Ma

lunes, 27 de octubre de 2008

Nació con el león de agosto sobre sus espaldas y la fortaleza de un Merino en el alma, el aliento de ambos y la energía de Dios en el corazón, en mil novecientos sesenta y tres nos graduamos al unísono, ella como mi madre y yo como su hijo. El veinte de agosto de mil novecientos veintiocho la parió mi abuela Josefa, mismo año en que el mundo vio nacer al médico, revolucionario y comandante Ernesto Guevara de la Serna.

Tomó el camino de la muerte diez días antes de sus ochenta años y la parí en mi corazón, ahora ella vive conmigo en mi interior y nos iremos juntos de aquí. Nunca manifesté apego alguno a ella o a su persona, pero lo hubiera querido hacer…

Sólo sé que mi Carmeluchi, mi madre, fue ruda por siempre, de ahí mi persona y mi personalidad recia de fruncidos ceños, de caras de malo, de cuerpo erguido y listo para la riña como jaguar agreste, silvestre y montaraz. Le aprendí a mi mamá las ganas de trabajar, las ganas de no perder y siempre triunfar.

De febrero de dos mil ocho al diez de agosto de este mismo año que estamos cursando, conviví con ella primero en el hospital, después en la casa en que me crió, la casa de donde salí para la primera boda, la casa de mi vida.

Estuvimos juntos justo en los momentos más importantes para ambos, cuando me parió y alumbró mis ojos con sus luces, me protegió con sus senos llenos de leche y de amor protector, le mamé su carácter, su templanza, su amor escondido y críptico, le acaricié los dedos con mi cuerpo prieto y pequeño, la dejé que me limpiara, que me abrigara con su piel y con sus manos, le quite los sueños nocturnos con los chillidos hambrientos de madre, por la Gracia de Dios siempre me los calló.

Estuvimos contiguos en los instantes precisos de nuestras vidas y de nuestras muertes. Sólo la acompañé todos los días que estuve con ella, le acerqué el agua, le arrimé los remedios, se los dí en los labios cuando pude y cuando ella pudo sorberlos, le acaricié más con los ojos de mi alma y de mi corazón que con mis tactos, aunque también le rocé sus rostros con mis manos, el rostro del dolor, el del miedo, el de la confusión y finalmente le mimé la carne muerta de su cuerpo.

Lloré hasta el infinito por que no pude evitarlo, pero no estuve triste, estuve feliz con su muerte, sólo sentí un dolor infinito que me arrancó un alarido que no terminará sino hasta que nazca a la muerte mía y nos hallemos a donde el Padre disponga.

Y por todo esto le escribí estás letras a manera de poesía libre, emancipada de rencor, franca de dolor y con un liberto, abierto y soberano amor.


MA

Ma´, no se cómo decirte que te amo,
pues no estoy quizá preparado para ello
sin embargo siento un dolor desgarrador
aquí en mi pecho, por no poder ser
suficientemente elocuente para hacer un manifiesto
de mis sentimientos hacia ti, pues eres
mi mamá, lo mejor que me dio mi señor Dios.

Alguna vez en mi torpeza juvenil, reproché, me quejé y
quizá hasta maldije, pero seguro me hallo de que todo aquello
debió de ocurrir para saber que te AMO MAMÁ.

Sé que somos diferentes. Llevamos la misma sangre
y así mismo sangres diferentes, yo con mis defectos,
tu con tus virtudes de madre abnegada, firme y fuerte
ahora te extraño, y no sabes cuánto.

Ojalá tenga los arrestos,
la voluntad, la bendición y el tiempo de tenerte acá en mi corazón,
quererte, amarte, respetarte y comprenderte,
y apoyarte sin reservas.

Quiero saber y sentir lo que llevas dentro
y hacerlo mío como aquella preñez de nueve meses
y casi cinco kilos que convivimos juntos hace ya tanto tiempo.






Ma´, no se como darte lo que te mereces,
ya basta de sufrimientos, de fracasos y problemas
ya basta de no hablarnos de amor, necesito que me ames
y me lo digas también, te amo para siempre Ma´.

Recuerda que tenemos un trato para siempre,
si llego primero a la meta de la vida,
desde allá te he de cuidar y quizás hasta espantar,
y si tú me ganas, te encargo que me mimes, el resto de mi vida.

María de la Luz del Carmen del Niño Jesús,
gracias por ser mi mamá,
sabes bien que todo lo que soy,
es tuyo y te lo debo a ti, te quiero mucho mamá.

Carlos López Carmen

25 de agosto de 1999
8:54 PM.

















Nació con el león de agosto sobre sus espaldas y la fortaleza de un Merino en el alma, el aliento de ambos y la energía de Dios en el corazón, en mil novecientos sesenta y tres nos graduamos al unísono, ella como mi madre y yo como su hijo. El veinte de agosto de mil novecientos veintiocho la parió mi abuela Josefa, mismo año en que el mundo vio nacer al médico, revolucionario y comandante Ernesto Guevara de la Serna.

Tomó el camino de la muerte diez días antes de sus ochenta años y la parí en mi corazón, ahora ella vive conmigo en mi interior y nos iremos juntos de aquí. Nunca manifesté apego alguno a ella o a su persona, pero lo hubiera querido hacer…

Sólo sé que mi Carmeluchi, mi madre, fue ruda por siempre, de ahí mi persona y mi personalidad recia de fruncidos ceños, de caras de malo, de cuerpo erguido y listo para la riña como jaguar agreste, silvestre y montaraz. Le aprendí a mi mamá las ganas de trabajar, las ganas de no perder y siempre triunfar.

De febrero de dos mil ocho al diez de agosto de este mismo año que estamos cursando, conviví con ella primero en el hospital, después en la casa en que me crió, la casa de donde salí para la primera boda, la casa de mi vida.

Estuvimos juntos justo en los momentos más importantes para ambos, cuando me parió y alumbró mis ojos con sus luces, me protegió con sus senos llenos de leche y de amor protector, le mamé su carácter, su templanza, su amor escondido y críptico, le acaricié los dedos con mi cuerpo prieto y pequeño, la dejé que me limpiara, que me abrigara con su piel y con sus manos, le quite los sueños nocturnos con los chillidos hambrientos de madre, por la Gracia de Dios siempre me los calló.

Estuvimos contiguos en los instantes precisos de nuestras vidas y de nuestras muertes. Sólo la acompañé todos los días que estuve con ella, le acerqué el agua, le arrimé los remedios, se los dí en los labios cuando pude y cuando ella pudo sorberlos, le acaricié más con los ojos de mi alma y de mi corazón que con mis tactos, aunque también le rocé sus rostros con mis manos, el rostro del dolor, el del miedo, el de la confusión y finalmente le mimé la carne muerta de su cuerpo.

Lloré hasta el infinito por que no pude evitarlo, pero no estuve triste, estuve feliz con su muerte, sólo sentí un dolor infinito que me arrancó un alarido que no terminará sino hasta que nazca a la muerte mía y nos hallemos a donde el Padre disponga.

Y por todo esto le escribí estás letras a manera de poesía libre, emancipada de rencor, franca de dolor y con un liberto, abierto y soberano amor.


MA

Ma´, no se cómo decirte que te amo,
pues no estoy quizá preparado para ello
sin embargo siento un dolor desgarrador
aquí en mi pecho, por no poder ser
suficientemente elocuente para hacer un manifiesto
de mis sentimientos hacia ti, pues eres
mi mamá, lo mejor que me dio mi señor Dios.

Alguna vez en mi torpeza juvenil, reproché, me quejé y
quizá hasta maldije, pero seguro me hallo de que todo aquello
debió de ocurrir para saber que te AMO MAMÁ.

Sé que somos diferentes. Llevamos la misma sangre
y así mismo sangres diferentes, yo con mis defectos,
tu con tus virtudes de madre abnegada, firme y fuerte
ahora te extraño, y no sabes cuánto.

Ojalá tenga los arrestos,
la voluntad, la bendición y el tiempo de tenerte acá en mi corazón,
quererte, amarte, respetarte y comprenderte,
y apoyarte sin reservas.

Quiero saber y sentir lo que llevas dentro
y hacerlo mío como aquella preñez de nueve meses
y casi cinco kilos que convivimos juntos hace ya tanto tiempo.






Ma´, no se como darte lo que te mereces,
ya basta de sufrimientos, de fracasos y problemas
ya basta de no hablarnos de amor, necesito que me ames
y me lo digas también, te amo para siempre Ma´.

Recuerda que tenemos un trato para siempre,
si llego primero a la meta de la vida,
desde allá te he de cuidar y quizás hasta espantar,
y si tú me ganas, te encargo que me mimes, el resto de mi vida.

María de la Luz del Carmen del Niño Jesús,
gracias por ser mi mamá,
sabes bien que todo lo que soy,
es tuyo y te lo debo a ti, te quiero mucho mamá.

Carlos López Carmen

25 de agosto de 1999
8:54 PM.

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