¿LA PENA DE MUERTE?
Hace algún tiempo conversaba con un amigo de oficio abogado mismo que años antes había sido agente del ministerio público de un pueblo cercano a la sierra norte de Puebla.
La conversación de inicio con este tema antiguo como la misma humanidad, “La Pena de Muerte”, mencioné que por que razón ante tantos hechos de extrema criminalidad no se aplicaba este castigo ejemplar retomando de la ley mosaica, “ojo por ojo y diente por diente” así mismo esta ley que se halla impresa en bajo relieve del “Código de Hammurabi” estela monolítica que se halla soberbia e ilustre en el museo más grande e importante del mundo, “El Louvre” en Paris la ciudad luz.
Este es el primer códice judicial conocido del mundo y aquí refulge magnificente la ley del talión, esta que dice que si matas te matan, si cortas te cortan y así se suceden los acontecimientos ante lo desordenes que un civil hubiese hecho en contra de la sociedad.
Ahora bien ¿Por qué tantas dudas si se aplica la “Pena de Muerte” o no? ¿A que le temen las autoridades en la aplicación de esta sanción, si con esta legislación algunos de ellos mismos aseguran llegará la paz social, la seguridad y la tranquilidad urbana y rural?
Le plantee estás cuestiones a mi amigo jurista. Él que teniendo experiencia de ser participe de la procuración de justicia podría desvanecerme estas dudas. Sólo pensó un poco pues era algo que lo tenía atrapado en su moral y en su experiencia laboral en este medio de impartición de la ley.
- Me dijo - mira Carlos te voy a responder con un ejemplo que mismo yo tuve la desdicha de experimentar en mi posición de Agente del Ministerio Publico en aquel pueblo en el que ejercí esta labor.
Estaba tranquilo una noche de invierno en mi oficina con un frío antártico que helaba al más bragado de los esquimales… Cuando de repente entra una jovencita con los gritos en carne viva, que la habían abusado sexualmente y que su agresor se hallaba en el motel equis a unos kilómetros del pueblo, de inmediato procedimos a enviar algunos policías por el sospechoso y presunto violador de la señorita.
Los uniformados hicieron su labor y lo trajeron a la agencia ministerial, el reporte de los policías fue: que llegaron a dicho hotel de paso y ahí se hallaba el joven Eduardo de la Rosa y Treviño, así fue como se identificó el individuo, y pues le pidieron que los acompañara a la oficina del ministerio público por que había una señorita que se quejaba de algún tipo de abuso que él le había propinado.
Eduardo de la Rosa y Treviño llegó casi en shock del terrible horror de enfrentarse con la Honorable, Expedita e Imparcial Justicia Mexicana.
Para cuando el joven presunto delincuente estaba siendo detenido, el abogado, mi amigo y agente del ministerio público Rafael Carpenter Lozada este es su nombre, llevó sus pasos a la habitación en que se hallaba María Margarita Camargo Arvizu, este es el nombre de la presunta agraviada.
Ella, destrozada, llorando con un ímpetu en verdad descorazonador dio su versión de los acontecimientos: Licenciado… (Sollozos múltiples) me encontraba en un bar de la ciudad de Martínez de la torre, Veracruz. Cuando este muchacho Eduardo, me abordó de manera muy amable y sutil, platicamos muy amablemente y bebimos unos tragos, sin percatarme y con sus argucias de hombre, me envolvió con mentiras y me insistió en que bebiera más y más.
Después de rato no supe de mi pues me sentí mareada por las bebidas que este individuo me obligo a que tomará, medio podía percatarme que íbamos en su camioneta de camino a no sé donde, otra vez me quedé medio dormida, sentí que me ayudaba a bajar de su pick up y tambaleándome toda me depositó en la cama.
Un rato más tarde comencé a despertar pues me halla como drogada, me parece que este muchacho quizá le puso algún barbitúrico a mi bebida, él dio inicio a proveerme de caricias excesivas por lo que yo me inconformé y traté de luchar pero ya me fue imposible, este engendro endemoniado abuso de mi, me maltrató y me violó.
¡Miré usted licenciado! Mire como tengo las marcas de sus manos y sus brazos en los muslos y en mi entrepierna. Rafa me dijo: Era verdad, no sé si la violación, pero de que presentaba laceraciones era cierto yo las miré.
Rafa escuchó el testimonio y le dijo: Voy a hablar con el joven presunto atacante tuyo y ahora vuelvo. Ella totalmente descompuesta le insistió a mi amigo, licenciado ¿Que no me cree, no le basta con mirar las marcas que me hizo con sus horribles manos? Y aderezó estas palabras con resonantes chillidos y lágrimas profusas. Rafael sólo la miró y se marchó de la habitación.
Cuando el abogado llegó a los separos donde permanecía el joven norteño Eduardo de lo Rosa y Treviño, este se hallaba aturdido en su totalidad no contaba ni con 24 años de edad, se le veía educado y de buenas maneras, como que “a ojo de buen cubero” como dicen los antiguos, no se miraba tuviera facha de violador, pero si de dichos hablamos, no olvidemos estos dos: caras vemos y corazones no sabemos y este otro que bien parece muy negativo: piensa mal y acertaras.
Bueno dejémonos de retórica vernácula y folclórica y volvamos con Rafa y el presunto delincuente. El abogado le cuestionó: a ver Eduardo ¿Dime que pasó?, cuéntame tu versión de lo que te acusa esta muchacha, el Jovencito no se acababa de dar cuenta en que embrollo estaba metido aunque temblaba de pies a cabeza y también no paraba de llorar, me dijo: abogado, le juro que no la violé, estaba en Martínez de la Torre pues vine a arreglar unos asuntos de negocios de mi padre, que compra y vende cítricos de esta zona y los llevan para Nuevo León, me detuve en barcito a tomar una cerveza en lo que daba la hora para ir a terminar este encargo de mi padre.
Cuando esta muchacha que a leguas se ve es muy vivaracha, se me acercó y comenzó a coquetearme, me preguntaba que andaba haciendo yo tan lejos mi tierra y sin darme cuenta, le dije que venía y que tipo de negocios hacíamos, y todo por torpe y presuntuoso, le hablé de las cantidades que manejamos en esto de la compra venta y exportación de los cítricos. La noté muy interesada en ello y en las cantidades, pero pues… uno es hombre licenciado, y cuando me percaté ya nos estábamos dando unos besos todos apasionadotes, y pa´ no hacerle el chisme largo, yo le propuse irnos pa´ otro lado más íntimo, a lo que ella ni tarda ni perezosa acepto e incluso me dijo a donde pues yo por aquí ni conozco.
Ya estando ahí Lic. Ella se puso muy salerosa y me abrazaba, me besaba y me pedía que la maltratara pues según ella así se excitaba más y yo “pendejo” pus aistoy haciéndole caso y ahora mire las consecuencias.
Rafa lo escuchó con una gran compasión, para esto ya había venido el médico legista y había dado su dictamen, la mujer en cuestión había tenido relaciones sexuales, pues se había encontrado semen por supuesto masculino, y también daba fe de que había recibido trato que al parecer correspondía a una violencia no permitida, por la supuesta víctima.
Mi amigo abogado pensó para sus adentros, que mayúsculo lío tiene este jovencito.
Después de varias horas sin saber como, llegó a la agencia del Ministerio Público el padre de presunto victimario, Don Eduardo de la Rosa Garza Sada vino directamente a conversar conmigo me platica Rafael, se apoltronó enfrente de mi escritorio y con impostada y gutural voz norteña, me dijo suavemente: Señor Agente del Ministerio Publico, mi hijo no es un delincuente y no violó a es muchacha, le suplico por piedad unas palabras conversar con ella…
El padre se halla como sólo un padre se puede poner ante una situación de esta naturaleza que le acontezca a su crío. Se lo permití, con la condición de estar presente, en lo que por supuesto él accedió.
Al llegar a la habitación donde María Margarita se hallaba, Don Eduardo la miró con una profunda mezcla de desprecio, pero también con una gran paternidad, como imaginando que ella también pudiera ser su hija, y a boca de jarro le dijo esto: MI HIJO EDUARDO NO TE LASTIMO, NO TE VIOLÓ Y TU LO SABES, PERO ESO NO IMPORTA SI AHORA MISMO TE DESDICES DE ESTA ACUSACIÓN TE DOY EN ESTE MISMO INSTANTE 100 MIL PESO EN EFECTIVO.
María Margarita sólo alcanzó a balbucear si me da 500 mil lo hago. El señor De La Rosa serio sin expresión en su rostro, reiteró 100 MIL AHORA ¿Lo tomas o lo dejas?
¡Lo dejo! Eructó ella llena de soberbia y criminalidad (pues no imagino una mujer habiendo sido violada, venda su dolor por la cantidad que sea) No hubo ningún arreglo, salimos de la habitación aquella y me dijo Don Eduardo: Licenciado me voy ahora mismo a ver al procurador de justicia del estado a Puebla.
Horas más tarde recibí una orden clara de parte del procurador, licenciado por favor dejen en libertad al joven Eduardo de la Rosa y Treviño.
Moraleja…
Imagina que sentencian a este muchacho a 15 o 20 años de prisión por que todo apuntaba a que así sería, sin embargo el soborno cambio de lugar y una vez más el largo brazo de ley y la justicia mexicana prevaleció. Por cierto si hay algún error en la impartición de justicia pues le piden disculpas y punto. Si los matan con la PENA DE MUERTE y fallan como derepente le ocurre a los justicieros, vivirán con la pena y enorme sentimiento de culpa.
Es cuanto compañeros.
Carlos López Carmen Gracias por sus comentarios a:
columnarebelde@hotmail.com
2 de febrero de 2009
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8:23 AM
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