el ladrón, el príncipe y el dragón

miércoles, 20 de agosto de 2008

–¡No hagas eso Jomei!¡Nunca podrás volver!¡No deseo tener que matarte! –Yayitsu gritó y Jomei dio vuelta para encontrarse con la mirada de él llena de dolor y cólera.
–¿Tú lo harías Yayitsu, me matarías, matarías a tu mejor amigo? ¿Tu único amigo? –Yayitsu seguía estando silencioso no demostrando alguna emoción–. ¡No me sorprende, condenaste a tu único amor a un destino peor que la muerte, tu y yo somos solamente amigos! –dijo Jomei con horror–. ¡Yayitsu has lo que tengas que hacer! No siempre podrás hacer tu voluntad –dicho eso, Jomei montó su caballo y se fue para encontrarse con Ana. Yayitsu se quedó allí parado por un minuto o dos entonces fue por su caballo para perseguirlo una vez que pensó lo que su mejor amigo le había dicho.




–¡QUÉ! –el padre de Camil sintió hervir su sangre y de inmediato se dispuso a desenvainar su katana pero Camil se lo impidió. Sabía que si lo hacia uno de los dos moriría y eso no lo podría soportar.
–Fue culpa mía padre, se lo explicaré en privado por favor –el conde que nunca le negaba algo a Camil. Decidió aceptar la petición de su amada hija.
–Está bien.
–Vayamos al palacio allá nos pueden decir con más calma lo que sucedió.
–De ninguna manera, mi hija y yo nos iremos a nuestra casa, no permitiré que sufra más de lo que ha padecido a manos del príncipe y sabrá dios de quien más.
–Padre, he perdido en una contienda justa y ahora le pertenezco al príncipe.
–¿¡Justa!?, ¡Justa... en las condiciones en las que te encuentras, con contusiones en la cara y el cuerpo y seguramente algunas fracturas, tu, una niña de apenas dieciséis años contra un hombre quien es nada más que el mejor samurai de todo el imperio! Esa no fue una contienda justa, justo hubiera sido que peleara conmigo, pero ahora le daré el placer.
–¡No padre por favor!
–Sí, de ninguna manera permitiré eso, aun sigo siendo el emperador y tu Camil eres un miembro de la corte junto a tu padre y no permitiré que por lo que hiciste seas esclavizada, siendo que todo el tiempo tuviste mi aprobación –dijo el emperador tratando de calmar las cosas. Él era un buen peleador sin duda pero no había sido enseñado como un samurai como su hijo y su mejor amigo, sabía bien que en cuanto Umako sacara su katana ella le exigiría la sangre de su enemigo quien era su hijo–. Camil es libre de irse o quedarse si así lo desea.
–Ella vendrá conmigo al igual que Ana. Después enviaré por sus cosas –sin más el conde se marchó con su hija viendo que Jomei las seguía–. ¿Y quien eres tú?
–Es mi amigo papá, el vino hasta aquí para defenderme.
–Entonces estoy endeuda contigo muchacho, por favor ven a mi casa.
–Además es novio de Ana –dijo ella con una risita traviesa haciendo que Ana y Jomei se sonrojaran.
–Me alegro por ti Ana, por lo dos por supuesto –subieron al carruaje y el emperador los siguió hasta su casa enviando a Yayitsu al palacio.
De inmediato el conde llamó a un doctor para que atendieran las heridas de Camil y llegó el doctor de la familia real y se sorprendió mucho al ver nuevamente a Camil y acompañada por el emperador y el jefe del clan Mamoru.
–Vaya señorita Camil, pensé que estaría en estos momentos en la prisión imperial.
–¡Que! –el emperador y su padre dijeron al unísono al escuchar tal afirmación–. ¿Por qué habría de ir ella a prisión?
–Después te lo diré papá, deja que el doctor me revise –los hombres salieron de la habitación dejando a Camil y a Ana solas con el médico. Después de unos momentos salió y les dijo que no se preocuparan que esta vez las heridas no eran tan serias como en la ocasión pasada. Esta aseveración les puso muy nerviosos a ambos hombres. El conde al saber que su pequeña había estado en grave peligro y el emperador por saber que su hijo casi mata a la única hija de su mejor amigo a quien veía como un hermano. Camil salió de la habitación ayudada de Ana y de inmediato Jomei la cargó para llevarla hasta un sillón diciéndole que era mejor que descansara. Sabiendo muy bien que era igual de obstinada que Yayitsu y que se negaría.
–Supongo que desean saber lo que sucedió en los últimos días. Y tu padre en los meses que no nos vimos. Pues debes saber que intenté robar el dragón y no lo conseguí, lo único que conseguí fue una herida en el hombro y golpes en el cuerpo. Después descubrí que el dragón de shin estaba en un lugar más fácil de tomar, así que decidí ir por él una noche, pero fue entonces cuando Leduc llegó al palacio yo no deseaba tomarlo pero si no lo hacía é te haría daño. El emperador descubrió lo que sucedía y decidió ayudarnos, envió hombres a buscarte la noche que por fin pude obtener el dragón; unos hombres contratados por Leduc me secuestraron, pero gracias a mis amigos no me hicieron daño y tuvimos una prueba más en contra de Leduc. Poco después el emperador nos mandó decir que estabas bien y que en cuanto te repusieras llegarían al palacio, así que decidí regresar el dragón a su sitio, fue entonces cuando el príncipe me encontró en su estudio y me atacó creyendo que me había burlado de él al robarle el dragón, y ahora devolvérselo. Y cuando supo que era yo pensó que era una impostora y me envió a la prisión imperial en castigo. Pero mis amigos intentaron rescatarme y fue entonces que apareció Yayitsu con mas guardias imperiales. Le propuse un trato, si yo ganaba la pelea él nos dejaría ir a todos, si no yo me quedaría como su esclava, pero dejaría ir a mis amigos.
–¿Y él aceptó?
–Si padre, él esta enfadado sólo conmigo por que cree que lo engañé y me burlé de él. Y es la verdad lo engañé pero nunca fue mi intención hacerlo. Perdóname padre por haberte deshonrado, te prometo que jamás lo volveré a hacer.
–No digas eso, jamás me ha importado nada más que tú y el honor no me importa si algo te sucede. No te preocupes que mañana mismo nos iremos de este lugar. Con los papeles que tiene Ieyatsu comprobaremos que fue Leduc quien tramó todo esto, y que te utilizó para llegar hasta el dragón, forzándote mientras me tenía secuestrado. Así que no tendremos ningún problema al regresar a París, ya he enviado una carta al rey informándole lo que su supuesta mano derecha ha hecho y nos ofrecerá una disculpa pública a todos, incluyendo al emperador y al príncipe.
–Seguramente Yayitsu entenderá –dijo el emperador Ieyatsu.
–Eso me tiene sin cuidado, por que no regresaremos, por lo menos Camil.
–Debes saber que él estaba considerando darle el dragón a tu hija...
–Y también consideró enviarla a la prisión imperial a sabiendas que eso es lo peor que se le puede hacer a una mujer. Y por el bien de todos es mejor que se mantenga alejado de ella.
–No creo que debas ser tan drástico Umako...
–el que mi hija casi haya sido rebanada por la mitad me hace considerar el ser drástico como tú lo dices Ieyatsu. –Ni siquiera le has preguntado a ella si desea quedarse. Eso es porque no me interesa, hace veinte años que salí de este imperio por que no estaba de acuerdo con muchas de las cosas que suceden. No dejaré que mi hija se quede aquí y se case con un hombre que es capaz de matarla solo para preservar su honra. Porque no soportó que una mujer lo retara y saliera viva mas que su honor, fue su orgullo y ego los que se vieron dañados, así que mejor olvídalo no la dejaré aquí –Camil entristeció al escuchar las palabras de su padre, pero se repitió a sí misma que era momento de cambiar y no defraudar a su padre nuevamente. Antes de irse Camil le pidió al emperador que no le dijera nada a Yayitsu hasta que ella estuviera lejos en el barco, porque si él decidía ir por ella no podría negarse a quedarse a su lado y ya no quería desobedecer más a su padre el emperador le dio su palabra y se retiró.

A la mañana siguiente abordaron el barco en el que Camil pensaba escapar y se dirigieron hacia China. Camil le envió como agradecimiento por todo lo que había hecho por ella al emperador el katana doble con el que se enfrentó la primera vez a su hijo el cual era una reliquia.
Algunos días después de que Camil se fuera, Yayitsu se atrevió a preguntarle a su padre sobre ella. Y él le dijo toda la verdad sobre el porque ella había ido a Japón, y el porque había robado el dragón.
Él quiso ir por ella pero su padre le dijo que se había marchado la mañana siguiente hacia Europa. Y que él había dado su palabra para casarse con Mariko y debía cumplirla. Como Camil lo haría con su padre cuando le prohibió quedarse aun cuando ella deseaba hacerlo.

Capitulo 8: Promesas...

Ana podía divisar a los guardias que custodiaban a Camil entrando a la zona donde los emboscaría.
–¿Dónde demonios estás Jomei? –ella pensó–. Tendré que hacerlo yo sola –en ese momento llegaron cuatro personas. Tres hombres y una mujer. El capitán Smith y otros tres de sus mejores “soldados”.
–¿Qué haces aquí pequeña? Es un poco peligroso que estés aquí –Ana le dio una mirada asesina pero agradeció que estuvieran allí. Podían verse diez guardias imperiales de élite acercándose.
Los guardias imperiales estaban pasando por ese lugar cuando uno de ellos quedó inconsciente en el suelo porque una roca lo golpeó en la cabeza. Entonces repentinamente una mujer comenzó a tacarlos con toda clase de armas. Camil estaba en la parte posterior de la jaula no prestando atención a los alrededores, pensando en los errores del pasado y los guardias hicieron una parada repentina. – Ahh -. Ella gritó cuando se golpeó la cabeza por la repentina parada. Entonces escuchó el griterío de los guardias y el sonido de una pelea.
–¡Creí que los emboscaríamos! –dijo el capitán a Ana.
–¡Los estamos emboscando! –dijo Ana.
–¡Esto es un suicidio no una emboscada!. ¡Son nueve guardias imperiales de élite, cada uno vale por tres de nosotros! –Camil deseó ver lo que estaba sucediendo pero solo pudo ver un caballo delante de ella. Ella escuchó los gritos del agresor y supo quien era.
–¡Ana! –gritó Camil.
–Estoy un poco ocupada ahora Camil, pero te tendré fuera en un minuto -. Le respondió Ana a Camil. Afuera siete protectores aun quedaban. Ellos estaban en apuros hasta que Jomei llegó.
–Jomei –un guardián calvo dijo–. ¿Qué estás haciendo aquí? Eso no importa porque estás justo a tiempo estábamos a punto de tener cierta diversión. Apenas esa pequeña dejó inconsciente a uno de mis mejores hombres.
–Sería un honor –él le dijo–, si utilizaras la mía –ella le sonrió y tomó con gusto su espada y se preparó para hacer frente a su destino. Él estaba parado allí esperándola. Su rostro era frío su mirada insensible y ocultaba cualquier rastro de emociones.
–¿Él me matará? –se preguntaba ella–. Casi lo hizo una vez –pero comprendió que no era el momento para pensar en eso. Ella deseó terminar con esto rápidamente así que tomo la ofensiva y lo atacó airosamente, pero él lo esquivó y maniobró cada uno de los ataques de ella. En breve ella tenía una rebanada muy profunda sobre la parte superior de su brazo derecho. Lo que hizo que su katana cayera cerca de un árbol. Ella se cansó de esquivar sus golpes y él la golpeó con el pie y la atrapó contra un árbol con su katana presionando su cuerpo contra el suyo como hizo la última vez y susurrando en su oído
–Yo gano –Camil cerró los ojos y se preparó para la muerte pero nunca llegó. Cuando los abrió vio al príncipe ordenando dejaran pasar a los sujetos que habían intentado rescatar a Camil e ir por unos grilletes–. Desde hoy hasta el día de tu muerte, lo cual deseo sea dentro de muchos años, serás mi esclava, harás lo que te ordene en el momento y sin replicas. Te dirigirás a mí como majestad o príncipe pero nunca por mi nombre. ¿Queda claro?
–Sí majestad –en esos momentos se escucharon unas carretas detenerse y la voz del emperador. El conde al ver el estado en el que se encontraba su hija corrió a su lado para abrazarla. Y Yayitsu no lo entendía. ¿Ella no era una impostora?. De verdad era la hija del jefe del clan Mamoru. Una de las familias más cercanas al emperador. Pero ¿por qué robar el dragón de Shin?
–¡Hija! ¿Estás bien? ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Quién te ha lastimado?¿Fue Leduc?
–No te preocupes papá, estoy bien.
–Tu, ¿de verdad eres hija de Umako Mamoru, Camil la condesa?
–Ya se lo había dicho mi príncipe.
–¡Por supuesto que es mi hija! Es la única que tengo. ¿Porque lo preguntas príncipe Yayitsu, acaso no te lo dijo tu padre?
–¿Qué fue lo que le pasó a Camil Yayitsu? Los hombres que la secuestraron lo hicieron, Ana me dijo que solo fue un rasguño en su pierna y algunos ligeros golpes, y ella luce como si de verdad le hubieran dado una paliza.
–Es porque se la dieron –una voz femenina interrumpió el interrogatorio.
Los amigos de Camil se habían marchado y solo estaban Jomei y Ana quien ya había despertado.
–¿Qué quieres decir Ana? ¿Quién fue? –el conde le preguntó y los presentes voltearon a verla.
–Por qué no le pregunta al príncipe, él sabe muy bien quien lo hizo –el emperador comenzó a comprender, Ana le dijo que Camil colocaría nuevamente el dragón en su lugar. Probablemente Yayitsu la había encontrado y esta vez no la dejó escapar.
–¿Qué fue lo que sucedió príncipe Yayitsu?. Explícame porque Camil está tan golpeada.
–Yo lo hice.

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