Capitulo 15: ¿Y vivieron felices para siempre?
Una semana después Camil, Ana, Jomei y el pequeño Marcel se iban con rumbo a Marsella para abordar el barco que los llevaría a Japón.
–Camil –habían pasado dos semanas y ya estaban a bordo de la nave.
–¿Qué pasa Yayitsu?
–Quiero preguntarte algo.
–¿Qué?
–¿Quieres casarte conmigo?
–¿Qué te dijo mi padre la noche que murió? ¿qué hablaron?
–Hablamos de ti, me dijo que si te lastimaba, de cualquier forma, me iba a matar. Y que no podía tocarte de nuevo, hasta que fueras mi esposa.
–¿Por eso me has hecho el amor?
–No.
–Entonces ¿por qué?
–Porque tu padre está muerto, porque mi esposa está muerta; porque murieron la misma noche de manera trágica y extraña, sin razón alguna, aun no puedo entender ¿qué sucedió esa noche?
–Yo tampoco lo he podido entender ¿qué demonios querían esos sujetos?
–Mi padre dice que seguramente querían dinero.
–Esa noche ha sido la más horrible que he vivido en mi vida –Yayitsu la abrazó y besó permaneciendo varios minutos en silencio.
–No respondiste mi pregunta.
–Mmmm, no lo sé, creo que debo pensarlo –Yayitsu la observó con el rostro serio y Camil no pudo aguantar la risa. Ja, ja, ja,. ¿Acaso no sabes ya la respuesta a tu pregunta?
–No –ahora Camil se puso seria.
–Pues que poco me conoces –se dio media vuelta dispuesta a irse, pero Yayitsu la detuvo abrazándola por la cintura y susurrándole al oído.
–Claro que lo sé, pero quiero escucharla de tu boca, quiero que lo pronuncies con esos sensuales labios –le mencionó él atrayéndola aun más a su cuerpo y besando su cuello. ¿Me vas a responder? –dijo él besando el lóbulo de su oreja derecha. Camil se dio vuelta frente a él, lo abrazó con sus manos alrededor su cuello y le respondió.
–Si Yayitsu, quiero casarme contigo –èl sonrió y la besó profundamente dejándola casi sin aliento. Unas semanas después llegaron al puerto de Osaka y viajaron en carruaje hasta Kyoto como la última vez, aunque en esta ocasión se dirigieron a la casa de la familia Mamoru, llegaron por la noche y Yayitsu se quedó esa noche, aunque en su propia habitación, lejos de la de Camil para evitar la tentación de pasarla con ella.
A la mañana siguiente Yayitsu se dirigió al palacio. Al llegar su padre lo esperaba, parecía casi impaciente por verlo llegar.
–¿Y bien? –le dijo el emperador a Yayitsu.
–¿Bien que?
–¿En donde está Camil y mi nieto?
–En la casa Mamoru.
–¿Por qué?
–Ella quiso estar allí hasta la boda.
–¡Eso por lo menos hasta dentro de quince días!
–Así es, nos casaremos en quince días, pero ella vendrá esta tarde para que juegues con el niño.
–¿Por qué? ¿tú se lo dijiste?
–No, ella dice que es bueno que Marcel se acostumbre a ti, que así no extrañará tanto a su abuelo.
–¡Yo soy su abuelo!
–¡Me refiero al conde!
–Está bien, trata de convencerla para que se quede –el emperador se fue para que su hijo llegara a su habitación y descansara del viaje.
Después del almuerzo llegó Camil con Marcel, Ana y Jomei. De inmediato le informaron al príncipe que la condesa había llegado. Los sirvientes los llevaron al mismo salón al que la llevaron la primera vez. Yayitsu entró a la habitación ante la atenta mirada de Camil, que se preguntaba como actuaría él ahora que estaba en su imperio, en su casa. Le atemorizaba un poco la respuesta, temía que fuera frío e indiferente con ella, como lo era con Mariko. La respuesta fue completamente diferente, al entrar Yayitsu se acercó a ella le tomó la mano para que se levantara y la besó dulcemente en los labios, después cargó a Marcel y volteó para saludar a Jomei y Ana quienes lo observaban atónitos. Y entonces Camil se sintió la mujer más feliz del mundo.
–Creí que llegarían más tarde.
–¿Estás ocupado?
–No, solo iba a entrenar ¿quieres entrenar? –le preguntó seductoramente.
–Mmmm, no sé. No quiero dejarte en ridículo frente a tus sirvientes.
–Ja, ¿es eso? ¿o tienes miedo de que sea yo quien te deje en ridículo?
–Vamos.
–Excelente, ¿vienes Jomei?
–Por su puesto –y entonces los cuatro “adultos” y Marcel se dirigieron a la sala de entrenamiento del príncipe.
Camil se cambió de ropa y zapatos para poder jugar con su príncipe.
–Ten cuidado no te vayas a romper una uña –le dijo Yayitsu a Camil.
–Lo mismo digo –Camil y Yayitsu comenzaron a pelear con las katanas de madera. Al principio más que una pela era un ligero calentamiento. Ambos demostrando cuan diestros eran con la espada. Pero con el paso del tiempo la pelea se hacía más fuerte. Yayitsu era mucho más fuerte que ella, aun así le costaba trabajo mantener la velocidad de sus golpes. Se había vuelto muy buena, mucho más veloz y ágil, no solo con las manos sino con los pies. Saltaba, daba piruetas en el aire y nunca dejaba de atacarlo, hasta que por fin chocando espada con espada ambas katanas se rompieron.
–Empate –dijo Jomei. Camil empezó a reír y Yayitsu se acercó a ella para besarla.
–Te ves hermosa –le dijo al oído.
–¿Aún sudorosa?
–Me encanta hacerte sudar –dijo él sonriéndole perversamente. Entonces Camil se sonrojó por completo. ¿Por qué te sonrojas?
–Sólo es el ejercicio –dijo ella volteándose.
–Yo me refería al entrenar –èl se acercó a ella y le dijo. También en la cama –y la besó nuevamente, llevando sus manos por su espalda hasta llegar a su glúteos acercándola más a él; sintiendo Camil toda la carga sexual de Yayitsu.
Se sintieron observados así que se separaron uno del otro. Camil fue con Ana pata beber un poco agua. Y Yayitsu con Jomei quienes siguieron entrenando. Pasada una hora terminaron su ligero entrenamiento. Se acercaron a las mujeres y tomaron agua, algunos minutos después Marcel agarró la katana para entrenar de Yayitsu, como era muy pesada para él su padre le ayudó.
Yayitsu fue en busca de algo a la sala de armas y momentos después regresó con una katana mucho más pequeña y ligera hecha de madera. Con aquella comenzó a entrenar cuando tenía cinco años, pero su hijo empezaría ahora, primero como un juego y después le enseñaría el verdadero significado del bushido, el código de honor de los samuráis.
Se acercó al niño y le dio la katana. Marcel la sostenía con ambas manos, pues aun era pesada. Yayitsu se puso en cuclillas y con sus manos envolvió las de Marcel y comenzó a mostrarle como era el movimiento mientras hablaba con él.
–Un día tú vas a ser el mejor samurai de Japón.
–¿Samudai?
–Sí el mejor samurai, y el mejor guerrero del mundo. Igual que tu papá.
–¿Mi papi es samudai?
–Si.
–No, él viaja en un badco.
–¿Cómo se llama tu papá?
–John –esta respuesta entristeció de sobremanera a Yayitsu, pero sabía que era normal.
–¿Podque llodas? –le preguntó Marcel a su padre.
–Porque estoy muy triste.
–¿podque?
–Porque no tengo un hijo tan bueno como tú.
–Ah; si quiedes puedes sed mi papi, hasta qie mi papá degrese de viajad en badco.
–¿De verdad?
–Si
–Bueno, entonces también voy a ser tu papá –Marcel y su padre continuaron jugando un rato más hasta que llegó el emperador y empezó a jugar con él.
A pesar de todos los intentos del emperador porque Camil se quedara en el palacio ella no accedió. Pronto pasaron los días, y la boda llegó. Fue una fiesta mucho más grande que cuando se casó con Mariko y toda la corte estaba presente, habían muchas personas.
Aquella noche Yayitsu y Camil hicieron el amor como nunca antes en sus vidas, se entregaron en cuerpo y alma el uno al otro y por fin sintieron que estaban completos, que eran completamente felices.
–Yayitsu... te amaré hasta el día de mi muerte y más allá... –le dijo Camil a él antes de quedarse dormida entre los brazos de su amado príncipe.
Pronto transcurrieron un poco más de dos años, el pequeño Marcel tenía cuatro años. El hijo de Jomei y Ana había cumplido los dos años y pronto tendrían un hermanito o hermanita, Camil y Yayitsu eran muy felices, y creían tener el final feliz de cuento de hadas, lo que no sabían era que distaban de haber cerrado el libro que contaba su historia.
Una mañana como cualquier otra Yayitsu se dirigió a ver a padre para estar al tanto de los asuntos del imperio; el emperador le había dicho a Yayitsu dos semanas atrás que deseaba retirarse y que en cuanto resolviera algunos asuntos Yayitsu ocuparía su lugar frente al reino. Antes de entrar a la habitación en que estaba su padre escuchó parte de la conversación que el emperador tenía con Xuyen.
–Mi señor ¿está usted seguro de que es lo mejor?
–Absolutamente. Esa mujer se ha convertido en una verdadera molestia. No voy a permitir que eduque a mi nieto de esa manera, lo sobreprotege demasiado, lo va a convertir en un inútil marica. Además le quita mucho tiempo a Yayitsu, lo ha vuelto un perrito faldero que hace lo que su ama le ordena. Lo mejor será que la elimine de la educación de mi nieto y del corazón de mi hijo. Pero no quiero que sea tan sangrienta como la de Mariko y Umako, que parezca un accidente en la fiesta de loto, a la vista de todos para que no quede sospecha alguna, tienes cinco meses para planearlo bien, no quiero errores de ningún tipo ni cómplices vivos ¿queda claro?
–Por su puesto mi señor, se hará como usted ordena –Yayitsu se alejó de inmediato y buscó a Jomei para contarle lo que había escuchado.
–¿Qué vas a hacer Yayitsu?
–Sacar a Camil del imperio. La quiero lo más lejos posible.
–¿Y si no quiere?
–Trataré de convencerla, la obligaré si es necesario, pero ella estará fuera de Japón antes de la fiesta de loto a como de lugar, cueste lo que cueste.
Dos meses transcurrieron y Camil no accedía a irse a menos que Yayitsu la acompañara. Ella tenía un extraño presentimiento, sentía que Yayitsu le ocultaba algo, lo notaba estresado, preocupado, muy tenso, pero cada vez que le preguntaba que sucedía él le decía que nada. La presionaba para que viajase sin él, la conclusión a la que había llegado era que él ya no la amaba, y que seguramente tenía otra mujer. Pero no podía probarlo y la incertidumbre le resultaba peor que la misma verdad, prefería que le dijera que ya no la quería, que tenía otra mujer y que la quería lejos.
Camil decidida a saber lo que sucedía iba a ver a Yayitsu y obligarlo a decírselo si era necesario, así que llevó a Marcel con Ana y se dirigió al despacho de Yayitsu, pero él estaba hablando con Jomei y Camil escuchó una parte de la conversación.
–Jomei no puedo esperar más, Camil no quiere irse. Ya traté de convencerla pero es muy obstinada.
–Yo creo que deberías decirle la verdad, así solo la vas a lastimar –y fue entonces que decidió entrar sin terminar de escuchar lo que estaban hablando.
–Si ya no me quieres a tu lado solo tienes que decirlo Yayitsu, si ya tienes otra mujer, si ya te hartaste de mí ¿por qué no eres hombre y me lo dices de frente? ¡Contesta! –Yayitsu se quedó callado solo viéndola.
–No es lo que tú crees Camil –dijo Jomei.
–Jomei, déjanos solos por favor.
–Pero Yayitsu...
–¡Hazlo! –Jomei salió de la habitación cerrando la puerta.
–¿Y bien? ¿te vas a comportar como un hombre y me vas a decir que te pasa?
–Tienes razón, ya no los soporto. Ni a ti, ni a tu hijo. Estoy harto de ustedes. Tengo otra mujer así que... es mejor que se vayan –Camil dio media vuelta y salió del cuarto dejando a Yayitsu. Se dirigió con Ana y se llevó a Marcel para preparar a Marcel todo para su viaje.
Ana estaba muy preocupada por su amiga, solo llegó y se llevó al niño sin decir nada. Sabía que algo andaba mal.
–Y ahora ¿que pasa? -. Se dijo Ana.
Fue hasta la habitación de Camil y la encontró empacando todo.
–¿Qué haces Camil?
–Me voy Ana.
–¡¿Qué?! ¿por qué?
–Porque Yayitsu me lo ordenó. Me dijo que tiene otra mujer y que está harto de Marcel y de mí así que era mejor que nos fuéramos. No te preocupes Ana, tú y Jomei no están obligados a nada.
–¡Claro que sí! Le diré a Jomei que prepare todo. No puedo creer lo que me dijiste, creí que él había cambiado de verdad.
–Yo también, pero ya no importa. Ana por favor dile a Jomei que lo haga lo más discretamente posible.
–Sí –Ana se fue a buscar a Jomei para preparar todo. Yayitsu estaba con él cuando llegó Ana y ésta le puso mala cara, así de marchó después de darle instrucciones.
–¿Qué hacía ese idiota aquí?
–Sólo vino a decirme lo que pasó.
–¡El muy sin vergüenza! Entonces ya sabes que nos vamos.
–Sí, ya está todo listo, nos vamos en dos días, dile a Camil que solo empaque lo necesario. Papeles, algo de ropa, las cosas de valor y... sus katanas, por si algo ocurre.
–¿Cómo vamos a sacar a Marcel del país?
–Yayitsu ya firmó el permiso para viajar. Además viajaremos donde no nos buscarán, en tercera clase.
–Está bien, le diré mañana, espero que todo salga bien.
–Yo también –a los dos días Camil y Marcel estaban listos para partir, se encontrarían con Jomei y Ana en Osaka y después viajarían hasta Hiroshima al puerto para abordar el barco que los llevaría hasta América. Yayitsu le dijo a su padre que Camil, Ana y Jomei habían ido a su casa de playa a tomar unas vacaciones y el emperador no se dio cuenta de lo que había sucedido hasta que dos semanas después de que Camil se había marchado llegó a la casa y la encontró vacía y sin rastro alguno de Camil y Marcel.
Yayitsu le dio una carta a Jomai para Camil donde le decía la verdad y le pedía no regresar nunca. Jomei se la dio a Camil al llegar a América y Camil entendió que ella y Yayitsu estaban destinados a estar separados aun cuando se amaran, era lo mejor para ella, para Marcel y para el hijo que venía en camino.
Una semana después Camil, Ana, Jomei y el pequeño Marcel se iban con rumbo a Marsella para abordar el barco que los llevaría a Japón.
–Camil –habían pasado dos semanas y ya estaban a bordo de la nave.
–¿Qué pasa Yayitsu?
–Quiero preguntarte algo.
–¿Qué?
–¿Quieres casarte conmigo?
–¿Qué te dijo mi padre la noche que murió? ¿qué hablaron?
–Hablamos de ti, me dijo que si te lastimaba, de cualquier forma, me iba a matar. Y que no podía tocarte de nuevo, hasta que fueras mi esposa.
–¿Por eso me has hecho el amor?
–No.
–Entonces ¿por qué?
–Porque tu padre está muerto, porque mi esposa está muerta; porque murieron la misma noche de manera trágica y extraña, sin razón alguna, aun no puedo entender ¿qué sucedió esa noche?
–Yo tampoco lo he podido entender ¿qué demonios querían esos sujetos?
–Mi padre dice que seguramente querían dinero.
–Esa noche ha sido la más horrible que he vivido en mi vida –Yayitsu la abrazó y besó permaneciendo varios minutos en silencio.
–No respondiste mi pregunta.
–Mmmm, no lo sé, creo que debo pensarlo –Yayitsu la observó con el rostro serio y Camil no pudo aguantar la risa. Ja, ja, ja,. ¿Acaso no sabes ya la respuesta a tu pregunta?
–No –ahora Camil se puso seria.
–Pues que poco me conoces –se dio media vuelta dispuesta a irse, pero Yayitsu la detuvo abrazándola por la cintura y susurrándole al oído.
–Claro que lo sé, pero quiero escucharla de tu boca, quiero que lo pronuncies con esos sensuales labios –le mencionó él atrayéndola aun más a su cuerpo y besando su cuello. ¿Me vas a responder? –dijo él besando el lóbulo de su oreja derecha. Camil se dio vuelta frente a él, lo abrazó con sus manos alrededor su cuello y le respondió.
–Si Yayitsu, quiero casarme contigo –èl sonrió y la besó profundamente dejándola casi sin aliento. Unas semanas después llegaron al puerto de Osaka y viajaron en carruaje hasta Kyoto como la última vez, aunque en esta ocasión se dirigieron a la casa de la familia Mamoru, llegaron por la noche y Yayitsu se quedó esa noche, aunque en su propia habitación, lejos de la de Camil para evitar la tentación de pasarla con ella.
A la mañana siguiente Yayitsu se dirigió al palacio. Al llegar su padre lo esperaba, parecía casi impaciente por verlo llegar.
–¿Y bien? –le dijo el emperador a Yayitsu.
–¿Bien que?
–¿En donde está Camil y mi nieto?
–En la casa Mamoru.
–¿Por qué?
–Ella quiso estar allí hasta la boda.
–¡Eso por lo menos hasta dentro de quince días!
–Así es, nos casaremos en quince días, pero ella vendrá esta tarde para que juegues con el niño.
–¿Por qué? ¿tú se lo dijiste?
–No, ella dice que es bueno que Marcel se acostumbre a ti, que así no extrañará tanto a su abuelo.
–¡Yo soy su abuelo!
–¡Me refiero al conde!
–Está bien, trata de convencerla para que se quede –el emperador se fue para que su hijo llegara a su habitación y descansara del viaje.
Después del almuerzo llegó Camil con Marcel, Ana y Jomei. De inmediato le informaron al príncipe que la condesa había llegado. Los sirvientes los llevaron al mismo salón al que la llevaron la primera vez. Yayitsu entró a la habitación ante la atenta mirada de Camil, que se preguntaba como actuaría él ahora que estaba en su imperio, en su casa. Le atemorizaba un poco la respuesta, temía que fuera frío e indiferente con ella, como lo era con Mariko. La respuesta fue completamente diferente, al entrar Yayitsu se acercó a ella le tomó la mano para que se levantara y la besó dulcemente en los labios, después cargó a Marcel y volteó para saludar a Jomei y Ana quienes lo observaban atónitos. Y entonces Camil se sintió la mujer más feliz del mundo.
–Creí que llegarían más tarde.
–¿Estás ocupado?
–No, solo iba a entrenar ¿quieres entrenar? –le preguntó seductoramente.
–Mmmm, no sé. No quiero dejarte en ridículo frente a tus sirvientes.
–Ja, ¿es eso? ¿o tienes miedo de que sea yo quien te deje en ridículo?
–Vamos.
–Excelente, ¿vienes Jomei?
–Por su puesto –y entonces los cuatro “adultos” y Marcel se dirigieron a la sala de entrenamiento del príncipe.
Camil se cambió de ropa y zapatos para poder jugar con su príncipe.
–Ten cuidado no te vayas a romper una uña –le dijo Yayitsu a Camil.
–Lo mismo digo –Camil y Yayitsu comenzaron a pelear con las katanas de madera. Al principio más que una pela era un ligero calentamiento. Ambos demostrando cuan diestros eran con la espada. Pero con el paso del tiempo la pelea se hacía más fuerte. Yayitsu era mucho más fuerte que ella, aun así le costaba trabajo mantener la velocidad de sus golpes. Se había vuelto muy buena, mucho más veloz y ágil, no solo con las manos sino con los pies. Saltaba, daba piruetas en el aire y nunca dejaba de atacarlo, hasta que por fin chocando espada con espada ambas katanas se rompieron.
–Empate –dijo Jomei. Camil empezó a reír y Yayitsu se acercó a ella para besarla.
–Te ves hermosa –le dijo al oído.
–¿Aún sudorosa?
–Me encanta hacerte sudar –dijo él sonriéndole perversamente. Entonces Camil se sonrojó por completo. ¿Por qué te sonrojas?
–Sólo es el ejercicio –dijo ella volteándose.
–Yo me refería al entrenar –èl se acercó a ella y le dijo. También en la cama –y la besó nuevamente, llevando sus manos por su espalda hasta llegar a su glúteos acercándola más a él; sintiendo Camil toda la carga sexual de Yayitsu.
Se sintieron observados así que se separaron uno del otro. Camil fue con Ana pata beber un poco agua. Y Yayitsu con Jomei quienes siguieron entrenando. Pasada una hora terminaron su ligero entrenamiento. Se acercaron a las mujeres y tomaron agua, algunos minutos después Marcel agarró la katana para entrenar de Yayitsu, como era muy pesada para él su padre le ayudó.
Yayitsu fue en busca de algo a la sala de armas y momentos después regresó con una katana mucho más pequeña y ligera hecha de madera. Con aquella comenzó a entrenar cuando tenía cinco años, pero su hijo empezaría ahora, primero como un juego y después le enseñaría el verdadero significado del bushido, el código de honor de los samuráis.
Se acercó al niño y le dio la katana. Marcel la sostenía con ambas manos, pues aun era pesada. Yayitsu se puso en cuclillas y con sus manos envolvió las de Marcel y comenzó a mostrarle como era el movimiento mientras hablaba con él.
–Un día tú vas a ser el mejor samurai de Japón.
–¿Samudai?
–Sí el mejor samurai, y el mejor guerrero del mundo. Igual que tu papá.
–¿Mi papi es samudai?
–Si.
–No, él viaja en un badco.
–¿Cómo se llama tu papá?
–John –esta respuesta entristeció de sobremanera a Yayitsu, pero sabía que era normal.
–¿Podque llodas? –le preguntó Marcel a su padre.
–Porque estoy muy triste.
–¿podque?
–Porque no tengo un hijo tan bueno como tú.
–Ah; si quiedes puedes sed mi papi, hasta qie mi papá degrese de viajad en badco.
–¿De verdad?
–Si
–Bueno, entonces también voy a ser tu papá –Marcel y su padre continuaron jugando un rato más hasta que llegó el emperador y empezó a jugar con él.
A pesar de todos los intentos del emperador porque Camil se quedara en el palacio ella no accedió. Pronto pasaron los días, y la boda llegó. Fue una fiesta mucho más grande que cuando se casó con Mariko y toda la corte estaba presente, habían muchas personas.
Aquella noche Yayitsu y Camil hicieron el amor como nunca antes en sus vidas, se entregaron en cuerpo y alma el uno al otro y por fin sintieron que estaban completos, que eran completamente felices.
–Yayitsu... te amaré hasta el día de mi muerte y más allá... –le dijo Camil a él antes de quedarse dormida entre los brazos de su amado príncipe.
Pronto transcurrieron un poco más de dos años, el pequeño Marcel tenía cuatro años. El hijo de Jomei y Ana había cumplido los dos años y pronto tendrían un hermanito o hermanita, Camil y Yayitsu eran muy felices, y creían tener el final feliz de cuento de hadas, lo que no sabían era que distaban de haber cerrado el libro que contaba su historia.
Una mañana como cualquier otra Yayitsu se dirigió a ver a padre para estar al tanto de los asuntos del imperio; el emperador le había dicho a Yayitsu dos semanas atrás que deseaba retirarse y que en cuanto resolviera algunos asuntos Yayitsu ocuparía su lugar frente al reino. Antes de entrar a la habitación en que estaba su padre escuchó parte de la conversación que el emperador tenía con Xuyen.
–Mi señor ¿está usted seguro de que es lo mejor?
–Absolutamente. Esa mujer se ha convertido en una verdadera molestia. No voy a permitir que eduque a mi nieto de esa manera, lo sobreprotege demasiado, lo va a convertir en un inútil marica. Además le quita mucho tiempo a Yayitsu, lo ha vuelto un perrito faldero que hace lo que su ama le ordena. Lo mejor será que la elimine de la educación de mi nieto y del corazón de mi hijo. Pero no quiero que sea tan sangrienta como la de Mariko y Umako, que parezca un accidente en la fiesta de loto, a la vista de todos para que no quede sospecha alguna, tienes cinco meses para planearlo bien, no quiero errores de ningún tipo ni cómplices vivos ¿queda claro?
–Por su puesto mi señor, se hará como usted ordena –Yayitsu se alejó de inmediato y buscó a Jomei para contarle lo que había escuchado.
–¿Qué vas a hacer Yayitsu?
–Sacar a Camil del imperio. La quiero lo más lejos posible.
–¿Y si no quiere?
–Trataré de convencerla, la obligaré si es necesario, pero ella estará fuera de Japón antes de la fiesta de loto a como de lugar, cueste lo que cueste.
Dos meses transcurrieron y Camil no accedía a irse a menos que Yayitsu la acompañara. Ella tenía un extraño presentimiento, sentía que Yayitsu le ocultaba algo, lo notaba estresado, preocupado, muy tenso, pero cada vez que le preguntaba que sucedía él le decía que nada. La presionaba para que viajase sin él, la conclusión a la que había llegado era que él ya no la amaba, y que seguramente tenía otra mujer. Pero no podía probarlo y la incertidumbre le resultaba peor que la misma verdad, prefería que le dijera que ya no la quería, que tenía otra mujer y que la quería lejos.
Camil decidida a saber lo que sucedía iba a ver a Yayitsu y obligarlo a decírselo si era necesario, así que llevó a Marcel con Ana y se dirigió al despacho de Yayitsu, pero él estaba hablando con Jomei y Camil escuchó una parte de la conversación.
–Jomei no puedo esperar más, Camil no quiere irse. Ya traté de convencerla pero es muy obstinada.
–Yo creo que deberías decirle la verdad, así solo la vas a lastimar –y fue entonces que decidió entrar sin terminar de escuchar lo que estaban hablando.
–Si ya no me quieres a tu lado solo tienes que decirlo Yayitsu, si ya tienes otra mujer, si ya te hartaste de mí ¿por qué no eres hombre y me lo dices de frente? ¡Contesta! –Yayitsu se quedó callado solo viéndola.
–No es lo que tú crees Camil –dijo Jomei.
–Jomei, déjanos solos por favor.
–Pero Yayitsu...
–¡Hazlo! –Jomei salió de la habitación cerrando la puerta.
–¿Y bien? ¿te vas a comportar como un hombre y me vas a decir que te pasa?
–Tienes razón, ya no los soporto. Ni a ti, ni a tu hijo. Estoy harto de ustedes. Tengo otra mujer así que... es mejor que se vayan –Camil dio media vuelta y salió del cuarto dejando a Yayitsu. Se dirigió con Ana y se llevó a Marcel para preparar a Marcel todo para su viaje.
Ana estaba muy preocupada por su amiga, solo llegó y se llevó al niño sin decir nada. Sabía que algo andaba mal.
–Y ahora ¿que pasa? -. Se dijo Ana.
Fue hasta la habitación de Camil y la encontró empacando todo.
–¿Qué haces Camil?
–Me voy Ana.
–¡¿Qué?! ¿por qué?
–Porque Yayitsu me lo ordenó. Me dijo que tiene otra mujer y que está harto de Marcel y de mí así que era mejor que nos fuéramos. No te preocupes Ana, tú y Jomei no están obligados a nada.
–¡Claro que sí! Le diré a Jomei que prepare todo. No puedo creer lo que me dijiste, creí que él había cambiado de verdad.
–Yo también, pero ya no importa. Ana por favor dile a Jomei que lo haga lo más discretamente posible.
–Sí –Ana se fue a buscar a Jomei para preparar todo. Yayitsu estaba con él cuando llegó Ana y ésta le puso mala cara, así de marchó después de darle instrucciones.
–¿Qué hacía ese idiota aquí?
–Sólo vino a decirme lo que pasó.
–¡El muy sin vergüenza! Entonces ya sabes que nos vamos.
–Sí, ya está todo listo, nos vamos en dos días, dile a Camil que solo empaque lo necesario. Papeles, algo de ropa, las cosas de valor y... sus katanas, por si algo ocurre.
–¿Cómo vamos a sacar a Marcel del país?
–Yayitsu ya firmó el permiso para viajar. Además viajaremos donde no nos buscarán, en tercera clase.
–Está bien, le diré mañana, espero que todo salga bien.
–Yo también –a los dos días Camil y Marcel estaban listos para partir, se encontrarían con Jomei y Ana en Osaka y después viajarían hasta Hiroshima al puerto para abordar el barco que los llevaría hasta América. Yayitsu le dijo a su padre que Camil, Ana y Jomei habían ido a su casa de playa a tomar unas vacaciones y el emperador no se dio cuenta de lo que había sucedido hasta que dos semanas después de que Camil se había marchado llegó a la casa y la encontró vacía y sin rastro alguno de Camil y Marcel.
Yayitsu le dio una carta a Jomai para Camil donde le decía la verdad y le pedía no regresar nunca. Jomei se la dio a Camil al llegar a América y Camil entendió que ella y Yayitsu estaban destinados a estar separados aun cuando se amaran, era lo mejor para ella, para Marcel y para el hijo que venía en camino.