el ladrón, el príncipe y el dragón

miércoles, 20 de agosto de 2008

Capitulo 7: El Dragón Azul

Ana entró al palacio y encontró la habitación de Camil custodiada por guardias
–¡Carajo! –ella susurró, preguntándose que había sucedido con Camil. Caminó en las sombras y vio a dos guardias en los pasillos.
–No saben si ella es la verdadera hija del señor Umako, creen que solo es un ladrón común –un guardia le dijo al otro un poco más bajo que él.
–Vaya, ¿qué le sucedió?
–Ella casi fue rebanada por la mitad por el príncipe. Ahora está en la enfermería y si ella vive que no es muy probable, será enviada a la prisión imperial. El mismo príncipe ha pedido el castigo. Siento pena por ella, era realmente bonita. Además ha anunciado su compromiso con la señora Mariko –Ana escuchó a los hombres que salían de la habitación del príncipe.
–Oh Camil –Ana se dirigió rápidamente a la enfermería cerciorándose de que nadie la viera. Evitando a los guardias subió al cuarto y entró por la ventana encontrando a su amiga con contusiones y completamente golpeada–. Oh Camil, mira como te dejó –dijo Ana mientras las lagrimas caían sobre el cuerpo inconsciente de Camil–. ¡Tengo que sacarte de aquí! El príncipe ha ordenado que te envíen a la prisión imperial y no puedo dejar que eso suceda.
–No puedes moverla –una voz le dijo detrás. Ana volteó impetuosamente mentalmente preparada para pelear allí mismo.
–Jomei –ella dijo en voz alta.
–Diría Ana, pero no estoy seguro de que ese sea tu nombre.
–Jomei, tienes que entender por favor ella es lo único que tengo. Sé que tú y el príncipe están enojados pero...
–¡No hay peros! ¡Ella mintió! ¡Tú mentiste!. Ella no es más que un ladrón común, puta campesina... –fue todo lo que Jomei dijo antes de que ana le diera una bofetada.
–¡No sabes nada! –ella gritó–. ¡No sabes nada de nuestras vidas! ¡Ella no es una puta! –entonces Ana reventó en llanto.
–Ana lo siento, pero es que no sé que creer, tú me mentiste –ella lo calló con un beso, Jomei la miraba desconcertado y confundido mientras ella rompió el beso.
–¡Cree eso! –ella le dijo. – Créeme, estoy enamorada de ti y sé que Camil también ama al príncipe. Sé que no comenzamos con el pie derecho pero lo que siento no es mentira.
–¡Ana también te amo! –é le dijo y después tiró de ella la abrazó y la besó–. Ana –dijo mientras se separaban–. Tienes que salir del palacio, si Yayitsu te ve te enviará a prisión o peor.
–Jomei no hay una peor cosa que la prisión para una mujer. ¡Es por eso que no puedo dejar a Camil, no puedo!
–No te preocupes por ella que no saldrá del palacio hasta que esté lo suficientemente bien para viajar a la prisión. Me ocuparé de ella hasta entonces y me cercioraré de que nada la dañe.
–¿Después que? –preguntó Ana nerviosa.
–Después... no sé. Yayitsu parecía realmente enojado, yo sé que todavía la ama y hablaré con él. Intentaré hacer que vea el error en su decisión, pero eso va a ser muy difícil Yayitsu puede ser muy obstinado.

Tres días después Camil recobró el sentido y pudo hablar. Ella se despertó y se encontró en un cuarto blanco en una cama con las sábanas blancas. Si no fuera por el dolor que palpitaba en su costado habría jurado que estaba muerta. Entonces él salió de las sombras y ella deseó estarlo. Antes cuando él la miraba a los ojos estaban llenos de calor, amor y un poco de lujuria, ahora eran fríos y sin vida.
–¿Quién eres tú? –él preguntó lleno de furia.
–Yayitsu yo... –él la miró con un fulgor mortal y le gritó.
–¡Te dirigirás a mí correctamente a menos que desees morir!. ¡Soy tu señor el príncipe Yayitsu heredero al trono de Japón, esta claro mujer! –Camil cerró los ojos y las lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
–Sí mi señor perfectamente claro –ella dijo sumisa. Yayitsu preguntó otra vez.
–¿Quién eres tú? –Camil dio una sonrisa artificial y dijo–. Fui una vez conocida como Camil D´Amour, ahora soy conocida como el dragón azul. ¿Eso es lo que deseas saber, es la respuesta a tu pregunta mi príncipe? –Yayitsu la miraba fijamente en shok.
–Tú –él susurró–. ¿eres el dragón azul? –ella simplemente dijo “si” –. ¡Han estado buscando al dragón azul por años y nunca lo encontraron!
–Nunca lo han encontrado porque él realmente era ella, yo.
–¿Por qué? –él preguntó.
–¿Por qué, que? –ella respondió confusa.
–¿Por qué has venido aquí?
–Mi príncipe por favor sabe ya la respuesta a eso, por que hacer que lo diga.
–Porque deseo oírte decirlo. Necesito oírlo de la boca del ladrón –ahora las lagrimas fluían por su cara y ella no dijo nada–. ¡Demonios mujer me contestarás! –le gritó mientras le daba una cachetada.
–¡EL DRAGÓN! ¡Yayitsu está bien el dragón de mierda!. El estar cerca de ti era parte del plan. Y aunque no me creas esa noche fui a regresar el dragón por que ya no era digna de él.
–Entonces eres una mujer estúpida. Nunca te lo habría dado de todos modos. No importa como te hayas vestido y actuado eres una puta campesina y sigues siendo eso.
–¡Detente Yayitsu no digas eso! –él comenzó a reír.
–¡Realmente no pensaste por un segundo que quisiera que fueras mi reina! –él dijo a medida que continuó riendo.
–¡No sigas! –ella gritó.
No eras nada más que un buen entretenimiento. Deseaba tenerte cerca para conseguir tenerte.
–¡DETENTE!
–Cuando me hubiera aburrido te habría dado a mi padre o a mis protectores de modo que pudieran haber tenido un buen rato antes de que te enviara de nuevo a donde perteneces, a las calles. ¡Mujer tu no eres nada para mí!
–¡No digas eso!
–¡Tú no eres nada más que una perra campesina de tercera clase que es buena solo para dos cosas, robar y coger! ¡Estoy seguro que conseguirás bastante de lo segundo mientras te pudres en la prisión imperial!
–¡¡Pues tu no lo eres para ninguna de las dos cosas!! –ella gritó ofuscada por las hirientes palabras que él había dicho antes–. ¿Por qué crees que me fui esa mañana? ¡Porque estuviste tan mal y tuve que fingir toda la noche deseando que te durmieras pronto para poder salir y bañarme! –él se acercó a ella y la bofeteó hasta que estuvo de nuevo inconsciente. Después de eso la dejó en la cama sangrando.
Habían pasado cinco días para que ella estuviera lo suficientemente recuperada y pudiera viajar a la prisión. Desde el día en que despertó no volvió a ver a Yayitsu, pero había visto a Jomei y sabía que Ana estaba bien y que su padre también que eran las únicas personas que le importaban. Jomei siempre le decía que todo estaría bien, que él hablaría con Yayitsu y que el príncipe vería el error que estaba cometiendo y todo resultaría bien. Por supuesto que Camil era realista y ella no creía una palabra de lo que él decía. Ella había visto como la miraba Yayitsu, él la odiaba y nunca confiaría en ella otra vez.

–No puedo creer que estás haciendo esto –Jomei le gritó a su amigo.
–¿Qué no puedes creer? –fue su contestación.
–Mi príncipe...¡Yayitsu la amas!
–No, no tengo ningún sentimiento para esa mujer, ni lo tendré, ni lo tuve ¡ella no es más que un ladrón!¡No tiene ningún honor! Ella pertenece a la gente que está en esa prisión.
–Eso es mentira Yayitsu, no crees eso.
–¡Cómo te atreves a decirme que creer!¡Soy el príncipe de Japón! ¡Si digo que no deseo hacer nada con esa mujer, si digo que ella no es nada mas que una puta campesina de tercera clase entonces eso es! Y Jomei si no deseas tener el mismo destino que esa perra te sugiero que me dejes solo y nunca me hables de ella otra vez.
–¡NO YAYITSU! –Jomei le gritó–. ¡Puedes ser el príncipe pero no eres Dios!. ¡Puedes ponerme en prisión, pero te diré lo que tengo que decir! ¡La amas y si piensas por un segundo que podrás vivir el resto de tu vida sabiendo que ella está sufriendo, que alguien la está golpeando y está siendo violada! ¡Entonces ponme en la cárcel porque no eres el hombre, el príncipe o el amigo que yo creía! –entonces Jomei dejó a Yayitsu solo.
Casi era la hora de irse y varios guardias de élite estaban reunidos alrededor de su puerta. Camil se preguntaba si podría ver de nuevo a Yayitsu antes de que la llevaran lejos. Aunque ella odió la forma en que la miraba, pero realmente
deseaba ver a su príncipe de cuento de hadas una vez más. La puerta comenzó a abrirse lentamente y ella esperaba que fuera él pero solamente era Jomei. Jomei la miraba a los ojos y ella podía ver su dolor.
–Camil estoy tan apesadumbrado... sé que él... él está solo enojado y no está pensando correctamente. Cuando él vea que lo que ha hecho no está bien...
–Jomei, está bien, entiendo. Pero cuando él lo entienda será demasiado tarde.
–Lo sé –Ana le había contado todo lo que había pasado y porque tuvo Camil que venir a robar el dragón. Jomei le dijo a Camil que le contaría a Yayitsu pero ella estaba demasiado dolida y no quiso.
–¿Es hora de que me vaya? –Jomei bajó la cabeza y dijo que sí con la cabeza–. ¡Bien entonces vamos! –ella intentó sonar alegre.
Sus manos y pies estaban esposados con grilletes de plomo y la llevaron caminando hacia fuera para que todos vieran que era una mujer sin honor. La subieron en una jaula de acero que era arrastrada por dos caballos.
–Jomei –ella dijo en voz alta a su nuevo amigo–. Cuida a Ana por mí, y cerciórate de que no haga algo estúpido. La conozco y conozco a mis amigos y acabaría de matarme saber que su sangre fue derramada por mi culpa –él le dijo que si con la cabeza y entonces se la llevaron fuera de las puertas del palacio. Él entró y se dirigió a encontrarse con Ana.

Ana sabía que era un viaje de cuatro horas del palacio a la prisión imperial. Justo a mitad del camino, en el lugar en el que mejor se podía emboscar a los guardias. Ella sabía que no era tan buena combatiente como Camil, a decir verdad no se acercaba si quiera. Pero Jomei iba a ayudarla y juntos iban a rescatar a Camil saldrían de la ciudad imperial y huirían a América. Ella estaba agradecida con dios por haberle dado a Jomei. Ella sabía que era algo muy grande lo que haría. Él había arriesgado su vida por ella en el palacio y peor aun él dejaba su amistad con Yayitsu y ella sabía que esto significaba mucho para él.
Ana estaba sentada esperando a los guardias que custodiaban a Camil.
–Todo lo que tengo que hacer es esperar.
Jomei se dirigió abajo por los pasillos del palacio hasta su habitación donde tomó un bolso con las cosas que empacó el día anterior. Él realmente no deseaba irse del palacio había sido el único hogar que él conoció. Yayitsu era mas que su amigo él lo había visto como un hermano mayor. Jomei odió irse pero era algo que tenía que hacer para estar con Ana. Bajó a los establos para conseguir su caballo favorito y reunirse con ella. Al entrar al establo se encontró cara a cara con un príncipe muy enojado.
–¿Dónde es que vas Jomei? –Yayitsu preguntó fríamente.
–Hacia fuera para dar un paseo mi príncipe, necesito despejar mi cabeza –Jomei le contestó.
–¿Por qué necesitas un bolso si solo vas a dar un paseo? –Yayitsu preguntó lleno de rencor.
–Puede que sea un paseo muy largo –fue la única respuesta de Jomei después asió el caballo y dio la vuelta alejándose del príncipe.
–¡No hagas eso Jomei!¡Nunca podrás volver!¡No deseo tener que matarte! –Yayitsu gritó y Jomei dio vuelta para encontrarse con la mirada de él llena de dolor y cólera.
–¿Tú lo harías Yayitsu, me matarías, matarías a tu mejor amigo? ¿Tu único amigo? –Yayitsu seguía estando silencioso no demostrando alguna emoción–. ¡No me sorprende, condenaste a tu único amor a un destino peor que la muerte, tu y yo somos solamente amigos! –dijo Jomei con horror–. ¡Yayitsu has lo que tengas que hacer! No siempre podrás hacer tu voluntad –dicho eso, Jomei montó su caballo y se fue para encontrarse con Ana. Yayitsu se quedó allí parado por un minuto o dos entonces fue por su caballo para perseguirlo una vez que pensó lo que su mejor amigo le había dicho.

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