recibido: 6/06/2008
3:35 pm
WOLOF
La rubia melena cubre su rostro, y la túnica de rey, que se ha ganado, ondula con el viento. Marcado torso le recibe, con sudor de batallas y el colmillo de un lobo que cuelga de su cuello. Una herida en el muslo susurra la leyenda de su historia.
Wolof nació como esclavo. Creció sirviendo a otros, menos a él mismo.
Un día gris, su amo fue asesinado, y él enviado a las celdas frías, esas que sirven de puente y estadía mientras se vive la muerte. Ahí conoció a Bolev, un lobo huérfano que deambulaba por las noches, en busca de alimento.
Encontrase Wolof un día con el cachorro, rodeado éste por un hombre asesino, que lo golpeaba con palos, y piedras de barro. Lo enfrentó y venció sin miramientos, pero sin matarle. Y el cachorro fue, desde ese momento, su más grande compañero.
Triste fue el día en que, por el tamaño que el lobezno había alcanzado, tuvieron que separarse.
Pasó más de un año. Wolof esperaba el día en que su cuerpo cansado se rindiera al fenecimiento: Látigo tras látigo, los guardias lo obligaban a realizar tareas imposibles. Sin alimento que le diera fuerzas para realizarlas, fue elegido de entre todos para entretener a la prole. Se enfrentaría a Morev, un demonio de los bosques capturado hace no mucho tiempo.
Dos días faltaban para el encuentro, y Wolof se veía cada vez más cansado.
Cuando por fin se cumplió el plazo, la gente del pueblo se reunió en la gran plaza para presenciar el espectáculo.
—¡EL demonio matará al hombre! —aseguraban algunos, y los demás reían, como si aquello fuera una delicia.
Ya en la arena de la plaza, Wolof, de frente a Morev, era minúsculo. La batalla empezó luego de que un hombre soltara al demonio. Éste se abalanzó sobre Wolof y, zarpazo en mano, le arrancó un trozo de muslo y dejó su rostro desfigurado. La gente empezó a silbar de rabia, no por lástima, sino porque el hombre no habíase siquiera defendido.
Entonces el silencio se apoderó de la plaza. Otra bestia caminaba en la arena. Sus ojos, llenos de rabia, eran el reflejo de los colmillos que portaba, asomados por sobre el hocico. Era Bolev. El joven lobezno estaba dispuesto a devolver la ayuda recibida. La pelea fue mortal. El lobo cayó desfalleciente, al lado de Wolof. Esperó la caricia de éste para morir satisfecho.
Con el rostro irreconocible, y sin una parte del muslo, Wolof caminó seguro hacia el monstruo, y puedo asegurar que éste tembló al verle. Así, sin arma alguna más que la convicción de vencer a toda costa, Wolof enfrentó al demonio hasta hacerle añicos. Se puso de pie, ante los aplausos de la multitud. Se había convertido en el rey de esas tierras, sólo por su hazaña. Levantó de la sangre que corría por el suelo, el colmillo de su amigo, y lo elevó al cielo en señal de agradecimiento.
Los demonios le respetan, y las sombras se abren a su paso. La tierra tiembla ante las pisadas del rey. De Wolof, el rey lobo.
1 comentario:
nice
:3
lástima que sean tan cortos los cuentos que se piden
salu2!!
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