Otra forma de libertad

sábado, 20 de febrero de 2010

-¿Está muerto?
-No.
-Tampoco está vivo –hube de admitir que el tío no era ningún idiota-, ¿qué hizo?
-Comenzamos la sesión normal, después se desplomó –el sargento me miró incrédulo.
-¿Interrumpo? –el Doctor Vázquez saludó con una leve inclinación-. Doctora, Sargento. ¿Qué ha ocurrido?
-Aquí la señorita dice que el tipo se desplomó –el tono era por demás malicioso.
-Haga el favor de dejarnos solos –su mirada me tranquilizó mucho más que su tono.
-¿Y bien? –le pregunté cuando cerré la puerta tras la partida del sargento.
-Todo resuelto –me sonrió-, veo que logró usted lo que deseaba. ¿Se lo dijo? –asentí-, ¿qué le respondió?
-Se rió y me dijo: “bueno, allá tú” –de pronto me surgió la duda-. ¿Qué pasará con el cuerpo?
-Morirá cuando deba morir –me miró inquisitivo-, ¿se arrepiente?
-En absoluto. Tenía cadena perpetua.
-Bien. Y ahora, ¿qué hará?
-No lo sé –y era cierto.
-¿Cree realmente haberlo ayudado?
-Era inocente. Liberé su mente, el resto depende de él.
-¿Cobrará venganza?
-¿Eliot? –la sola pregunta me sorprendió-, nada serio. Hallará la forma de aparecérsele al culpable, al juez y a su abogado dos o tres veces. Después visitará a sus padres, a Lorena, a los amigos fieles. Les dirá que está bien, que es inocente. Finalmente se irá.
-¿Irse? ¿A dónde? ¿Y cómo está tan segura?
-Ése, doctor, es el verdadero misterio –la cuestión llevaba años intrigándome-. ¿A dónde irá? La mente es lo único que tenemos capaz de interactuar con la siguiente dimensión. Si mis conclusiones son correctas Eliot volverá para guiar nuestras respuestas.
-¿Ha previsto que esa libertad podría alterar lo que hasta ahora era la conducta del paciente?
-Lo sé –de hecho, era uno de mis mayores temores-. Era un riesgo que debía tomar –un susurro me interrumpió de repente-. ¿Ha escuchado Doctor?
-Sí –su tono era divertido y sonreía abiertamente-. Eliot acaba de darle las gracias.

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