2. CUENTO BREVE PARA CONCURSAR: "VOLAR CON LIBERTAD"

viernes, 6 de junio de 2008

recibido: 6/06/2008
3:35 pm
VOLAR CON LIBERTAD


Las gotas de sudor escurrían pesarosas por mi cuerpo cansado. El cabello, largo y descuidado, ocultaba mi rostro. Mis piernas no soportarían un paso más. Caí sin fuerzas. Se acercaba el momento de ser arrojado al oscuro vacío de la fosa. La nada misma.
Ya caminaban hacia mí los guardias con carcajadas burlonas escondidas en el rostro, y ponían más cadenas sobre mi cuerpo, para llevarme arrastrando a la fosa. Entonces la vi. Subiendo la pared resbalaba, pero seguía subiendo. Una oruga. Se aferraba con diminutas patas a la pared mojada, y parecía que al hacerlo, ésta era más resbalosa. A punto de caer, aguantaba. Tal vez no habría en este mundo algo que la frenara de alcanzar el tope de aquel muro y mirar la luz que se extendía más allá de la mina.
Pasó por mi mente el correr tras ella, hacia la libertad, aunque me llevara a la muerte. Pero entonces las risas burlonas de los guardias me devolvieron a la realidad. ¿De qué valdría que yo, siendo un esclavo, siguiera un sueño inalcanzable; qué haría con un poco de libertad? Ésta estaba reservada a unos cuantos privilegiados. Una roca golpeó mi cabeza, y caí de nuevo. Las risas de los guardias se apagaron poco a poco. Alrededor todo giraba.
Cuando recuperé la conciencia me hallaba entre cuerpos inertes. No fue sino por el olor pútrido de sus carnes en descomposición que me supe vivo. Parpadeé un poco antes de abrir los ojos por completo. Descubrí que enormes paredes encerraban el lugar. No había escape. Traté de levantarme, pero mi cuerpo no se movía. Aspiraba a morir como mi mente, y todo yo. Miré al cielo y no pude contener las lágrimas que brotaban del corazón, de los recuerdos de mis padres, y de los días en que el mundo sonreía. Estaba resignado a mi destino. Esperando ya la muerte, cerré los ojos y suspiré. Miles de imágenes desfilaron ante mí. Todo se tornó oscuro. Tan sólo se distinguía un punto lejano. Conforme se acercaba me di cuenta, era la oruga.
—“Luchemos juntos” —parecía decirme, indefensa—.“Brillemos bajo el Sol, como faros en la oscuridad. Extendamos las alas y volemos por nuevos horizontes, donde las aves cantan y el viento te saluda a cada paso”
Abrí los ojos de nuevo. Tal vez me estaba volviendo loco, pero qué importaba. No sería yo un cuerpo más, pudriéndose en el tiempo. Saqué fuerzas de lo más profundo del alma, y escalé la montaña humana de carnes deshechas. Me así de una roca. Mientras subía, mis carnes enjutas rozaban la piedra rasposa. Llegué a la cima y miré los prados verdes, los animales jugueteando. No había guardias. Una pequeña sombra se proyectó en el cálido suelo. Miré hacia arriba y hallé una mariposa. Imaginé sería la oruga que había visto en las minas, ahora convertida en un hermoso ser. Eché un vistazo al horizonte y suspiré con emoción. Por fin éramos libres.

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