miércoles, 20 de agosto de 2008

Capitulo 14: Traiciones


El emperador se marchó el lunes a primera hora hacia Marsella.
Lunes por la tarde:
–Xuyen, espero que no haya quedado ningún cabo suelto.
–No mi señor, antes de partir me hice cargo de los dos sujetos que aun vivían.
–¿Quién lo iba a decir?. Entre Camil, Yayitsu y Jomei nos libraron de hacer el trabajo sucio. Eso me alegra.
–Parece que la condesa ha mejorado mucho en estos años, Jomei me dijo que ha entrenado casi todos los días con él y su padre.
–Lo imaginaba, Yayitsu se ha empeñado en ser mejor cada día, ambos son muy predecibles. Sabía bien que ninguno evitaría la pelea, así las dos muertes aparentaron ser accidentales. Pensarían que lo que querían era dinero. Si Umako no hubiese sido tan testarudo y orgulloso, nada de esto habría pasado. Es una pena, realmente deseaba compartir la educación de mi nieto con él. Habría sido un excelente maestro para Marcel.

Cuatro días antes. Viernes por la tarde:
Después de que Yayitsu hablara con su padre el emperador mandó traer a su consejero.
–Xuyen, hay algo que debes hacer.
–Mi señor, estoy para servirle.
–Quiero que busques algunos hombres y les ordenes matar a Mariko debe parecer un accidente, y debe ser mañana por la noche mientras nosotros no estemos. Tú y otros hombres irán a la cantina que iremos, prepararán una emboscada y matarán a Umako si les doy la señal.
–¿La señal señor?
–Yayitsu hablará con él mañana por la noche y le pedirá que le permita a Camil regresar con él a Japón. Si accede, nada pasará, les pagas a los hombres y se van, pero si no lo hace; me veré forzado a quitarlo del camino. Ya se ha entrometido demasiado, desde un inicio debió dejar a Camil con Yayitsu, pero ahora lo arreglaremos.
– Así será mi señor, ¿cuál será la señal?
–Tú esperarás dentro de la cantina y yo te informaré cual es la situación.
–Como usted ordene majestad –Xuyen se retiró a cumplir con el encargo de su señor y el emperador salió a buscar a su “amigo” como si nada sucediera.

Los días transcurrieron y Camil tuvo que hacerse cargo de los negocios de su padre y resolver todos los pendientes para poder marcharse a Japón. Por suerte Jomei estaba al tanto de los negocios del conde incluyendo cierto asuntos que eran muy complicados de resolver.
–Jomei, ¿qué es esto? –preguntó Camil.
–Parece un título de propiedad, está a nombre de mi padre, jamás lo había visto. ¿Sabes que es? –Es una casa, eso parece Camil.
–¿Una casa? ¿para que querría una casa mi padre? ¿en donde está ubicada?
–En Paris, en el centro.
–¿Cuándo la compró?
–Hace dieciséis años.
–Que extraño ¿quién vivirá allí?
–Una viuda y su hijo.
–¿Los conoces?
–Si, tu padre me los presentó.
–¡Vaya! Y ¿cuántos años tiene el chico? –preguntó Camil con suspicacia.
–Eh, pues no estoy seguro –dijo Jomei nerviosamente.
–Jomei, ¿me estás ocultando algo?
–No... no, nada.
–Bueno, diles a esas personas que deben desalojar la casa, la pondré en venta.
–Eh, pero ¿por qué?
–Pues esa propiedad no está siendo redituable, no sé en que acuerdo hayan quedado con mi padre, pero ahora soy yo quien toma las decisiones y esa propiedad no genera ninguna ganancia, podemos venderla y comprar algunas hectáreas en América, John me dijo que era una tierra muy fértil, sobre todo en la colonia española. Podemos comprar esclavos y enviarlos para que cultiven la tierra, incluso podemos ir de vacaciones alguna vez, ¿qué te parece?
–Si, claro, como tu quieras –Camil salió del despacho a preparar todo para la lectura del testamento del conde.
En la tarde el notario se apareció con los papeles listos para hacer lectura de la última voluntad del conde. Todo el día Camil había estado de mal humor, había algo que le molestaba mucho. Prefirió ocuparse toda la tarde hasta que llegó el notario. Yayitsu quien ya se encontraba mejor bajó para acompañar a Camil, la vio al medio día y estaba molesta por alguna razón que no le quiso decir, pensó que era por el hecho de que extrañaba a su padre y que hoy se haría lectura de su testamento. Así que buscó a Camil y la abrazó.
–Siempre voy a estar contigo, ¿lo sabes?.
–Ahora si –Yayitsu la besó y abrazó.
El notario alistó todo y Camil y compañía entraron al salón para escuchar la voluntad del conde.
–Buenas tardes Condesa, le reitero me más sentido pésame, que el señor tenga en su gloria al conde.
–Muchas gracias don Samuel.
–El conde ha pedido la presencia de su hija y allegados para dar lectura a su voluntad, he enviado un citatorio a todos los interesados, pero parece que aun no han llegado todos.
–¿Cómo que no han llegado todos? Mi padre no tenía más familia que los que estamos aquí.
–Si condesa, pero si padre me ha pedido que otras dos personas estén presentes.
–¿Dos personas? ¿quiénes son?
–La señora Margaret Bourvior y su hijo. Seguramente no tardarán en llegar –de inmediato lo que había sido una ligera molestia en Camil se convirtió en furia, estaba furiosa; imaginando mil cosas hasta que por su propio bien decidió calmarse, respiró profundo y pensó que tal vez esa mujer era la amante del medio hermano de su padre, el alguna vez le habló de ella y le dijo que había tenido un hijo, pero no recordaba si dijo que era un varón o una mujer. Prefirió ser positiva, tal vez el chico era su primo. Esto la calmó un poco, ser optimista, no hacer nada descabellado y quedar en ridículo después.
Veinte minutos pasaron y los invitados por fin llegaron. La mujer era poco atractiva y tenía unos cincuenta años, el chico tenía unos dieciséis años y un extraordinario parecido con su padre cuando era joven. Poco a poco Camil nuevamente se estresó y comenzó a enfurecerse. El notario comenzó por fin la lectura.
–Estamos reunidos para dar lectura a la última voluntad del conde D´Amour Umako Mamoru.
–“Yo, Umako del clan Mamoru y heredero del titulo de conde D´Amour; en pleno uso de mis facultades físicas y mentales; le dejo a mi única hija, quien es y será la luz de mi vida, desde el momento en que supe que existía; todos mis bienes materiales y los títulos que ostento, incluyendo la fortuna que poseo en Japón. Seseo que mi nieto Marcel, al llegar a la edad adecuada, sea nombrado Conde D´Amour y se encargue de los negocios si así lo prefiere.
Es mi voluntad que Jomei, mi mano derecha y excelente amigo siga al lado de mi hija ayudándola en lo que pueda; he comprado una propiedad en Japón junto a la casa de los Mamoru para él, mi querida Ana y los niños que vengan, además de una suma de dinero que le será entregada al momento de mi muerte.
Y una carta cuyo contenido es para mi hija Camil.”
–Eso es todo, aquí está la carta condesa –el hombre le entregó la carta y Camil comenzó a leerla.

–“Mi querida hija Camil:
Se que a estas alturas sabes muy bien quien es la mujer que está presente en la habitación con aquel chico. Debes saber que tú y tu madre han sido los amores de mi vida, pero no soy perfecto. Conocí a Margaret en una fiesta y estando ebrio pasé la noche con ella, de ese grave error nació tu hermano, Gabriel.
Si es que he decido no dejarle nada ha sido por dos razones, primero, porque el que se sepa la verdad deshonraría el recuerdo de tu madre, y segundo porque a lo largo de los años he depositado fuertes cantidades de dinero en una cuenta que está a nombre de Gabriel y cuyo albacea es su madre, en total le he depositado casi quinientos mil francos, suma que considero suficiente para que termine sus estudios y pueda valerse por si mismo. Es por eso que te pido que no te dejes engatusar por Margaret como lo hice yo.
Mi amada princesita, tu fuiste la única razón que he tenido para vivir desde que tu madre murió y siempre fuiste, eres y serás mi adoración. Debes saber que nunca quise tener más hijos que tú, siempre desee una hija y cuando naciste fui el hombre más feliz del mundo. Cuídate mucho hija mía y perdóname.
Te quiere: tu padre”.
–Camil destruyó la carta y la echó al fuego de la chimenea. De inmediato Margaret se levantó de su asiento y le reclamó por aquella acción.
–¿Por qué has destruido la carta?, seguramente en ella te ordenaba que se reconociera a mi hijo como el verdadero conde.
–Ja, ja, ja, mi padre jamás haría algo como eso. Y en realidad, la carta decía que no le diera ni un centavo a usted o a su hijo, mi papá jamás los quiso, a ninguno de los dos; su hijo no fue más que un accidente, accidentalmente mi padre embarazó a una puta; así que márchese y le aviso que tiene tres días para desalojar la casa en la que vive.
–¡Mira mocosa, a mí no me vas a hablar así!
–¡Inclínate frente a la realeza plebeya insolente! –dijo Camil sacando su katana y poniéndola en el cuello de la mujer. Atreverte a retar a un miembro de la nobleza por muy puta que hayas sido de mi padre ¡Esta es una razón para matarte!. Tres días, tienes tres días para largarte de mi casa y no te puedes llevar nada, enviaré guardias para que se cumpla lo que ordeno –Camil bajó la espada y se dio vuelta. Jomei, saca a esta mujer de mi casa –Jomei obedeció y sacó a la mujer y su hijo de la casa.
–Camil, ¿no crees que exageraste?. Yo también tengo un medio hermano –dijo Ana.
–Eso no me importa, mi papá me dejó dicho que les dijera eso; solo cumplí su voluntad. Él los detestaba y yo también, por mí pueden morirse que no me importa –todos se quedaron callados, sorprendidos por lo que Camil había dicho; jamás imaginaron que ella diría algo semejante. Siempre amparaba a las personas, era la noble más querida por el pueblo. Ayudaba a los enfermos y pobres, sus sirvientes eran los mejores pagados en toda Francia

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