recibido el 9/06/2008
1:06 pm
CAROLINA
Aún estás aquí. Tan presente como siempre. Despierto. Solo, una vez más. Pero hoy no es igual, hoy no te has ido. Tu recuerdo no se esfuma, tu olor no se disipa, el deseo no se apaga. El momento ha llegado. No debería hacerlo, pero el supuesto responsable no es tan perfecto como debería; a fin de cuentas él sólo crea, no sufre, no anhela.
Tomo mi costilla y la dejo en el suelo. Agrego un poco de agua y un par de semillas de amapola. Dejo que el tiempo trabaje como sólo él sabe hacerlo, lento e incierto. Tan larga es la espera, que sin saberlo te olvido. Cuando recuerdo, regreso a ti. Nunca he sido gran partidario de las leyendas bíblicas, pero ésta debía servir. Quizá mi mal cálculo del tiempo justifica mi fracaso. Tal vez no.
Sin importar cual fue el error, no puedo esperar más. Cierro los ojos, reúno tus recuerdos y los míos. Pronto estarás conmigo.
Lo único que sé de ti. Tomo un par de pequeños cristales y los moldeo hasta que son casi redondos. Un pequeño pincel y mis viejas acuarelas. La primera difícil decisión; ¿azul marino o azul cielo? Intento con el primero, pero tu mirada es muy oscura; con el segundo sólo se vuelve insípida. Tomo todos los azules de mi habitación. Seco, vacío, inmóvil. Ninguno se parece a ti. De pronto por mi ventana veo algo. No está en el cielo ni en el mar. Donde estos cuerpos se unen, el azul es especial, es único, es tuyo. Delicadamente acerco mi pincel, robando suavemente ese bello color. Por fin puedes verme. Tu mirada tierna, clara como el cielo, profunda como el mar, simplemente hermosa.
Bajo un poco más. Mis manos intentan dibujar tus labios. Una imagen borrosa, no consigo más. La frustración me derrota, caigo rendido. Una vez más, vienes a mí, a salvarme. Estando frente a ti entiendo todo; hay cosas que mis inexpertas manos no pueden concluir. Regreso al trabajo, y con muy poco talento doy forma a lo que algún día será un par de labios. No me preocupa la perfección, pues tendremos una eternidad para pulirlos juntos.
Llego a tu cintura. No puedo evitar notar el agujero en tu pecho, pero aun no es el momento. Mis manos tiemblan, pero continúo bajando, hasta llegar a tus piernas. Termino el último dedo de tus pies, casi estás terminada. Un último vistazo, buscando detalles erróneos, buscando algunas razones más para enamorarme de ti.
El último momento. Es hora de llenar aquel vacío. Tras una vida de desvelo y desamor he logrado obtener tres perfectos candidatos. No hay imperfecciones. Los tres tienen el tamaño exacto, el color preciso. No han sido usados, esperan para latir por primera vez dentro de ti. Estás casi terminada, pronto estarás conmigo. No hay errores, fuiste hecha por mí y para mí, tal como querías. He vivido una eternidad esperándote, pero a partir de ahora, viviremos eternamente; eternamente juntos.
Después de leer las instrucciones, los conecto. El primero, el segundo, el tercero. La misma reacción con todos. Tus ojos se abren, suspiras y mueres un poco más. Todo esta en su lugar, ajusto un poco la aorta, pero nada cambia. Suspiro y muerte. Todo se acabó. Trato de entender. Tomo cada uno de los corazones y lo analizo. Forma perfecta, excelente tono. Este será mi último intento. Un corazón desgastado, que se mantiene unido por fibras de amor y anhelo. No se compara con los demás, está tan maltratado que difícilmente funcionará. La única ventaja: es completamente tuyo.
Olvido el dolor y lo retiro. Olvido cerrar la herida. Lentamente lo coloco en tu pecho, con mucho temor. Inmediatamente, tus ojos se encienden, tu ausencia se apaga. Estás frente a mi, tan hermosa como te recuerdo. Te tomo en mis brazos e intento robar un poco de tus labios. Después de un par de años, reacciono ante la húmeda situación. Sólo pienso. Te he entregado mi única forma de amarte.
Viviré por siempre, sin poder amarte. Tú vivirás por siempre sin poder amar a nadie, sólo a ti.
Es difícil dejarte ir, eres todo lo que siempre soñé. Mi más íntimo deseo, mi más antiguo anhelo.
Mi más imperfecta creación.
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