Tarea 27 y 28 del 23 de Mayo 2011

jueves, 26 de mayo de 2011

TAREA 27. CUENTO: “LA PAYASITA CÉCIL”.
Quejumbroso, su timbre infantil insulta, maldice la desgracia y amenaza con realizar su último acto de circo. Es Cécil, una niña de once años que desde el filo de la azotea de un destartalado edificio, se convierte en alambrista circense y tambaleándose, camina en desequilibrio. Esta noche, nosotros los pequeñitos, vamos con ella adentro de una minúscula caja de madera que lleva en la bolsita de su vestido. Cerramos los ojos, cuando toma entre sus manos la cajita donde nos guarda y la aprieta con desesperación. Yo les digo a mis hermanitos, que nuestra suerte será lo que resuelva Cécil.
Las palabras, que la niña con amargura nos dice cuando al fin decide equilibrarse en la barda, forman sólo frases de dolor. Ella, limpiándose sus lágrimas, nos cuenta cómo murió su mamá y el motivo de drogarse de su padre, por el cual la abandonó en la calle, además de su gran tristeza sufrida a los siete años, cuando fue recogida y explotada con maltratos, por una vieja que en su juventud fue cirquera, quien la obligó a pedir limosna en las esquinas y a puros golpes, le enseñó a caminar sobre una cuerda, maquillada de payasa para divertir a la gente con sus chistes desde arriba.
Todos la consolamos, cuando ella abre la cajita nos saca y llora; pero somos tan pequeñitos que nuestras vocecitas se las lleva el ruido de la ciudad y no escucha los consejos de aliento que le decimos. Tampoco siente los besitos que le damos en su mano. Mi hermanita Yereni le recuerda que siempre estuvimos junto a ella cuidándola, cuando su cuerpo desnutrido se acurrucaba donde podía, para consolarse con el olor penetrante despedido por un frasco, que le dieron los niños de la calle, quienes la apodaban Calaverita Payasa, por su cuerpo escuálido y la sonrisa de payasita que se metió entre los huesos de su cara, para ganar dinero.
Cécil es una niña morenita muy delgada, de cabello largo y ondulado, con rostro que no se conoce bien, porque la obligan a maquillarse todos los días. Ella, vaga por las calles siempre ansiosa de cariño, que con esperanza anhela. Desde que la conocimos, sobrevive comiendo mal, no puede alimentarse mejor, con las pocas monedas que recoge en sus actuaciones del domingo, porque esa vieja con la que vive se las quita, para comprar cigarros y alcohol.
Olviden esto y mejor escuchen un chiste que me hizo reír cuando la payasita dijo:
-Un Maestro le indica a su pequeño alumno.
-Juanito, dame un ejemplo de “injusticia”.
-¡Ha! Pues cuando mi papá comete un error en la tarea y el maestro me echa la culpa a mí.
Otro que contó con gracia, fue el del niño que ve un libro de fauna marina y le pregunta a su madre:
-Mamá, ¿qué comen los tiburones?
-Sardinas hijo.
-¿Y cómo le hacen para abrir la lata?
Esos momentos de risas de los niños y de nosotros, fueron los que siempre alegraron la carita de Cécil.
Mis hermanitos: Ix-loc, Yereni, Yunuén, Nicté, Corina y yo, el mayor de nombre Petém, le damos mucha ternura, somos su única compañía. Ella nos besa y nos guarda en nuestra caja, aferrándose a lo que le contaron de nosotros unos turistas, un día en que al estirar la mano y pedir limosna, una bella mujer, no sólo le dio dinero, sino que le regaló una pequeña cajita de madera que nos contenía. Seis muñequitos, niños y niñas vestidos de hilo y seda de diversos colores. Al entregarnos, ella le explicó: estos muñequitos valen más que el dinero, ellos, mágicamente te ayudarán a salir de tus dificultades; pero en la noche, deben dormir contigo debajo de tu almohada. Luego su acompañante agregó: la historia de los Quita Problemas, es verdadera para quienes los aman y tienen fe.
Cécil no entendió bien lo que los viajantes le dijeron, porque no conocía palabras como: dificultades, almohada, problemas y fe. Sin embargo, recibió agradecida la cajita con nosotros, sus primeros juguetes, oprimiéndonos cerca de su corazón. Desde ese día fuimos inseparables y al darnos caricias siempre se llenan sus ojitos de lágrimas de dulce contento, en lugar de las de sal. Cuando nos toca, la niña habla y platica con todos, juega, mueve nuestros cuerpos, así cobramos vida y la abrazamos. Mientras solloza, nos tiene entre sus manos, que luego coloca en el lugar preciso donde el hambre le muerde. Mi hermana Yereni, atenta la consuela con amor.
Una tarde, Cécil apresurada nos guarda en la caja y no sabemos lo que sucede, pero sentimos que ¡tiembla!, ¡la cajita se voltea!, nuestros cuerpos chocan entre sí, mis hermanitos lloran y el miedo nos atolondra. En ese momento oímos que sus quejidos y jadeos guardan silencio. Nosotros lastimados, con el susto aún castañeando entre los dientes y escapándosenos por los ojos, escuchamos el sonido de un tambor. Atentos a los golpes cada vez más fuertes, nos damos cuenta que son saltos de nuestro corazón. Cuando se calma, aturdidos reímos quedito, con el temor aún atorado en la garganta. Ahora en silencio, los seis aguardamos presintiendo lo peor cuando ella ha dejado de correr y saltar sobre los escombros, porque un vagabundo la persiguió. Yo todo lo miro por el agujerito, la niña se oculta dentro del carro viejo al fondo del callejón, es inútil, el hombrezote la manosea y la viola. Nosotros oímos sus gritos pidiendo ayuda y nos sentimos impotentes, por estar encerrados en la cajita que tiene entre sus manos.
Cuando sus lágrimas se han secado y barrido el maquillaje, se viste con la ropa desgarrada que apenas cubre su tembloroso cuerpo, ella nos habla, pidiéndonos el favor mágico de que acabemos con sus desdichas. Mi hermanita Corina la más chiquita, le pide a Dios que la proteja del mal y mis hermanos también oran. Cécil, nos dice que quiere ser feliz como otros niños, con un papá y una mamá que la abracen con amor. De pronto, su rostro cambia, se vuelve serio y empieza a maldecir en vez de rezar; no sabe hacerlo, porque nadie le ha enseñado. Mis hermanos muñequitos y yo, oramos por ella. Parece escucharnos y nos regala con sus ojos el brillo de una mirada tierna, que se torna opaca cuando tiene frío y miedo.
En la nochebuena, se viste de payasita de manera especial, pone la cajita entre sus manos y nos coloca sobre ellas, uno por uno, mencionando nuestros nombres. Cécil nos besa; a cada uno le toca su turno, ella me dice Petém y muy quedito se despide de mí. Su vista se nubla y deja caer lluvia de sal sobre nosotros.
-Otra vez sufriendo –se queja mi hermanita Ix-loc toda mojada.
-¡Nos abandona! –dice con voz grave Yunuén. Al observar que somos guardados con rapidez.
-¿A dónde irá? –pregunta Nicté que casi nunca habla.
-¡Qué no se vaya! –grita mi hermanita Corina.
-¡Tiembla! ¡Agárrense de las manos! –ordena Yereni.
-Si no se detiene voy a vomitar –dice la más chiquita.
-¡Cállate! –claman a una voz mis hermanitos.
-¡Silencio! –les digo.
Me asomo varias veces por el agujero cuando deja de correr y veo que empieza a caminar justo en la orilla del puente, equilibrando cada uno de sus pasos para llegar al centro del Viaducto. Cuando ella se detiene, miro arriba el brillo de los luceros y abajo los faros de los coches que pasan iluminando la oscuridad, es el sitio exacto donde ella quiere brincar. Yo, desesperado no puedo salir para convencerla de que no salte, porque tiene la cajita apretada en una mano. Entonces abrazo a mis hermanitos y gritamos muy fuerte para que nos escuche.
-¡Cécil no brinques! –en ese momento nuestro grito cae y se estrella contra el pavimento. Nuestra cajita rueda y se abre al golpearse con la acera.
Nosotros angustiados, con el susto latiendo en nuestros corazones, salimos de la caja y buscamos a Cécil a nuestro alrededor y no la vemos tirada, ni atropellada entre los grandes autos que circulan. En ese momento, Corina, la más pequeña de mis hermanas grita asombrada:
-¡Miren allá! ¡Arriba del puente! –y señala con su dedito donde sucede la maravilla del Creador.
Sorprendidos al verla, nos quedamos con la boca abierta, porque Cécil, ¡vestida con su traje de colores y parpadeantes lentejuelas, que brillan recordándonos la fiesta del circo! En vez de caer, el viento la eleva poco a poco como un papalote y su largo cabello ondea igual que una bandera. Ella levanta sus brazos al cielo nocturno, ¡ascendiendo por la gracia de Dios! Y se acerca cada vez más a las estrellas...

Irma Judith Camacho Cortés.
30 – 05 – 2011






















TAREA 28. CUENTO: “LA DONCELLA Y LOS DUENDES”.
Es media noche, los habitantes de la ciudad Sagrada de Zaháv, duermen a pesar del ulular del viento, la lluvia y los sonidos monótonos de los grillos que desean encantar a su pareja.
Momento preciso en que Shedón, el duende mayor despierta a su compañera Sáhar y ésta a su hermano Gamadí, él a su vez levanta a Papión y a Tsipór sus primos. Sigilosamente los cinco se acercan al Templo y luego a la habitación en que dormita la doncella Quéren Or, que significa Rayo de Luz, nombre que le han dado por su sapiencia y la belleza iluminadora que reflejan sus rubios cabellos, que se mueven sobre su espalda en su andar cadencioso.
Cuando se levanta del lecho, los pequeños duendes se esconden donde no pueda verlos, para que no se asuste con su presencia y no se dé cuenta que están ahí, porque tienen una misión oculta que cumplir. Tristes, desde su escondite la miran pasear de un lado a otro y el gracioso movimiento de su cuerpo se entorpece cuando llora inconsolable. De sus ojos color esmeralda, caen lágrimas que surcan su rostro y empañan su visión.
Shedón dice:
-¡Tenemos que ayudarle! -y los cuatro se acercan a él, para saber cómo pueden hacerlo.
La joven parece verlos cuando se dirige hacia ellos y les habla entre sollozos, pidiendo a los dioses de la tierra, ayuda para calmar su pena. Desea que el príncipe Nasíj regrese a su lado porque le ama. Ella se dirige a los pequeños seres que imagina ver en su ensoñación y les dice:
-Siento cálido el espíritu, ardiente el cuerpo, mis labios tienen sed –calla y luego llora diciendo-. Soy una flor sin aroma, me hace falta la luz de sus ojos y el calor de sus brazos. Me enferma su ausencia.
Al terminar de contar a los seres imaginarios sus tristezas, vuelve al reposo y sueña. Los duendes con el poder que tienen de penetrar en las mentes soñadoras, ingresan al quimérico dormitar de la doncella y le preguntan sobre el príncipe valiente que la ha abandonado. Ella les cuenta además de sus íntimos problemas, que su amado se ha ido a luchar en otras tierras, para defender el reino de su madre Malcá de quienes han amenazado derrocarla de su trono. Les cuenta que han pasado trescientos soles y él aún no ha vuelto a su comarca, ni tampoco ha visitado la ciudad Sagrada de Zaháv, donde habitan los sabios de la tierra y como doncella escogida por sus talentos, reside ahí para recibir la luz de la sabiduría.
Sin embargo, la doncella está triste porque si Nasíj no regresa, en la próxima luna nueva, ella será convertida en vestal dedicada al servicio del Dios Shémesh, por toda su vida. Durante el profundo sueño la joven se despierta en un segundo plano de realidad aparente y logra ver muy bien a los pequeños duendes que la miran con dulzura y en su lenguaje ahora comprensible para ella, le dicen que pueden ayudarla para que vea al príncipe y le pida que regrese pronto a su lado.
La joven no les cree y desesperada se dirige hasta la Casa del Sacrificio, ahí la siguen los cinco duendecillos y atentos escuchan que frente a Elohút, Divinidad protectora de las doncellas, Rayo de Luz, grita su pesar diciéndole:
-¡Estoy dispuesta a morir! –guarda silencio y continúa-. No quiero ser consagrada a la Divinidad del Sol por más sabiduría que él pueda darme, si no soy feliz.
Mira con desconfianza a los duendecillos, que quieren ayudarla a vivir ese sueño de estar felizmente casada con Nasíj. No tiene fe en su auxilio porque sabe que sólo está soñando y que al despertar todo será falso. No obstante, al salir acaricia las manitas y los rostros de los duendecillos y observa que los colores de sus trajes son hermosos y el paisaje que en esos momentos los rodea es maravillosamente real y puede tocar, cortar y oler los diferentes perfumes de las flores del jardín, con la certeza de vivir este plano de segunda realidad.
Pero vuelve a dudar de lo que observa, no tiene sentido, porque está segura que de un momento a otro va a despertar. Ansiosa, vuelve al altar del Templo y toma la espada simbólica de la conciencia, la coloca con ambas manos en su cuello, ella sabe que si se corta la arteria principal va a despertar y oprime la espada en su garganta. Los duendes le gritan que no lo haga. Ella continúa hasta que se corta y sangrando cae desmayada por el dolor. En ese instante despierta en su lecho, sudando, porque en verdad se sintió morir.
Ahora en la realidad del primer plano de su vida, quiere hacer lo mismo y busca el puñal con cacha de turquesas que su padre guarda en el Templo para las ceremonias. Los duendes regresan del plano del sueño con premura, para impedir lo que presienten. La princesa levanta el cuchillo a la altura de su pecho y lo acerca más y más.
Los cinco duendes gritan a una voz para que los oiga.
-¡No lo hagas!
-Él vive –dice Sáhar –y piensa: sólo estará contigo en otro tercer plano más elevado que conozco.
La doncella Quéren Or no los ve, ni tampoco escucha lo que la enanita le dice.
-¡Tú volverás a verlo! –grita a todo pulmón Tsipór, duende al que le dicen pájaro de las mil voces. La princesa parece escucharlo, suelta el arma y se queda quieta. En ese instante Tsipór se sube a los hombros de Shedón y entonces Sáhar se trepa sobre los dos y con el poder de la luna en su mirada puesta en los ojos esmeralda de la doncella, duerme a Rayo de Luz de pie, después baja y esconde la daga. Con voz dulce ordena a la joven, que se acueste sobre su lecho de plumas y se apresura a subir hasta sus sienes para darle masaje y calmar sus pensamientos. Dos duendes más trabajan en su nuca con movimientos circulares en la parte cervical, los mayores le dan masajes en su cuerpo, en sus brazos y piernas, entonando la canción relajante con vocecitas de un lenguaje desconocido.
Cuando la princesa duerme profundamente, Sáhar le invita a imaginar y en ese sueño percibir un viaje por las nubes en un tercer plano o dimensión de los reinos elevados y cuando ella sonríe porque seguramente vuela, los cinco duendecillos con su poder de ensoñación se involucran en su sueño y vuelan junto a ella que los mira con ternura. Así viajan con cuerpos sutiles por diferentes lugares de la tierra, observando las maravillas de Dios y creando con sus pensamientos todo lo que desean.
Shedón el duende mayor le dice a la doncella Rayo de Luz, que está viviendo un sueño-realidad y puede hacer que todo lo deseado se cumpla. Entonces le pregunta cuál es su mayor anhelo. La joven le contesta que es ver a su amado el príncipe Nasíj, para desposarse con él y vivir en el esplendoroso mundo que ve, y en ese palacio de piedras preciosas creado con su pensamiento y que al acercarse lo mira rodeado de lagos y jardines, con súbditos amorosos a quienes servir.
Ese anhelo de Rayo de Luz al descender del vuelo, se cumple de inmediato y Nasíj la recibe con un cálido abrazo y un largo beso que es aplaudido por los duendecillos y por todos los súbditos del reino, en el cual vivirán felices para siempre, porque han decidido no despertar del hermoso sueño de amor en esa dimensión más alta.
En la tierra y la ciudad Sagrada de Zaháv, las doncellas que visitan a la princesa Rayo de Luz todas las mañanas, la encuentran muerta en su lecho y avisan a su padre el Sacerdote del Templo, que llora por su hija; pero se consuela al mirar la gran sonrisa que ilumina con felicidad el rostro de Quéren Or y la hace aparecer aún más bella.
Ese mismo día, en el reino de Malcá, la madre de Nasíj recibe al presuroso mensajero, enviado por el súbdito mayor de esa comarca con la mala noticia, no sólo de que han perdido la batalla, sino de que ha muerto su hijo el príncipe, cuando dormía. La madre llora desconsolada y el mensajero le dice, que a todos los súbditos les asombró la sonrisa alegre del rostro de Nasíj, antes tan triste, no sólo por los muertos, sino por estar ausente de su amada la doncella Rayo de Luz.
La reina Malcá y el Sacerdote de la ciudad Sagrada de Zaháv, acuerdan hacer los funerales de sus hijos en el Templo de Shémesh el Dios Sol. Y construir una tumba de joyas preciosas donde reposen los cuerpos de los enamorados para siempre. Irma Judith Camacho Cortés.

No hay comentarios:

Blog contents © TALLER DE NOVELA DE GERARDO OVIEDO 2010. Design by Nymphont.