Capítulo 12: Decisiones
Por la mañana algunos rayos se colaban entre las cortinas. Ya pasaban las nueve de la mañana y Ana pensó que Camil estaría despierta. Ella siempre madrugaba. Pero cual fue la sorpresa de Ana al encontrar a Camil desnuda con Yayitsu al lado abrazándola y durmiendo plácidamente, que gritó despertando a loa bellos durmientes. - ¡Perdón! ¡yo no sabía! Después regreso -. Ana salió de la habitación dejando a ambos al borde del infarto. - ¿¡Que le pasa a tu amiga!? ¿Qué no sabe tocar la puerta? .- Es mejor que te vayas Yayitsu, puede venir mi padre. – ¿Qué? – Si mi padre te encuentra aquí, ocurrirá una tragedia; por favor Yayitsu, vete -. Le dijo Camil al borde de las lagrimas. – Está bien, pero tenemos mucho de que hablar. – Lo sé, después del almuerzo hablaremos. – Así será -. Ambos se vistieron, antes de marcharse Yayitsu la besó y se dirigió a su habitación.
Mientras tanto en la habitación del príncipe, el emperador lo buscaba con urgencia. – ¡Toc, toc! -. Mariko abrió la puerta y se arrodilló al ver al emperador entrar. – ¿Dónde está el príncipe? – No lo sé majestad, el príncipe no llegó a dormir. No lo he visto desde anoche mi señor. – Cuando lo veas dile que necesito hablar con él -. El emperador salió y a los pocos minutos llegó Yayitsu. – Mujer, ordena que se me prepare la ducha. – Si mi señor -. De inmediato Mariko ordenó que se preparase el baño para él príncipe. – Mi señor ¿puedo hablar con usted?. – ¿Ahora que quieres mujer? – Dígame majestad ¿por qué se casó conmigo?. Me queda claro que usted no me ama, ni siquiera le gusto, ¿por qué? – deberías estar agradecida de que te escogiera para ser mi mujer, pude haber escogido a cualquier otra. – Eso lo sé majestad pero ¿por qué yo? – Porque necesitaba casarme y no recordaba a ninguna otra mujer disponible ¿contenta? ¡Ahora déjame en paz! – Si mi señor. Príncipe, su padre el emperador ha venido a buscarlo. – ¿Qué quería? – No me lo dijo, solo me dijo que le avisara que necesitaba verlo, con permiso -. Mariko se retiró con su hija y se dirigió al comedor.
Ana regresó a la habitación de Camil pero esta vez antes de entrar tocó la puerta. Una sirvienta que preparaba el baño le abrió.
Camil se bañó y al salir se encontró con Ana que vestía a Marcel. – Espero que te hayas divertido anoche. – ¿Qué? – Que ojalá lo disfrutaras porque el emperador y su corte se marcharán en cuatro días. – ¡Qué! – Tu padre le dijo a Jomei que alistara todo porque el emperador se marchará el martes, en cuatro días. – No puede ser. – ¿Qué es lo que vas a hacer Camil? – No... no lo sé, él... él lo sabía y no me lo dijo -. Dijo Camil comenzando a llorar. – Me gustaría decirte que sí Camil, pero no creo que él sepa, anoche después de la cena llegó un telegrama y fue cuando el emperador decidió marcharse, no creo que Yayitsu sepa algo. Ahora tú lo sabes, ¿qué vas a hacer? – Ana yo no puedo vivir sin él; pero no quiero irme sin el consentimiento de mi padre, ¿qué debo hacer?. – Camil habla con el conde, seguramente él entenderá, ya ha pasado tiempo y debe saber que Marcel necesita a su padre. ¿Ya sabe que rompiste tu compromiso con John? – No, él ha estado muy ocupado con los negocios y ya casi no lo veo por las noches, siempre está de juerga con el emperador. – Camil, debes hablar con él, dile lo que sientes, lo que quieres; toma las riendas de tu vida otra vez en tus manos, debes elegir, no siempre lo puedes tener todo. Tu padre nunca ha sido un hombre con el que no se pueda razonar. – Tienes razón Ana, trataré de hablar con él. – Pero debe ser lo más pronto posible Camil. – Sí, será después de que hable con Yayitsu. – Y no te preocupes tanto Camil, verás que las cosas saldrán muy bien -. Ana y Camil bajaron al comedor para almorzar y se encontraron con Mariko y Usagi, su hija. – Buenos días Mariko. – Buenos días Camil, espero que hayas dormido bien. – Si, gracias Mariko -. Camil y Ana se sentaron tratando de no prestarle atención a la mujer que se encontraba presente. A los pocos minutos llegaron el conde y el emperador, y poco después Yayitsu y Jomei.
Yayitsu observaba a Camil lascivamente mientras comía, de lo que se percató el emperador; y recordó que Mariko le había dicho que Yayitsu no había llegado a dormir, seguramente había pasado la noche con ella. – Dime Camil, ¿qué tal tu noche? -. Esto hizo que Camil se atragantara un poco y comenzara a toser. – Me refiero a que ¿descansaste? Parece que tienes un poco de ojeras, ¿algo te preocupa y por eso no dormiste bien? – En realidad, Marcel tuvo algunas pesadillas y no me dejó dormir muy bien. – Vaya, tal vez fue por la cena. – Eso debió ser -. Yayitsu observó a su padre discretamente y el emperador esperaba su mirada con una sonrisa torcida.Al terminar el desayuno Camil y Ana se retiraron al jardín con Marcel, el conde a sus negocios y Yayitsu se quedó para hablar con su padre. – ¿En donde estuviste anoche? Te estuve buscando. – Estuve ocupado, ¿qué es lo que quieres? – Y ¿se puede saber haciendo que cosa? – Eso no es tu asunto. – No será que estabas con cierta mujer de ojos azules cometiendo adulterio. Pero no importa, si fue así me alegro, eso quiere decir que ya te perdonó y que regresará con nosotros; te dije que te perdonaría, ella jamás dejará de amarte. Se parece demasiado a su padre, demasiado noble afable, los golpes que le ha dado la vida no han podido mermar su corazón. Eso es muy conveniente para ti, podrás manejarla mejor. – ¿Para que demonios me buscabas? Porque no creo que fuera para esto. – Solo quería informarte que nos iremos el martes. – ¿Qué?, tú dijiste que nos iríamos hasta dentro de un mes. – Anoche recibí un telegrama, al parecer hay algunos problemas en el imperio, debemos regresar. – Aun no puedo regresar. Necesito más tiempo. – No te preocupes, hablaré esta noche con Umako, le diré lo que ha sucedido y le pediré que le permita a Camil regresar. – ¡No!, eso es algo que yo debo hablar con él, no tú. – Si hablas con él tú, a solas; solo provocarás que te mate o lo mates. Ninguno de los dos está dispuesto a ceder, y son igual de obstinados. Lo mejor será que yo hable con él. – No, yo hablaré con él. – Está bien, pero yo te acompañaré. – Como quieras, pero yo voy a ser quien hable con él. – Está bien, mañana en la noche iremos a una cantina, a la que Umako me llevó hace unos días; allí podrás hablar con él y seguramente estará más relajado -. Yayitsu salió de la habitación en busca de Camil.
Ana y Camil vieron a Yayitsu acercarse, así que se alejaron lo más posible de la atenta mirada de los sirvientes, que estaban en el jardín. Cuando llegaron a las caballerizas, Camil se montó a un caballo y comenzó a galopar. Enseguida llegó Yayitsu e hizo lo mismo.
Algunos cientos de metros, en una colina se detuvo Camil y momentos después llagó Yayitsu. Camil observaba el horizonte absorta en sus pensamientos. – Camil, hay algo que debo decirte. Esta mañana, mi padre me comunicó que nos marcharemos el martes. Por favor créeme, yo no sabía nada de esto anoche. Pensé que tendría más tiempo, para convencer a tu padre de dejarte regresar conmigo a Japón. Pensé que podría convencerte de regresar conmigo, de demostrarte que he cambiado, que te amo, te necesito; atí y a mi hijo. – Lo sé, Ana me lo dijo en la mañana. Yayitsu, tú sabes bien que te amo, pero de nuevo hicimos mal las cosas. Tú estás casado y yo... – lo sé, estás comprometida. Quiero hablar con tu padre, decirle que te amo y tú a mi, pedirle que te deje volver a mi lado. Pero no lo haré si es que tú no quieres regresar conmigo. Dime Camil ¿deseas regresar conmigo? ¿lucharás por mí, por nosotros? – Yayitsu... yo te amo, te amaré siempre, pero temo por mi padre. Temo que se oponga, temo perderlo. – Yo pelearé por ti, para que vea que en realidad te amo a ti y a mi hijo. Estaré a tu lado para enfrentar lo que sea, te lo prometo. Pero debes decidir si te enfrentarás a tu padre si llega el momento. – Sí, lo haré. No puedo vivir a sí -. Yayitsu la besó y abrazó con fuerza, temeroso de que se retractara. – Hablaré con él mañana por la noche. Mi padre me dijo que irían a una cantina y que allí se encontraría más relajado. Iré con ellos para poder hablar con él tranquilamente. – Está bien, yo hablaré con él esta noche. – No, mejor espera a que yo habla con él. Y no te preocupes, que no le diré lo que sucedió anoche. – Está bien, entonces hablaré con él el domingo después del almuerzo. – Prepara tus maletas y las del niño, ustedes vendrán conmigo aunque él se oponga -. Camil asintió, aunque estaba muy preocupada por la reacción de su padre. – Yayitsu ¿puedo pedirte algo? – Claro ¿qué es? – No lleves tu katana. – Pero... – así si mi padre se pone violento, no podrá atacarte y ninguno de los dos saldrá lastimado. – Está bien, de todas formas, le diré a Jomei que nos acompañe por cualquier cosa. – Gracias -. Camil volvió a besarlo, pero esta vez disfrutándolo plenamente, libre y sin ataduras. – ¿Qué vas a hacer con tu “prometido”? – Rompí mi compromiso con John el día que se pelearon. – ¿Por qué no me lo dijiste? – Tenía miedo de lo que pudiera pasar. – ¿Ya lo sabe tu padre? – No, se lo diré el domingo -. Yayitsu la abrazó nuevamente. Así pasaron un par de horas antes de volver. Charlando, besándose, demostrándose su amor.
Para no levantar sospechas decidieron regresar separados. Camil fue la primera en llagar, de inmediato fue a buscar a Marcel y Ana, que estaban en el jardín con Jomei. – ¿Cómo te fue? – Muy bien, al menos eso creo Ana. – Cuéntame ¿qué pasó?. – Pues... Yayitsu hablará con mi padre mañana en la noche y va a decirle que nos amamos, y que regresaré con él a Japón. – ¿Qué? No puedo creerlo. Vaya, parece que el principito si ha cambiado después de todo. – Yo tampoco podía creerlo, pero así es Ana, te lo dije. – Y tú ¿cuándo hablarás con él? – El domingo, después del almuerzo. Estoy muy nerviosa Ana ¿y si no lo acepta? No quiero irme y que esté enfadado conmigo. – Tranquila, ya verás que al final entenderá. – Hay algo que quiero preguntarte. – ¿Qué es? – ¿Quieres venir conmigo a Japón? No respondas ahora, primero piénsalo y habla con Jomei. – ¿Ya lo decidiste? – Sí, el martes me iré con Yayitsu. Así que vamos, hay muchas cosas que arreglar y empacar. – Pues vamos. -. Camil y Ana se fueron a empacar.
Una hora después de Camil llegó Yayitsu y se encontró con su viejo amigo en la caballeriza. – Buenas tardes majestad. – ¿Como estas Jomei? – Muy bien señor. – Me alegro -. Jomei se disponía a irse pero Yayitsu lo detuvo. – Espera Jomei, hay algo que quiero decirte. – ¿En que puedo servirle príncipe Yayitsu? – Solo quiero disculparme por la forma en la que actué contigo la última vez que nos vimos. Comprenderé si no quieres perdonarme. Quiero que sepas que no soy mas aquel hombre que conociste. Y que siempre seré tu amigo. Más que un amigo para mi, siempre fuiste un hermano -. Jomei quien era un hombre muy noble aceptó su disculpa y le reiteró su amistad incondicional, como siempre.
Al día siguiente todo marchaba según lo planeado. Jomei y Yayitsu acompañarían al conde y emperador. Así que los hombres de la casa se marcharon incluso antes de la cena, alrededor de las seis de la tarde, dejando solas a las mujeres y niños en casa, quienes eran custodiadas por escasos sirvientes. Camil y Ana estaban en el comedor con Marcel dispuestas a cenar cuando se apareció Mariko quien dijo que estaba indispuesta. – ¿Te sientes mejor Mariko? – Si, gracias. – Me alegro, Ana y yo cenaremos en unos momentos, ¿quieres que te sirvan? – Si por favor -. Ana ordenó que se pusieran cubiertos extra para Mariko y en seguida les sirvieron de cenar. – Parece que los hombres de la casa nos han dejado solas Camil. – Creo que tenían que hacer cosas de hombres Mariko. Embrutecerse con alcohol hasta perder la conciencia. – Ja, ja, ja -. Las tres mujeres rieron al unísono.
Después de la cena llevaron a los niños a dormir, pasaba el un cuarto de las ocho de la noche así que Ana y Camil bajaron al salón seguidas por Mariko.Ana y Camil conversaban amenamente y Mariko las observaba. Platicaban cosas triviales, recordaban sus aventuras, anécdotas pasadas, hasta que Mariko decidió entrar en la platica. – Dime Camil ¿estás nerviosa? – ¿Nerviosa? ¿de que? – De regresar a Japón. – ¿Qué? – Vamos Camil, no soy tonta aunque lo aparente. Que siempre esté callada no quiere decir que no piense. Sé muy bien que el príncipe no llegó a dormir porque estaba contigo. Es obvio que regresarás con él a Japón y que es el padre de tu hijo. Lo supe en el momento en que lo vi, es igual a él. – ¡Vaya! Eso no me lo esperaba, pero tienes razón, regresaré a Japón. Lamento lo sucedido, la verdad no fue algo que planeáramos. – No te preocupes, ya estoy acostumbrada -. Dijo tristemente. – Me alegra, tal vez así su carácter mejore, y ¿quién sabe? Puede ser que algún día llegue a querer a mis hijos. – ¿Que dices? Yayitsu adora a si hija, es solo que no lo demuestra cuando alguien está cerca. El ama a sus hijos te lo puedo asegurar. – Eso espero -.
Las tres mujeres conversaban ahora. Pasada una hora se escucharon algunos ruidos, pero no le dieron importancia, supusieron eran los sirvientes que se disponían a dormir. Casi a las diez dela noche se apareció en la habitación un hombre era desconocido para ellas. De inmediato Camil se levantó de su asiento para encarar al hombre. – ¡¿Quien demonios eres tú?!¿qué haces aquí? ¿quién te ha dado permiso de entrar? -. Dijo ella tomando discretamente su katana. – Pues... ha sido mi amiga quien me ha permitido entrar -. Dijo el sujeto desenvainando su espada. – Mujer no he venido a lastimarte, solo estoy aquí por una de ustedes dos -. Dijo señalando a Ana y Mariko. – ¿Quien de ustedes es Mariko, la esposa del príncipe de Japón? -. El hombre se acercó peligrosamente a Ana así que Camil sacó su katana con un hábil movimiento y se lanzó contra el agresor. Ella era aun mejor que cuando se enfrentó a Yayitsu años atrás. Se dedicó a entrenar con Jomei y su padre día tras día con una meta en su cabeza, algún día vencer a Yayitsu.
El hombre era bueno con la espada, pero no tanto como ella, así que Camil lo desarmó y presionó su katana contra el pecho de él, pero la suerte no estaba con ella esa noche. Otros cuatro sujetos aparecieron, dos de ellos llevaban a Marcel y a Usagi en brazos, los otros dos amenazaron a Mariko y Ana. - ¡Que demonios quieren! Si quieren dinero se los daré pero ¡déjenos en paz! - Primero baja tu espada -. Camil le obedeció rápidamente. – Solo estamos aquí por la mujer del príncipe ¿cuál de las dos es? – ¿Como sabes que no soy yo? – Nuestro jefe nos dijo que está embarazada, seguramente tú eres la condesa. - ¡¿Quién es tu jefe?! – Eso no importa, lo único que quiere es a la mujer del príncipe, ¡Así que no te interpongas! – Yo soy Mariko, ¿qué desean? – Vendrás con nosotros -.
Aquellos sujetos dejaron a los niños, que se habrían despertado por los gritos y comenzaban a llorar, en un sillón junto a Ana. El hombre que amenazaba a Ana se separó de ella disponiéndose a salir con el resto de los hombres y Mariko, en el último momento Camil tomó el arma del suelo y la lanzó al hombre que llevaba a Mariko, quien era el último. Después recogió la espada se enfrentó a otro sujeto mientras Mariko se alejaba del lugar a gatas. Mariko se levantó e intentó salir de allí hacia el salón sin embargo mientras Camil peleaba con el hombre ella esquivó uno de sus embistes y el sujeto atravesó el cuerpo de Mariko por completo. Camil le cortó la cabeza al hombre y corrió en auxilio de Mariko haciendo presión en la herida para evitar que se desangrara. Los hombre se fueron rápidamente alejándose en sus caballos.
Camil envió a Ana en busca de los sirvientes que estaban amordazados en al cocina. Los liberó y de inmediato envió a uno de ellos por un médico. El viaje era de por lo menos veinte minutos en caballo hasta la casa del doctor en Paris.
En la cantina, los hombres ajenos a esta situación, llevaban algunas horas bebiendo y conversando, hasta que Yayitsu de decidió a hablar. – Conde, deseo hablar con usted si me lo permite -. El conde quien había estado bebiendo más que el resto de ellos, se encontraba extrañamente de muy buen humor con Yayitsu. – Dime muchacho, ¿qué es lo que sucede? – Quiero hablarle sobre Camil -. Al conde poco le agradó la respuesta así que su rostro se mostraba serio y poco agradado por la conversación. – Quiero decirle que yo aun amo a su hija. He cambiado, ya no soy el hombre que usted conoció, quiero pedirle que le permita a Camil volver a Japón conmigo. – ¿Qué? ¡Estás loco si piensas que voy a acceder! - ¡Ella me necesita, mi hijo también! ¡Y yo lo necesito! – ¡De donde sacaste semejante estupidez! ¡Marcel no es tú hijo! – ¡Camil me lo ha contado todo! Y ella ha aceptado venir conmigo a Japón. – ¡Eso no lo voy a permitir! ¡Deberás pasar primero por mi cadáver, antes de dejar que Camil se vaya contigo! – ¡Ella ya es una mujer! ¡¡Es mí mujer y no voy a permitir que se interponga ni usted ni nadie!! – ¡¿Qué es lo que estás tratando de insinuar gusano mal nacido?! -. Dijo el conde poniéndose de pie. – ¡No insinúo nada, le aseguro que Camil es mi mujer! -. Le dijo Yayitsu levantándose también. El conde se quedó callado tratando de asimilar lo que le había dicho Yayitsu. – Es más, Camil ha preparado ya sus maletas y las de Marcel; ni ella ni yo vamos a permitir que se interpongan entre nosotros -. El conde dio media vuelta y se dirigió a la salida y tras él Jomei, el emperador y Yayitsu.
El conde pensaba en lo que había escuchado. Camil, su pequeña, había caído nuevamente en las redes de ese hombre. Él no quería que nada malo le sucediera, pero sabía que él no estaría por siempre a su lado. Jomei lo alcanzó y trató de hablarle. – ¡Señor! ¡espere señor! -. El conde se detuvo para escuchar a Jomei. – Conde, ¿no cree que debería pensar mejor las cosas? – Este es un asunto que no te concierne muchacho, no intervengas. – ¿Usted cree que lo perdonará? – ¿Qué? – Si ella se queda como usted quiere, ella comenzará a odiarlo por arrancarle la felicidad. Si se va aun sin su consentimiento, no será feliz hasta que usted acepte su relación con Yayitsu. De cualquier forma Camil no será feliz, ¿acaso no quiere que sea feliz? – Pienso en eso cada día, pero estoy seguro de que él solo la hará sufrir. – Es mejor que la deje escarmentar, si ella se equivoca ella regresará a usted, y usted estará allí para apoyarla. Si no, entonces ambos serán felices. Debe dejar que aprenda a volar, cuando usted ya no esté ¿quién velará por ella?. Debe dejar que aprenda a valerse por sí misma. Así cuando usted falte, ella podrá salir adelante. – Es solo que... cuando la tuve entre mis brazos la primera vez, juré que no dejaría que nada la dañara. – Al final eso la dañará más, porque usted no estará por siempre para cuidarla -. Jomei y el conde caminaban a unos diez metros delante de Yayitsu quien caminaba solo. El emperador se retrasó un poco antes de salir de aquel lugar y estaba a varios metros de Yayitsu.
Yayitsu decidió adelantarse así que subió al caballo y comenzó a trotar. El conde también subió al caballo y le dio alcance. – ¡Espera! -. Gritó el conde. – Ahora soy yo quien tiene que hablar -. Yayitsu se detuvo y el conde y Yayitsu bajaron nuevamente del caballo y continuaron caminando. – Escúchame bien porque no voy a repetirlo. Si llegas a lastimarle un solo pelo, te mataré sin compasión. Te prohíbo tocar de nuevo a mi hija, hasta que estén casados. Mientras tanto ella vivirá en mi casa, yo viajaré con ella después de que haya terminado su compromiso con John. En cuanto al niño, lo reconocerás al llegar a Japón. Si la engañas, si la lastimas, si ala haces sentir mal siquiera, te asesinaré lenta y dolorosamente ¿está claro? . Por supuesto -. Yayitsu y el conde siguieron caminando en silencio algunos metros. – ¿Por qué no traes tu katana? – Camil me lo pidió. – Sabía que no te atacaría si estabas indefenso, ¿por qué aceptaste? - No quería que sufriera si las cosas no resultaban. – Si decidía no aceptar y cortarte la cabeza. – Alguno de los dos regresaría muerto. – Así sería Yayitsu, me alegra que no me subestimaras. – Si algo me enseñó Camil, es a no subestimar a un oponente. – Que bueno, porque aunque estoy viejo aun soy muy hábil con la katana. – Eso me ha dicho mi padre -.
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