el ladrón, el príncipe y el dragón

miércoles, 20 de agosto de 2008

Capitulo 10: Encuentros y Desencuentros.


Marcel era un niño muy juguetón, tenía mucha energía. Jomei le enseñaba a montar, así que lo subió a un pony, aunque apenas tenía dos años, a Marcel le gustaban mucho los caballos y montarlos con Jomei, así que Jomei decidió enseñarle.
El emp0erador lo observaba atento, y recordaba a Yayitsu a su edad, era idéntico. Yayitsu se volvió duro cuando su madre murió, al dar a luz a una niña que murió a las pocas horas de nacer. Entonces fue cuando comenzó a alejarse de su hijo. Yayitsu apenas tenía cinco años. Entonces Marcel quiso bajar del pony y sacó de sus recuerdos a su abuelo. Corrió hasta él, se sentó en sus piernas y comenzó a jugar con su barba como lo hacía con el conde.
–Perdone majestad –dijo Jomei haciendo una reverencia–. Ven Marcel.
–No te preocupes Jomei, no me molesta; después de todo es mi nieto –Jomei se incomodó con aquel comentario, no es que no supiera que Yayitsu era el padre de Marcel pero no quería ser indiscreto.
Al ver esto sonrió el emperador, con esta reacción solo confirmaba que ese niño llevaba su sangre. El emperador comenzó a jugar con Marcel, lo lanzaba hacia arriba al aire y lo atrapaba. A Marcel le encantaba el vértigo y reía. El conde salió al jardín para encontrarse con su viejo amigo y lo vio jugando con su nieto. Él sabía muy bien que sería cuestión de tiempo para que la verdad cayera por su propio peso, y le preocupaba ¿qué sería de su hija?.
–Ieyatsu, ¿te diviertes?
–Así es Umako, como hace mucho no lo hacía. A este niño le encanta que lo lance hacia arriba.
–Igual que a su madre, le encantaba.
–Heredó su carácter.
–Y no se si alegrarme o preocuparme.
–Ja, ja, ja, ja... –ambos comenzaron a reír a carcajadas.
–Camil quiero hablar contigo a solas -. Yayitsu entendió la indirecta así que marchó, después de todo había conseguido lo que quería, Camil se disgustaría con ese idiota. – ¿Es él verdad? -. Camil se quedó callada. – Él es el padre de Marcel ¿no es así?. – Que más te da, antes no quisiste saber su nombre ¿por qué lo preguntas ahora?. – Porque es obvio que él está interesado en ti. – John no empieces por favor. – Te estaba besando. – ¡Me estabas espiando!. – Dime algo, ¿te besaba o tu lo besabas?. – Y si yo lo besaba ¿qué? ¿vas a golpearme como a él?.- Jamás me atrevería a tocarte, primero me corto la mano antes de golpearte. Solo quiero saber si te quedas para estar con él. – Me quedo por que me ordenaste ir a tu casa; si lo hubieses pedido, no me habría negado. No después de lo que viste, me habría ido para que te fueses tranquilo de que nada sucedería. Pero la verdad no te conozco, jamás imaginé verte como hace unos momentos. Me jaloneaste. Cuando era el dragón azul me tratabas diferente, como tu igual, me respetabas; me pedías consejo aún cuando el asunto no me concerniera. Y ahora, ahora decides las cosas tú por mí, sin preguntar, sin consultarme si quiero o no hacerlo. Y la verdad no quiero casarme con un hombre así; con un hombre que no me respeta porque no uso pantalón ni llevo mi espada; lo siento pero, no puedo casarme contigo -. Camil le devolvió el anillo de compromiso que le había dado y se fue.
Inocentemente iba tras Yayitsu pero al entrar a la habitación contigua vio a Yayitsu con su hija y al lado Mariko, y se dio cuenta de que ahora todo era muy diferente de la última vez.
Yayitsu pudo percatarse de la mirada de Camil, resignación, eso había en sus ojos. Por fin, después de tanto tiempo se resignó a perderlo. Camil entró a la habitación.
–Buen día Mariko, ¿descansaste?
–Si, muchas gracias.
–¿Deseas tomar el almuerzo conmigo? Parece que todos han almorzado excepto yo.
–Claro será un placer –Yayitsu observó la escena y parecía no agradarle mucho pero prefirió no intervenir.
– Mujer, llévate a tu hija, me molesta.
– Si mi señor –Mariko cargó a la pequeña y salió con Camil a la terraza, hacia un día perfecto, caluroso pero con una brisa refrescante.
Ambas mujeres comieron y conversaron un poco después salieron al jardín y jugaron con los pequeños. Yayitsu als observaba desde la terraza y entonces su padre se acercó a él.
–¿Qué piensas hacer Yayitsu?
–¿Con respecto a que?.
–Pues con tu hijo.
–Mi hijo...no pienso hacer nada.
–¡¿Qué?!, ¡te das cuenta de lo que dices!. Es tu heredero, tal vez no consigas engendrar otro.
–Losé, pero no voy a dañarla más. Se lo prometí, además va a casarse. Si ella no viene conmigo por su voluntad, no pienso obligarla.
–Pues entonces convéncela, tienes dos meses.
–No sé si pueda.
–Ya lo hiciste antes.
–Pero ella confiaba en mí; ahora no lo hace
–Pues mejor la convences, sino seré yo quien la obligue –Yayitsu miró a su padre desafiante, sabía que podía llegar a ser vil y cruel; y también sabía de lo que era capaz si una idea rondaba por su cabeza. El emperador no se inmutó con la mirada de su hijo y fue de nuevo al lado de su amigo quien jugaba con su nieto.
Yayitsu observó de nuevo a Camil jugando con su hijo y sintió en su pecho de pronto que lo embargaba la emoción al ver a la única mujer que ha amado y el fruto de su amor; un hijo de ella, lo que más había anhelado. Cuando supo que sería padre se imaginó tantas veces que era Camil la que se lo decía, soñaba con el hijo que ella le daría, y ahora ese sueño era realidad y sin embargo, estaba tan lejos de ser el hombre feliz que siempre soñaba. Ella y su hijo pronto estarían en manos de otro hombre. Esa idea le causaba un gran dolor. Ella era su Camil, su amada Camil.

La tarde trascurrió tranquilamente y al terminar la cena Ana y Camil bañaban a Marcel cuando se escuchó el sonido de que llamaban en la puerta. –¡TOC!¡TOC!
–¡Ya voy! –dijo Ana. Al abrir se encontró con Yayitsu. Buenas noches príncipe Yayitsu.
–Quiero hablar con Camil.
–Está bañando a Marcel.
–Llévame con ella.
–Pero... –Yayitsu le envió una mirada fulminante y Ana no tuvo mas opción que obedecerlo. Le permitió entrar a la habitación hasta el baño. – Camil, el príncipe Yayitsu está aquí y quiere ...
–Quiero hablar contigo –interrumpió Yayitsu. Camil volteó a verlo, primero sorprendida y luego molesta. ‘¿Cómo se atreve a entrar así a mi habitación?’
–Yayitsu hablé contigo esta tarde, ¡y estas no son horas decentes para conversar! Así que...
–Necesito hablar contigo –Camil lo observó por algunos minutos desafiándolo. No me iré hasta hablar contigo –le respondió a su desafío y él ganó.
–¡Está bien!, pero solo tienes veinte minutos.
–A solas.
–¡Que! ¡estás en la habitación de una mujer comprometida y tú eres un hombre casado!
–No me iré de aquí hasta que hablemos a solas –Camil estaba roja de furia y decida a no aceptar. Entonces nos quedaremos aquí los tres toda la noche Camil, aunque no creo que le haga bien a tu nana en su estado.
–¡Esta bien, pero serán solo quince minutos! –Ana salió de la habitación y se quedó en el recibidor. ¿Ahora que es lo que quieres?
–¿Puedo? –dijo él refiriéndose al baño que le daba a Marcel.
–No, yo puedo hacerlo sola.
–Por favor, jamás he hecho algo como esto –Camil asintió y Yayitsu se remangó las mangas para meter las manos en el agua. Sin siquiera notarlo Yayitsu comenzó a jugar con el niño haciendo chapotear el agua mojando a su mamá; y Camil comenzó a sentirse tan feliz, había deseado tanto tener a su príncipe de cuento de hadas a su lado, y ahora estaba allí frente a ella bañando a su hijo.
Terminaron de bañar a Marcel y lo vistieron, secaron su cabello y acostaron en su cuna. Yayitsu lo observaba y Camil pudo ver que la felicidad lo embelesaba.
–Ahora si vas a decirme ¿que es lo que quieres? –dijo ella suavemente, casi dulcemente. Él se sentó en la cama y comenzó a hablar.
–Sabes... no soy muy bueno para esto... para decir o demostrar lo que siento. Pero, Camil yo...
–‘¿Camil? él jamás me llama por mi nombre’ –pensó Camil.
–Camil yo te amo, te amé desde el primer momento en que te vi, te amo hoy, después de tres años aún te amo; creí que podría olvidarte pero no, no lo he conseguido y creo que jamás.
–¿Y que es lo que esperas al decirme esto? ¿Qué crees que haré? Que te diré con lagrimas en los ojos ‘Oh yo también te amo Yayitsu, tienes razón Marcel es tu hijo y quiero irme contigo a Japón para convertirme en la puta del príncipe’, para después lanzarme a tus brazos besarte y acostarme contigo, pues no. No haré ni diré ninguna de esas cosas, te diré Yayitsu que ya es muy tarde para esa declaración; Marcel no es tu hijo y que no regresaré a Japón porque estoy tratando se ser feliz y construir una familia. Así que si es todo, te pido que te retires.
–Pues no Camil, te conozco más de lo que crees, y se que tú jamás harías eso, somos demasiado parecidos. Y aunque aún me amaras tu orgullo es primero y no lo admitirías; ¿pero sabes que?, eso fue precisamente lo que nos trajo a este punto. Y no quiero que vengas conmigo a Japón; desearía que vinieras pero como mi esposa, no como una concubina y eso es algo que no se puede solucionar. Solo quería que supieras que jamás te dejaré de amar y cuidar; yo sé que Marcel es mi hijo, no importa cuanto lo niegues eso es algo que no podrás cambiar. Y como es todo lo que tenía que decir ahora si me retiro, que descanses Camil –Yayitsu tomó su mano y la besó, después se acercó a la cuna donde Marcel dormía tranquilamente y depositó un beso en su frente para después marcharse.
Camil se sentó en la cama comenzando a llorar, Ana entró al cuarto y la abrazó tratando de consolarla.
– ¿Que sucedió? –preguntó Ana. ¿Que te dijo? ¿por qué estás a sí?
–Él me dijo que me amaba, que jamás dejará de quererme.
– Vaya, eso no me lo esperaba. ¿te pidió que regreses cn él? ¿le dijiste que Marcel es su hijo?.
–No, él... él me dijo que no podía pedirme regresar, que ya no se puede solucionar nuestra situación; parecía que se estaba despidiendo.
–¡Pues vaya que se tardó!
–Ana él... ha estado aquí un día y yo... rompí mi compromiso con John.
–¡¡Que!! ¿por qué hiciste eso?
–Él y Yayitsu tuvieron una pelea y yo... me vio besando a Yayitsu.
–¡¡¡QUE!!! ¿¡acaso ya olvidaste todo lo que te hizo ese maldito!?
–No, pero yo también le hice daño; además no he dejado de amarlo –dijo Camil con voz angustiosa. Creo que fue lo mejor, tampoco era justo para John ¿no crees?
–¡Camil, ahora no habrá ningún impedimento para que tu corazón te traicione y acabes haciendo una locura!
–¡Lo sé! ¡pero tampoco podía vivir así! ¡Aun puedo sentir como me quema en los labios el beso que me dio!
–Camil, ¿no te das cuenta de que acabará por lastimarte de nuevo? –dijo Ana lastimeramente tratando de convencerla.
–Lo sé Ana, pero no puedo dejar de amarlo –dijo ella tristemente. Lo he intentado ¡Dios sabe que lo he intentado día y noche!¡Pero no puedo!
–Oh, Camil –Ana la abrazó nuevamente tratando de comprenderla. No te preocupes Camil, todo saldrá bien ¡ya lo verás!
–Gracias Ana.
–¿De que?
–por se tan buena amiga.
–Camil; tú , Jomei y el conde son la única familia que tengo. Bueno mi ahijado y mi pequeño también.
–Tienes razón Ana, ustedes son la única familia que tengo y debemos estar juntos siempre.
–Así será Camil, ahora duérmete.
–Buenas noches Ana.
–Buenas noches –Ana salió de la alcoba y Camil se acostó tratando de conciliar el sueño.


Las semanas transcurrieron rápidamente y pronto había pasado un mes. El conde agobiado con los negocios de día y por la noche con el emperador saliendo de juerga. Camil se preguntaba si así había sido la juventud de su padre, pero se alegraba de ver que se divertía.
Cada día les costaba más trabajo contener sus deseos; todo comenzó con un beso que él le robó y ella nuevamente le correspondió. Todas las noches Yayitsu iba a la habitación de Camil y le ayudaba a dormir a Marcel, discutían por cualquier cosa y al marcharse él le confesaba su amor y la besaba. Pero ya le costaba trabajo contener el anhelo de hacerle el amor. Hacerla su mujer y llevársela contra la voluntad del conde, aún contra la propia voluntad de ella. Pero no quería violentarla de esa manera, y decidido a no dañarla más se iba.
Camil trataba de bloquear las emociones que él despertaba en ella. Yayitsu era el único hombre que había sido capaz de robarle el corazón, el único que había despertado en ella la pasión y la lujuria y a la vez un sentimiento cálido que inundaba su cuerpo. La ternura emergía de su corazón. Durante estos años ella se sintió muerta en vida, incapaz de expresar amor mas que a su hijo. Y ahora lucía feliz y radiante, más hermosa que nunca.Como todas las noches Yayitsu estaba con Camil y Marcel. Marcel ya dormía así que Yayitsu comenzó a conversar con Camil.
–Camil –dijo él atrayendo su atención.
–¿Qué sucede?
–Quiero saber una cosa, pero quiero que contestes con absoluta sinceridad.
–¿Que?
–¿Aún me amas? –‘ ¿Acaso no lo notaba? ¿qué clase de pregunta era esa? ¿no podía darse cuenta de que moría por estar con él; por ser su mujer, pasar cada noche de su vida a su lado?. Que ella no solo lo amaba, que no solo quería ser su esposa y madre de sus hijos. Que quería ser su amiga, amante, confidente, compañera. Que él pudiera compartir con ella la pesada carga de un imperio del cual sería responsable. ¡Como podía no notarlo!¡si se le notaba en la mirada!’
–¿Qué es lo que quieres que te diga? –dijo Camil.
–La verdad.
–La verdad es que no lo sé. Hay veces que siento que te amo, y se bien que jamás voy a sentir esto por ningún otro hombre; porque es tan intenso y profundo que abruma todo mi ser. Pero también siento que te odio, te odio por no estar a mi lado, por haberme abandonado cuando más te necesité.
–Y yo me odio a mí mismo por haberte lastimado de esa manera ¡no sabes cuan arrepentido estoy! ¡Te amo Camil! ¡Te amo, te amo, te amo! –repetía mientras la abrazaba y besaba. Entre cada beso y caricia le juraba amor eterno y le pedía perdón.
Al principio ella no hizo nada intentado obstaculizar la excitación que sentía, pero entonces su cuerpo la traicionó y comenzó a profundizar el beso. Él se lamió los labios intentando conseguir abrirse paso en su boca. Cuando lo hizo, él resbaló su lengua dentro de la boca de ella. Sus lenguas buscaban la boca del otro, Yayitsu la cargó y la llevó a la cama. Él interrumpió el beso y besó su cara, entonces besos calientes viajaron a su cuello. Sus manos agarraron el fondo del su camisón rosa claro lentamente lo quitó. Cuando alcanzó su cuello, él cesó de besarla tiró del camisón sobre su cabeza. Él se sentó detrás y admiró el cuerpo maravilloso de ella. Yayitsu sonrió y continuó besando su cuello. Procedió a alcanzar el broche de su sostén, lo quitó y lo sacudió al suelo viajando a sus pechos. Besó alrededor de ellos, exprimiéndolos suavemente.
Camil sentía que estaba en el cielo, todas esas sensaciones la llenaban. Ella sonrió dichosamente mientras que Yayitsu comenzó a lamer alrededor de sus pechos, saboreó con delicadeza y erotismo el pezón.
Ella no pudo aguantar la sensación y se arqueó contra él, dejando escapar un suave sonido mientras Yayitsu se recreaba lamiéndola.
La mano de él dibujaba la curva de la cintura y después se detuvo un instante, antes de deslizarse para acariciar más íntimamente entre sus muslos.
Él estaba inmensamente confundido, no sabía que hacer para hacerla feliz. El dormir con ella solamente iba a complicar las cosas, pero no se preocupó realmente por eso en ese momento. Él la deseaba, la deseaba gravemente; ella le hacía tanta falta.
La fuerte necesidad de sentir el roce de sus cuerpos desnudos era desesperadamente necesaria. Él recorrió toda su piel con las palmas de las manos, necesitaba dejar huella de él en todo el cuerpo de Camil, recreándose en los punto más excitantes con la seguridad de un hombre que sabía donde y como tocar a una mujer para volverla loca.
La condujo al borde del placer más absoluto propiciado por sus caricias, hasta que ella le suplicó que la hiciera suya, entonces Yayitsu entró en su cuerpo con delicadeza, moviéndose lentamente mientras su anatomía femenina se amoldaba a él.
Camil nunca había experimentado nada como aquello mientras la penetraba más profundamente, y dejó escapara un gemido cuando él se retiró para empujar de nuevo de ella más rítmicamente, con lentitud, incrementando la velocidad de los movimientos a medida que ella se iba adaptando, hasta que por fin se movieron al unísono ambos llegaban al éxtasis.
Yayitsu todavía estaba unido a ella, y besaba y lamía sus pechos delicadamente, ella recorrió su espalda con la punta de sus dedos, Camil sintió como se tensaban los músculos bajo sus caricias, y sonrió secretamente antes de soltar un suspiro de gozo al notar que Yayitsu empezaba a moverse de nuevo, hizo que cada impulso llegara más profundo, hasta que ella tomó su ritmo y se unió a él más intensamente. Después la besó, la abrazó fuertemente y permanecieron de aquella forma hasta que se quedó dormida.
De madrugada Camil se estiró y medio adormilada intentó moverse, pero algo le impedía tener un movimiento más libre, estaba vagamente consciente de que había algo que definitivamente se lo impedía... alguien mejor dicho.
Recordó de repente. ¡¡¡Dios santo!!! ¿qué había hecho?
–No te muevas –le rogó la voz masculina de Yayitsu al oído y pasó su mano hasta su cadera y la abrazó.
–Yayitsu deja que me levante... por favor –Yayitsu la jaló hasta recostarla de nuevo y comenzó a besar su cuello.
–Quédate mi amor.
–“¿Mi amor?” –pensó ella. Todo era un error, además el que tendría que irse es él, no ella. Yayitsu, lo de anoche ha sido... ha sido un error.
–¿Un error? –para Camil había sido la experiencia más hermosa de su vida y no podía culparlo de seducirla. Lo había deseado tanto como él.
–Mmm... No... pero no puede suceder de nuevo.
–¿Por qué no? –su voz sonaba divertida y ella se volvió para mirarlo y se percató de toda su excitación.
–Porque no –pero él le estaba besando el hombro.
–mmm ¿no?
–No sigas –era una petición muy débil.
–¿No quieres que lo haga? –se movió e hizo que apoyara la espalda en el colchón para inclinarse sobre ella y besarle los pechos. Extendió una mano sobre su vientre y la deslizó para acariciarla más íntimamente, él presionaba delicadamente con sus dedos la parte más sensible de su cuerpo.
En pocos instantes encendieron la pasión y Yayitsu la besaba profundamente, ella se abrió para él aceptándolo por completo, cuando la penetró con seguridad, así estuvieron, al terminar Yayitsu acariciaba su piel cálida, mientras Camil se quedaba dormida.

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