hombre de cabello blanco y ojos grises que había estado visitando durante esos largos meses.
–¿Y su novio? –preguntó mirando alrededor y haciéndose a un lado para dejarme pasar.
Cristian era el hombre de mi vida. Recuerdo a la perfección el día en que lo conocí. Llovía. El cabello mojado tapaba sus ojos y su sonrisa brillaba entre el bullicio del agitado mundo.
Fue el mejor día de mi vida.
El peor.
Ese día supe que padecía esta terrible enfermedad sin nombre. El doctor me explicó que a pesar de no saber que era, dados los síntomas me quedaban a penas semanas, si acaso un par de meses de vida. Quise desaparecer.
Mientras caminaba fuera del hospital, agradecí la lluvia; las lágrimas se confundían con las gotas de agua y hacían invisible mi dolor.
Entonces apareció Cristian. Me miró a través de la cortina de agua y cuando me di cuenta, lloraba incontrolable en sus brazos. ¡Cuánto lo quise, desde esa vez!
Al poco tiempo de habernos conocido, nos hicimos novios.
Él siempre está ahí. Y cuando está, casi puedo decir que me siento bien. Me olvido de esta enfermedad y me entrego al mundo maravilloso de perderme en sus ojos. De todas las personas a las que conozco, Cristian es la única de la cual, nunca llegaría a dudar.
–Me costó muchas horas de trabajo hallar una hipótesis a su padecimiento –dijo el Doctor sacándome de mis recuerdos–, me parece curioso que los síntomas desaparezcan de pronto. La mayoría de enfermedades requieren un tratamiento, y más siendo una enfermedad como la suya que casi le provoca un infarto, si mal no recuerdo.
Asentí. Hacía ya tiempo que los síntomas se presentaban en ocasiones muy esporádicas y a decir verdad, yo me sentía muy bien.
–Creo –continuó– que se la explicación a todo esto pero antes me gustaría hablar con su novio a solas.
Contrariada, salí del consultorio mientras el Doctor llamaba a Cristian.

–Creo haber encontrado la causa de la enfermedad, o más bien, de la cura repentina, de su novia –me explicó el Doctor con la expresión neutra que suelen mostrar los doctores, mientras Lisa me esperaba afuera.
Lisa…
Pensé en el rostro fuerte de mi novia y en la dulzura de sus ojos. En todas las veces que me la encontraba hecha un mar de lágrimas y su cambio repentino, la sonrisa al verme. Todas las veces que me abrazaba y me demostraba el inmenso amor que me tenía. Las miles de muestras de que me necesitaba…
Y todo ese amor era un amor que yo no compartía.
Pero yo necesitaba ésas miradas. Las sonrisas. Necesitaba que me necesitara.
Nunca la quise como ella esperó. Era bella, inteligente, dulce. Pero no la amaba. Nunca lo hice.
Me gustaban sus besos, me gustaba su cuerpo.
El sentimiento más profundo que llegué a tener, fue por Lisa, y sin embargo, no era amor. La quería a mi lado. Quería que me repitiera cuánto me amaba. Quería hacerla feliz y alimentar mi ego... Quería ser toda su vida y sin embargo, no la amaba.
–Conoció a Lisa hace seis meses, según me parece –dijo el Doctor.
–Exactamente el día en que le dio su diagnóstico sin diagnóstico –le respondí– ¿Qué tiene?
–La pregunta es ¿qué no tiene…? Y lo que no tiene es algo que usted sí.
Miré durante unos segundos al hombre intentando encontrarle sentido a sus palabras, pero desistí.
–Ella vino varias veces antes de conocerlo a usted –el Doctor se ajustó los lentes y fijó sus penetrantes ojos en los míos–. Estaba muy grave, pudo haber muerto, no le estimaba más de uno o dos meses de vida y sin embargo, repentinamente, sanó. Se hicieron pruebas de todo y el único aspecto que cambió fue que usted apareció. Desde entonces desaparecieron casi por completo los síntomas de Lisa.
–Ése no es un diagnóstico…
–Sí que lo es. Lisa lo necesita.
–¿Qué demonios me está diciendo? No pago miles de pesos en estudios para que usted venga a decirme que mi novia me necesita, que clase de diagn…
–Usted tiene una sustancia química que Lisa necesita –continuó el Doctor ignorándome– sin esta sustancia, su corazón deja de funcionar como debería, sus nervios se alteran y en resumen, su cuerpo entero falla. Lisa lo necesita, lo necesita cerca para sobrevivir.
Al principio me pareció una burla, pero con los minutos, el diagnóstico del Doctor, me pareció perfectamente lógico. Lisa me necesitaba. Era lo que yo tanto quería y sin embargo, la odié por ello. La odié por ser débil, por depender de mí. La odié porque el hecho de que me necesitase cerca, significaba que tendría que estar pegado a ella de por vida… Me pregunté que pasaría si supiera que no la amo. Quiero escucharla decir que es lo que tiene que decir acerca de mí… Del patán ególatra que la enamoro sólo para aumentar su ego. Del patán, al que le debe la vida.





¿muchos testi-gûevos?

martes, 14 de abril de 2009

hay poca luz
se extingue mi sombra
a dónde va

me deja
¿permanezco
solo?,
¿mi sombra lucha
una batalla que
desconozco?

¿cómo sé
que será la misma que vendrá
a incorporarse?
¿me negará?
¿tendrá los suficientes
testí-culos?

Hola

martes, 7 de abril de 2009

HOLa:
No he desaparecido de este mundo, créanme.
No, no es momento de arrojarme flores.
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