El ladrón, el príncipe y el dragón

miércoles, 6 de agosto de 2008

Capitulo 2: El Príncipe

-¡Muchacho! Muchacho, ¿dónde demonios estás?. ¡Ahora ASNO TE QUIERO AQUÍ! –gritó el emperador Ieyatsu.
–¿Qué deseas anciano? –un hombre joven y enojado gritó detrás.
–¡Anciano! ¡Respétame mocoso y también mostrarás tus respetos a la joven que he solicitado viajar a través del imperio para verte!. A menos que desees nunca ver la corona. Aun no es tan tarde como para tener otro heredero -. El príncipe apenas dijo – hump – y dio la vuelta alejándose de su padre.
El príncipe Yayitsu estaba furioso con su padre por hacerlo ir a estos actos ridículos de encontrar una compañera conveniente. El hecho de que su padre haya escogido a la muchacha es suficiente razón para que Yayitsu no la elija como su compañera. No era lo que deseaba, no necesitaba una compañera en primer lugar.
–Mira Yayitsu –dijo el emperador serenamente–. Tu futura reina es importante para el imperio. Tendrás que confiar en ella pues solamente a ella te mostrarás en tiempos de inseguridad y debilidad.
–Nunca seré débil.
–Descubrirás que el peso de un reino es mucho más duro de lo que crees, tú y tu reina tendrán que manejarlo.
–Humph, no necesito a nadie, aún menos alguna pequeña muchacha que ha escogido mi padre y que intentará gobernar sobre mí –el príncipe le gritó a su padre mientras se retiraba.
–¡Jomei! –gritó el príncipe–. ¡Donde demonios estás Jomei!.
–Llamaste mi príncipe -. Contestó un guerrero ligeramente más alto.
Jomei era el único amigo verdadero de Yayitsu aunque ocasionalmente Yayitsu no actuaba como tal. Su padre se lo dio al príncipe cuando eran aun niños para ser su sirviente personal. El padre de Jomei no podía pagar sus deudas así que se lo dio al emperador cuando él tenía cinco años para salvar su vida. Por lo tanto él ha pasado la mayor parte de su vida con el príncipe que es solamente dos años mayor que él.
–¡Puedes creer a mi padre de mierda! Él me está forzando a pasar tiempo con la hija de uno de sus aliados. ¡Ella desea estar cerca de mi solo para conseguir que la elija como mi esposa! No puedo creer que mi padre
–...Príncipe Yayitsu –dijo Jomei en voz alta.
–Lo que pasa es que él está celoso por que seré mejor emperador que él, por que soy mejor de lo que él puede ser
–... Príncipe Yayitsu –dijo Jomei un poco mas fuerte.
–Soy el mejor Samurai de todo Japón y me está forzando a pasar tiempo...
–YAYITSU –gritó Jomei.
–¿QUÉ?
–No veo porque estás así de trastornado –dijo tranquilamente Jomei.
–¡QUE!
–Tu padre solamente desea lo que es mejor para ti. Estar rodeado por las mujeres más hermosas del imperio, ¿cómo puede ser eso tan malo? –Jomei preguntó a su amigo.
–Tú no has tenido que pasar tiempo con esas idiotas que mi padre elige. Todo lo que hacen es gimotear, no tienen pensamientos u opiniones verdaderas, ellas solo dicen lo que piensan que es lo quiero oír. Pero ninguna me conoce. Ellas solo son un manojo de putas marionetas.
–Si tú lo dices Yayitsu.
–Suficiente de esto Jomei, no quiero desquitar mi frustración contigo.



–Todavía no puedo creer lo que pasó en Osaka, que hubiera pasado si llegaba la policía y nos encontraban con la estatua, nos habrían encarcelado.
–Es un efigie, no una estatua, además no hagas drama Ana; ya vez la policía ni se apareció. Por lo visto no hay mucha vigilancia. Si hubiese sido París probablemente nos habrían detenido.
–Camil, no estoy segura de que puedas engañar al príncipe y robar el Dragón de Shin.
–¿Por qué lo dices?
–Por que tienes un carácter endemoniado, a la primera provocación vas a querer golpearlo.
–No exageres, este es un negocio, solamente eso. Podré soportar lo que sea. Debo hacerlo para salvar a mi padre. Además debemos robar cada templo, cada casa noble, será nuestro seguro de protección por si algo falla en el palacio.
–No creo que sea buena idea.
–Es lo mejor si quiero librarme de Leduc.
–¿Qué haremos si nos descubren?
–No te preocupes, dudo mucho que el príncipe o el emperador deseen arriesgar su honor admitiendo que una mujer los robó. En dado caso que nos arresten, tengo planeadas varias rutas de escape y contratados algunos hombres de mis trabajos pasados.
Son confiables y leales, les di un anticipo de su pago, también les di dinero para “viáticos”, están en un barco que está disfrazado de barco pesquero, es pequeño pero con él podremos llegar a China y abordar otro que nos dejará en Israel. Abordaremos otro barco hasta Atenas y de ahí viajaremos hasta Paris. Será tres veces mas tardado pero no importa, al llegar a París recogeremos a papá y nos iremos a América. Siempre has querido conocerla.
–Vaya, parece que lo has planeado todo muy bien.
–Así es no podrán atraparnos, tengo mas de cinco rutas de escape.
–¿Y que pasará si te gusta el príncipe?.
–No digas tonterías, recuerda que solo hemos viajado hasta este lugar por un negocio, nada más, te lo advierto Ana.
–Bueno, no te enojes.
–Camil, pero es el príncipe de quien estamos hablando no de un soldado borracho al cual seducir. Tendrás que hablar, vestir y comportarte correctamente según sus costumbres, las cuales le dijiste a tu padre apenas unos meses que eran ridículas.
–No te preocupes Ana, seré una señora del clan Mamoru, la familia más cercana al emperador. Mediré cada una de mis palabras, lo elogiaré, cumpliré todos sus deseos y robaré su corazón –dijo Camil con aire de satisfacción.
–No sé si sea bueno esto, y si nos atrapan, ¿qué pasará con tu padre? Lo dejarás deshonrado –protestó Ana.
–No te preocupes él me amará.
–Y que hay sobre la otra mujer, la tal Mariko.
–Eso me ofende Ana, hasta ahora, nunca he conocido mujer que pueda hacerme competencia...
–ja, ja, ja, ja, ja...
–¿de qué te ríes Ana? –preguntó Camil con una mirada fulminante.
–Nada, es que no cambias, ni en esta situación dejas de ser tan vanidosa.
–Mejor cállate ya Ana y pon atención que ya estamos en la entrada del palacio, encárgate del guardia y a mí déjame el resto.
–¡Deténganse! ¿Quién tiene el atrevimiento de entrar en el palacio imperial? –dijo el guardia en voz alta. Ana se bajó del caballo y habló con el hombre.
–Es solamente mi señora la Condesa D´Amour, ha sido invitada por el emperador Ieyatsu. Es la hija de Umako del clan de Mamoru -. Dijo Ana con voz fuerte–. Mi estimando señor si no deseas encolerizar al emperador yo sugeriría que nos dejes entrar y anuncies la llegada de la condesa y su asistente.
–¡OH! No sabía que eras tú mi señora, el emperador te ha estado esperando por algún tiempo. Vengan conmigo por favor la llevaré a la corte real donde podrá refrescarse antes de la reunión con nuestro señor el emperador Ieyatsu y el príncipe real Yayitsu.


–Tendrás que hacer algo mejor que eso Jomei –gritó el príncipe cuando lo golpeó con la derecha en las costillas.
–Oh, entonces toma esto Yayitsu –dijo Jomei cuando tiró un arsenal de derechazos e izquierdazos al príncipe y finalmente golpeó en el pecho agrietando por lo menos dos costillas.
–Ahhh –gritó el príncipe y golpeó a Jomei con la izquierda en la quijada que lo envió contra la pared.
Ambos hombres tenían ligeras contusiones y respiraban difícilmente.
–Ríndete perdedor de tercera clase –dijo Yayitsu arrogante mientras sujetaba sus costillas.
–¡Nunca! –dijo Jomei con la sensación de que algunos dientes estaban flojos. Habrían continuado con esto hasta que uno de ellos cayera, pero el consejero del emperador, Xuyen interrumpió.
–Mi señor ha solicitado tu presencia mi príncipe, la señora que el emperador ha escogido como tu pretendiente llegó ayer por la noche.
–Puedes decirle a mi padre que no tengo deseo de conocer a la pequeña puta que él ha seleccionado –gritó Yayitsu
–Si así lo deseas mi príncipe, pero tu padre se enojará seriamente y no tomará este acto a la ligera.
–Yayitsu porque no haces por lo menos una reunión con la muchacha, nunca sabes que pueda pasar tal vez te guste –dijo Jomei sinceramente.
–Lo dudo, pero si no la veo mi padre nunca la dejará ir. Además siempre puedo despedir otra mujer. Xuyen dile a mi padre que iré a presentarme con la mujer tan pronto como termine algunos asuntos pendientes.
–Como tú desees mi príncipe –dijo Xuyen y se retiró.


–¿Cómo me veo Ana? –preguntó Camil. Decidió vestir de la manera más europea que le fuese posible. Llevaba un elegante vestido rojo, sus pendientes eran de oro con unos pequeños rubíes y el lápiz labial rojo hacía que sus labios resaltasen en su piel blanca pálida. Su cabello estaba completamente recogido y solo unas mechas de cabello caían enmarcando su perfecta cara.
–Te ves muy bien, pero creí que ibas a ser la señora Camil del clan Mamoru.
–Así será, pero no quiero que piensen que he venido aquí porque deseo ser la emperatriz de Japón.
El emperador fue el primero en entrar al cuarto. Él estaba parado en el otro extremo de la habitación admirando la belleza que estaba frente a él.
–Mmm, si fuese más joven –los pensamientos del emperador fueron interrumpidos por Xuyen al entrar al cuarto.
–Mi señor emperador Ieyatsu, tu hijo llegará pronto, él tenía otros asuntos a tratar antes –dijo al desconcertado emperador.
–Oh, que mocoso, pero me da la oportunidad de familiarizarme con esta extremadamente hermosa mujer –dijo antes de finalmente entrar a la habitación.
–Dígame tuvo usted un buen viaje. Le insistí a tu padre que me permitiera enviar al príncipe por usted pero por alguna razón se negó. Supuse que vendría con usted pero veo que no es así.
–Oh, si él me dijo que tenía muchos asuntos que arreglar y que tardaría, por eso me envió y la verdad es que yo le pedí que no aceptara su generoso ofrecimiento. No deseaba molestarlo a usted o a su majestad el príncipe. - De ninguna manera me molestaría y por el príncipe, de todas formas no hace más que holgazanear. Veo que tu padre no se jactaba cuando me habló de tu belleza –comentó el emperador mientras tomaba la mano de Camil y la conducía hacia fuera a los jardines.
–Oh, bueno mi padre a veces exagera, ¿qué más le dijo grande y sabio señor? –Camil le dijo mientras que lo veía con una dulce, cálida y cariñosa sonrisa.
–Oh, apenas me dijo que eres muy buena en materias como matemáticas y física, que tienes muy buena memoria.
–Vaya, pero basta sobre mí señor, que no soy más que una mera mujer noble. ¿Qué hay de su hijo? Me dicen que él es el mejor samurai de todo Japón.
–Eso es cierto –una voz interrumpió en la habitación–. Nuestro señor el príncipe Yayitsu es el mejor Samurai que hay en todo el imperio –afirmó una joven mujer, ligeramente atractiva. Vestía con un kimono azul y su cabello corto enmarcaba su rostro.
–Condesa D´Amour... por favor llámeme Camil señor. Claro, señorita Camil ella es Mariko del clan de Yashada ella también está de visita en el palacio. Es hija de uno de nuestros generales.
–Es un placer señorita Mariko.
–Igualmente.


El príncipe había esto parado en las sombras observando a su padre y a las dos mujeres que le acompañaban. Una vestía un kimono, la otra un vestido rojo. Era obvio que la mujer del kimono era Mariko, pero ¿quién era la otra mujer? ¿Acaso su padre ahora trataría de casarlo con una occidental?
Él debía admitir que jamás había conocido una mujer más hermosa, su piel era blanca como la leche, su cabello castaño claro como los cálidos rayos del sol. Su cuerpo se delineaba por las curvas de su perfecta cintura, sus caderas y pechos. Sus labios resaltaban rojos con una diabólica sonrisa y sus ojos eran de una tonalidad tan profunda de azul que cuando miró fijamente en ellos, él sentía como si cayera, como si se ahogara en los mares que eran. La verdad era que en ese momento se sentía muy inferior a esta diosa que estaba frente a él. Entonces él despertó fuera de su encanto.
–Ella no es nada, nada mas que otra puta que desea mi título –se convencía el príncipe–. Jomei ven, para que el juego sea más divertido –Yayitsu sonrió a su amigo y entonces se dispuso a entrar.
–Mis estimadas señoras –dijo el emperador en voz alta–. Quiero presentarles al heredero de mi trono, mi hijo su señor el príncipe Yayitsu -.
Delante de él Camil hizo una reverencia consiguiendo que el príncipe y el emperador admirasen su pecho.
–Les agradezco por su presencia –respondió el príncipe reprimiéndose rápidamente. Él susurró –prostitutas- pero entonces vio a su padre furioso. Así que Camil se levantó mirando desconcertada al príncipe. Él era parecido a su padre pero mucho más hermoso. Mientras que la cara del emperador era fuerte y surcada, la del príncipe era mucho más suave. Incluso se vería mucho mejor si no hiciera esa mueca de repulsión total en su cara. Él iba vestido con la ropa tradicional japonesa, aún con toda esa pesada ropa Camil podría decir que el hombre tenía un gran cuerpo.
El servicio de té llegó en aquel momento y el príncipe se disponía a marcharse pero el emperador lo fulminó con la mirada así que Yayitsu se sentó, lejos de ambas mujeres.
–Príncipe Yayitsu, ¿recuerdas al jefe del clan Mamoru?. Por supuesto. Pues esta señorita es su hija la condesa Camil D´Amour.
–Ya veo y ¿qué es lo que la trae a Japón?
–Mi padre me ha enviado por seguridad.
–¿Seguridad?
–Si, al parecer hay alguien que desea hacerle daño y sufrió un atentado por eso me envió aquí, pensó que estaría más segura aunque yo quería quedarme a su lado.
–No veo para que, solo le estorbaría –Camil apretó fuertemente la mandíbula para no responderle por semejante afirmación.
El padre de Camil le advirtió al emperador de su temperamento tan explosivo en su carta así que decidió intervenir antes de que fuese tarde.
–Muchacho –dijo en voz alta el emperador–. Porque no le muestras a esta encantadora joven su habitación y después puedes salir a pasear con Mariko para familiarizarse mejor.
–No soy un sirviente para mostrarle su habitación y además no hay absolutamente nada que yo desee saber sobre esta mujer –dijo el príncipe arrogante mientras señalaba a Mariko.
–¡Cómo has dicho mocoso! –gritó el emperador mientras que enviaba una mortal mirada a su hijo. Todos los presentes observaban con incredulidad mientras que el emperador y el príncipe discutían.
Ana se acercó a Jomei y le preguntó
–¿siempre es así? –el simplemente indicó.
–sí –ella sonrió y dijo.
–A propósito mi nombre es Ana y ella es mi señora Camil –el hombre sonrió, ya que era una visita rara entre los guerreros imperiales una mujer.
–Soy Jomei Todamitsu, protector personal del príncipe. Gusto en conocerte Ana –Ana rió nerviosamente y susurró.
–mucho gusto.
El príncipe Yayitsu gritó
–¡Está bien, como tu digas padre! –entonces dio vuelta hasta Camil que le sonreía dulcemente.
–¡Ven aquí mujer! –dijo descortés Yayitsu y antes de que Camil pudiera pensar en lo que iba a decir ella le respondió.
–Tengo un nombre ¿sabes? –Yayitsu dio vuelta rápidamente sorprendido de que ella se atreviese a hablarle de esa manera–. Quiero decir señor que tengo un nombre –Camil dijo sorprendida y con un poco de temor en su cara.
–Sé que tienes uno mujer, solo que elegí no llamarte por él y si tienes algún problema con eso me voy –dijo dando la vuelta dejando a Camil deslumbrada con la boca abierta de par en par.
–¡Mujer! ¡Vienes o que! –gritó con una sonrisa en su cara y Camil solo pudo gruñir.
–Sí mi señor –Yayitsu dando la vuelta le preguntó
–¿Qué fue lo que dijiste mujer que no te oí? –Camil puso la cara mas dulce y la sonrisa más inocente y le dijo.
–Si gran y real señor que yo aguardo para servirte a ti y solo a ti –entonces él sonrió satisfecho y continuó caminando hasta la habitación que ocuparían Ana y Camil.
–Aquí es donde dormirás, enviaré a alguien por tus cosas. Mandaré por ti a la hora de comer con excepción de eso eres libre de ir a donde desees.
–Pero... –Camil interrumpió pero el príncipe lanzó una mirada asesina así que Camil lo pensó mejor–. Como desees mi príncipe.
–Bueno te veré en la cena –Fue todo lo que dijo y se marchó.
Ana y Camil esperaron hasta que estuvieron seguras de que lo que dirían estaba fuera del alcance del oído del príncipe antes de hablar libremente.
–¡Vaya, si que tiene personalidad! Me siento tan mal por la pobre que se casará con ese patán. Él es muy atractivo pero cuando abre la boca... –dijo Camil mientras reía.
–Oye Camil, esto puede ser más difícil de lo que pensaba. No hay ninguna manera de que puedas enamorar a ese individuo. Pensé que ibas a gritarle cuando te llamó mujer –se rió Ana.
–Vamos Ana, me conoces mejor que eso. Estaremos solamente un mes aquí, dos a lo más. Tendré suficiente tempo de encontrar el dragón, aprender la distribución del palacio, de seducir a su gran y real tarado y salir de la ciudad antes de que sepa que rayos lo golpeó –indicó Camil con aire de suficiencia en la cara.
–Eso espero Camil, no deseo estar aquí mucho tiempo.
Las siguientes semanas fueron bastante parecidas. Camil vio al príncipe en el almuerzo y en la cena puesto que nunca comió el desayuno con ella. Yayitsu decía constantemente que ella era demasiado fea para que comenzara así su día. Tomaban juntos el almuerzo y la cena aunque a Camil realmente no le importaba, porque todo lo que él hacía era molestarla y después de una semana que ella había sido linda y sumisa y todo lo que se supone debe ser una mujer de la nobleza decidió que no le prestaría atención.
El príncipe estaba más que sorprendido un día cuando ella comenzó a defenderse y a hablar de manera distinta a como lo había hecho desde que llegó y comenzaba a demostrar algo de su verdadera personalidad. Ella estaba más sorprendida cuando él no la mató sino por el contrario él siguió discutiendo con ella. Ella creyó que él acababa de comenzar una batalla verbal así que podrían discutir.
Camil tenía libertad de ir a donde quisiera en el palacio así que ella se familiarizó con la distribución del palacio muy bien. La única pieza en el rompecabezas que faltaba era el dragón. La había buscado y buscado pero nunca lo había encontrado. Le había preguntado a los criados del palacio y ellos le dijeron que le preguntara al príncipe. Ella odió la idea pero sabía que él era el único que sabía donde estaba. Incluso un día fue a preguntarle al emperador donde estaba y él le dijo que le preguntara al príncipe. Ella lo odió pero tendría que pedirle al mismo príncipe que le mostrase donde estaba el dragón.
Se decidió a preguntarle en el almuerzo el cual tomaba después de entrenar, tal vez era menos probable que deseara pelear con ella. Camil había convencido a Ana de que se cerciorara de que Jomei no estuviera allí. Ana y él habían llegado a ser cercanos y Camil bromeaba a menudo con su amiga diciendo le que ella sería la que lo seduciría y Ana solo reía y le decía que no era más que algo lindo que mirar mientras estaban allí.
Camil también se cercioró de que la comida preferida del príncipe la prepararan los cocineros imperiales. Ella sabía que era su favorita porque era el único platillo del que no se quejaba. Todo estaba listo, lo único que tenía que hacer era conseguir que el príncipe le mostrara donde estaba el dragón.
Yayitsu sabía que algo sucedía al momento en que entró en la habitación. Primero, la mujer estaba parada en el balcón. Ella usaba un kimono verde oscuro, tenía dos aberturas a lo largo de las piernas. Ella vestía de una manera fascinante simplemente para un almuerzo. La segunda pista era el hecho de que Jomei y la mujer que siempre acompañaba a Camil no estaban por ningún lado.
–¿Qué demonios sucede mujer?
–¿Por qué siempre estás de mal humor Yayitsu? –ella contestó dulcemente. Tenía algún tiempo que ella no le llamaba príncipe o mi señor. Al principio él estaba enojado pero ella le explicó que se dirigiría a él correctamente solo si él la llamaba por su nombre y no por mujer. Él continuó llamándola mujer, ella continuó llamándolo Yayitsu.
–¡Sabes lo que quiero decir!¿Dónde están Jomei y la mujer con la que siempre estás?.
–No sé, pienso que en otro lugar tal vez deseaban estar solos –dijo Camil mientras que intentaba parecer seductiva.
–Mmm, haré más entrenamiento –indicó Yayitsu y dio la vuelta para marcharse.
–Espera Yayitsu, no tienes hambre. El cocinero ha hecho toda este alimento y odiaría que se desperdiciara, yo no puedo comerlo todo.
–No habrías podido engañarme con toda esa grasa mujer, pero tengo un poco de hambre creo que puedo comer algo –Camil fue lastimada por ese comentario -Gorda- pero pensó dejarlo pasar. Aún cuando Camil no lo había notado, había aprendido mucho sobre el príncipe. Uno, como cualquier varón, el siempre debe tener la razón. Dos, su orgullo y el honor son lo más importante en su vida. Y el más importante de los tres, si frotas ligeramente su ego él te dirá todo lo que deseas saber.
–Yayitsu, ¿cómo va tu entrenamiento? ¿Por qué? –dijo él entre mordidas a su alimento.
–¿Por qué, que? –ella respondió un poco confundida.
–¿Por qué demonios deseas saber sobre mi entrenamiento? Nunca antes deseaste saber. Solo es curiosidad. No es diario que una mujer consiga estar frente al guerrero más grande de todo Japón.
–Huph.
–¿Puedo verte entrenar? nunca he estado en esa parte del palacio antes. Quizá puedes mostrarme un par de movimientos básicos.
–Lo dudo mujer, eres débil y frágil y no creo que puedas aprender cualquier cosa que pueda enseñarte –Camil destellaba en cólera, pero se contuvo al recordar su meta y lo que intentaba hacer.
–Probablemente tienes razón, no soy más que una mujer de la nobleza, pero me encantaría ver el lugar en donde entrenas. Me dijeron que allí es donde se guarda el dragón de Shin.
–Oh, sabes del dragón –dijo muy divertido.
–Me dijeron de su belleza, amaría verlo.
–Mujeres y joyas, tal vez te deje verlo ya que no hay posibilidad de que te lo de –Camil realmente sintió daño por su comentario aunque no sabía porque la incomodó, pero lo hizo y lo demostró. Yayitsu se sorprendió al ver el daño en sus ojos. Él había dicho muchas cosas odiosas durante semanas y nunca la había visto de esa manera. Él pensó que solo era otro odioso y estúpido comentario que le había hecho, él no estaba seguro si tenía un cerebro en su cabeza ocasionalmente. Pero por alguna razón él tenía este impulso repugnante de desear reconfortarla y cerciorarse de que estaba bien–. ¡Mujer estúpida no tengo tiempo para perderlo viéndote gimotear vayamos a ver el estúpido dragón! –Camil sonrió y asintió con la cabeza.
Ella tenía razón, el dragón estaba en una parte del palacio a la que no se le permitió ir. El área personal de entrenamiento del príncipe. Dos guardias reales de élite custodiaban la entrada. Una vez que consiguieron pasar afuera un patio enorme con solamente una pequeña barda de veinte pies de alto. Las paredes estaban cubiertas con un arsenal de armamento muy diverso, uno que Camil jamás había visto antes así que guardó nota mental de todo.
Entonces encontró lo que había estado buscando. Había un templo pequeño de oro de Ryu Kami Shin y en sus manos estaba un dragón muy hermoso. El hombre borracho había dicho que tenía quince rubíes, quince diamantes y dos esmeraldas. Camil alzó su mano para tocarlo pero Yayitsu lo detuvo rápidamente.
–¡Mujer tonta! –fue todo lo que dijo entonces la movió cinco pasos atrás y tomó una vara e intentó tocar con ella el dragón. Una jaula bajó precipitadamente rebanando la vara a la mitad y campanas muy ruidosas comenzaron a sonar. Para rematar veinticinco soldados de élite aparecieron con sus espadas. –Oh– fue todo lo que Camil podía pensar en decir. Una vez que se había tranquilizado ella, Yayitsu les indicó salir a los soldados.
–¿Qué sucedió? –Yayitsu solo sonrió.
–Mira allí –señaló cerca del dragón–. Allí hay tensiones de seda muy finas que lo rodean. Nadie puede tocarlo sin quedar atrapado y aunque quedara libre tendría aquí veinticinco soldados de élite y al mejor guerrero de Japón. Nadie se ha atrevido a robar el dragón de Shin.
–Eso es tan... –era todo lo que Camil podía decir.



Capitulo 3: El Ladrón

Un ladrón escalando a lo largo de las paredes y pasillos del palacio imperial vestido completamente de negro. El ladrón se cerciora de permanecer en las sombras y fuera de la vista de los muchos guardias imperiales que caminan cerca. Hábilmente subió a los tejados, asegurándose de que no había hecho ni un solo sonido. De tejado en tajado ella fue hasta que finalmente encontró su blanco. El área de entrenamiento del príncipe. En la azotea encuentra una abertura de apenas tres pies de ancho, pero fue suficiente. Quitó cuidadosamente el cristal y aseguró una cuerda con la que cautelosamente bajó veinte pies a un patio negro iluminado únicamente por la luz de las estrellas. Con la ayuda de una antorcha convenientemente colocada ella vio su objetivo, pero el ser experto que ella era no fue directamente a él, sino a las puertas. Rápidamente las aseguró con ramas de bambú y modificó el armamento de modo que atacara un nuevo objetivo. Este ladrón tan inteligente tomó un polvo blanco y lo sopló sobre el dragón, el excedente revelaba líneas blancas finas por todas partes. Había realizado la parte fácil, ahora venía la tarea aburrida conseguir el dragón sin tocar una sola de las tensiones de seda.
El príncipe no podía dormir, los pensamientos constantes en una diosa de ojos azules aguardaba para invadir sus sueños. En solo un mes él notó que ella era diferente de cualquier mujer que hubiera conocido antes. Hace unos días Mariko regresó a su casa, no podía soportar por más tiempo los desplantes del príncipe y que él pasara todo el tiempo con esa mujer occidental. Él había conocido muchas mujeres hermosas pero la belleza de ella era diferente, había algo en ella que era de verdad diferente.
No podía hacer nada, nada más que pensar en ella, así que optó por hacer un entrenamiento de media noche. Recorrió lentamente los pasillos del palacio y encontró a los soldados frente a la puerta. Ordenó abrirla y rápidamente los soldados fueron a abrirla pero no podían.
El dragón estaba casi totalmente libre cuando oyó las puertas intentar abrirse y el griterío del príncipe. -¡Demonios! ¿¡Que hace despierto!? -. Dijo ella.
Ella había observado al príncipe por algún tiempo y sabía que él no venía a esta hora. Entonces su concentración se rompió y el dragón tocó la seda y las campanas comenzaron a sonar.
Al otro lado de la puerta un príncipe muy enojado gritándole a los soldados para que abrieran la puerta. Lo tomó por sorpresa el sonido de las campanas que decían que alguien intentaba robar algo que era suyo. Algo que esa persona lamentaría.
–No se preocupe mi príncipe, la única salida es esta, el ladrón no tiene a donde escapar.
Una vez que el ladrón escuchara sonar las campanas tomó el dragón y saltó apenas apartándose de la jaula, la cual rozó su hombro haciendo una incisión un poco grande y que se estrellara abajo. Comenzó a gritar de dolor, con la herida ahora sangrando en su hombro los veinte pies de subida no iban a ser tan fáciles como había pensado.
Afuera el príncipe y sus hombres todavía luchaban por abrir la puerta. Usando un tronco de árbol golpearon la puerta hasta que finalmente se abrió, al entrar se activaron las armas que se suponían protegerían al dragón de algún posible ladrón. Al cesar el ataque entró el príncipe y se reveló una jaula vacía, sin ladrón y sin dragón, casi todos los soldados heridos en el suelo y un par de piernas que lentamente subían.
–¡Allá! ¡Atrápenlo! –gritó el príncipe mientras el ladrón se alejaba por los tejados.
Ella sabía que la habían atrapado y solamente esperando podría perderlos en la oscuridad para poder encontrarse con Ana. Se escabulló de tejado en tejado hasta perder a todos los soldados. Las puertas imperiales se veían pero no estaba Ana, Camil se preocupó por su amiga así que se acercó más cuando vio que quien la esperaba era otra persona.
Él sabía que este era el único lugar al que el ladrón podría venir.
–Tienes mucho valor para venir aquí e intentar robarme. ¡Que tienes que decir! –gritó Yayitsu, pero el ladrón se quedó silencioso–. Nada que decir ¿qué clase de hombre eres que incluso no habla para defender su honor? Oh, lo olvidaba, eres un tipo que roba a otros así que no tienes ningún honor. Pronto serás hombre muerto –gritó el príncipe mientras que sacaba su espada. Era una katana con la hoja más hermosa de todo Japón. Un katana de dos piezas delante de él fue sacada para sorpresa de Yayitsu–. ¡Dónde conseguiste eso! –gritó pero el ladrón no dijo nada
Esa katana de dos elementos era una de las piezas del tesoro imperial pero se perdió hacía siglos en una batalla contra China, el emperador herido la perdió.
El barco tuvo algunos problemas antes de llegar a Osaka así que se detuvo en Hong Kong por unos días y Camil aprovechó para robarla.
Ella sabía que era un tesoro mucho más valioso que el dragón de Shin. Esta katana había pertenecido al tercer emperador de Japón.
– Veremos si sabes utilizar esa arma, ahora vas a limpiar esta ofensa con sangre.
La batalla era feroz las espadas chocaban en una pelea magnifica de habilidad y no de fuerza. La verdad era que Yayitsu era físicamente más fuerte pero sus habilidades y capacidad de lucha eran casi iguales para sorpresa del príncipe.
Ana había seguido perfectamente el plan. Ella debía empacar lo indispensable cuando escuchó las campanas sonar.
–¡Mierda! –pensó que algo debía ir mal, así que fue hacia fuera para ver si su amiga necesitaba ayuda y cerciorarse de que los caballos estuvieran listos para huir; pero apenas ella llegó al jardín alguien la agarró. Ana estaba a punto de gritar cuando notó que era Jomei.
–Ana –dijo en voz alta–. ¿Está todo bien?
–Bien, todo está muy bien.
–Que bueno porque hay un ladrón suelto en el palacio y no sé que haríamos el príncipe y yo si algo les pasara a ti y a la señora Camil –dijo Jomei mientras se ruborizaba por completo.
–Jomei eres tan dulce, pero no hay de que preocuparse.
–No, voy a permanecer aquí y cuidar de las dos. Estoy seguro de que es lo que el príncipe desea –Ana palideció rápidamente.
–De ninguna manera Jomei, tú tienes cosas que hacer y nosotras estaremos bien.
–No te preocupes Ana, no voy a ningún lado –dijo él con una enorme sonrisa y Ana solo pudo pensar ¿Por qué a mí? ¿Por qué?

La verdad era una sorpresa para la misma Camil, ella había durado todo este tiempo luchando con el príncipe. Pero ella sabía muy bien que él no usaba toda su fuerza. Entonces él la acorraló contra una pared y rasgó el frente de su camisa. Después él no hizo nada. Sus acciones la confundieron totalmente pero no bajó la guardia. Ella notó lo que estaba mirando, cuando él la había golpeado y rasgó su camisa su pecho quedó descubierto. Y fue entonces cuando dijo.
–Eres... eres una mujer –notando su confusión Camil sintió que era el mejor momento para escapar. Ella lanzó arena a sus ojos, sabía que no era la cosa más honorable en una pelea pero necesitaba alejarse, su hombro izquierdo sangraba y ya casi no podía sostener el katana. Mientras él trataba de ver ella corría a través de los pasillos del palacio hasta llegar a su habitación. Para mayor consternación de Camil, vio a fuera de la puerta a Jomei.
–¿Puede ser peor esta noche? –era lo único que podía pensar, cuando vio al emperador y su consejero Xuyen en la esquina del pasillo. Pero la suerte estuvo de su lado después de unos minutos. Jomei se adelantó a encontrarse con el emperador y se alejaron.
Una vez que ella estuvo segura de que todo estaba en orden entró a la habitación encontrando a Ana muy preocupada.
–¡Qué demonios pasó! –entonces vio cortes y contusiones en la mujer frente a ella.
–¡Lo mismo te digo a ti! –contestó Camil.
–Cuando escuché las campanas salí a ver sin las cosas para buscarte, iba por los caballos pero apenas llegué a los jardines Jomei me encontró y se quedó todo el tiempo a fuera y no pude ir.
–Cuando estaba robando el dragón Yayitsu intentó entrar al patio y me desconcentré y al tomar el dragón me lastimé el hombro. Después me encontré con él en las puertas del palacio y tuve que pelear con él.
–¡Qué!
–Eso no es todo, ya sabe que soy mujer.
–¡QUÉ! ¡Tenemos que irnos ahora!
–De ninguna manera, no pienso irme sin el dragón; él no sabe quien soy yo, solo sabe que el ladrón es una mujer.

Cuando por fin su vista se despejó él no podía creer que se había escapado.
–Demonios –Yayitsu no podía creer que un guerrero con todas esas habilidades podría ser una mujer.
Casi le gana, por lo menos todavía tenía el dragón pero eso hizo poco para calmar sus nervios o su orgullo, él tuvo que admitir aunque solamente a sí que estaba un poco agitado–. Jomei nunca creerá esto.

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