TAREA 27. CUENTO: “LA PAYASITA CÉCIL”.
Quejumbroso, su timbre infantil insulta, maldice la desgracia y amenaza con realizar su último acto de circo. Es Cécil, una niña de once años que desde el filo de la azotea de un destartalado edificio, se convierte en alambrista circense y tambaleándose, camina en desequilibrio. Esta noche, nosotros los pequeñitos, vamos con ella adentro de una minúscula caja de madera que lleva en la bolsita de su vestido. Cerramos los ojos, cuando toma entre sus manos la cajita donde nos guarda y la aprieta con desesperación. Yo les digo a mis hermanitos, que nuestra suerte será lo que resuelva Cécil.
Las palabras, que la niña con amargura nos dice cuando al fin decide equilibrarse en la barda, forman sólo frases de dolor. Ella, limpiándose sus lágrimas, nos cuenta cómo murió su mamá y el motivo de drogarse de su padre, por el cual la abandonó en la calle, además de su gran tristeza sufrida a los siete años, cuando fue recogida y explotada con maltratos, por una vieja que en su juventud fue cirquera, quien la obligó a pedir limosna en las esquinas y a puros golpes, le enseñó a caminar sobre una cuerda, maquillada de payasa para divertir a la gente con sus chistes desde arriba.
Todos la consolamos, cuando ella abre la cajita nos saca y llora; pero somos tan pequeñitos que nuestras vocecitas se las lleva el ruido de la ciudad y no escucha los consejos de aliento que le decimos. Tampoco siente los besitos que le damos en su mano. Mi hermanita Yereni le recuerda que siempre estuvimos junto a ella cuidándola, cuando su cuerpo desnutrido se acurrucaba donde podía, para consolarse con el olor penetrante despedido por un frasco, que le dieron los niños de la calle, quienes la apodaban Calaverita Payasa, por su cuerpo escuálido y la sonrisa de payasita que se metió entre los huesos de su cara, para ganar dinero.
Cécil es una niña morenita muy delgada, de cabello largo y ondulado, con rostro que no se conoce bien, porque la obligan a maquillarse todos los días. Ella, vaga por las calles siempre ansiosa de cariño, que con esperanza anhela. Desde que la conocimos, sobrevive comiendo mal, no puede alimentarse mejor, con las pocas monedas que recoge en sus actuaciones del domingo, porque esa vieja con la que vive se las quita, para comprar cigarros y alcohol.
Olviden esto y mejor escuchen un chiste que me hizo reír cuando la payasita dijo:
-Un Maestro le indica a su pequeño alumno.
-Juanito, dame un ejemplo de “injusticia”.
-¡Ha! Pues cuando mi papá comete un error en la tarea y el maestro me echa la culpa a mí.
Otro que contó con gracia, fue el del niño que ve un libro de fauna marina y le pregunta a su madre:
-Mamá, ¿qué comen los tiburones?
-Sardinas hijo.
-¿Y cómo le hacen para abrir la lata?
Esos momentos de risas de los niños y de nosotros, fueron los que siempre alegraron la carita de Cécil.
Mis hermanitos: Ix-loc, Yereni, Yunuén, Nicté, Corina y yo, el mayor de nombre Petém, le damos mucha ternura, somos su única compañía. Ella nos besa y nos guarda en nuestra caja, aferrándose a lo que le contaron de nosotros unos turistas, un día en que al estirar la mano y pedir limosna, una bella mujer, no sólo le dio dinero, sino que le regaló una pequeña cajita de madera que nos contenía. Seis muñequitos, niños y niñas vestidos de hilo y seda de diversos colores. Al entregarnos, ella le explicó: estos muñequitos valen más que el dinero, ellos, mágicamente te ayudarán a salir de tus dificultades; pero en la noche, deben dormir contigo debajo de tu almohada. Luego su acompañante agregó: la historia de los Quita Problemas, es verdadera para quienes los aman y tienen fe.
Cécil no entendió bien lo que los viajantes le dijeron, porque no conocía palabras como: dificultades, almohada, problemas y fe. Sin embargo, recibió agradecida la cajita con nosotros, sus primeros juguetes, oprimiéndonos cerca de su corazón. Desde ese día fuimos inseparables y al darnos caricias siempre se llenan sus ojitos de lágrimas de dulce contento, en lugar de las de sal. Cuando nos toca, la niña habla y platica con todos, juega, mueve nuestros cuerpos, así cobramos vida y la abrazamos. Mientras solloza, nos tiene entre sus manos, que luego coloca en el lugar preciso donde el hambre le muerde. Mi hermana Yereni, atenta la consuela con amor.
Una tarde, Cécil apresurada nos guarda en la caja y no sabemos lo que sucede, pero sentimos que ¡tiembla!, ¡la cajita se voltea!, nuestros cuerpos chocan entre sí, mis hermanitos lloran y el miedo nos atolondra. En ese momento oímos que sus quejidos y jadeos guardan silencio. Nosotros lastimados, con el susto aún castañeando entre los dientes y escapándosenos por los ojos, escuchamos el sonido de un tambor. Atentos a los golpes cada vez más fuertes, nos damos cuenta que son saltos de nuestro corazón. Cuando se calma, aturdidos reímos quedito, con el temor aún atorado en la garganta. Ahora en silencio, los seis aguardamos presintiendo lo peor cuando ella ha dejado de correr y saltar sobre los escombros, porque un vagabundo la persiguió. Yo todo lo miro por el agujerito, la niña se oculta dentro del carro viejo al fondo del callejón, es inútil, el hombrezote la manosea y la viola. Nosotros oímos sus gritos pidiendo ayuda y nos sentimos impotentes, por estar encerrados en la cajita que tiene entre sus manos.
Cuando sus lágrimas se han secado y barrido el maquillaje, se viste con la ropa desgarrada que apenas cubre su tembloroso cuerpo, ella nos habla, pidiéndonos el favor mágico de que acabemos con sus desdichas. Mi hermanita Corina la más chiquita, le pide a Dios que la proteja del mal y mis hermanos también oran. Cécil, nos dice que quiere ser feliz como otros niños, con un papá y una mamá que la abracen con amor. De pronto, su rostro cambia, se vuelve serio y empieza a maldecir en vez de rezar; no sabe hacerlo, porque nadie le ha enseñado. Mis hermanos muñequitos y yo, oramos por ella. Parece escucharnos y nos regala con sus ojos el brillo de una mirada tierna, que se torna opaca cuando tiene frío y miedo.
En la nochebuena, se viste de payasita de manera especial, pone la cajita entre sus manos y nos coloca sobre ellas, uno por uno, mencionando nuestros nombres. Cécil nos besa; a cada uno le toca su turno, ella me dice Petém y muy quedito se despide de mí. Su vista se nubla y deja caer lluvia de sal sobre nosotros.
-Otra vez sufriendo –se queja mi hermanita Ix-loc toda mojada.
-¡Nos abandona! –dice con voz grave Yunuén. Al observar que somos guardados con rapidez.
-¿A dónde irá? –pregunta Nicté que casi nunca habla.
-¡Qué no se vaya! –grita mi hermanita Corina.
-¡Tiembla! ¡Agárrense de las manos! –ordena Yereni.
-Si no se detiene voy a vomitar –dice la más chiquita.
-¡Cállate! –claman a una voz mis hermanitos.
-¡Silencio! –les digo.
Me asomo varias veces por el agujero cuando deja de correr y veo que empieza a caminar justo en la orilla del puente, equilibrando cada uno de sus pasos para llegar al centro del Viaducto. Cuando ella se detiene, miro arriba el brillo de los luceros y abajo los faros de los coches que pasan iluminando la oscuridad, es el sitio exacto donde ella quiere brincar. Yo, desesperado no puedo salir para convencerla de que no salte, porque tiene la cajita apretada en una mano. Entonces abrazo a mis hermanitos y gritamos muy fuerte para que nos escuche.
-¡Cécil no brinques! –en ese momento nuestro grito cae y se estrella contra el pavimento. Nuestra cajita rueda y se abre al golpearse con la acera.
Nosotros angustiados, con el susto latiendo en nuestros corazones, salimos de la caja y buscamos a Cécil a nuestro alrededor y no la vemos tirada, ni atropellada entre los grandes autos que circulan. En ese momento, Corina, la más pequeña de mis hermanas grita asombrada:
-¡Miren allá! ¡Arriba del puente! –y señala con su dedito donde sucede la maravilla del Creador.
Sorprendidos al verla, nos quedamos con la boca abierta, porque Cécil, ¡vestida con su traje de colores y parpadeantes lentejuelas, que brillan recordándonos la fiesta del circo! En vez de caer, el viento la eleva poco a poco como un papalote y su largo cabello ondea igual que una bandera. Ella levanta sus brazos al cielo nocturno, ¡ascendiendo por la gracia de Dios! Y se acerca cada vez más a las estrellas...
Irma Judith Camacho Cortés.
30 – 05 – 2011
TAREA 28. CUENTO: “LA DONCELLA Y LOS DUENDES”.
Es media noche, los habitantes de la ciudad Sagrada de Zaháv, duermen a pesar del ulular del viento, la lluvia y los sonidos monótonos de los grillos que desean encantar a su pareja.
Momento preciso en que Shedón, el duende mayor despierta a su compañera Sáhar y ésta a su hermano Gamadí, él a su vez levanta a Papión y a Tsipór sus primos. Sigilosamente los cinco se acercan al Templo y luego a la habitación en que dormita la doncella Quéren Or, que significa Rayo de Luz, nombre que le han dado por su sapiencia y la belleza iluminadora que reflejan sus rubios cabellos, que se mueven sobre su espalda en su andar cadencioso.
Cuando se levanta del lecho, los pequeños duendes se esconden donde no pueda verlos, para que no se asuste con su presencia y no se dé cuenta que están ahí, porque tienen una misión oculta que cumplir. Tristes, desde su escondite la miran pasear de un lado a otro y el gracioso movimiento de su cuerpo se entorpece cuando llora inconsolable. De sus ojos color esmeralda, caen lágrimas que surcan su rostro y empañan su visión.
Shedón dice:
-¡Tenemos que ayudarle! -y los cuatro se acercan a él, para saber cómo pueden hacerlo.
La joven parece verlos cuando se dirige hacia ellos y les habla entre sollozos, pidiendo a los dioses de la tierra, ayuda para calmar su pena. Desea que el príncipe Nasíj regrese a su lado porque le ama. Ella se dirige a los pequeños seres que imagina ver en su ensoñación y les dice:
-Siento cálido el espíritu, ardiente el cuerpo, mis labios tienen sed –calla y luego llora diciendo-. Soy una flor sin aroma, me hace falta la luz de sus ojos y el calor de sus brazos. Me enferma su ausencia.
Al terminar de contar a los seres imaginarios sus tristezas, vuelve al reposo y sueña. Los duendes con el poder que tienen de penetrar en las mentes soñadoras, ingresan al quimérico dormitar de la doncella y le preguntan sobre el príncipe valiente que la ha abandonado. Ella les cuenta además de sus íntimos problemas, que su amado se ha ido a luchar en otras tierras, para defender el reino de su madre Malcá de quienes han amenazado derrocarla de su trono. Les cuenta que han pasado trescientos soles y él aún no ha vuelto a su comarca, ni tampoco ha visitado la ciudad Sagrada de Zaháv, donde habitan los sabios de la tierra y como doncella escogida por sus talentos, reside ahí para recibir la luz de la sabiduría.
Sin embargo, la doncella está triste porque si Nasíj no regresa, en la próxima luna nueva, ella será convertida en vestal dedicada al servicio del Dios Shémesh, por toda su vida. Durante el profundo sueño la joven se despierta en un segundo plano de realidad aparente y logra ver muy bien a los pequeños duendes que la miran con dulzura y en su lenguaje ahora comprensible para ella, le dicen que pueden ayudarla para que vea al príncipe y le pida que regrese pronto a su lado.
La joven no les cree y desesperada se dirige hasta la Casa del Sacrificio, ahí la siguen los cinco duendecillos y atentos escuchan que frente a Elohút, Divinidad protectora de las doncellas, Rayo de Luz, grita su pesar diciéndole:
-¡Estoy dispuesta a morir! –guarda silencio y continúa-. No quiero ser consagrada a la Divinidad del Sol por más sabiduría que él pueda darme, si no soy feliz.
Mira con desconfianza a los duendecillos, que quieren ayudarla a vivir ese sueño de estar felizmente casada con Nasíj. No tiene fe en su auxilio porque sabe que sólo está soñando y que al despertar todo será falso. No obstante, al salir acaricia las manitas y los rostros de los duendecillos y observa que los colores de sus trajes son hermosos y el paisaje que en esos momentos los rodea es maravillosamente real y puede tocar, cortar y oler los diferentes perfumes de las flores del jardín, con la certeza de vivir este plano de segunda realidad.
Pero vuelve a dudar de lo que observa, no tiene sentido, porque está segura que de un momento a otro va a despertar. Ansiosa, vuelve al altar del Templo y toma la espada simbólica de la conciencia, la coloca con ambas manos en su cuello, ella sabe que si se corta la arteria principal va a despertar y oprime la espada en su garganta. Los duendes le gritan que no lo haga. Ella continúa hasta que se corta y sangrando cae desmayada por el dolor. En ese instante despierta en su lecho, sudando, porque en verdad se sintió morir.
Ahora en la realidad del primer plano de su vida, quiere hacer lo mismo y busca el puñal con cacha de turquesas que su padre guarda en el Templo para las ceremonias. Los duendes regresan del plano del sueño con premura, para impedir lo que presienten. La princesa levanta el cuchillo a la altura de su pecho y lo acerca más y más.
Los cinco duendes gritan a una voz para que los oiga.
-¡No lo hagas!
-Él vive –dice Sáhar –y piensa: sólo estará contigo en otro tercer plano más elevado que conozco.
La doncella Quéren Or no los ve, ni tampoco escucha lo que la enanita le dice.
-¡Tú volverás a verlo! –grita a todo pulmón Tsipór, duende al que le dicen pájaro de las mil voces. La princesa parece escucharlo, suelta el arma y se queda quieta. En ese instante Tsipór se sube a los hombros de Shedón y entonces Sáhar se trepa sobre los dos y con el poder de la luna en su mirada puesta en los ojos esmeralda de la doncella, duerme a Rayo de Luz de pie, después baja y esconde la daga. Con voz dulce ordena a la joven, que se acueste sobre su lecho de plumas y se apresura a subir hasta sus sienes para darle masaje y calmar sus pensamientos. Dos duendes más trabajan en su nuca con movimientos circulares en la parte cervical, los mayores le dan masajes en su cuerpo, en sus brazos y piernas, entonando la canción relajante con vocecitas de un lenguaje desconocido.
Cuando la princesa duerme profundamente, Sáhar le invita a imaginar y en ese sueño percibir un viaje por las nubes en un tercer plano o dimensión de los reinos elevados y cuando ella sonríe porque seguramente vuela, los cinco duendecillos con su poder de ensoñación se involucran en su sueño y vuelan junto a ella que los mira con ternura. Así viajan con cuerpos sutiles por diferentes lugares de la tierra, observando las maravillas de Dios y creando con sus pensamientos todo lo que desean.
Shedón el duende mayor le dice a la doncella Rayo de Luz, que está viviendo un sueño-realidad y puede hacer que todo lo deseado se cumpla. Entonces le pregunta cuál es su mayor anhelo. La joven le contesta que es ver a su amado el príncipe Nasíj, para desposarse con él y vivir en el esplendoroso mundo que ve, y en ese palacio de piedras preciosas creado con su pensamiento y que al acercarse lo mira rodeado de lagos y jardines, con súbditos amorosos a quienes servir.
Ese anhelo de Rayo de Luz al descender del vuelo, se cumple de inmediato y Nasíj la recibe con un cálido abrazo y un largo beso que es aplaudido por los duendecillos y por todos los súbditos del reino, en el cual vivirán felices para siempre, porque han decidido no despertar del hermoso sueño de amor en esa dimensión más alta.
En la tierra y la ciudad Sagrada de Zaháv, las doncellas que visitan a la princesa Rayo de Luz todas las mañanas, la encuentran muerta en su lecho y avisan a su padre el Sacerdote del Templo, que llora por su hija; pero se consuela al mirar la gran sonrisa que ilumina con felicidad el rostro de Quéren Or y la hace aparecer aún más bella.
Ese mismo día, en el reino de Malcá, la madre de Nasíj recibe al presuroso mensajero, enviado por el súbdito mayor de esa comarca con la mala noticia, no sólo de que han perdido la batalla, sino de que ha muerto su hijo el príncipe, cuando dormía. La madre llora desconsolada y el mensajero le dice, que a todos los súbditos les asombró la sonrisa alegre del rostro de Nasíj, antes tan triste, no sólo por los muertos, sino por estar ausente de su amada la doncella Rayo de Luz.
La reina Malcá y el Sacerdote de la ciudad Sagrada de Zaháv, acuerdan hacer los funerales de sus hijos en el Templo de Shémesh el Dios Sol. Y construir una tumba de joyas preciosas donde reposen los cuerpos de los enamorados para siempre. Irma Judith Camacho Cortés.
Tarea 27 y 28 del 23 de Mayo 2011
Tarea 23
jueves, 19 de mayo de 2011
TAREA 23. BIOGRAFÍA DEL ANTAGONISTA. ALEXANDRO URIBE ESTRADA.
Alexandro Uribe Estrada, nació el 30 de septiembre de 1960, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Sus padres, ambos de nacionalidad mexicana son: El Profesor de música Sr. Daniel Uribe Vargas y la Sra. Profra. Camelia Estrada Mejía. Quien fue Directora del colegio “Winter”, ameritado Instituto de Educación Primaria en la ciudad mencionada.
Al ser hijo primogénito, siempre ha sido amado por sus papás, al igual que su hermano dos años menor que él, de nombre Rolando Uribe Estrada. Desde pequeños fueron educados con esmero y cariño por sus padres, con la admiración de toda la familia especialmente de sus abuelos, quienes siempre estuvieron al pendiente de ellos cuando sus progenitores trabajaban.
En el año de 1964, Alexandro ingresó al Jardín de Niños “El paraíso”. Desde pequeño se destacó por su seriedad y madurez. Era un niño muy educado, respetuoso con sus compañeritos y las señoritas educadoras del centro escolar, a quienes siempre saludaba dándoles un beso. Sus trabajos infantiles así como sus primeras letras y números se destacaban por su limpieza y orden, obteniendo excelentes calificaciones.
Alexandro de tez blanca y cabello castaño oscuro, fue siempre delgado sin ser flaco, alto como su padre. Desde pequeño usó lentes por un problema visual, su voz era bien timbrada y agradable al oído. Lo mismo que las melodías que interpretaba en la flauta y el piano que le obsequió su papá. Alex era un niño obediente, además de atento con sus padres y maestros. Su presentación siempre ha sido correcta, sobre todo en el Colegio “Winter” al que ingresó en 1967, porque su madre era la Directora, quien además de exigente con todos los alumnos, también lo fue con su hijo porque no hacía diferencias entre ellos. Alexandro siempre fue diestro y se destacó entre sus compañeros por las buenos promedios que obtuvo desde el primer grado, lo contrario que su compañero Paúl, quien siempre lo molestaba y hasta se comía su desayuno a la hora del recreo, burlándose de su nariz aguileña que no lo afeaba, sino le daba personalidad.
En sus bolsillos guardaba el dinero en una pequeña cartera, su pañuelo y unas canicas de colores. En la mochila no faltaron sus libros y cuadernos bien forrados, un diccionario, los útiles escolares en un estuche y además la lonchera con su desayuno. Sus actividades preferidas eran los crucigramas y los rompecabezas, naturalmente después de su deporte favorito, que desde pequeño fue la natación.
Terminó la Primaria con varios diplomas de aprovechamiento y felicitaciones por todos sus maestros. Recibió siempre satisfecho el cariño de su familia, que lo premió con un viaje a “Disneylandia” al que lo acompañaron su hermanito y sus padres. Su infancia en general fue alegre y armoniosa tanto en el hogar como en la escuela.
En 1973, sus padres se trasladaron a la ciudad de México y Alexandro fue inscrito en una Escuela de Segunda Enseñanza del Distrito Federal. Por ser un alumno destacado en calificaciones de la primaria, no tuvo problemas con ninguno de sus estudios y sus maestros siempre lo ponían de ejemplo ante los otros alumnos. Cuando estudiaba el tercer grado de secundaria, ingresó al plantel para cursar el primer grado, su antiguo compañero de la primaria Paúl Swift del Castillo. Quien no olvidándose de él, lo siguió molestando, poniéndole motes de supersabio, cuatro ojos, o biblioteca andante, que realmente no lo enfadaban sino al contrario, Alex sentía compasión por ese alumno que había sido expulsado no una, sino dos veces de las escuelas primarias donde estudió. Él, intentó ser su amigo sin lograrlo. Su vida de adolescente fue tranquila y de mucho trabajo escolar. Pues aunque tenía varias amigas y amigos, aún no tenía novia. Su meta era prepararse bien, porque quería ser médico como su abuelito.
Cuando terminó la secundaria con un buen promedio de calificaciones, sus papás lo inscribieron en una escuela preparatoria de prestigio en la capital, en 1976 y cuando él cursaba su último grado de la prepa, ingresa al mismo Instituto Paúl, compañero a quien consideraba ya un dolor de cabeza, pues desde el jardín de niños se conocían muy bien. Sin embargo, le extrañó muchísimo que Paúl se acercara a él para ofrecerle disculpas, por su mal comportamiento durante los años anteriores, ofreciéndole su amistad. Alexandro tenía sus dudas; pero aceptó y desde ese día, le brindó su apoyo al joven Paúl para que se superase en vocabulario y sobre todo en sus calificaciones, poniendo mucho interés en explicarle los problemas matemáticos y las dudas que tenía el estudiante, sobre varios temas de investigación. Lo consideraba ya un buen amigo y deseaba interesarlo en las lecturas sobre nuevos descubrimientos científicos que a él le gustaban.
Sus ejemplos a seguir siempre fueron sus padres y sus abuelos, que aunque jubilados seguían leyendo mucho sobre temas que al nieto le parecían muy interesantes. Para ellos y sus padres nunca tuvo secretos. Su conducta siempre fue transparente. Sin embargo, su fobia era a las alturas, eso toda la familia lo sabía y por lo mismo realizó con temor el primer vuelo en avión.
No obstante que terminó la preparatoria en 1978, él siguió ayudando a Paúl, cuando éste lo buscaba en la escuela de Medicina donde estaba estudiando. Fue en esta universidad donde conoció a su primera novia de nombre Liliana Carmona Merino, con la que tuvo relaciones responsables y fue con la que contrajo matrimonio, al terminar ambos su carrera.
Cuando su amigo Paúl fue aprendido por la policía, él fue a visitarlo al reclusorio para ofrecerle su apoyo moral, el día que lo declararon formalmente preso con una sentencia de setenta años. Alexandro lo motivó para que siguiera pintando, pues para él, era uno de los mejores pintores contemporáneos y debería montar una exposición para darse a conocer, a lo que Paúl se negó, pero admitía que él vendiera sus obras.
En 1985, Alexandro terminó su carrera de medicina y años después se especializó en Pediatría y cuando al fin obtuvo el doctorado en Psiquiatría, comenzó auxiliar a mucha gente y sobre todo a su amigo Paúl, a quien siguió visitando en el penal, para ayudarle durante sus crisis, pues el delincuente era drogadicto.
Actualmente en 2011, a la edad de 51 años es un Médico Psiquiatra de gran prestigio, con una familia estable, formada por una bella esposa, con dos niñas y un niño, a quien le puso el nombre de Paúl, para educarlo con amor y respeto, formando un hombre de bien como su amigo lo merecía.
Alexandro Uribe Estrada, siempre fue un alumno destacado, hoy es profesionista excelente, buen hijo y marido, además un padre de familia amoroso. En suma, es un hombre con éxito en la vida.
Irma Judith Camacho Cortés.
Alexandro Uribe Estrada, nació el 30 de septiembre de 1960, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Sus padres, ambos de nacionalidad mexicana son: El Profesor de música Sr. Daniel Uribe Vargas y la Sra. Profra. Camelia Estrada Mejía. Quien fue Directora del colegio “Winter”, ameritado Instituto de Educación Primaria en la ciudad mencionada.
Al ser hijo primogénito, siempre ha sido amado por sus papás, al igual que su hermano dos años menor que él, de nombre Rolando Uribe Estrada. Desde pequeños fueron educados con esmero y cariño por sus padres, con la admiración de toda la familia especialmente de sus abuelos, quienes siempre estuvieron al pendiente de ellos cuando sus progenitores trabajaban.
En el año de 1964, Alexandro ingresó al Jardín de Niños “El paraíso”. Desde pequeño se destacó por su seriedad y madurez. Era un niño muy educado, respetuoso con sus compañeritos y las señoritas educadoras del centro escolar, a quienes siempre saludaba dándoles un beso. Sus trabajos infantiles así como sus primeras letras y números se destacaban por su limpieza y orden, obteniendo excelentes calificaciones.
Alexandro de tez blanca y cabello castaño oscuro, fue siempre delgado sin ser flaco, alto como su padre. Desde pequeño usó lentes por un problema visual, su voz era bien timbrada y agradable al oído. Lo mismo que las melodías que interpretaba en la flauta y el piano que le obsequió su papá. Alex era un niño obediente, además de atento con sus padres y maestros. Su presentación siempre ha sido correcta, sobre todo en el Colegio “Winter” al que ingresó en 1967, porque su madre era la Directora, quien además de exigente con todos los alumnos, también lo fue con su hijo porque no hacía diferencias entre ellos. Alexandro siempre fue diestro y se destacó entre sus compañeros por las buenos promedios que obtuvo desde el primer grado, lo contrario que su compañero Paúl, quien siempre lo molestaba y hasta se comía su desayuno a la hora del recreo, burlándose de su nariz aguileña que no lo afeaba, sino le daba personalidad.
En sus bolsillos guardaba el dinero en una pequeña cartera, su pañuelo y unas canicas de colores. En la mochila no faltaron sus libros y cuadernos bien forrados, un diccionario, los útiles escolares en un estuche y además la lonchera con su desayuno. Sus actividades preferidas eran los crucigramas y los rompecabezas, naturalmente después de su deporte favorito, que desde pequeño fue la natación.
Terminó la Primaria con varios diplomas de aprovechamiento y felicitaciones por todos sus maestros. Recibió siempre satisfecho el cariño de su familia, que lo premió con un viaje a “Disneylandia” al que lo acompañaron su hermanito y sus padres. Su infancia en general fue alegre y armoniosa tanto en el hogar como en la escuela.
En 1973, sus padres se trasladaron a la ciudad de México y Alexandro fue inscrito en una Escuela de Segunda Enseñanza del Distrito Federal. Por ser un alumno destacado en calificaciones de la primaria, no tuvo problemas con ninguno de sus estudios y sus maestros siempre lo ponían de ejemplo ante los otros alumnos. Cuando estudiaba el tercer grado de secundaria, ingresó al plantel para cursar el primer grado, su antiguo compañero de la primaria Paúl Swift del Castillo. Quien no olvidándose de él, lo siguió molestando, poniéndole motes de supersabio, cuatro ojos, o biblioteca andante, que realmente no lo enfadaban sino al contrario, Alex sentía compasión por ese alumno que había sido expulsado no una, sino dos veces de las escuelas primarias donde estudió. Él, intentó ser su amigo sin lograrlo. Su vida de adolescente fue tranquila y de mucho trabajo escolar. Pues aunque tenía varias amigas y amigos, aún no tenía novia. Su meta era prepararse bien, porque quería ser médico como su abuelito.
Cuando terminó la secundaria con un buen promedio de calificaciones, sus papás lo inscribieron en una escuela preparatoria de prestigio en la capital, en 1976 y cuando él cursaba su último grado de la prepa, ingresa al mismo Instituto Paúl, compañero a quien consideraba ya un dolor de cabeza, pues desde el jardín de niños se conocían muy bien. Sin embargo, le extrañó muchísimo que Paúl se acercara a él para ofrecerle disculpas, por su mal comportamiento durante los años anteriores, ofreciéndole su amistad. Alexandro tenía sus dudas; pero aceptó y desde ese día, le brindó su apoyo al joven Paúl para que se superase en vocabulario y sobre todo en sus calificaciones, poniendo mucho interés en explicarle los problemas matemáticos y las dudas que tenía el estudiante, sobre varios temas de investigación. Lo consideraba ya un buen amigo y deseaba interesarlo en las lecturas sobre nuevos descubrimientos científicos que a él le gustaban.
Sus ejemplos a seguir siempre fueron sus padres y sus abuelos, que aunque jubilados seguían leyendo mucho sobre temas que al nieto le parecían muy interesantes. Para ellos y sus padres nunca tuvo secretos. Su conducta siempre fue transparente. Sin embargo, su fobia era a las alturas, eso toda la familia lo sabía y por lo mismo realizó con temor el primer vuelo en avión.
No obstante que terminó la preparatoria en 1978, él siguió ayudando a Paúl, cuando éste lo buscaba en la escuela de Medicina donde estaba estudiando. Fue en esta universidad donde conoció a su primera novia de nombre Liliana Carmona Merino, con la que tuvo relaciones responsables y fue con la que contrajo matrimonio, al terminar ambos su carrera.
Cuando su amigo Paúl fue aprendido por la policía, él fue a visitarlo al reclusorio para ofrecerle su apoyo moral, el día que lo declararon formalmente preso con una sentencia de setenta años. Alexandro lo motivó para que siguiera pintando, pues para él, era uno de los mejores pintores contemporáneos y debería montar una exposición para darse a conocer, a lo que Paúl se negó, pero admitía que él vendiera sus obras.
En 1985, Alexandro terminó su carrera de medicina y años después se especializó en Pediatría y cuando al fin obtuvo el doctorado en Psiquiatría, comenzó auxiliar a mucha gente y sobre todo a su amigo Paúl, a quien siguió visitando en el penal, para ayudarle durante sus crisis, pues el delincuente era drogadicto.
Actualmente en 2011, a la edad de 51 años es un Médico Psiquiatra de gran prestigio, con una familia estable, formada por una bella esposa, con dos niñas y un niño, a quien le puso el nombre de Paúl, para educarlo con amor y respeto, formando un hombre de bien como su amigo lo merecía.
Alexandro Uribe Estrada, siempre fue un alumno destacado, hoy es profesionista excelente, buen hijo y marido, además un padre de familia amoroso. En suma, es un hombre con éxito en la vida.
Irma Judith Camacho Cortés.
Tarea del 9 de mayo 2011
viernes, 13 de mayo de 2011
TAREA 22. ESCRIBIR LA BIOGRAFÍA DEL PROTAGONISTA.
Paúl Swift del Castillo, es su nombre. Actualmente cuenta con 51 años de edad. Nació en la ciudad de Cuernavaca Morelos, el día 10 de agosto en el año de 1960. Su padre (finado), en vida llevó el nombre de Mikler Swift Morgan, era de origen alemán, nacionalizado en México. Gerente de un Banco Internacional en el D. F., último puesto que desempeñó como empresario y su madre la Sra. Andrea del Castillo Bretón de nacionalidad mexicana, quien se dedicó toda su vida al teatro, sin llegar a destacar como verdadera actriz.
Paúl Swift fue hijo único y no deseado, vivió en un hogar de clase media alta. Desde niño, presentó un peso y altura mayor a los infantes de seis años de edad. De tez muy blanca, con ojos azules como los de su papá y un cabello cobrizo ondulado parecido al de su mamá, que enmarcaba un rostro de niño hermoso de barba partida. Como seña particular tenía un lunarcito en la mejilla derecha.
Desde muy pequeño, acudió al jardín de niños “El Paraíso”, preparación que inició en 1964. En él destacó mucho por sus dibujos, que superaban en realismo a los que presentaban los niños de su edad. No obstante, usaba la mano izquierda para dibujar o escribir y lo hacía todo muy bien. Por este motivo tuvo sus primeros problemas con su padre, cuando en cierta ocasión observó que su hijo era zurdo y lo corrigió golpeándolo en la manita. Al contrario, a su madre nunca le importó con que mano escribía su hijo.
Paúl no era un niño enfermizo, sin embargo, padeció de rubéola y no le dieron mucha importancia sus padres, cuando por medio de la nana fueron avisados del padecimiento. Ellos sólo ordenaron por teléfono al doctor de la familia, se hiciera cargo del niño y si era necesario enviara una enfermera para atenderlo.
El timbre de la voz del niño, era agradable al oído porque tenía cierta dulzura, que parecía hipnotizar a quienes lo escuchaban cantando lo aprendido en el coro de la escuela; pero cuando hacía berrinches o gritaba para asustar, era insoportable. Decía palabras altisonantes como las que usaba su padre cuando bebía demasiados vinos, o como las de su madre, cuando la oía ensayar sus guiones teatrales de una actuación; pero más seguido se expresaba como le hablaba la servidumbre para regañarlo por todo lo que no hacía bien, pues siempre estaba más tiempo con ellos.
En los bolsillos de su pantalón del uniforme de la primaria que usó en el Colegio Winter (al que ingresó en 1967 a la edad de siete años), no faltaban los lápices de colores, para iluminar sus dibujos, dinero y una tarántula de hule muy real, con la que asustaba a sus compañeros. Desde entonces, extrañamente se ocultaba en su casa para pintar, tal vez lo hacía así desde que su madre le rompió sus dibujos, porque para ella eso era perder el tiempo en vez de estudiar. Nadie le enseñó la técnica para pintar al óleo, era un don que tenía y una habilidad que adquirió al hacerlo de manera constante y porque le gustaba desde muy pequeño.
A pesar de ser hijo único descendiente de una familia de clase media alta, Paúl nunca gozó de una niñez feliz, pues siempre fue despreciado e incomprendido no sólo por sus maestros y compañeros de escuela, sino sobre todo por sus progenitores, quienes tenían constantes compromisos sociales o de trabajo y no se ocuparon con amor de su educación.
En 1972, después de ser expulsado del último año de primaria, en el colegio de Cuernavaca Morelos (por considerarle un niño muy rebelde, usar un gatito para sus graves travesuras desde el primer año y además tener constantes calificaciones de reprobado en sexto.) Sus padres molestos, lo inscribieron en dos períodos más, en otras instituciones del mismo nivel en el D. F., donde por falta de interés en sus estudios, reprobó dos veces este grado. Así que en lugar de concluir la primaria en seis años, la terminó en ocho.
En 1975 inició la secundaria con muchas dificultades y desde el tercer año, se imaginó que sería un gran artista, así como Pablo Picasso, Salvador Dalí, Vincent Van Gogh, Pierre-Auguste Reinor o Leonardo da Vinci y que triunfaría en el mundo de la pintura.
En esta etapa de su vida, lo que guardaba en las bolsas del pantalón eran: cigarros que regalaba a sus amigas, droga que vendía y dinero para préstamos al 50% de interés. En la preparatoria a la cual ingresó en 1978, además de lo antes mencionado, no le faltaba nunca su navaja para defensa propia como él decía. Era un jovencito muy descuidado con sus libros y cuadernos, pero sí cuidaba mucho su cartera, con la que presumía con sus novias o “reinas”, como les llamó siempre a las chicas en las escuelas.
Era un joven indiferente con sus padres, rebelde y agresivo con sus maestros; pero muy agradable con las compañeras de su escuela. Se hacía de amigos fácilmente y en sus reuniones fuera del colegio, siempre fue líder entre sus cuates. Formó varias pandillas para robar, pintar graffiti con cierto arte y hasta robar pequeños comercios.
Su infancia y adolescencia en general, fueron para él de tristeza al no ser atendido por sus papás como lo deseaba y porque además casi nunca lo llevaban en vacaciones a ningún paseo al que ellos iban, ya sea en el país o al extranjero. Ese recuerdo de sus padres tan ocupados y que nunca tenían tiempo para hablar con él, fue el que siempre permaneció en su mente y en su corazón.
Paúl tuvo una novia de la que se enamoró, era la hija de la nana. Una jovencita muy linda de tez morena que vivía con su abuelita porque era huérfana de padre desde muy pequeña. Cuando visitaba a su madre en casa de Paúl, éste la conoció, pues desde chiquita jugaba con él en un jardín muy hermoso de la casa, cuando el niño estaba de buen humor se divertían en el chapoteadero con una enorme pelota de colores. Eran de la misma edad y cuando llegaron a la adolescencia, él la besó con intensidad en la boca y desde ese día se hicieron novios. Nunca se propasó con ella, porque Dalia López Luján era una jovencita recatada y seguía los consejos de su abuela. Se olvidó un poco de ella cuando inició la preparatoria pues conoció otras chicas más aventadas y fue Coral Leiva Hill, una joven de su propia clase social, más madura que él, con la que perdió la virginidad y ya no regresó a Cuernavaca a buscar a Dalia.
Su hobbie siempre fue el dibujo y la pintura, aunque practicaba algunos deportes en la escuela. Era un joven que se divertía de todo, extrovertido a pesar de sus problemas en el colegio, donde contestaba a sus maestros con altanería y explotaba en cólera con sus compañeros, cuando las cosas no salían como era su deseo. Se burlaba de la existencia y le importaban poco los estudios, pues su vida en cuanto a lo económico era cómoda y no se preocupaba por el dinero, el cual también obtenía de manera ilícita. Sus lecturas además de las necesarias en sus estudios, sólo fueron: periódicos, revistas para caballeros y biografías de grandes pintores que admiraba.
Su mayor secreto era no sólo consumir drogas, sino venderlas en los colegios donde estudiaba, aunque su fin último en la vida, no fue pertenecer al narcotráfico, sino destacar como un gran artista de la pintura en el ámbito internacional. Su mayor aversión era estar solo, por ese motivo siempre buscaba la compañía de amigos afines a él, que lo seguían a todas partes. Cuando en su pandilla se enteraban de asaltos, crímenes o ataques a la moral, los comentaban con santo y seña, según ellos para aprender de los errores cometidos por otros delincuentes y así poder evitarlos en sus acciones planeadas.
Desde el año 1981, muy joven y a los veinte años de vida, cuando cursaba el último año de preparatoria, Paúl Swift del Castillo fue privado de su libertad, recluido en una de las prisiones más seguras, con una sentencia máxima de setenta años, por los cargos de ser peligroso delincuente y además criminal, castigado por varios delitos; pero sobre todo por ser protegido de los narcotraficantes más peligrosos del país.
Su padre, un hombre alto de raza blanca que hablaba el español con acento autoritario y de mal carácter, falleció en l993 a causa de un ataque cardiaco a la edad de 64 años, después de ingerir demasiado alcohol. Fue un mal ejemplo para Paúl desde su niñez. Su madre hoy es una octogenaria, enferma del mal de parkinson, de nombre artístico “Brenda” quien desde soltera y durante la mayor parte de su vida fue una mujer muy guapa y presuntuosa, de tez blanca y ojos un poco menos azules que los de su esposo, con una vida social muy intensa en el medio artístico donde laboraba. Se relacionó muy poco con su hijo y no dedicó mucho tiempo a su educación, porque según ella le daban mucho trabajo en el teatro y aunque sólo fueran papeles secundarios, se ausentaba del hogar. Ahora visita a su hijo en el reclusorio y recibe con remordimientos el dinero que él le da, por lástima.
Hasta mayo de 2011, Paúl es un adulto de 51 años de edad y cuenta con un nivel máximo de estudios de preparatoria. Persona que desde su niñez mostró agresividad y mala conducta, como mayor problema en la escuela primaria. Con antecedentes de mal estudiante, pandillero, vendedor de drogas en la secundaria. Ladrón, drogadicto, violador y secuestrador en la preparatoria. Escuela donde terminaba sus estudios y en la cual fue aprehendido por la policía, al comprobarse sus delitos, hasta de criminal, ya que asesinó a un guardia y éste lo reconoció antes de morir.
En resumen, la vida de Paúl Swift del Castillo desde su infancia hasta la fecha, ha sido azarosa. Debido al desprecio e incomprensión de sus padres, maestros y compañeros de escuela, se convirtió en un criminal, cuando pudo ser un gran artista de la pintura como él lo manifestaba. Era un niño con un cociente intelectual muy alto que desgraciadamente siguió el sendero equivocado por falta de amor desde que nació. En la actualidad, como reo adulto sigue pintando y vende muy bien sus obras.
Angélica Ruiz Vega fue la única maestra que le comprendió y que gracias a ella terminó la primaria en una escuela del D. F. Por los medios de comunicación, ella se enteró con tristeza del mal comportamiento del joven Paúl en la ciudad y comentó esto con sus actuales alumnos y al final expresó lo siguiente: “Una infancia con cariño produce un adulto equilibrado”. Y Paúl no tuvo esa fortuna.
Irma Judith Camacho Cortés.
TAREA 24. CRONOGRAMA HISTÓRICO DE ACONTECIMIENTOS EXTERNOS
AL DESARROLLO DE LA NOVELA.
1960 Movimiento de la Escuela Nacional de Maestros, resuelto utilizando fuerzas represivas del Ejército Nacional.
1964 Organización de los sectores campesinos que pugnaron por la solución de sus demandas. Durante el Gobierno del Presidente Adolfo López Mateos.
1967 Se inicia movimiento armado en Guerrero por los Profrs. Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.
1972 Luis Echeverría Álvarez, ayuda a un grupo de maestros del SNTE lidereados por Carlos Jongitud Barrios.
1975 Se fundan la Universidad Autónoma de Chiapas y la Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro”.
1978 El Estado Mexicano con los elementos de la Brigada Blanca, apresa a Hortensia García Zavala, por ser adversaria política.
1981 En el sur de México se empiezan a formar campamentos de refugiados guatemaltecos, que huían de la brutal dictadura militar de su país.
1993 El EZLN ya estaba casi listo para hacer su aparición trepidante en México, cuando el ejército descubrió el campamento de “Corralchén”.
2011 Marcha del Silencio: por la paz, la justicia y la dignidad, desde Cuernavaca Morelos a la ciudad México. Convocada por el escritor Javier Sicilia, en repudio a la ola criminal que se vive en el país.
Irma Judith Camacho Cortés.
TAREA 25. CRONOGRAMA DEL PERSONAJE PAÚL SWIFT DEL CASTILLO.
1960 Nace el 10 de agosto en la ciudad de Cuernavaca, Morelos.
1964 Ingresa al Jardín de Niños “ El Paraíso”, de la ciudad donde nació.
1967 Inicia su Educación Primaria en el Colegio “Winter” del mismo lugar.
1972 Expulsado por indisciplina, cuando cursaba el sexto grado en ese ameritado instituto.
1975 En México D. F., y en dos escuelas distintas, termina al fin el sexto grado de educación primaria (que por reprobar cursó durante ocho años), y se inscribe en la secundaria.
1978 Finaliza sus estudios de segunda enseñanza de manera irregular y por influencias es admitido en la preparatoria.
1981 Aprehendido por la policía y comprobados todos sus delitos, es preso en una cárcel de alta seguridad.
1993 Muere su padre de nombre Mikler Swift Morgan, de un ataque cardiaco.
2011 Con 51 años de edad, Paúl Swift del Castillo, preso desde los 20 años, tiene que purgar su condena por un total de setenta años.
Irma Judith Camacho Cortés.
TAREA 26. ARGUMENTO DE “LA PAYASITA CECIL”. CUENTO PARA LEER EL DÍA 30 DE MAYO.
Cecilia es el nombre de una niñita huérfana, que vive en la pocilga de una vieja borracha quien la recogió en la calle, donde fue abandonada por su familia a los tres años de vida. Desde entonces obliga a la nena a pedir limosna en varios lugares de la ciudad. Cecil es muy flaquita, pero graciosa, y hasta que cumplió los 7 años, la vieja Tomasa le hizo su traje de payasita para bailar, decir chistes, además cantar y así divertir a los niños los domingos, en el parque. A través de regaños y azotes la enseñó a caminar en la cuerda floja (que ella usó cuando trabajaba en el circo de donde la corrieron.) Así la “Payasita Cecil”, gana algo de dinero, el cual la anciana le quita a golpes para sus vicios.
Una tarde al estirar mano y pedir limosna, una bella mujer no sólo le dio dinero, sino que le regaló una pequeña cajita de madera que contenía seis muñequitos. Tres niños y un trío de niñas vestidos de hilo y seda con diversos colores. Al dárselos le explicó: << estos muñequitos valen más que el dinero, ellos te ayudarán en tus dificultades; pero en la noche deben dormir contigo debajo de tu almohada >>. Luego su acompañante agregó: << La historia de los –Quita Problemas- es verdadera para quienes los aman y tienen fe >>.
Cecil no entendió bien lo que los turistas le dijeron, porque no conocía algunas palabras: como dificultades, problemas y fe. Sin embargo, recibió con agrado la cajita con sus primeros juguetes de chiquitines, oprimiéndolos junto a su corazón. Desde ese día, hasta sus once años fueron inseparables y al acariciarlos se llenaban su ojitos de perlitas de alegría, en vez de las de sal. Cuando la niña sufría, colocaba sus manos con la cajita sobre su estómago, lugar donde el hambre le daba mordidas sin cesar. Para tranquilizarse, siempre se acurruca en el quicio de una puerta y consuela su soledad, con el penetrante olor despedido por un frasco, que le regalaron los niños de la calle, quienes la conocen como “Calaverita Payasa”, por su aspecto escuálido.
Una nochebuena, cuando en el cielo las estrellas tiritaban de frío, apresurada guarda sus muñecos y corre porque un vagabundo monstruoso la persigue. Se oculta atrás de un carro viejo que está al final del callejón, es inútil, el andrajoso con pasión feroz la manosea y con lujuria la viola, a pesar de sus gritos pidiendo ayuda. Cuando sus lágrimas se han secado, se viste con su ropita de siempre, ahora rota y que apenas la cubre, les habla a sus muñequitos para que la consuelen y le ayuden a buscar un papá y una mamá como los que ha visto que abrazan y besan a sus hijos.
Cecil la payasita no sabe rezar, porque nadie le enseñó; pero sí maldecía, por sufrir tanto en la calle y también por ser una niñita huérfana que aprendió a divertir a la gente, para comer sólo pan duro, que guardaba la vieja loca con la que vivía. Esa mañana en que amaneció lastimada física y moralmente, se viste con su traje nuevo de payasita, porque decidió realizar su último acto, en el filo de la azotea del tercer piso del viejo edificio donde habitaba. Los muñequitos, lo presintieron por el temblor de su cuerpo al subir corriendo las destartaladas escaleras y por las palabrotas que decía. Caminó poco tiempo en la orilla de tabiques de la azotea, sin miedo, como buena equilibrista que era. Después decidió inclinarse mucho del lado de la calle y cuando estaba a punto de caer, se escucharon gritos de los niños que miraban el acto abajo del edificio y las voces de los desesperados muñequitos, no se oyeron. Ella se arrepintió y después se bajó, dirigiéndose muy rápido al puente vehicular más alto y transitado de la ciudad, llevando con ella su cajita de muñequitos entre sus manos, de los cuales se despidió besándolos mucho. Cuando se hizo de noche, con la cajita apretada en una de sus manos, empezó a caminar justo en la orilla, equilibrando cada uno de sus pasos para llegar al centro del viaducto y ver pasar a los carros con sus faros iluminando todo debajo de ella a gran velocidad, en el sitio exacto donde planeaba saltar, para acabar así con la función de payasa, en su vida de sufrimientos y maltratos. Los muñequitos desesperados por no poder impedirlo, se abrazan entre sí y tratan de que los escuche para que no salte y se muera, porque ellos la quieren mucho, más que unos padres. El mayor le grita que no brinque y en ese momento su grito cae y se estrella en el pavimento. La cajita rueda y se abre, los muñequitos golpeados y con el susto latiendo en sus corazoncitos, salen y buscan a la payasita Cecil a su alrededor y angustiados no ven tirada a su flaquita, ni atropellada sangrando entre los autos que circulan. En ese momento, la más pequeña de esos hermanitos, grita asombrada que miren arriba del puente. Y todos ven el lugar donde señala y se quedan con la boca abierta, porque Cecil, vestida con su traje de colores y parpadeantes lentejuelas del circo, en ves de caer, el viento la eleva poco a poco como un papalote y su largo cabello ondea como una bandera, mientras ella levanta sus bracitos al cielo nocturno como para abrazar a Dios, perdiéndose lentamente entre las nubes...
Irma Judith Camacho Cortés.
Paúl Swift del Castillo, es su nombre. Actualmente cuenta con 51 años de edad. Nació en la ciudad de Cuernavaca Morelos, el día 10 de agosto en el año de 1960. Su padre (finado), en vida llevó el nombre de Mikler Swift Morgan, era de origen alemán, nacionalizado en México. Gerente de un Banco Internacional en el D. F., último puesto que desempeñó como empresario y su madre la Sra. Andrea del Castillo Bretón de nacionalidad mexicana, quien se dedicó toda su vida al teatro, sin llegar a destacar como verdadera actriz.
Paúl Swift fue hijo único y no deseado, vivió en un hogar de clase media alta. Desde niño, presentó un peso y altura mayor a los infantes de seis años de edad. De tez muy blanca, con ojos azules como los de su papá y un cabello cobrizo ondulado parecido al de su mamá, que enmarcaba un rostro de niño hermoso de barba partida. Como seña particular tenía un lunarcito en la mejilla derecha.
Desde muy pequeño, acudió al jardín de niños “El Paraíso”, preparación que inició en 1964. En él destacó mucho por sus dibujos, que superaban en realismo a los que presentaban los niños de su edad. No obstante, usaba la mano izquierda para dibujar o escribir y lo hacía todo muy bien. Por este motivo tuvo sus primeros problemas con su padre, cuando en cierta ocasión observó que su hijo era zurdo y lo corrigió golpeándolo en la manita. Al contrario, a su madre nunca le importó con que mano escribía su hijo.
Paúl no era un niño enfermizo, sin embargo, padeció de rubéola y no le dieron mucha importancia sus padres, cuando por medio de la nana fueron avisados del padecimiento. Ellos sólo ordenaron por teléfono al doctor de la familia, se hiciera cargo del niño y si era necesario enviara una enfermera para atenderlo.
El timbre de la voz del niño, era agradable al oído porque tenía cierta dulzura, que parecía hipnotizar a quienes lo escuchaban cantando lo aprendido en el coro de la escuela; pero cuando hacía berrinches o gritaba para asustar, era insoportable. Decía palabras altisonantes como las que usaba su padre cuando bebía demasiados vinos, o como las de su madre, cuando la oía ensayar sus guiones teatrales de una actuación; pero más seguido se expresaba como le hablaba la servidumbre para regañarlo por todo lo que no hacía bien, pues siempre estaba más tiempo con ellos.
En los bolsillos de su pantalón del uniforme de la primaria que usó en el Colegio Winter (al que ingresó en 1967 a la edad de siete años), no faltaban los lápices de colores, para iluminar sus dibujos, dinero y una tarántula de hule muy real, con la que asustaba a sus compañeros. Desde entonces, extrañamente se ocultaba en su casa para pintar, tal vez lo hacía así desde que su madre le rompió sus dibujos, porque para ella eso era perder el tiempo en vez de estudiar. Nadie le enseñó la técnica para pintar al óleo, era un don que tenía y una habilidad que adquirió al hacerlo de manera constante y porque le gustaba desde muy pequeño.
A pesar de ser hijo único descendiente de una familia de clase media alta, Paúl nunca gozó de una niñez feliz, pues siempre fue despreciado e incomprendido no sólo por sus maestros y compañeros de escuela, sino sobre todo por sus progenitores, quienes tenían constantes compromisos sociales o de trabajo y no se ocuparon con amor de su educación.
En 1972, después de ser expulsado del último año de primaria, en el colegio de Cuernavaca Morelos (por considerarle un niño muy rebelde, usar un gatito para sus graves travesuras desde el primer año y además tener constantes calificaciones de reprobado en sexto.) Sus padres molestos, lo inscribieron en dos períodos más, en otras instituciones del mismo nivel en el D. F., donde por falta de interés en sus estudios, reprobó dos veces este grado. Así que en lugar de concluir la primaria en seis años, la terminó en ocho.
En 1975 inició la secundaria con muchas dificultades y desde el tercer año, se imaginó que sería un gran artista, así como Pablo Picasso, Salvador Dalí, Vincent Van Gogh, Pierre-Auguste Reinor o Leonardo da Vinci y que triunfaría en el mundo de la pintura.
En esta etapa de su vida, lo que guardaba en las bolsas del pantalón eran: cigarros que regalaba a sus amigas, droga que vendía y dinero para préstamos al 50% de interés. En la preparatoria a la cual ingresó en 1978, además de lo antes mencionado, no le faltaba nunca su navaja para defensa propia como él decía. Era un jovencito muy descuidado con sus libros y cuadernos, pero sí cuidaba mucho su cartera, con la que presumía con sus novias o “reinas”, como les llamó siempre a las chicas en las escuelas.
Era un joven indiferente con sus padres, rebelde y agresivo con sus maestros; pero muy agradable con las compañeras de su escuela. Se hacía de amigos fácilmente y en sus reuniones fuera del colegio, siempre fue líder entre sus cuates. Formó varias pandillas para robar, pintar graffiti con cierto arte y hasta robar pequeños comercios.
Su infancia y adolescencia en general, fueron para él de tristeza al no ser atendido por sus papás como lo deseaba y porque además casi nunca lo llevaban en vacaciones a ningún paseo al que ellos iban, ya sea en el país o al extranjero. Ese recuerdo de sus padres tan ocupados y que nunca tenían tiempo para hablar con él, fue el que siempre permaneció en su mente y en su corazón.
Paúl tuvo una novia de la que se enamoró, era la hija de la nana. Una jovencita muy linda de tez morena que vivía con su abuelita porque era huérfana de padre desde muy pequeña. Cuando visitaba a su madre en casa de Paúl, éste la conoció, pues desde chiquita jugaba con él en un jardín muy hermoso de la casa, cuando el niño estaba de buen humor se divertían en el chapoteadero con una enorme pelota de colores. Eran de la misma edad y cuando llegaron a la adolescencia, él la besó con intensidad en la boca y desde ese día se hicieron novios. Nunca se propasó con ella, porque Dalia López Luján era una jovencita recatada y seguía los consejos de su abuela. Se olvidó un poco de ella cuando inició la preparatoria pues conoció otras chicas más aventadas y fue Coral Leiva Hill, una joven de su propia clase social, más madura que él, con la que perdió la virginidad y ya no regresó a Cuernavaca a buscar a Dalia.
Su hobbie siempre fue el dibujo y la pintura, aunque practicaba algunos deportes en la escuela. Era un joven que se divertía de todo, extrovertido a pesar de sus problemas en el colegio, donde contestaba a sus maestros con altanería y explotaba en cólera con sus compañeros, cuando las cosas no salían como era su deseo. Se burlaba de la existencia y le importaban poco los estudios, pues su vida en cuanto a lo económico era cómoda y no se preocupaba por el dinero, el cual también obtenía de manera ilícita. Sus lecturas además de las necesarias en sus estudios, sólo fueron: periódicos, revistas para caballeros y biografías de grandes pintores que admiraba.
Su mayor secreto era no sólo consumir drogas, sino venderlas en los colegios donde estudiaba, aunque su fin último en la vida, no fue pertenecer al narcotráfico, sino destacar como un gran artista de la pintura en el ámbito internacional. Su mayor aversión era estar solo, por ese motivo siempre buscaba la compañía de amigos afines a él, que lo seguían a todas partes. Cuando en su pandilla se enteraban de asaltos, crímenes o ataques a la moral, los comentaban con santo y seña, según ellos para aprender de los errores cometidos por otros delincuentes y así poder evitarlos en sus acciones planeadas.
Desde el año 1981, muy joven y a los veinte años de vida, cuando cursaba el último año de preparatoria, Paúl Swift del Castillo fue privado de su libertad, recluido en una de las prisiones más seguras, con una sentencia máxima de setenta años, por los cargos de ser peligroso delincuente y además criminal, castigado por varios delitos; pero sobre todo por ser protegido de los narcotraficantes más peligrosos del país.
Su padre, un hombre alto de raza blanca que hablaba el español con acento autoritario y de mal carácter, falleció en l993 a causa de un ataque cardiaco a la edad de 64 años, después de ingerir demasiado alcohol. Fue un mal ejemplo para Paúl desde su niñez. Su madre hoy es una octogenaria, enferma del mal de parkinson, de nombre artístico “Brenda” quien desde soltera y durante la mayor parte de su vida fue una mujer muy guapa y presuntuosa, de tez blanca y ojos un poco menos azules que los de su esposo, con una vida social muy intensa en el medio artístico donde laboraba. Se relacionó muy poco con su hijo y no dedicó mucho tiempo a su educación, porque según ella le daban mucho trabajo en el teatro y aunque sólo fueran papeles secundarios, se ausentaba del hogar. Ahora visita a su hijo en el reclusorio y recibe con remordimientos el dinero que él le da, por lástima.
Hasta mayo de 2011, Paúl es un adulto de 51 años de edad y cuenta con un nivel máximo de estudios de preparatoria. Persona que desde su niñez mostró agresividad y mala conducta, como mayor problema en la escuela primaria. Con antecedentes de mal estudiante, pandillero, vendedor de drogas en la secundaria. Ladrón, drogadicto, violador y secuestrador en la preparatoria. Escuela donde terminaba sus estudios y en la cual fue aprehendido por la policía, al comprobarse sus delitos, hasta de criminal, ya que asesinó a un guardia y éste lo reconoció antes de morir.
En resumen, la vida de Paúl Swift del Castillo desde su infancia hasta la fecha, ha sido azarosa. Debido al desprecio e incomprensión de sus padres, maestros y compañeros de escuela, se convirtió en un criminal, cuando pudo ser un gran artista de la pintura como él lo manifestaba. Era un niño con un cociente intelectual muy alto que desgraciadamente siguió el sendero equivocado por falta de amor desde que nació. En la actualidad, como reo adulto sigue pintando y vende muy bien sus obras.
Angélica Ruiz Vega fue la única maestra que le comprendió y que gracias a ella terminó la primaria en una escuela del D. F. Por los medios de comunicación, ella se enteró con tristeza del mal comportamiento del joven Paúl en la ciudad y comentó esto con sus actuales alumnos y al final expresó lo siguiente: “Una infancia con cariño produce un adulto equilibrado”. Y Paúl no tuvo esa fortuna.
Irma Judith Camacho Cortés.
TAREA 24. CRONOGRAMA HISTÓRICO DE ACONTECIMIENTOS EXTERNOS
AL DESARROLLO DE LA NOVELA.
1960 Movimiento de la Escuela Nacional de Maestros, resuelto utilizando fuerzas represivas del Ejército Nacional.
1964 Organización de los sectores campesinos que pugnaron por la solución de sus demandas. Durante el Gobierno del Presidente Adolfo López Mateos.
1967 Se inicia movimiento armado en Guerrero por los Profrs. Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.
1972 Luis Echeverría Álvarez, ayuda a un grupo de maestros del SNTE lidereados por Carlos Jongitud Barrios.
1975 Se fundan la Universidad Autónoma de Chiapas y la Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro”.
1978 El Estado Mexicano con los elementos de la Brigada Blanca, apresa a Hortensia García Zavala, por ser adversaria política.
1981 En el sur de México se empiezan a formar campamentos de refugiados guatemaltecos, que huían de la brutal dictadura militar de su país.
1993 El EZLN ya estaba casi listo para hacer su aparición trepidante en México, cuando el ejército descubrió el campamento de “Corralchén”.
2011 Marcha del Silencio: por la paz, la justicia y la dignidad, desde Cuernavaca Morelos a la ciudad México. Convocada por el escritor Javier Sicilia, en repudio a la ola criminal que se vive en el país.
Irma Judith Camacho Cortés.
TAREA 25. CRONOGRAMA DEL PERSONAJE PAÚL SWIFT DEL CASTILLO.
1960 Nace el 10 de agosto en la ciudad de Cuernavaca, Morelos.
1964 Ingresa al Jardín de Niños “ El Paraíso”, de la ciudad donde nació.
1967 Inicia su Educación Primaria en el Colegio “Winter” del mismo lugar.
1972 Expulsado por indisciplina, cuando cursaba el sexto grado en ese ameritado instituto.
1975 En México D. F., y en dos escuelas distintas, termina al fin el sexto grado de educación primaria (que por reprobar cursó durante ocho años), y se inscribe en la secundaria.
1978 Finaliza sus estudios de segunda enseñanza de manera irregular y por influencias es admitido en la preparatoria.
1981 Aprehendido por la policía y comprobados todos sus delitos, es preso en una cárcel de alta seguridad.
1993 Muere su padre de nombre Mikler Swift Morgan, de un ataque cardiaco.
2011 Con 51 años de edad, Paúl Swift del Castillo, preso desde los 20 años, tiene que purgar su condena por un total de setenta años.
Irma Judith Camacho Cortés.
TAREA 26. ARGUMENTO DE “LA PAYASITA CECIL”. CUENTO PARA LEER EL DÍA 30 DE MAYO.
Cecilia es el nombre de una niñita huérfana, que vive en la pocilga de una vieja borracha quien la recogió en la calle, donde fue abandonada por su familia a los tres años de vida. Desde entonces obliga a la nena a pedir limosna en varios lugares de la ciudad. Cecil es muy flaquita, pero graciosa, y hasta que cumplió los 7 años, la vieja Tomasa le hizo su traje de payasita para bailar, decir chistes, además cantar y así divertir a los niños los domingos, en el parque. A través de regaños y azotes la enseñó a caminar en la cuerda floja (que ella usó cuando trabajaba en el circo de donde la corrieron.) Así la “Payasita Cecil”, gana algo de dinero, el cual la anciana le quita a golpes para sus vicios.
Una tarde al estirar mano y pedir limosna, una bella mujer no sólo le dio dinero, sino que le regaló una pequeña cajita de madera que contenía seis muñequitos. Tres niños y un trío de niñas vestidos de hilo y seda con diversos colores. Al dárselos le explicó: << estos muñequitos valen más que el dinero, ellos te ayudarán en tus dificultades; pero en la noche deben dormir contigo debajo de tu almohada >>. Luego su acompañante agregó: << La historia de los –Quita Problemas- es verdadera para quienes los aman y tienen fe >>.
Cecil no entendió bien lo que los turistas le dijeron, porque no conocía algunas palabras: como dificultades, problemas y fe. Sin embargo, recibió con agrado la cajita con sus primeros juguetes de chiquitines, oprimiéndolos junto a su corazón. Desde ese día, hasta sus once años fueron inseparables y al acariciarlos se llenaban su ojitos de perlitas de alegría, en vez de las de sal. Cuando la niña sufría, colocaba sus manos con la cajita sobre su estómago, lugar donde el hambre le daba mordidas sin cesar. Para tranquilizarse, siempre se acurruca en el quicio de una puerta y consuela su soledad, con el penetrante olor despedido por un frasco, que le regalaron los niños de la calle, quienes la conocen como “Calaverita Payasa”, por su aspecto escuálido.
Una nochebuena, cuando en el cielo las estrellas tiritaban de frío, apresurada guarda sus muñecos y corre porque un vagabundo monstruoso la persigue. Se oculta atrás de un carro viejo que está al final del callejón, es inútil, el andrajoso con pasión feroz la manosea y con lujuria la viola, a pesar de sus gritos pidiendo ayuda. Cuando sus lágrimas se han secado, se viste con su ropita de siempre, ahora rota y que apenas la cubre, les habla a sus muñequitos para que la consuelen y le ayuden a buscar un papá y una mamá como los que ha visto que abrazan y besan a sus hijos.
Cecil la payasita no sabe rezar, porque nadie le enseñó; pero sí maldecía, por sufrir tanto en la calle y también por ser una niñita huérfana que aprendió a divertir a la gente, para comer sólo pan duro, que guardaba la vieja loca con la que vivía. Esa mañana en que amaneció lastimada física y moralmente, se viste con su traje nuevo de payasita, porque decidió realizar su último acto, en el filo de la azotea del tercer piso del viejo edificio donde habitaba. Los muñequitos, lo presintieron por el temblor de su cuerpo al subir corriendo las destartaladas escaleras y por las palabrotas que decía. Caminó poco tiempo en la orilla de tabiques de la azotea, sin miedo, como buena equilibrista que era. Después decidió inclinarse mucho del lado de la calle y cuando estaba a punto de caer, se escucharon gritos de los niños que miraban el acto abajo del edificio y las voces de los desesperados muñequitos, no se oyeron. Ella se arrepintió y después se bajó, dirigiéndose muy rápido al puente vehicular más alto y transitado de la ciudad, llevando con ella su cajita de muñequitos entre sus manos, de los cuales se despidió besándolos mucho. Cuando se hizo de noche, con la cajita apretada en una de sus manos, empezó a caminar justo en la orilla, equilibrando cada uno de sus pasos para llegar al centro del viaducto y ver pasar a los carros con sus faros iluminando todo debajo de ella a gran velocidad, en el sitio exacto donde planeaba saltar, para acabar así con la función de payasa, en su vida de sufrimientos y maltratos. Los muñequitos desesperados por no poder impedirlo, se abrazan entre sí y tratan de que los escuche para que no salte y se muera, porque ellos la quieren mucho, más que unos padres. El mayor le grita que no brinque y en ese momento su grito cae y se estrella en el pavimento. La cajita rueda y se abre, los muñequitos golpeados y con el susto latiendo en sus corazoncitos, salen y buscan a la payasita Cecil a su alrededor y angustiados no ven tirada a su flaquita, ni atropellada sangrando entre los autos que circulan. En ese momento, la más pequeña de esos hermanitos, grita asombrada que miren arriba del puente. Y todos ven el lugar donde señala y se quedan con la boca abierta, porque Cecil, vestida con su traje de colores y parpadeantes lentejuelas del circo, en ves de caer, el viento la eleva poco a poco como un papalote y su largo cabello ondea como una bandera, mientras ella levanta sus bracitos al cielo nocturno como para abrazar a Dios, perdiéndose lentamente entre las nubes...
Irma Judith Camacho Cortés.
Tarea del día 2 de mayo 2011
domingo, 8 de mayo de 2011
TAREA 20. ESCRIBIR UNA LÍNEA ARGUMENTAL, ES DECIR, LA MÍNIMA EXPRESIÓN
DE LO QUE TRATA LA OBRA. (CON UN CONFLICTO.)
Un niño despreciado e incomprendido por sus padres y maestros, se convierte en nefasto criminal.
Irma Judith Camacho Cortés.
TAREA 21. ESCRIBIR EL ARGUMENTO DE LA OBRA. (DESARROLLO DE LA LÍNEA
ARGUMENTAL.) 10 % DEL TOTAL DE PÁGINAS DE LA NOVELA.
Paúl Swift del Castillo fue un niño que nació en el seno de una familia de clase media alta, en la ciudad de Cuernavaca Morelos. Su infancia se desarrolló en un hogar disfuncional. Con un padre alcohólico, que trabajaba como gerente y una madre con delirios de actriz famosa, por ser hija del prestigiado actor Marcial del Castillo. Padres, que por sus ocupaciones no deseaban tener un hijo y despreciaban a Paúl por considerarlo un estorbo para su trabajo y relaciones sociales, dejándolo siempre al cuidado de las sirvientas de la casa. Hasta los seis años el niño no conoce lo que es la ternura y el amor de una mamá y un papá, que lo eduquen, porque ellos sólo vivían dentro de su propia burbuja humana. Al olvidarse y descuidar a su hijo éste se porta como un niñito malcriado en todo momento, haciendo rabiar a la servidumbre, que no sabe controlar al pequeño diablillo, como lo nombran. Sus padres oyen las quejas de las sirvientas con indiferencia y cuando el niño les pide algo a los dos, siempre delegan su responsabilidad a la nana, como le dicen a la muchacha que lo cuida.
Paúl es hijo único y no conoce la felicidad de que sus padres lo atiendan con esmero. A pesar de su corta edad y por lo que observa en el Kinder, al ver como las mamás y papás de otros niños los llevan y los recogen a la salida del colegio, besándolos o dándoles la bendición, se da cuenta de que a él, si no es el chofer o la nana quienes lo acompañan, nadie más lo haría. Esto le causa un dolor que demuestra con sus constantes berrinches, tanto en el colegio como en su casa. No obstante es un niño físicamente bien parecido, de ojos azules, alto y sano, porque no le falta alimento. Se aprovecha de su fuerza para golpear a otros niños de su edad que no le prestan lo que les pide, y lo hace sólo con el afán de molestarlos.
Cuando ingresa a la escuela primaria y con apenas siete años de edad, constantemente es expulsado de su grupo por cometer diabluras como: esconder los cuadernos a las niñas; comerse el desayuno de Alexandro, el niño más aplicado del grupo hijo de la Directora de la escuela; corretear al gatito de la conserje y aventarlo a las niñas en el recreo; matar pequeñas lagartijas, que coloca en la cabeza de las miedosas; desvestir la muñeca de Frida; poner la tarántula de hule en las mochilas de los niños; robarle las pinturas y los marcadores a la maestra Mimí y además, no atender a las indicaciones de la clase, ni cumplir con las tareas...
En esta etapa de su vida, Paúl se convierte en lo que los maestros consideran como “Niño Problema” y que requiere tratamiento psicológico especial, por este motivo los padres son citados varias veces, para que de manera particular lo atienda una psicóloga. La madre, una actriz de segunda, de nombre Andrea del Castillo Bretón y el padre Mikler Swift Morgan, Gerente de un banco de la ciudad de México, consideran que no es necesaria la atención de una psicóloga, pues su hijo es un niño normal. No obstante son advertidos por la autoritaria Directora y su exigente maestra, de que si comete otra falta, será expulsado del grupo por una semana.
Paúl, como tantos niños incomprendidos, despreciado por sus padres, maestros y compañeritos, sólo recibe regaños y amonestaciones hasta de los criados, que no lo soportan. Empieza a odiar a la gente y a los animales durante toda su infancia. En cierta ocasión atrapó un gatito y comenzó a darle vueltas para aventarlo a sus compañeritas, quienes gritaban a la maestra para que las protegiera de Paúl y al llegar ésta, el niño avienta el gato sin ver quien viene atrás y este animalito golpea a la Directora en la cara. Esa fue la gota que derramó el vaso y Paúl fue expulsado de la escuela, castigado severamente en el hogar y golpeado por su padre a pesar de su corta edad. Durante esos días el niño se dedica a dibujar y pintar en unos cuadernos que guarda celosamente y que nadie ve. Son variedad de creaciones artísticas con un realismo inusual hechas por un niño de su edad, con la mano izquierda y que su ignorante madre rompió en varias ocasiones, cuando lo encontraba según ella, perdiendo el tiempo en vez de estudiar.
Después de una semana de castigo y un poco controlado, el niño lleva su ira y rencor muy escondidos y se porta aparentemente bien. Sin embargo, cuando él regresa a la escuela, todos los niños le gritan: << ¡ya vino “El Gato” Paúl! >> Nombre que desde ese día se le grabó en la mente. Él les decía que no le molestaba que le dijeran así, pues le venía bien ese apodo y les enseñaba las uñas como garras para asustarlos.
Al final del mes, cuando el padre pide ver la boleta de calificaciones de su hijo para firmarla, éste le informa que espere hasta el día siguiente, porque es el indicado por la maestra. No obstante el niño no le dice la verdad, pues tiene un día más para falsificar el cero de algunas calificaciones y convertirlo en diez, agregándoles antes el número uno.
Después de arreglar los conflictos que acarreó la falsificación de las calificaciones y la reposición de la boleta, el niño prometió hacer bien lo que le indicara su maestra y estudiar más, cumpliendo con todas sus tareas.
Por lo tanto, cuando a Paúl se le dio el personaje de diablito en la pastorela y a Alexandro el de angelito, nadie protestó. En diciembre, cuando todo estaba preparado para esa representación infantil con: María, José, el niño Dios, los pastorcitos y hasta la piñata para representar la estrella de Belén y que los niños romperían al final de la misma, se le ocurre a Paúl corretear al angelito para quitarle las alas y casi se las desprende. Para que no lo haga, Alexandro le promete obedecerlo en lo que le pida y Paúl le dice, que quite al niñito del pesebre y lo lleve a la maestra. Alexandro obedece y lo lleva al escritorio. Mientras tanto, el diablillo coloca al gatito envuelto y amarrado dentro de la cobija donde estaba el niño Dios. Cuando la pastorela empieza y María toma al niño para arrullarlo, se asusta y grita porque en su desesperación de salirse de la cobija, el gato la araña causándole una herida. Naturalmente esto ocasiona que expulsen definitivamente de la escuela a Paúl. Lo que indigna a sus padres, quienes muy molestos buscan la manera de que no pierda el año inscribiéndolo en otra escuela; pero de la ciudad de México, donde ellos consideran estar más al pendiente de él.
Paúl “El Gato”, como le gusta que le digan, sigue haciéndose de mala fama entre sus compañeros de otras escuelas primarias, porque lo cambiaron dos veces y en una de ellas, al fin termina el sexto grado, con calificaciones no muy buenas; pero que sin embargo, le permiten ingresar a la secundaria, gracias a una buena, comprensiva y verdadera maestra con vocación, que lo guía con esmero.
En la escuela de segunda enseñanza, aunque es muy inteligente se desvía aún más de los estudios, porque no encuentra el apoyo de sus padres, cuando más los necesita y aunque recibe dinero para comprar el material necesario de sus clases, él prefiere gastarlo en pinturas caras para sus obras secretas. Como presta dinero, con el cincuenta por ciento de interés a sus compañeros que le piden constantemente ciertas cantidades, que gastan en las maquinitas de juegos a la salida de la escuela, su capital mensual aumenta.
Paúl reprueba tres materias de las más importantes y nuevamente es golpeado por su padre que lo maltrata con palabrotas, por haber ingerido varias copas con sus amigos, en el bar al que acostumbran ir los fines de semana. Su madre se preocupa, sólo por ella, debido a que siempre le dan excusas para no concederle trabajo en las obras de teatro, por lo tanto no hace caso de la tragedia que vive su hijo, con su marido alcohólico.
El jovencito entra en una adolescencia infeliz, porque verdaderamente adolece de lo más importante para un hijo en el hogar. Después de pagar sus materias reprobadas en los exámenes extraordinarios y con trabajos de investigación que consigue entre sus amigos, termina el primero y después el segundo año de secundaria con muchos regaños. Siendo durante ese tiempo, expulsado varias veces de la escuela por irse de pinta con las chicas y los amigos, a divertirse donde pueden. Así inicia el tercer año de secundaria, amenazado por su padre de enviarlo al ejército cuando tenga la edad suficiente, si no mejora su comportamiento y también las calificaciones. Desgraciadamente, como castigo su papá le da menos dinero para solventar sus gastos de la escuela y el muchacho que todos apodan “El Gato” (porque él les contó su historia infantil y además les dijo que le gusta el nombre), empieza a robar en la escuela, ya que presiente que a pesar de lo que le pase, él tendrá derecho a siete vidas.
Desde entonces “El siete vidas”, como sus cuates le apodan, compra y vende droga para aumentar sus ingresos y poder invitar a las “reinas” como él les dice, no sólo al cine, sino a comer, bailar, fumar y tomar donde pueden hacerlo. Forma una pandilla con sus compañeros más aventados y empiezan a realizar pequeños robos en los comercios que sólo tienen un empleado. Inician las pintas de graffiti, algunas hasta con arte, para señalar donde ya han robado o bien marcan su territorio de lucha contra otros pandilleros. En la escuela, les falta el respeto a sus maestros contestando con altanería, cuando quieren castigarlo con más tarea de investigación, de la que dan a los buenos alumnos, como ellos les nombran. Por desgracia para Paúl uno de los mejores alumnos en la escuela es Alexandro su compañero de la primaria, que también estudia en ese prestigiado colegio del D. F., porque ahora sus padres quienes son ameritados profesores, ya radican en la ciudad de México.
“El Gato” empieza a tener una conducta agresiva con Alexandro y lo ofende continuamente nombrándole como: “el consentido entre los sabios, cuatro ojos como también le dice, aparte de cegatón o biblioteca andante”. Cuando los maestros le llaman la atención, se comporta con ellos con agresividad. Paúl es reportado a la Dirección por varias faltas, también a la moral, pues cuando llega con aliento alcohólico se ha quitado el pantalón del uniforme mostrándose así ante las jovencitas, a quienes les invita un cigarro, para que no lo acusen en la Dirección de la escuela. Él dice que lo hace para que se diviertan con sus gracias. Ha tenido llamadas de atención en forma verbal y desde luego por escrito en su expediente del grupo; pero desvestirse ante las alumnas fue el colmo y al reincidir en esa mala conducta, se llamó a sus padres para enterarlos del motivo por el que sería expulsado toda una semana y además como castigo debería pintar la barda del colegio con sus compañeros que lo seguían a todas partes, porque seguramente ellos, habían pintarrajeado el lugar.
Nuevamente fue condicionado a suspensión definitiva ante sus padres, sobre todo en el caso de volver a la escuela y cometer faltas de comportamiento, en lugar de estudiar con más empeño su último año en la secundaria. Esta indicación lastimó el orgullo de sus papás, quienes le impusieron un castigo más severo, enviándole a trabajar por una semana como ayudante de albañil, en la obra que el ingeniero Alcázar, su amigo, estaba construyendo en la periferia de la ciudad. Su mamá no se opuso al correctivo, porque lo consideró necesario. El señor Swift, mandó pintar la barda de la escuela con uno de sus empleados de mantenimiento del banco donde labora, para cumplir con la indicación del Director.
Paúl se comprometió a terminar la secundaria, si su papá lo dejaba trabajar libremente y donde él quisiera. Su padre le dijo que sí, porque estaba seguro de la dificultad para conseguir un empleo en el que le pagaran bien, con los estudios de secundaria y por ser aún menor de edad. Lo que el señor Swift ignoraba, es que “El Gato” se quería dedicar a vender droga en las escuelas, donde ya tenía su negocio en pequeño.
Con mucho trabajo y con calificaciones bajas Paúl terminó la secundaria. En cambio Alexandro cuando se graduó, obtuvo el promedio más alto de la escuela y le dieron un Diploma de Honor. Su madre y antigua Directora de la primaria muy orgullosa se pavoneaba ante los presentes, exaltando la conducta de su primogénito Alex, como ella le nombraba, para que lo escucharan todos los padres de familia.
El padre de Paúl utilizó una recomendación de un alto funcionario, para que su hijo ingresara a la preparatoria. Como fue aceptado de inmediato, el joven no tuvo más remedio que acudir, sobre todo porque pensaba ampliar su mercado de ventas. Por desgracia para él, se volvió a encontrar con su rival Alexandro que terminaba su bachillerato en la misma escuela. Más maduro en su forma de actuar pensó: << si no puedes con el enemigo, únete a él >>. Durante el descanso se acercó al joven estudiante y muy atento le dijo que si lo había ofendido, eran cosas de chiquillos; pero que deseaba ser su amigo y le extendió la mano. Alex lo miró con recelo, pero aceptó. Desde ese día fueron inseparables solamente en la escuela, porque Paúl se aprovechaba de él para que le pasara apuntes o tareas que no hacía. Después de clases se iba solo, y reunía a sus cuates de la banda de “El Gato”, como él los nombraba. Por este motivo siempre llegó tarde a su casa con el pretexto de que tenía trabajos de investigación en equipo, con el compañero más destacado del grupo y otras chicas. Su padre notó un pequeño cambio de conducta con las calificaciones del primer trimestre que mejoraron bastante. Hasta le prometió que si seguía así, le compraría un coche pequeño para que se trasladara a la escuela. Él pensó en usar el auto para llevar sus cuadros de pinturas al óleo en la cajuela, para que nadie supiera que ya las empezaba a vender.
Sin embargo, su rebeldía interior contra los maestros, sus padres y aparentes amigos no cambió, él seguía siendo el mismo. Había comenzado a planear robos más grandes en las joyerías de la ciudad, y empezó a consumir droga más a menudo. Cuando su madre lo descubrió y se lo dijo a su padre, éste se negó a creerlo y habló seriamente con Paúl. Naturalmente su hijo lo negó y le contestó que la prueba de su inocencia estaba en sus calificaciones y que ya cursaba el último año de prepa, sin que lo expulsaran. Esa era su mejor garantía de que alguien le metió droga en su portafolio, sin darse cuenta.
Antes de que Paúl terminara la preparatoria sucedió lo que tenía que pasar. Cuando asaltaban una joyería del centro fue atrapado in fraganti con su pandilla, por una pareja de policías. Para evitar que se los llevaran, uno de sus cuates sacó una navaja y mató a un agente. Cuando el otro policía trató de ayudarlo, todos huyeron del lugar a pesar de los disparos que hirieron en una pierna al”Gato”. Este juró vengarse del policía porque memorizó bien su cara. Esa tarde antes del asalto, habían violado y secuestrado a una de tantas jovencitas que pasaban por donde se reunía la pandilla y al dejarla libre, mal herida (después de cobrar el rescate), ella oyó que al jefe, le apodaban “El Gato” y así rindió su declaración ante las autoridades, quienes por las señas y edad de los jóvenes se dedicaron a buscar al estudiante así apodado, en todas las escuelas preparatorias. Y no tardaron en dar con el nombre de Paúl Swift del Castillo. Éste, ajeno a que ya lo habían descubierto, buscó al policía y cuando él bajó de la patrulla a escoger el periódico que traía los datos del asalto a la joyería. “El siete vidas” le dijo: << tú me la debes y yo te la cobro >>, y le metió su navaja en el estómago. En ese momento salió huyendo, podía correr debido a que la bala solo le rozó la pierna. Desapareciendo del lugar, se fue a la preparatoria donde ya lo esperaban unos agentes de la policía y sus padres, quienes fueron avisados por el Consejo Escolar. Comprobados todos sus delitos y encontrándole droga en sus pertenencias, fue enviado al reclusorio norte de la ciudad. “El Gato” se encontró en ese ambiente a los amigos que le vendían la droga. Quienes le dieron un buen recibimiento y lo nombraron jefe de su grupo, porque según ellos conocían su trayectoria. Desde ahí siguió operando en el control y venta de drogas. Con mayor edad y dentro de la cárcel, no tenía reparo en ordenar los asesinatos de quienes llegaban a prisión muy bien recomendados, para no vivir más. Se volvió bravucón con los otros presos y después de varias peleas provocadas por él y sus nuevos amigos, siempre salía victorioso y se ganó a pulso el apodo de “Siete vidas”, porque nadie de los que se enfrentaban a él, lo podía matar. Al fin se sintió amado y protegido por todos los presos que lo admiraban por su fuerza y bravura, y por los miedosos quienes lo obedecían sin quejarse. Así logró más fama y como tenía una extensa condena de setenta años que pagar en la prisión, se volvió adulto en su nueva casa, sin dejar de ser bien parecido a pesar de la barba y del cabello cobrizo largo que pintaba algunas canas y que se amarraba en forma de cola. Sin olvidar su don, siguió pintando con poco entusiasmo y hasta se ganó el premio de arte que concedía el penal; pero recordó siempre la falta de amor de sus padres a quienes no perdonó jamás, ni quiso volver a ver durante varios años. Quien no dejó de visitarlo, fue el Dr. Alexandro Curiel Galván, pediatra y doctorado en psiquiatría. Verdadero amigo, quien lo atendía solícito durante sus crisis y delirios que sufría a causa de las drogas que no dejaba de consumir. Él, era quien le promovía la venta de algunas pinturas y le motivaba para que siguiera siendo creativo en este arte y realizara una exposición, a lo que Paúl se negaba. Cuando su madre anciana y viuda iba a la prisión, sabía que detrás de las gafas escondía un corazón duro y que sólo lo visitaba por remordimiento de no haber amado a su único hijo y a quien ahora necesitaba para tener dinero. Él aprendió muy bien la lección de no amar, y nunca la besó porque ella tampoco lo hizo. Cada diez de mayo y ante sus cuates, él mismo “se la mienta” y murmura: << por mi padre y sobre todo por ella, ahora soy un desgraciado criminal y no un triunfador feliz, gran artista del pincel como era mi destino >>.
Irma Judith Camacho Cortés.
DE LO QUE TRATA LA OBRA. (CON UN CONFLICTO.)
Un niño despreciado e incomprendido por sus padres y maestros, se convierte en nefasto criminal.
Irma Judith Camacho Cortés.
TAREA 21. ESCRIBIR EL ARGUMENTO DE LA OBRA. (DESARROLLO DE LA LÍNEA
ARGUMENTAL.) 10 % DEL TOTAL DE PÁGINAS DE LA NOVELA.
Paúl Swift del Castillo fue un niño que nació en el seno de una familia de clase media alta, en la ciudad de Cuernavaca Morelos. Su infancia se desarrolló en un hogar disfuncional. Con un padre alcohólico, que trabajaba como gerente y una madre con delirios de actriz famosa, por ser hija del prestigiado actor Marcial del Castillo. Padres, que por sus ocupaciones no deseaban tener un hijo y despreciaban a Paúl por considerarlo un estorbo para su trabajo y relaciones sociales, dejándolo siempre al cuidado de las sirvientas de la casa. Hasta los seis años el niño no conoce lo que es la ternura y el amor de una mamá y un papá, que lo eduquen, porque ellos sólo vivían dentro de su propia burbuja humana. Al olvidarse y descuidar a su hijo éste se porta como un niñito malcriado en todo momento, haciendo rabiar a la servidumbre, que no sabe controlar al pequeño diablillo, como lo nombran. Sus padres oyen las quejas de las sirvientas con indiferencia y cuando el niño les pide algo a los dos, siempre delegan su responsabilidad a la nana, como le dicen a la muchacha que lo cuida.
Paúl es hijo único y no conoce la felicidad de que sus padres lo atiendan con esmero. A pesar de su corta edad y por lo que observa en el Kinder, al ver como las mamás y papás de otros niños los llevan y los recogen a la salida del colegio, besándolos o dándoles la bendición, se da cuenta de que a él, si no es el chofer o la nana quienes lo acompañan, nadie más lo haría. Esto le causa un dolor que demuestra con sus constantes berrinches, tanto en el colegio como en su casa. No obstante es un niño físicamente bien parecido, de ojos azules, alto y sano, porque no le falta alimento. Se aprovecha de su fuerza para golpear a otros niños de su edad que no le prestan lo que les pide, y lo hace sólo con el afán de molestarlos.
Cuando ingresa a la escuela primaria y con apenas siete años de edad, constantemente es expulsado de su grupo por cometer diabluras como: esconder los cuadernos a las niñas; comerse el desayuno de Alexandro, el niño más aplicado del grupo hijo de la Directora de la escuela; corretear al gatito de la conserje y aventarlo a las niñas en el recreo; matar pequeñas lagartijas, que coloca en la cabeza de las miedosas; desvestir la muñeca de Frida; poner la tarántula de hule en las mochilas de los niños; robarle las pinturas y los marcadores a la maestra Mimí y además, no atender a las indicaciones de la clase, ni cumplir con las tareas...
En esta etapa de su vida, Paúl se convierte en lo que los maestros consideran como “Niño Problema” y que requiere tratamiento psicológico especial, por este motivo los padres son citados varias veces, para que de manera particular lo atienda una psicóloga. La madre, una actriz de segunda, de nombre Andrea del Castillo Bretón y el padre Mikler Swift Morgan, Gerente de un banco de la ciudad de México, consideran que no es necesaria la atención de una psicóloga, pues su hijo es un niño normal. No obstante son advertidos por la autoritaria Directora y su exigente maestra, de que si comete otra falta, será expulsado del grupo por una semana.
Paúl, como tantos niños incomprendidos, despreciado por sus padres, maestros y compañeritos, sólo recibe regaños y amonestaciones hasta de los criados, que no lo soportan. Empieza a odiar a la gente y a los animales durante toda su infancia. En cierta ocasión atrapó un gatito y comenzó a darle vueltas para aventarlo a sus compañeritas, quienes gritaban a la maestra para que las protegiera de Paúl y al llegar ésta, el niño avienta el gato sin ver quien viene atrás y este animalito golpea a la Directora en la cara. Esa fue la gota que derramó el vaso y Paúl fue expulsado de la escuela, castigado severamente en el hogar y golpeado por su padre a pesar de su corta edad. Durante esos días el niño se dedica a dibujar y pintar en unos cuadernos que guarda celosamente y que nadie ve. Son variedad de creaciones artísticas con un realismo inusual hechas por un niño de su edad, con la mano izquierda y que su ignorante madre rompió en varias ocasiones, cuando lo encontraba según ella, perdiendo el tiempo en vez de estudiar.
Después de una semana de castigo y un poco controlado, el niño lleva su ira y rencor muy escondidos y se porta aparentemente bien. Sin embargo, cuando él regresa a la escuela, todos los niños le gritan: << ¡ya vino “El Gato” Paúl! >> Nombre que desde ese día se le grabó en la mente. Él les decía que no le molestaba que le dijeran así, pues le venía bien ese apodo y les enseñaba las uñas como garras para asustarlos.
Al final del mes, cuando el padre pide ver la boleta de calificaciones de su hijo para firmarla, éste le informa que espere hasta el día siguiente, porque es el indicado por la maestra. No obstante el niño no le dice la verdad, pues tiene un día más para falsificar el cero de algunas calificaciones y convertirlo en diez, agregándoles antes el número uno.
Después de arreglar los conflictos que acarreó la falsificación de las calificaciones y la reposición de la boleta, el niño prometió hacer bien lo que le indicara su maestra y estudiar más, cumpliendo con todas sus tareas.
Por lo tanto, cuando a Paúl se le dio el personaje de diablito en la pastorela y a Alexandro el de angelito, nadie protestó. En diciembre, cuando todo estaba preparado para esa representación infantil con: María, José, el niño Dios, los pastorcitos y hasta la piñata para representar la estrella de Belén y que los niños romperían al final de la misma, se le ocurre a Paúl corretear al angelito para quitarle las alas y casi se las desprende. Para que no lo haga, Alexandro le promete obedecerlo en lo que le pida y Paúl le dice, que quite al niñito del pesebre y lo lleve a la maestra. Alexandro obedece y lo lleva al escritorio. Mientras tanto, el diablillo coloca al gatito envuelto y amarrado dentro de la cobija donde estaba el niño Dios. Cuando la pastorela empieza y María toma al niño para arrullarlo, se asusta y grita porque en su desesperación de salirse de la cobija, el gato la araña causándole una herida. Naturalmente esto ocasiona que expulsen definitivamente de la escuela a Paúl. Lo que indigna a sus padres, quienes muy molestos buscan la manera de que no pierda el año inscribiéndolo en otra escuela; pero de la ciudad de México, donde ellos consideran estar más al pendiente de él.
Paúl “El Gato”, como le gusta que le digan, sigue haciéndose de mala fama entre sus compañeros de otras escuelas primarias, porque lo cambiaron dos veces y en una de ellas, al fin termina el sexto grado, con calificaciones no muy buenas; pero que sin embargo, le permiten ingresar a la secundaria, gracias a una buena, comprensiva y verdadera maestra con vocación, que lo guía con esmero.
En la escuela de segunda enseñanza, aunque es muy inteligente se desvía aún más de los estudios, porque no encuentra el apoyo de sus padres, cuando más los necesita y aunque recibe dinero para comprar el material necesario de sus clases, él prefiere gastarlo en pinturas caras para sus obras secretas. Como presta dinero, con el cincuenta por ciento de interés a sus compañeros que le piden constantemente ciertas cantidades, que gastan en las maquinitas de juegos a la salida de la escuela, su capital mensual aumenta.
Paúl reprueba tres materias de las más importantes y nuevamente es golpeado por su padre que lo maltrata con palabrotas, por haber ingerido varias copas con sus amigos, en el bar al que acostumbran ir los fines de semana. Su madre se preocupa, sólo por ella, debido a que siempre le dan excusas para no concederle trabajo en las obras de teatro, por lo tanto no hace caso de la tragedia que vive su hijo, con su marido alcohólico.
El jovencito entra en una adolescencia infeliz, porque verdaderamente adolece de lo más importante para un hijo en el hogar. Después de pagar sus materias reprobadas en los exámenes extraordinarios y con trabajos de investigación que consigue entre sus amigos, termina el primero y después el segundo año de secundaria con muchos regaños. Siendo durante ese tiempo, expulsado varias veces de la escuela por irse de pinta con las chicas y los amigos, a divertirse donde pueden. Así inicia el tercer año de secundaria, amenazado por su padre de enviarlo al ejército cuando tenga la edad suficiente, si no mejora su comportamiento y también las calificaciones. Desgraciadamente, como castigo su papá le da menos dinero para solventar sus gastos de la escuela y el muchacho que todos apodan “El Gato” (porque él les contó su historia infantil y además les dijo que le gusta el nombre), empieza a robar en la escuela, ya que presiente que a pesar de lo que le pase, él tendrá derecho a siete vidas.
Desde entonces “El siete vidas”, como sus cuates le apodan, compra y vende droga para aumentar sus ingresos y poder invitar a las “reinas” como él les dice, no sólo al cine, sino a comer, bailar, fumar y tomar donde pueden hacerlo. Forma una pandilla con sus compañeros más aventados y empiezan a realizar pequeños robos en los comercios que sólo tienen un empleado. Inician las pintas de graffiti, algunas hasta con arte, para señalar donde ya han robado o bien marcan su territorio de lucha contra otros pandilleros. En la escuela, les falta el respeto a sus maestros contestando con altanería, cuando quieren castigarlo con más tarea de investigación, de la que dan a los buenos alumnos, como ellos les nombran. Por desgracia para Paúl uno de los mejores alumnos en la escuela es Alexandro su compañero de la primaria, que también estudia en ese prestigiado colegio del D. F., porque ahora sus padres quienes son ameritados profesores, ya radican en la ciudad de México.
“El Gato” empieza a tener una conducta agresiva con Alexandro y lo ofende continuamente nombrándole como: “el consentido entre los sabios, cuatro ojos como también le dice, aparte de cegatón o biblioteca andante”. Cuando los maestros le llaman la atención, se comporta con ellos con agresividad. Paúl es reportado a la Dirección por varias faltas, también a la moral, pues cuando llega con aliento alcohólico se ha quitado el pantalón del uniforme mostrándose así ante las jovencitas, a quienes les invita un cigarro, para que no lo acusen en la Dirección de la escuela. Él dice que lo hace para que se diviertan con sus gracias. Ha tenido llamadas de atención en forma verbal y desde luego por escrito en su expediente del grupo; pero desvestirse ante las alumnas fue el colmo y al reincidir en esa mala conducta, se llamó a sus padres para enterarlos del motivo por el que sería expulsado toda una semana y además como castigo debería pintar la barda del colegio con sus compañeros que lo seguían a todas partes, porque seguramente ellos, habían pintarrajeado el lugar.
Nuevamente fue condicionado a suspensión definitiva ante sus padres, sobre todo en el caso de volver a la escuela y cometer faltas de comportamiento, en lugar de estudiar con más empeño su último año en la secundaria. Esta indicación lastimó el orgullo de sus papás, quienes le impusieron un castigo más severo, enviándole a trabajar por una semana como ayudante de albañil, en la obra que el ingeniero Alcázar, su amigo, estaba construyendo en la periferia de la ciudad. Su mamá no se opuso al correctivo, porque lo consideró necesario. El señor Swift, mandó pintar la barda de la escuela con uno de sus empleados de mantenimiento del banco donde labora, para cumplir con la indicación del Director.
Paúl se comprometió a terminar la secundaria, si su papá lo dejaba trabajar libremente y donde él quisiera. Su padre le dijo que sí, porque estaba seguro de la dificultad para conseguir un empleo en el que le pagaran bien, con los estudios de secundaria y por ser aún menor de edad. Lo que el señor Swift ignoraba, es que “El Gato” se quería dedicar a vender droga en las escuelas, donde ya tenía su negocio en pequeño.
Con mucho trabajo y con calificaciones bajas Paúl terminó la secundaria. En cambio Alexandro cuando se graduó, obtuvo el promedio más alto de la escuela y le dieron un Diploma de Honor. Su madre y antigua Directora de la primaria muy orgullosa se pavoneaba ante los presentes, exaltando la conducta de su primogénito Alex, como ella le nombraba, para que lo escucharan todos los padres de familia.
El padre de Paúl utilizó una recomendación de un alto funcionario, para que su hijo ingresara a la preparatoria. Como fue aceptado de inmediato, el joven no tuvo más remedio que acudir, sobre todo porque pensaba ampliar su mercado de ventas. Por desgracia para él, se volvió a encontrar con su rival Alexandro que terminaba su bachillerato en la misma escuela. Más maduro en su forma de actuar pensó: << si no puedes con el enemigo, únete a él >>. Durante el descanso se acercó al joven estudiante y muy atento le dijo que si lo había ofendido, eran cosas de chiquillos; pero que deseaba ser su amigo y le extendió la mano. Alex lo miró con recelo, pero aceptó. Desde ese día fueron inseparables solamente en la escuela, porque Paúl se aprovechaba de él para que le pasara apuntes o tareas que no hacía. Después de clases se iba solo, y reunía a sus cuates de la banda de “El Gato”, como él los nombraba. Por este motivo siempre llegó tarde a su casa con el pretexto de que tenía trabajos de investigación en equipo, con el compañero más destacado del grupo y otras chicas. Su padre notó un pequeño cambio de conducta con las calificaciones del primer trimestre que mejoraron bastante. Hasta le prometió que si seguía así, le compraría un coche pequeño para que se trasladara a la escuela. Él pensó en usar el auto para llevar sus cuadros de pinturas al óleo en la cajuela, para que nadie supiera que ya las empezaba a vender.
Sin embargo, su rebeldía interior contra los maestros, sus padres y aparentes amigos no cambió, él seguía siendo el mismo. Había comenzado a planear robos más grandes en las joyerías de la ciudad, y empezó a consumir droga más a menudo. Cuando su madre lo descubrió y se lo dijo a su padre, éste se negó a creerlo y habló seriamente con Paúl. Naturalmente su hijo lo negó y le contestó que la prueba de su inocencia estaba en sus calificaciones y que ya cursaba el último año de prepa, sin que lo expulsaran. Esa era su mejor garantía de que alguien le metió droga en su portafolio, sin darse cuenta.
Antes de que Paúl terminara la preparatoria sucedió lo que tenía que pasar. Cuando asaltaban una joyería del centro fue atrapado in fraganti con su pandilla, por una pareja de policías. Para evitar que se los llevaran, uno de sus cuates sacó una navaja y mató a un agente. Cuando el otro policía trató de ayudarlo, todos huyeron del lugar a pesar de los disparos que hirieron en una pierna al”Gato”. Este juró vengarse del policía porque memorizó bien su cara. Esa tarde antes del asalto, habían violado y secuestrado a una de tantas jovencitas que pasaban por donde se reunía la pandilla y al dejarla libre, mal herida (después de cobrar el rescate), ella oyó que al jefe, le apodaban “El Gato” y así rindió su declaración ante las autoridades, quienes por las señas y edad de los jóvenes se dedicaron a buscar al estudiante así apodado, en todas las escuelas preparatorias. Y no tardaron en dar con el nombre de Paúl Swift del Castillo. Éste, ajeno a que ya lo habían descubierto, buscó al policía y cuando él bajó de la patrulla a escoger el periódico que traía los datos del asalto a la joyería. “El siete vidas” le dijo: << tú me la debes y yo te la cobro >>, y le metió su navaja en el estómago. En ese momento salió huyendo, podía correr debido a que la bala solo le rozó la pierna. Desapareciendo del lugar, se fue a la preparatoria donde ya lo esperaban unos agentes de la policía y sus padres, quienes fueron avisados por el Consejo Escolar. Comprobados todos sus delitos y encontrándole droga en sus pertenencias, fue enviado al reclusorio norte de la ciudad. “El Gato” se encontró en ese ambiente a los amigos que le vendían la droga. Quienes le dieron un buen recibimiento y lo nombraron jefe de su grupo, porque según ellos conocían su trayectoria. Desde ahí siguió operando en el control y venta de drogas. Con mayor edad y dentro de la cárcel, no tenía reparo en ordenar los asesinatos de quienes llegaban a prisión muy bien recomendados, para no vivir más. Se volvió bravucón con los otros presos y después de varias peleas provocadas por él y sus nuevos amigos, siempre salía victorioso y se ganó a pulso el apodo de “Siete vidas”, porque nadie de los que se enfrentaban a él, lo podía matar. Al fin se sintió amado y protegido por todos los presos que lo admiraban por su fuerza y bravura, y por los miedosos quienes lo obedecían sin quejarse. Así logró más fama y como tenía una extensa condena de setenta años que pagar en la prisión, se volvió adulto en su nueva casa, sin dejar de ser bien parecido a pesar de la barba y del cabello cobrizo largo que pintaba algunas canas y que se amarraba en forma de cola. Sin olvidar su don, siguió pintando con poco entusiasmo y hasta se ganó el premio de arte que concedía el penal; pero recordó siempre la falta de amor de sus padres a quienes no perdonó jamás, ni quiso volver a ver durante varios años. Quien no dejó de visitarlo, fue el Dr. Alexandro Curiel Galván, pediatra y doctorado en psiquiatría. Verdadero amigo, quien lo atendía solícito durante sus crisis y delirios que sufría a causa de las drogas que no dejaba de consumir. Él, era quien le promovía la venta de algunas pinturas y le motivaba para que siguiera siendo creativo en este arte y realizara una exposición, a lo que Paúl se negaba. Cuando su madre anciana y viuda iba a la prisión, sabía que detrás de las gafas escondía un corazón duro y que sólo lo visitaba por remordimiento de no haber amado a su único hijo y a quien ahora necesitaba para tener dinero. Él aprendió muy bien la lección de no amar, y nunca la besó porque ella tampoco lo hizo. Cada diez de mayo y ante sus cuates, él mismo “se la mienta” y murmura: << por mi padre y sobre todo por ella, ahora soy un desgraciado criminal y no un triunfador feliz, gran artista del pincel como era mi destino >>.
Irma Judith Camacho Cortés.
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