recibido: 23/06/2008
8:47 pm
La necedad de decir lo indecible
Gabriela fue un nombre que siempre le gustó; pero se dio cuenta de eso hasta el día en que se lo prohibieron. Lo curioso, es que su amante, una mujer con este nombre, fue quien prohibió pronunciar esas ocho letras en el orden mencionado. ¿Entonces cómo llamarle, si al decirlo no obtendría la atención requerida? Comenzó por llamarla Gabriela con el pensamiento y a escondidas. Gabriela al enfadarse, al soñarla, al escribirle y Gabriela en cada momento que ella estaba lejos. Lo peor, llegó con la locura y necedad de llamar Gabriela a cualquier cosa que estaba a su alrededor. Nombró Gabriela a su almohada, a su colchón, a su comida preferida, a su casa, a su pecera, a su sillón, televisor, zapatos, camisas; todas las canciones que le gustaban ahora no tenían otro nombre; todas eran Gabriela. Olvidó todas las definiciones del idioma y con ello cada sílaba de las palabras. Perdió la conciencia al hablar, pero ganó la dicha de decir lo indecible, y eso era lo importante porque después de todo siempre fue su Gabriela.
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