el ladrón, el príncipe y el dragón

miércoles, 20 de agosto de 2008

Capitulo 6: La Verdad

Ana se fue de inmediato a la ciudad. Caminando por la calle la gente iba y venía. Estaba horrorizada por haber ido sola pero era necesario encontrar a los hombres que Camil había contratado.
Encontró la casa así que tocó la puerta y un hombre mal encarado le abrió.
–Vaya, pero que tenemos aquí una linda muchachita. Dime pequeña ¿qué te trae por aquí?
–Me ha enviado el dragón Azul.
–¿Qué?
–Necesito hablar con el capitán Smith -. Hicieron que entrara a la casa y la llevaron ante el capitán.
–¿Cómo sabemos que en verdad te envió el dragón azul?
–Me dijo que le enseñara esto al capitán Smith.
–Veamos
–¿eres tú?
–Así es.
–Está bien toma -.
Ana le dio una carta al sujeto, este la leyó y después le dijo que no se preocupara que todo estaría listo para esa noche.
Cuando Ana salió del palacio en busca de los sujetos el emperador fue a ver a Camil y quiso hablar con ella, al entrar a la habitación vio que había un vendaje con muy poca sangre.
–Excelencia, ¿en qué puedo servirle?
–Necesito hablar contigo.
–Claro, ¿qué sucede? -. El emperador la observó unos segundos, se levantó de su asiento y caminó hasta ella y posó su mano en su hombro izquierdo. Ella se quejó ligeramente sabiendo lo que significaba.
–¿Por qué Camil? Y será mejor que no me mientas.
Camil no podía reaccionar, sentía que su sangre se había helado y que no fluía por el cuerpo, se sentía paralizada. Entonces el emperador descubrió su hombro para corroborar que efectivamente estaba herida, aunque estaba cicatrizando apenas tenía unas semanas–. ¿Por qué lo hiciste Camil?
–Por mi padre.
–¿Acaso él te lo pidió?
–¡No! No es así.
–¡Entonces! ¡Explícame porque de verdad que no lo entiendo!.
Un hombre, el general Leduc tiene cautivo a mi padre. Me dijo que para liberarlo debía traerle el Dragón de Shin y casarme con él.
–¿Por qué?.
–Todo esto ha sido mi culpa, yo soy quien debería ir a prisión no mi padre. –¿De que hablas?
Camil se levantó y fue por algo que tenía guardado. Al parecer era un estuche con unos grabados japoneses en oro.
–¿Qué es esto?
–Es un katana.
–Eso ya lo sé, pero ¿qué tiene que ver?
–Véala –el emperador abrió el estuche y pudo ver que era una reliquia que se creía había sido destruida, la espada del tercer emperador de Japón.
–¿Cómo?
–Lo encontré en Hong Kong, en un monasterio. Emperador yo soy el dragón azul.
–¡Qué!¡Eso es imposible!
–¿Por qué? ¿Por ser mujer?, Realmente nos subestiman; pero la verdad es que nunca tuve interés en ni deseo de venir aquí y tener que profanar sus templos, nunca quise robarlos. Solo lo hago para salvar a mi padre de ir a prisión, o peor la muerte. Y que hay de la deshonra que le estás causando, debiste pedir mi ayuda.
–¿Por qué? Mi padre es solo un noble más a usted que más le hubiera dado.
–Tu padre es como mi hermano, ¿acaso no te lo dijo? Llevamos años comunicándonos por cartas.
–No, él jamás lo mencionó hasta antes del viaje –Camil se levantó de nuevo y fue por otra cosa a en su maleta.
–Mire majestad –le mostró una replica del dragón de shin, era completamente exacta, incluso las esmeraldas eran autenticas.
–¿Qué significa eso? ¿El príncipe te lo dio?
–No, es una replica, Leduc no tiene ni idea de cómo es el verdadero y además no sabe nada sobre este tipo de objetos. El solo se fijará que las piedras sean verdaderas, así que lo mandé a hacer con las piedras reales y con la misma forma, una replica exacta del dragón de Shin, después les avisaría a las autoridades que el ladrón estaba en el barco que abordaría y finalmente regresaría a su lugar el verdadero dragón de shin antes de marcharme para enfrentar los cargos que seguramente hay en mi contra en París.
–Vaya, parece un plan muy calculado.
–Así era, aunque parece que no fue muy bueno ya que usted me descubrió.
–En realidad lo hice porque hace unas horas te escuché hablando con Ana, al entrar vi una venda con un poco de sangre y recordé que el príncipe me había dicho la noche del intento de robo que el ladrón sangraba mucho del hombro izquierdo, aunque no lo creía hasta ver la marca en tu hombro.
–¿Qué es lo que hará conmigo majestad?
Nada, no puedo permitir que se divulgue semejante cosa, así que seguiremos tu plan y confiaré en que puedas llevarlo a cabo.
–Muchas gracias majestad, le prometo que en cuanto esto termine me marcharé y no volveré.
–Mmm, no sé si eso sea lo más conveniente, aun falta que sea oficial pero parece que Yayitsu te elegirá como esposa.
–No sé si sea buena idea, no soy una mujer ejemplar para ninguna de las culturas a las que pertenezco.
–No creo que eso sea tan cierto, pienso que solo eres demasiado impulsiva, dime ¿por qué robaste todos esos objetos si no necesitas el dinero?
–Yo, es solo que me gusta sentir esa sensación, cuando tomo algo y no pueden atraparme. No sé como explicarlo. Quería sentirme viva, antes de que mi padre me pidiera casarme. No quería sentirme frustrada en un matrimonio en el que no me tomen en cuenta, donde solo existo para complacer los deseos de mi marido, y vivir prisionera de sus mandatos como si fuera una esclava.
–¿Y que hiciste con el dinero?
–Se lo di a las personas de un pueblo cercano a París, las que realmente lo necesitan.
–Pues sólo espero que todo salga como lo planeaste, enviaré a algunos hombres a investigar en donde está tu padre y espero encontrarlo pronto; si lo llegara a encontrar yo mismo iré por él.
–Majestad ¿le dirá algo al príncipe?
–No, es mejor así, se sentiría muy humillado si sabe que una mujer fue quien lo derrotó en una pelea, sobre todo si esa mujer eres tú.
–Gracias majestad.

–¡Esto debe ser fácil! -. Ella pensó. Sabía donde estaba el dragón, allí no había ningún guardia, ninguna trampa o alarma que pudiera ver. Si tuviera un poco más de tiempo ella podría probar su teoría, pero no lo había. Este era el acto final, y estaba muy cerca de alcanzar su meta, su razón de estar allí. Estaba todo esto dentro de sus pensamientos pero aun así sentía horrible–. Él no me ama –ella se dijo–. Solo desea tenerme. Como podría él amarme, no soy nada más que un ladrón. El no podría amarme aunque yo lo deseara. No. no lo deseo, solo quiero, la joya y eso es todo. Soy un ladrón, eso es lo que soy. Nunca seré nada más –Camil se deslizó permaneciendo en las sombras mientras que bajaba por los pasillos del palacio vestida nuevamente de negro. Y encontró su blanco pero para su sorpresa más dudas emergieron–. Haciendo esto nunca estaremos juntos. Él nunca me verá igual. ¡Carajo! Él no me verá igual de todos modos si sabe la verdad –Camil tomó el dragón y como pensó no tenía ninguna alarma. Así de sencillo, así de fácil. Rápidamente salió permaneciendo en las sombras y se dirigió a su habitación donde Ana la esperaba.
Ella entró por la ventana y Ana casi le da un infarto.
–¡Demonios! ¡Porque entraste así!
–¡Perdón! pero no quería arriesgarme.
–¿Cómo te fue?
–Bien, ya lo tengo. Encontraste al capitán Smith.
–Si, me dijo que no te preocuparas, que hará todo como lo ordenaste.


–Les agradezco en nombre de su majestad el príncipe Luis a ti mi emperador y a ti mi príncipe por darme la bienvenida a la ciudad imperial -. Leduc indicó suave.
–Es un placer tenerlo aquí, ya que no solo es un invitado de negocios, usted es también amigo de mi amigo Umako -. Dijo el emperador mientras que el príncipe solo dijo algo inaudible entonces simplemente recibió una mirada de desaprobación de su padre. Arai Hajuseki, el líder de la alianza del norte miraba el ceño del príncipe y se preguntaba si habían dicho o hecho algo que lo agraviara para encolerizarlo. Él decidió cambiar de tema para relajar el ambiente tan denso que se sentía.
–Príncipe Yayitsu he escuchado que estás en curso de elegir una novia, debe haber muchas mujeres hermosas que desearían casarse con usted -. Yayitsu lo miró con repugnancia y no dijo nada así que él emperador decidió intervenir.
–Pienso que finalmente el príncipe ha hecho una elección. Digo esto porque ninguna otra muchacha a aguantado el genio de este mocoso, además ella es absolutamente hermosa y educada.
–¿Realmente? –dijo Leduc–. Ella debe serlo si es que está con el príncipe. Me encantaría conocerla –entonces fue cuando Yayitsu eligió intervenir.
–Creo que ya la conoces –él dijo con una sonrisa diabólica.
–¿De verdad? –dijo Leduc confundido–. ¿Quién es ella?
–Camil del clan Mamoru.
–¡Camil! ¡Pero eso no es posible! –dijo Leduc apenas en un susurro debido al choque.
–Estoy seguro de que es absolutamente posible. Todavía tengo que preguntarle oficialmente, pero no hay duda de que ella aceptará –se jactó Yayitsu.
–Solamente mi príncipe digo que no es posible porque Camil se comprometió conmigo.
–¡¡Que!! –gritó Yayitsu mientras que tomaba a Leduc por el cuello listo para tomar fuera de él su vida–. ¡Te mataré por atreverte a mentirle al príncipe de Japón!
–... no es ninguna mentira –Leduc apenas dijo a medida de que Yayitsu continuaba estrangulándolo. Fue en ese momento que Xuyen decidió intervenir.
–Su palabra es verdadera mi príncipe –Yayitsu lanzó a Leduc al suelo–. “¡No puedo creer que ella no me lo dijo!” –él pensó mientras se marchó al cuarto de ella para conseguir respuestas de la mujer misma.


Justo al llegar escuchó sonidos de una pelea. La puerta estaba cerrada y atorada con algo y no se podía abrir. Yayitsu llamó a los demás guardias y cuando por fin logró entrar a la habitación Leduc, el emperador y todos los hombres que se encontraban reunidos cenando llegaron, para ver a Ana sangrando e inconsciente en el suelo y un hombre que vestía de negro llevándose a Camil.
–¡Alto! ¡Deténganse o la mato! –el hombre tenía a Camil como escudo frente a él y la amenazaba con la katana en el cuello.
–¡Nadie se mueva! –dijo Yayitsu. Entonces vio que el hombre llevaba también el dragón de Shin en la mano–. Será mejor que te entregues y tendré misericordia de ti. Pero si le tocas un pelo a ella te juro que te daré la muerte más dolorosa que te puedas imaginar.
–Huy que miedo –dijo el sujeto atrayendo aun más a Camil a él–. Si me da la gana le haré lo que yo desee –el hombre comenzó a frotar sus pechos y a besar su oreja mientras los veía–. No te preocupes te prometo que nos divertiremos mucho.
–¡Maldito, suéltala! –dijo Yayitsu dando un paso al frente y entonces el hombre sacó una daga y se la enterró en la pierna.
–¡Ah! –fue el único sonido que salió de Camil, pero para Yayitsu desgarró su corazón, él le prometió que mientras estuviera en el palacio nada malo le sucedería. Una mujer también vestida de negro y otros hombres llegaron y entraron por la ventana. Llevándose con ellos a Camil y el dragón. Yayitsu fue tras ellos por los tejados del palacio hasta la entrada del palacio como aquella noche. Peleó con algunos de ellos matándolos a todos en su insaciable sed de venganza. Por haberse atrevido a tomar algo que le pertenecía.
El emperador reunió a la guardia de élite y Jomei los llevó para ayudar al príncipe. Lo vieron montando un caballo algunos metros adelante.
Mientras tanto llevaron a Ana a la enfermería y el emperador recibió noticias de donde estaba Umako, el padre de Camil. Así que organizó otro escuadrón de hombres para rescatar a su amigo.

Los hombres se dirigieron por separado, llevaron al dragón donde se encontraba el Conde, y a Camil la llevaron a una casa en las afueras de la ciudad imperial. Los sujetos la llevaron hasta un hombre que se encontraba sentado en una silla.
–Vaya pero que rápido, nuestro jefe estará muy contento.
–¿Quién es tu jefe? –dijo Camil.
–Creo que ya lo conoces, obviamente Leduc. Verás tenía miedo de que lo traicionaras por eso nos contrató.
–Pues que tonto.
–¿Qué?
–Que es un imbécil si realimente piensa que saldrá de Japón fácilmente, y tú eres un idiota por caer en la trampa que te tendieron.
–¿Qué?, ¿De que trampa estás hablando?
–¡Suéltenme! –varios hombres se acercaron y la soltaron ayudándola a levantarse. Minutos después apareció otro hombre quien los había seguido.
–Ca...capitán... ¿qué es lo que hace aquí?
Comprobando lo que sospechaba, hay un traidor entre nosotros.
–No... no es así, yo solo estaba... yo hacía un trabajo por mi cuenta.
–Es una pena ya que nos prohibieron hacer cualquier otro trabajo mientras estuviésemos aquí, creías que se le iba a escapar algo al dragón azul, él lo sabe todo.
–Pero capitán, esto no le afecta a nadie.
–Error, le afectó directamente al dragón azul. Por tu irrupción en el palacio la seguridad se aumentará sin contar que tú y los que nos traicionaron están muertos.
–Pero..
–¡Ningún pero! Lo lamento, pero así son los negocios y no puedo perder a mi mejor cliente –el hombre se marchó dejando al hombre inconsciente encerrado en una habitación y a Camil en otra. Algunas horas después Yayitsu y Jomei llegaron. Prefirieron dejar al dragón de Shin en manos de los otros soldados mientras ellos rescataban a Camil. Entraron en la casa y solo se encontraba el hombre al que vieron llevarse a Camil de su habitación. Buscaron a los demás en las otras habitaciones hasta que encontraron a Camil recostada en una cama ensangrentada y Yayitsu temió lo peor. Se acercó lentamente a ella sintiendo en su corazón una opresión muy grande que fue aliviada al verla abrir sus ojos, hermosos como zafiros. Encontraron otro hombre en otra habitación inconsciente con una nota. Que decía
–Desearía poder poseer las dos alhajas más hermosas del mundo pero no quiero dañar la hermosura de esta, la más hermosa de las joyas antes creada así que me llevo el dragón de Shin. Dejé a tu consideración el castigo de estos dos rufianes que no tienen aprecio por la belleza. -.
Yayitsu tomó a Camil entre sus brazos y la llevó de regreso al palacio, feliz de saber que estaba a salvo y que no le habían hecho demasiado daño; sabiendo que quien lo había hecho pagaría con su vida pero antes de eso les sacarían la información de donde estaba el resto.
Al llegar al palacio Yayitsu llevó a Camil a su habitación y llamó al médico para que la atendieran. Aparentemente la daga que el sujeto enterró en su pierna no entró muy profundo y más bien era un simple rasguño. Al salir el doctor se quedaron Camil y Yayitsu solos.
–¿Por qué?
–¿Por qué, que? –dijo ella confundida.
–¿Por qué no me dijiste que estabas comprometida? –Camil volteó la cara para no verlo pero él la tomó entre sus manos obligándola a verlo a los ojos.
–Respóndeme –le dijo suavemente.
–Porque, jamás pensé que pasaría lo que sucedió.
–¿Y que fue lo que sucedió?
–Por favor, no lo hagas más difícil.
–Yo lucharé por ti, no quiero perderte, anoche creí que te perdería y hoy cuando te encontré pensé que te habían matado y que jamás podría tenerte en mis bazos otra vez.
–Yo tampoco lo deseo pero es mejor así, mi padre ha dado su palabra y no lo defraudaré de nuevo –Yayitsu la besó apasionadamente y la abrazó con todas su fuerzas como si no quisiera que se le escapara. Fue en ese momento cuando entró Leduc y los vio besándose.
–¡Cómo te atreves a tocar a mi futura esposa! –dijo Leduc mientras se acercaba a la cama.
–Será mejor que te vayas, no tengo ánimos de matar a nadie hoy –dijo Yayitsu sin hacerle caso sentado aun en la cama sosteniendo la mano de Camil. Leduc hizo caso omiso de la advertencia y levantó a Camil bruscamente de la cama acercándola a él. Camil solo dijo –Auch -. Entonces Yayitsu se enfureció y cuando iba a sacar su katana entró Xuyen.
–Príncipe Yayitsu, le recuerdo que él está en todo su derecho de reclamarle, ella es suya. Si desenvaina la katana tendrá que usarla su alma le reclamará la sangre de su oponente y este hombre no solo es un invitado de su padre el emperador, también fue enviado por el príncipe de Francia, insultará al príncipe provocando una guerra. ¿Es eso lo que desea? –Yayitsu se tranquilizó un poco pero decidido a no salir de esa habitación.
–supongo que lo podremos arreglar de otra forma –dijo Yayitsu con una sonrisa que delataba sadismo. Sin embargo al ver esta expresión tan familiar para Camil decidió intervenir.
–Si no les molesta deseo estar sola y descansar –ambos hombres voltearon a verla en desacuerdo con lo que había dicho pero sabiendo que no era una petición y conociéndola como la conocían decidieron salir– ¿Cómo está Ana? –le preguntó a Xuyen.
–Bien, solo le dieron un golpe que la aturdió pero al llegar a la enfermería despertó y ahora descansa allí.
–Gracias.
–De nada, con su permiso -. Xuyen salió de la habitación dejando sola a Camil.
Camil esperaba la llegada del emperador con su padre para que todo se pudiera arreglar y que pudiera devolver el dragón a su lugar, ya que el dragón que le quitaron era el falso y aun tenía en su poder el verdadero. Unos días después del incidente, llegó una nota del emperador ordenando arrestar al general Leduc por robar el dragón de Shin, secuestrar a Camil y a un miembro de la nobleza Umako Mamoru. Leduc no tuvo siquiera tiempo de entender lo que sucedía, ni siquiera lo dejaron hablar, lo amordazaron y lo enviaron a la prisión imperial. Informaron también que llegarían en unos días ya que el padre de Camil se encontraba un poco delicado, en las semanas en las que había estado secuestrado no había comido bien y estaba enfermo.
Camil creyó que era hora de devolver el dragón a su sitio así que ya recuperada de su pierna se dirigió al estudio del príncipe por la noche. Yayitsu se dirigía a su habitación y al pasar por el pasillo notó que la puerta de su biblioteca privada estaba levemente abierta. Él movió silenciosamente la puerta con cólera en quien se atrevió a invadir su espacio privado. Y para su sorpresa estaba parada allí el ladrón de sus sueños depositando el dragón de Shin en el estante en el que estaba hace unos días. Yayitsu la observó por unos momentos viendo como dejaba el dragón y le daba una última mirada a la joya y se disponía a salir. Por segundos pensó en dejarla ir, pero su orgullo herido le ordenó matarla y enmendar así la deshonra que había causado cuando intentó robar algo que le pertenecía y se fue con su vida.
–Tenía la esperanza de que eras más inteligente que esto y no tendría que matarte –dijo Yayitsu seriamente. Camil volteó sin decir nada para hacerle frente. Todo lo que ella podía hacer era mirar fijamente en sus ojos de ébano–. Entiendes que uno de los dos no saldrá vivo de este palacio –dijo Yayitsu sacando su katana. Camil sabía que si por desgracia se encontraba con él no la dejaría ir así que rápidamente exploró el cuarto para encontrar una posible salida y no tener que pelear con él. En un flash tomó el estante donde estaba el dragón y lo empujó sobre él e intentó salir por la ventana. Ella estaba a punto de saltar cuando el príncipe asió su tobillo haciéndola caer contra el suelo. – Ahhh -. Gritó ella cuando su cara se golpeó con el suelo partiendo su labio. Ella rodó sobre ella para ver a un príncipe sonriendo al estar parado sobre ella. Camil barrió rápidamente sus pies debajo de él haciéndolo caer e hizo su salida por la ventana. Yayitsu la siguió velozmente. - ¡Carajo! -. Pensó él siguiendo sus movimientos saltando por la ventana mientras que ella escapaba por los pasillos del palacio. Se encontró con un grupo de guardias y para su sorpresa Yayitsu les ordenó no moverse. Ella sabía bien porque de la orden, deseaba ser él quien la atrapara entonces pudo percatarse de que tenía que haber dado vuelta en el otro pasillo así que terminó atrapada en un callejón sin salida. Todo lo que ella podría hacer era dar vuelta y enfrentar al príncipe– ¡Sabes mujer has colmado mi paciencia! Porque no te sacas esa máscara y tendré misericordia. No te mataré, solo te enviaré a la prisión imperial –Yayitsu dijo ásperamente. Camil sabía que ser enviada a la prisión imperial era un destino peor que la muerte. Los guardias la golpearían y violarían y no solo ellos, los otros presos hombres también. Ella había conocido una mujer que fue enviada a prisión y aunque salió nunca volvió a ser igual. Era el peor destino que una mujer podría tener. Ella sacó hábilmente su katana y se preparó para la muerte. Yayitsu atacó furiosamente, ella rechazó cada ataque, cada movimiento hasta que él cortó su brazo derecho, y presionó en la herida haciéndola más profunda. Camil soltó la katana y atacó nuevamente con la otra mano, por bastante rato estuvieron peleando hasta que nuevamente hirió su otro brazo y empezó a avanzar contra ella dejándola contra la pared. Ambas piezas de la katana quedaron detrás de él. Él llevó firmemente su katana presionando en el lado izquierdo de su pecho sobre su corazón. El movimiento más leve la mataría pero él se detuvo y la vio fijamente. Camil bajó la cabeza para ver si su pecho fue expuesto otra vez pero no lo estaba y él la miraba fijamente. Él solo la veía–. ¿Quién eres tu? –él preguntó, pero ella no dijo nada–. ¡Bien, yo mismo lo descubriré! –y se movió hacia delante para quitar su máscara. Lo hizo suavemente, casi sensualmente. Lentamente revelando su cuello, su barbilla y finalmente su boca. La misma boca que rechazó decir palabra alguna. Observó sus labios como una invitación tan familiar. El se inclinó más cerca y lentamente la lámina de su katana era sustituida por el calor de su cuerpo.
Él susurró despacio en su oído–. Dime mujer, ¿quién eres? –Camil casi se perdió cuando él presionó su cuerpo contra el suyo. Podía sentir su calor y energía irradiar alrededor de ella. Comenzó a recordar lo que había sucedido algunas noches antes. Sus besos, sus caricias, su calor... –¡Oh Dios, lo amo!¡Lo amo tanto! –ella pensó e hizo la única cosa que creyó que podría hacer–. “Él no entendería, no podría entender” –ella lo empujó rápidamente a un lado y se lanzó por su katana. Yayitsu giró ágilmente y apuñaló al ladrón limpia y profundamente en un costado. Ella cayó y sostuvo la herida, sentía mucho dolor pero aun así no emitió sonido alguno–. ¿Por qué mujer? –él gritó–. ¡No te habría matado! –él fue a su lado y para su sorpresa ella habló.
–Solamente algunas cosas son peores que la muerte –Yayitsu estaba en shok, no podía ser ella, pero la voz era igual.
–Camil –dijo en voz alta. Terminó de quitar el resto de la máscara que revelaba dos hermosos ojos azul llenos de lagrimas que fluían por su cara. Ella miraba profundamente sus ojos negros. Yayitsu estaba confundido totalmente por lo que sucedía, pero la única cosa de la que estaba absolutamente seguro era de que la mujer que amaba estaba delante de él muriendo. Se quitó rápidamente la camisa y la colocó contra la herida con la esperanza de detener la sangre–. Mujer no sé que está pasando pero no permitiré que mueras –gritó Yayitsu, entonces la cargó suavemente y se dirigió a la enfermería del palacio.
–Solo que merezco morir –fue la última cosa que dijo antes de que perdiera el sentido.

Ana había sido enviada a encontrarse con el emperador, Camil estaba preocupada por su padre así que le pidió que hablara con él y después se encontrarían en el pueblo para regresar juntas, en cuanto regresara el dragón a su lugar. Ella la había estado esperando y esperando, y aun no llegaba.
–Tengo un mal presentimiento –dijo Ana en voz alta–. No debí dejarla hacer esto sola –dijo mientras caminaba–. ¿Si le sucedió algo? ¡Ella podría estar herida o MUERTA! Tengo que cerciorarme de que está bien –Ana subió al caballo y se dirigió de nuevo al palacio.
El emperador le había dicho que el conde estaba muy bien y que llegarían en tan solo unos días.
Yayitsu la llevó a la enfermería justo a tiempo. El médico le dijo que la probabilidad de vida no era muy buena y que era probable que ella muriera antes del amanecer debido al daño del órgano. Yayitsu deseó matar al doctor pero afortunadamente Jomei estaba ahí.
–Estimado doctor mejor verificas que sobreviva porque si no... –dijo Yayitsu asustando al hombre. Yayitsu estaba confundido. ¿Era ella solo un ladrón?. ¿Era ella la verdadera Camil? ¿Todo lo que dijo era mentira? ¡Todo lo que dijo que sentía era una

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