recibido: 25/06/2008
7:33 pm
EL MAL PASO
“Pasito a pasito pronto llegaremos
mientras imagino
un mundo para ti más bello,
quizá sientas un suave bamboleo
pero es solo mi caminar extraño
una forma que me dio Dios
para mecerte sin problema
mientras imagino como será tu voz… ”
La pobrecita no tendría más de 25 años, y quien la veía de reojo caminar no podía mas que esbozar una sonrisa de burla o compasión, pero nadie podía siquiera imaginar la felicidad que la inundaba. Mientras caminaba, la cojita de la calle 2, recordaba la primera vez que se había enamorado (que para ser exactos había ocurrido 8 meses atrás), y la primera vez que le habían roto el corazón (2 meses después de conocer al Patán), recordaba la crudeza de las palabras de aquel de quien había decidido olvidar el nombre “¿Qué creías que acaso alguien como yo viviría para siempre con una mujer que ni siquiera puede correr por su vida?, correr por su vida… ja ja ja ”, en casa, le habían dicho que no podría educarlo correctamente: “Y ¿Qué pasará cuando tenga que caminar? Crees que le enseñaras correctamente, recuerda que no tendrá padre, dicen que los niños lo primero que aprenden es porque imitan…”, pensaba mientras pestañeaba fuertemente para así reprimir las lagrimas de sus ojos.
Mientras trataba de olvidar, con un gran esfuerzo físico aceleraba su pequeños y desiguales pasos hacia su duro, pero igualmente gratificante trabajo, la idea que le regresaba su felicidad era su último día de labor para después recibir de 4 meses de incapacidad, “INCAPACIDAD” pensaba mientras una sonrisa se dibujaba en su cara y aceleraba aun más su ya difícil andar, en lo profundo de su bolsa llevaba algo que le devolvía la felicidad al despertar cada mañana, un librito de Jaime Sabines que había comprado por la enorme cantidad de diez pesos a las afueras del Hospital de San José y que contenía un poema que le hacia ver lo gustoso y a la vez lo cómico de su situación “La cojita esta embarazada” , recodaba en especial uno de sus versos: La cojita está embarazada. Se mueve trabajosamente, pero qué dulce mirada, mira de frente.
Y así era, miraba de frente mientras acariciaba su pancita sin notar otra mirada, la mirada lejana de alguien que la contemplaba lleno de amor y ternura, que creía que el único defecto que poseía era que quizá (sólo suponía), su corazón estaba lleno, alguien que ella creía era “inalcanzable”.
Cansada, la cojita se sentó en una banca del parque frente a su trabajo, sólo faltaban unos metros así que se dedicó a platicar con su bebecito: “Oye, no me patees, te he dicho una y mil veces que no todo lo que escuchas es cierto, y también quiero que recuerdes que tienes que ayudarme, ya pesas mucho y encima todavía me golpeas”, le decía entre risas. Al parecer el bebé entendía claramente sus palabras porque después cambio sus patadas por suaves movimientos que la llenaban de dicha. “Siento mucho que no conozcas a tu papá, pero no se fue porque no te quisiera, es sólo que no pude alcanzarlo”.Una risa sonó a sus espaldas, pero no era de burla, era una risa que sonaba divertida por su comentario, al voltear, la cojita vio al “inalcanzable”, lo vio de una forma diferente, ya no era el apuesto príncipe de la oficina al frente de la suya, el príncipe se había transformado en un común Humano sin pena ni gloria que, mientras colocaba sus manos en el vientre de la desconcertada cojita decía despacio y suavemente: “Vamos a hacer una cosa, yo le tapo los oídos al bebé y tú me aceptas una invitación a comer”. La cojita revivió los recuerdos del primer engaño, sabía que ya no podía confiar. El Humano intuyó sus pensamientos y rápidamente agrego: “quizá no hayas podido alcanzar al otro, pero créeme que yo no soy velocista y si me dejas quedarme a tu lado aprenderé a caminar de otra forma, el único mal paso que has dado es aquel al que te obliga tu pie derecho”. De repente el Humano se transformo nuevamente en príncipe y mientras la ayudaba a levantarse, la cojita embarazada descubrió que el verdadero amor llega sin buscarlo, de la mejor forma y en el momento preciso.
Y así era, miraba de frente mientras acariciaba su pancita sin notar otra mirada, la mirada lejana de alguien que la contemplaba lleno de amor y ternura, que creía que el único defecto que poseía era que quizá (sólo suponía), su corazón estaba lleno, alguien que ella creía era “inalcanzable”.
Cansada, la cojita se sentó en una banca del parque frente a su trabajo, sólo faltaban unos metros así que se dedicó a platicar con su bebecito: “Oye, no me patees, te he dicho una y mil veces que no todo lo que escuchas es cierto, y también quiero que recuerdes que tienes que ayudarme, ya pesas mucho y encima todavía me golpeas”, le decía entre risas. Al parecer el bebé entendía claramente sus palabras porque después cambio sus patadas por suaves movimientos que la llenaban de dicha. “Siento mucho que no conozcas a tu papá, pero no se fue porque no te quisiera, es sólo que no pude alcanzarlo”.Una risa sonó a sus espaldas, pero no era de burla, era una risa que sonaba divertida por su comentario, al voltear, la cojita vio al “inalcanzable”, lo vio de una forma diferente, ya no era el apuesto príncipe de la oficina al frente de la suya, el príncipe se había transformado en un común Humano sin pena ni gloria que, mientras colocaba sus manos en el vientre de la desconcertada cojita decía despacio y suavemente: “Vamos a hacer una cosa, yo le tapo los oídos al bebé y tú me aceptas una invitación a comer”. La cojita revivió los recuerdos del primer engaño, sabía que ya no podía confiar. El Humano intuyó sus pensamientos y rápidamente agrego: “quizá no hayas podido alcanzar al otro, pero créeme que yo no soy velocista y si me dejas quedarme a tu lado aprenderé a caminar de otra forma, el único mal paso que has dado es aquel al que te obliga tu pie derecho”. De repente el Humano se transformo nuevamente en príncipe y mientras la ayudaba a levantarse, la cojita embarazada descubrió que el verdadero amor llega sin buscarlo, de la mejor forma y en el momento preciso.
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