Cómo escribir un best seller - Ian Fleming

viernes, 2 de mayo de 2008

"How to Write a Best-Seller", es un artículo publicado en el "Evening Standard" el 18 

de agosto de 1964. 

El arte de escribir sofisticadas novelas de suspenso está prácticamente muerto. Los
escritores parecen sentir vergüenza en inventar héroes de raza blanca, villanos de color
negro y heroínas en delicados tonos rosados.
Ya no soy un jovenzuelo, tampoco un hombre mayor. Mis libros no son lo que podría
considerarse "políticamente correctos". No tengo ningún mensaje para una humanidad
que sufre, y aunque fui amedrentado en el colegio y perdí mi virginidad como muchos lo
hicieron en los viejos tiempos, nunca he estado tentado en endosar estas y otras
terribles experiencias al resto de las personas. Mi obra no tiene intención de cambiar a la
gente o hacerla comportarse de una determinada manera. Ella está escrita para
heterosexuales de sangre caliente, durante largas travesías en tren, en aeroplanos o en
camas de hotel.
Tengo un encantador amigo que es un joven e impetuoso literato de renombre, y que
está muy molesto por el hecho de que hay mucha más gente leyendo mis libros que los
suyos. Hace poco intercambiamos algunas palabras acerca de esto y traté de calmar su
afectado ego diciéndole que sus propósitos artísticos eran mucho más elevados que los
míos. Que sus libros apuntaban a la cabeza y, de alguna forma, al corazón de los
lectores. En cambio, los míos estaban dirigidos a un lugar ubicado entre el plexo solar y
la parte superior de los muslos.
Lo que quiero decir es que si usted desea convertirse en un escritor profesional debe
decidir si va a escribir por fama, por placer o por dinero. Debo confesar, sin pena
ninguna, que escribo por placer y por dinero.
Igualmente, siento que, mientras las novelas de suspenso pueden no ser consideradas
literatura con "L" mayúscula, es posible escribirlas de tal forma que puedan ser "Leídas
como tal". Esto ya ha sido logrado por personajes como: Edgar Allan Poe, Dashiell
Hammett, Raymond Chandler, Eric Ambler y Graham Greene. Y no veo nada de malo
en tratar de apuntar tan alto como ellos.
Por lo tanto, he decidido escribir por dinero tratando siempre de mantener ciertos
estándares en mi escritura. Los cuales incluyen: una prosa directa, una gramática nada
excepcional y una cierta integridad en la narrativa.
Pero estas cualidades no garantizan un best-seller. Hay sólo una receta para hacer
best-sellers y es bastante simple: si usted analiza con cuidado los últimos que haya
leído, encontrará que tienen la siguiente cualidad: no puede usted con ellos dejar de
pasar las páginas.
No puede permitirse que nada interfiera con la dinámica esencial de una novela de
suspenso. No puede haber nombres ni relaciones complicadas, ni tampoco viajes o
geografías que confundan o irriten al lector, el cual no debe preguntarse nunca: "¿dónde
estoy?, ¿quién es esta persona?, ¿qué demonios están haciendo?". Y sobre todo deben
evitarse las escenas en las cuales el héroe rumia acerca de su mala suerte, revisa su lista
de sospechosos o reflexiona acerca de lo que debió haber hecho o de lo que se propone
hacer a continuación. Por todos los medios, escoja la escena o enumere las medidas de
la heroína tan amorosamente como quiera, pero, al hacerlo, asegúrese de que cada
palabra que escoja interese o haga titilar al lector antes de lanzarlo a la acción.
Bien, habiendo alcanzado un estilo de trabajo y teniendo todos los recursos esenciales
para hacer narrativa, ¿qué debe ponerse en el libro? Pues, todo aquello que excite a los
sentidos, absolutamente cualquier cosa.
A este respecto, mi contribución al arte de escribir novelas de suspenso ha sido el
intentar la total estimulación del lector por todos los medios posibles, hasta en sus más
mínimos gustos. Por ejemplo, nunca he entendido porque en algunos libros un personaje
debe comer alimentos tan simples e insignificantes. Los héroes ingleses parecen poder
vivir a costa de tazas de té y botellas de cerveza y cuando realmente se sientan a comer
nunca sabemos en que consiste la comida. En lo personal no soy ningún gourmet. Mi
plato favorito son los huevos revueltos. En el manuscrito original de "Vive y deja
morir", todo lo que consume James Bond son huevos revueltos, y lo hace de tal forma
que un lector perceptivo se hubiera dado cuenta de inmediato que este patrón tan rígido
de comportamiento podría significar un serio riesgo a la salud y seguridad del agente
secreto. Ya que, si alguien lo estuviera siguiendo, sólo tendría que entrar a los
restaurantes y preguntar: "¿Estuvo alguien aquí comiendo huevos revueltos" y de esta
forma saber si estaba tras la pista correcta o no. Por ello tuve que volver sobre el escrito
y hacer algunos cambios en el menú.
Por todo lo anterior, haciendo un análisis de mis libros y para los efectos de este ensayo,
debo concluir lo siguiente: escribo sólo acerca de lo que me es placentero y me estimula.
Mis tramas, aunque fantásticas, están basadas regularmente en hechos reales. Pienso
que van mucho más allá de lo probable pero siempre dentro de lo posible.
Mucha gente me pregunta: "¿Cómo se le ocurren esas cosas?, que mente tan
extraordinaria (y a veces sucia) debe tener usted".
Ciertamente tengo una gran imaginación, pero no creo que haya nada especial en esto.
Todos hemos sido alimentados con historias de hadas y de aventuras durante nuestros
primeros veinte años de vida, y quizá lo único que me diferencia de los demás es que yo
hago dinero con mi imaginación. Los tres incidentes más fuertes en mi primera novela
Casino Royale que arrastran la acción a todo lo largo del texto están basadas en hechos
reales. Provienen de mi experiencia en la División Naval de Inteligencia. Sólo las
manipulé un poco, añadí un héroe, un villano, una heroína, y de allí salió el libro.
El primero de ellos es el atentado a la vida de Bond fuera del Hotel Splendide: La
sociedad criminal SPECTRA ha dado a un par de asesinos búlgaros dos bolsos que
deben cargar en sus hombros, uno de color rojo y otro de color azul. Les han dicho que
el rojo contiene un fuerte explosivo, y el azul una cortina de humo para ayudarlos a
escapar. Uno de ellos debe lanzar el que contiene la bomba mientras el otro presiona el
botón del bolso azul. Pero los búlgaros deciden presionar primero este último y
envolverse en la nube de humo antes de lanzar la bomba, sin saber que el bolso azul
contiene también un explosivo capaz de hacerlos volar en fragmentos y con la idea de
no dejar ninguna evidencia que perjudique a la organización.
Increíble, podrán decir ustedes. Pero, de hecho, este fue el método utilizado por los
rusos en el atentado contra la vida de von Papen en Ankara.
La escena del juego se formó en mi mente después del siguiente incidente: Mi jefe, el
director de la Inteligencia Naval, y yo, nos encontrábamos en un vuelo a Washington en
1941 con el objeto de mantener unas conversaciones secretas con los americanos antes
de que éstos entraran a la guerra. El avión debía hacer una escala en Lisboa y
tendríamos que pasar la noche allí. Nuestra gente de inteligencia nos informó que el
lugar estaba repleto de agentes secretos alemanes y que el cabecilla de éstos y sus dos
asistentes jugaban durante todas las noches en un casino de las cercanías. Se me ocurrió
de que podríamos ir y darle un vistazo a esta gentuza. Fuimos hasta allá y efectivamente
vimos a los tres hombres en la mesa de apuestas. Fue allí que me surgió la idea de
apostar contra estos hombres y vencerlos, reduciendo de esta manera los fondos del
Servicio Secreto Alemán.
Lo intenté y en tres rondas estaba en quiebra. Esta humillante experiencia aumentó mi
odio hacia los alemanes y redujo la estima que mi jefe me tenía. Ese fue el incidente que
dio origen a la escena en que Bond protagoniza un gran juego contra Le Chiffre, el
villano de mi primer libro. Claro que aquí Bond tuvo mucha más suerte que yo.
Finalmente, la escena de tortura que describo en Casino Royale es una versión
suavizada del método franco-marroquí conocido como passer á la mandoline, que fue
practicado sobre muchos de nuestros agentes durante la guerra.
Habiendo asimilado todos estos consejos, usted podrá darse cuenta de todo el esfuerzo
físico involucrado en la escritura de novelas de suspenso. Y yo estoy completamente de
acuerdo. Aunque soy muy holgazán. Quizá mucho más que usted. Y mi corazón se
encoge al contemplar las doscientas o trescientas hojas de papel en blanco que debo
llenar para producir un libro de sesentamil palabras más o menos bien seleccionadas.
Para esto de escribir me atrevo a recomendar ampliamente cuartos de hotel, como una
forma de alejamiento de la vida cotidiana tanto como sea posible. El anonimato en este
tipo de ambientes apagados y la ausencia de amigos y distracciones en estos extraños
locales pueden crear ese vacío que podría forzarlo a ese estado de ánimo que puede
llevarlo a escribir con diligencia y aplicación.
Lo próximo en importancia es mantenerse en una estricta rutina, y cuando digo estricta
me refiero exactamente a eso. Yo escribo cerca de tres horas en la mañana,
aproximadamente de nueve a doce, y luego otra hora entre seis y siete de la tarde. Luego
de esto me recompenso numerando las páginas y guardándolas en un archivador.
Pero, luego de todo este esfuerzo, ¿cuál es la recompensa?
Antes que nada es financiera. Aunque no se obtiene mucho de los derechos,
traducciones y esas cosas. Y a menos que sea usted un individuo incansablemente
laborioso, apenas podrá vivir con las ganancias, pero si logra vender los derechos para
una película, eso sí es un golpe de suerte.
Pero, por sobre todas las cosas, ser un escritor de éxito le proporcionará una vida
agradable y placentera. No tendrá que trabajar todo el tiempo y podrá cargar la oficina a
todas partes dentro de su cabeza. Y disfrutará mucho más del mundo a su alrededor.
Escribir lo hará más vivo y, siendo el ingrediente más importante de la vida, aunque no
lo perciba en la mayoría de sus semejantes, el estar vivo, esto es algo que merece la
pena, aunque sólo se escriban novelas de suspenso.


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